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FRACTURA DE RADIO

ETA Y EL ESTADO.

    Ya hablábamos en Fractura de Radio, cuando ETA ejecutó al concejal del PP, que este inútil acto pseudo-revolucionario iba a servir de buena excusa para disparar la propaganda del Estado, reafirmar y exigir la adhesión de los súbditos y aumentar la represión y la persecución hacia todo movimiento contestatario hacia el régimen impuesto. Y ya lo habéis visto. No hace mucho un politiquillo de estos acusaba al famoso “entorno” de utilizar a sus muertos para fines propagandísticos... y es que, por la boca muere el pez: eso es exactamente lo que ha hecho el Estado con el asesinato del concejal.

    Por cierto que, antes del famoso concierto este de Las Ventas, esto no se podía decir. Ni siquiera al día siguiente de semejante bodrio cutre eurovisivo. El País, por ejemplo, titulaba la información diciendo que si el clamor de miles de personas y tal y cual. Ahora ya sí, ya se puede criticar: resulta que es una maniobra partidista del PP. Como ya se ha quejado el otro partido político que se reparte el pastel con el que actualmente hace que gobierna, ya se puede criticar. Pero esa misma mañana del aciago concierto, el muy progresista presentador de Radio 3, Manolo Ferreras, censuraba y cortaba descaradamente a un oyente que intentaba exponer sus dudas acerca de que el montaje del conciertillo valiese para algo. Y al cortarle dijo algo así como que también se podía asesinar por medio de la palabra. Ahora, como ya lo dice la voz de su amo, es posible que hasta este ejemplar periodista se digne a criticar el montaje sin que se le caiga el careto de vergüenza.

    Y mientras tanto, pues ya habéis visto: las campañas de periódicos fascistas como el ABC o La Nueva España de Asturias, intentando asimilar a okupas, libertarios, insumisos y demás, con gente del entorno de Jarrai y no sé qué. Y también la Cadena SER, entrevistando a jefes de brigadas de información maderil que aseguran que los grupos anarquistas se inspiran en Jarrai, en el coco. Los amagos de nuevas reformas en el código penal, gracias a los cuales cualquiera que asista a una manifestación que no le haya salido a la Autoridad del culo autorizar, como tantas; cualquiera que vaya disfrazado o con la cara pintada y cosas semejantes, sería considerado terrorista. Terrorista de baja intensidad, como dicen, aprovechando una expresión, lo de la “guerra de baja Intensidad” que, precisamente, se creó para aplicársela a las actividades terroristas de los estados, cuando emplean las armas del terror, el miedo y la mentira de forma masiva, como ocurre aquí cada vez más. Así que los gais y lesbianas ya no podrán ir disfrazados a las manis, so pena de ser considerados terroristas peligrosos, aunque a los violentos profesionales, obviamente, no se les va a prohibir llevar la porra, el uniforme, el casco y la pistola. La contradicción es máxima, si tenemos en cuenta que en muchas de las manifestaciones por lo del concejal, a nadie se le había ocurrido pedir el correspondiente permiso gubernativo, es decir, se trataba de manifestaciones ilícitas, de esas que ellos califican de “terrorismo de baja intensidad”. Pero no, claro: eso era la encomiable reacción espontánea del pueblo. O sea, que según convenga a los intereses del Estado y de los poderosos, los manifestantes serán encomiables o terroristas. Otra cosa: ¿y las concentraciones en las plazas cuando el Nosequé F.C. gana la liga? Tampoco piden autorización, van con las caras pintadas, cortan el tráfico e incluso se cargan alguna que otra papelera y algún cacho de la estatua de turno. Tampoco pasa nada: una cosa es hacer el borrego y otra pensar y expresarse. Para la autoridad, los borregos son los buenos ciudadanos, los que piensan y denuncian los abusos, terroristas, o poco menos. Y ¿cómo decían que se llamaba esto?: ¿democracia?; ¿y qué decían que había?: ¿libertad de expresión?...

    No nos parece relevante el hecho de que haya sido precisamente el PP quien se haya aprovechado del muerto. En principio todos se habían apuntado al carro. Hoy más que nunca, es necesario estar al lado de las Instituciones, decían. El régimen se estaba aprovechando del muerto: es el regalo que le habían hecho los supuestos revolucionarios de ETA. El fundido televisivo en las imágenes de las macromanifestaciones en que aparecían superpuestos los planos de la gente con el de las autoridades sujetando la pancarta, como ya comentamos aquí, era una de las muestras más descaradas de esa intención propagandística y proselitista con la que el Estado intentaba rentabilizar a la víctima sacrificada por la que no movió un dedo. No sé de qué se quejan ahora algunos por lo del concierto: es más de lo mismo.

