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FRACTURA DE RADIO

HIPÓCRITAS

  Si hay algo que nos fastidia por aquí, especialmente, es la hipocresía. Y eso, lamentablemente, es algo que abunda entre los politiquillos que nos ha tocao sufrir de gerifaltes. Ni siquiera se plantean la posibilidad de ser coherentemente fachas, si es que esa posibilidad pudiera existir. O de defender el capitalismo y el libre mercado hasta sus últimas consecuencias. Parece que eso es ardua tarea, imposible de llevar a cabo sin caer en continuas contradicciones. Entonces quedan dos opciones: la primera, admitir abiertamente y sin tapujos que lo que se pretende es propagar la miseria entre las gentes y la devastación por las tierras, que es por donde nos llevan, o bien, jugar al juego de las dobleces, los engaños y los trabalenguas. Para este caso, nuestra moral de demócratas nos obliga a condenar tajantemente, a despotricar airadamente, a rasgar y rasgar vestiduras. Para el otro, sin embargo... ¡ay amigo!: ahí están nuestros intereses en juego y además, ¿cómo habríamos de perjudicar a nuestros amigos y aliados?

 No les queda, por tanto, más salida a los mandamases, politiquillos y gerifaltes que el recurso constante a la triquiñuela dialéctica, o sea, por decirlo más claro, al engaño. Y a nosotros, a la gente, a los de abajo, pues no nos queda más remedio que denunciarlo. No se crean ustedes que somos tontos, ya les gustaría. Y por poner un ejemplo, echamos mano del personajillo que le ha tocado ser presidente del gobierno que más directamente nos incordia.

 Ese patético personaje que sabe distinguir muy bien cuando le conviene, dependiendo de quién sea el asesino. Curiosamente, parece ser que cuanto más repulsivo sea el criminal, más de su agrado es. Claro está que, cuando eso de la honestidad no es más que una palabra vacía, se puede despotricar contra los horribles atentados de ETA y pasar por alto los muchísimo más innumerables y atroces crímenes de las dictaduras militares chilena o argentina. Se puede decir que los de HB van a acabar todos en la cárcel, pero, hombre, al pobre Pinochet no le vamos a meter en líos. Está claro que no vamos a meternos en asuntos que nos son ajenos, ¿verdad? ¿Para que nos vamos a preocupar de lo que pasa por ahí? Nosotros estamos felices por decreto con lo del euro y todo eso y punto. Que nuestro aburrimiento esté construido sobre los cadáveres de los explotados del mundo, sobre los pueblos despojados, humillados y asesinados no debe ser algo que nos preocupe