    Y si echamos la vista al otro lado, al del coco, al entorno, también conocido, no sin cierta petulancia, como Movimiento de Liberación Nacional Vasco, o MNLV, observamos ciertas coincidencias curiosas. Parece que estuvieran intentando exacerbar la situación para obligar a aquellos que quizá les sigan o apoyen difusamente, a que se decidan a apoyarles de forma incondicional o a pasar de ellos. Es exactamente lo mismo que decía el Presidente del Gobierno: “no caben fisuras: o se está de un lado o se está del otro”. En ambos casos el maniqueísmo es claro: los buenos y los malos, que, desde un bando serán los revolucionarios y los opresores y, desde el otro, los violentos y los demócratas. A los que nos oponemos al autoritarismo, al militarismo y a la prepotencia de unos y otros, nos intentan encasillar en el bando de sus malos particulares. Según quien hable, seremos colaboracionistas y españolistas, o bien, violentos y proetarras. No les entra en el esquema que alguien intente razonar un poco.

    En las pasadas elecciones, las Juventudes Libertarias de Bilbo sacaron unos carteles invitando a la gente a pasar de la farsa electoral e incluyendo fotos de politiquillos que se presentaban en los distintos partidos que concurrían. Pues bien, los patriotas de turno se ofendieron mucho porque apareciera entre los caretos de políticos algunos de HB, como si no fuera lo que es: un vulgar partido político democrático que se presenta a las elecciones con la intención de ganarlas y gobernar, ya ves tú. Bueno, pues los libertarios ya eran colaboracionistas y no sé qué, porque, claro: no seguían las directrices de sus cúpulas y generales, iluminados de la verdad revolucionaria que llevará al pueblo a su emancipación. Cuantas veces en la puta historia estos iluminados estatalistas y autoritarios han arruinado verdaderas revoluciones, actuando como verdaderos contrarrevolucionarios: recordad Stalin, recordad "España" en 1936.

    Y así, entre unos y otros, se mantiene esta guerra falsa, que ambas partes se empeñan en defender como la guerra verdadera. A nosotros y nosotras, según pretenden, no nos queda otra opción que enrolarnos en un bando o en otro. Si repudiamos a alguno de ellos, nos colocan directamente en el otro. Es la necesidad que tienen, para que no se desvele la falsedad de esta guerra.

    La guerra, como ya hemos hablado aquí alguna que otra vez, está entre el pueblo y el Poder, o sea, entre la posibilidad de vivir libremente que deberíamos tener y aquello que lo impide, por medio, en primera y última instancia, de la fuerza, la violencia y del miedo. Por tanto, si el pueblo dice de verdad y en serio ¡Muerte al terrorismo!, está diciendo ¡Muerte al Estado! y no, desde luego Unidos por la Paz y la Libertad con los gerifaltes.

    Y las tácticas supuestamente revolucionarias de ETA consiguen, como decíamos antes, el efecto contrario: dar argumentos (excusas, más bien) y respaldo al Estado para aumentar la represión y reforzar su propaganda. En este sentido ETA colabora con el Estado. Decía no sé si Bakunin que no se podía obtener libertad a base de represión y muerte, ni justicia a base de injusticias. Así no se consigue otra cosa que el efecto contrario. Es lo que sucedió con el régimen estalinista soviético, nacido del error marxista de pensar que a través del Estado del Pueblo, de la Dictadura del Proletariado, con su Policía, su Ejército, sus cárceles y sus burócratas, se iba a llegar a la tierra prometida del socialismo: sin estados ni explotadores. Así no había manera, claro: a lo que se llegó es a que muchos añoraran el régimen capitalista y sus libertades de mentirijillas. Y ahí los tenéis ahora: en el paro, en la calle, rebuscando en los vertederos de Moscú, de peones mal pagados en las obras de Ríos Rosas, a sueldo de las florecientes mafias capitalistas, en la prostitución... Hombre, ya sé que los hay que viven muy bien y que se han forrao: lo uno va con lo otro, es la ley del capitalismo.

    Tampoco en Euskadi se va a llegar a ninguna liberación a base de atentados, bombas y cócteles molotov en la casa del alcalde. Como en el caso de los Países del Este, eso es arrojar a la gente a los brazos del enemigo. De nada vale matar policias. A cada uno que mates, diez más van a apuntarse a la Academia: es la como la hidra de mil cabezas. De nada vale matar políticos, que otros van a ocupar su puesto. Hay que atacar a las ideas a y las instituciones, y no a las personas. La principal arma del Régimen no son las pistolas o las mazmorras, ese es su último recurso, sino sus mentiras y su propaganda: el control de pensamiento impuesto a los súbditos, la fe. Eso es a lo que hay que atacar. Utilizar, como hace ETA, los mismos métodos que caracterizan la violencia y el terrorismo de los estados no puede considerarse, ni mucho menos, una lucha revolucionaria. ETA, con sus acciones lo que está consiguendo es generar adhesión y confianza en el Poder, pasar por alto sus abusos y que la gente exija más vigilancia y control. O sea, en el fondo ETA lo que está desempeñando es una labor contrarrevolucionaria, una labor muy útil para el Estado. Es el enemigo que el estado necesita.

    Y es que a cada Régimen le hace falta un enemigo, para distraer al pueblo, para no dejarle ver que es el propio pueblo el único y eterno enemigo del Estado y del Poder, y viceversa. Para tenerle de su lado y hacer pasar desapercibida la violencia que el propio Poder ejerce: violencia económica, laboral, social e incluso física cuando lo cree necesario o ve asegurada su impunidad.

    Esa necesidad de presentarle al pueblo un enemigo mu malo, malísimo, para que se vea que el Régimen es mu bueno, buenísimo se ve claramente a través de numerosos ejemplos. Cuando cae el muro de Berlín, las potencias occidentales, con los Estados Hundidos a la cabeza, se tuvieron que afanar en buscar nuevos enemigos que justifiquen el mantenimiento de la criminal producción armamentística y el negocio del tráfico de armas, así como las medidas de represión y control social. Ya no estaban la URSS y los comunistas, así que hubo que echar mano rápidamente de narcotraficantes e islamistas, además de los llamados santuarios del terrorismo, es decir, aquellos países como Irak o Libia que no se plegaban a las exigencias de los mercados y de los poderes occidentales. Había que poner a alguien que cubriera inmediatamente el puesto que había quedado vacante: el de enemigo oficial, para que nadie sospechara donde está el verdadero Enemigo.

    La hipocresía está bien clara: cuando los guerrilleros islamistas garantizan los privilegios de los países del capitalismo avanzado, no sólo se les consiente, sino que se les apoya y se les arma hasta los dientes, como en el caso de los talibanes de Afganistán. Y las atrocidades que estos cometan, las masacres de campesinos en México, Guatemala o Brasil o las aldeas arrasadas en el Kurdistán ocupado por Turquía se pasan por alto, no tienen importancia, si son cosa de aliados. En cambio, si un turista se pasa tres días en los calabozos de Cuba por un accidente de tráfico se monta la de Dios y el ministro de turno recomienda que visitemos mejor los hoteles de su familia en Santo Domingo, país demócrata y ejemplar donde los crímenes perpetrados por el Ejército y la Policía, la miseria de sus habitantes y el régimen de esclavitud de los trabajadores de la caña forman parte de la vida cotidiana del paraíso hotelero del Señor Cascos.

    Y si no, se van a la caza y captura del narcotraficante mayor del mundo, Noriega y, por descuido, se les escapan unas cuantas bombas en el barrio del Chorrillo y mueren varios miles de infelices en la invasión de Panamá de hace unos pocos años. Por cierto, que el tal Noriega no era sino un antiguo agente de la CIA que fue colocado en la jefatura de Panamá por los Estados Unidos, aunque, por lo visto, les salió un poco díscolo y empezó a actuar por su cuenta. En ese momento fue cuando los Estados Unidos se presentaron a bombazo limpio para restablecer la democracia, eso sí, con unos pocos menos votantes: los que habían ido a parar a las fosas comunes.

    Y si no, se dedican, como hicieron también los Estados Unidos, que tanto claman contra el narcotráfico, a vender crack a los jóvenes negros de Los Ángeles, no sea que les de por protestar, y de paso así financiar la guerra terrorista de los contras en la antigua Nicaragua sandinista.

    O sea, que los fundamentalistas, el narcotráfico, el terrorismo o la violación de los derechos humanos no son más que enemigos de mentira, de quita y pon. El verdadero enemigo es el Poder, el Estado y el Capitalismo, pero eso hay que disimularlo a cualquier precio, no sea que a la gente le de por pensar y por dejar de dar balidos. Ellos se alían con los fundamentalistas cuando les conviene, se aprovechan de la prohibición de la droga para poder negociar a gusto con ella, sin control de precios ni de calidad y poder enganchar con las sustancias más jodidas a la gente que pudiera protestar, mientras se criminaliza y se impide el libre uso y disfrute de otras sustancias inofensivas como el cannabis. Y en cuanto a los métodos se emplean, la definición que mejor les cuadra es la de terroristas. Dime cuales dicen que son las maldades de su enemigo y te diré cómo son.

    Pues eso: que para no aparecer los de arriba como lo que son, necesitan un enemigo. Para no parecer como terroristas, necesitan un enemigo al cual poder llamar terrorista. Lo necesitan, les hace falta. Y ese es el papel que cumple ETA a la perfección.


Este texto se emitió por primera vez el 29-9-97

 

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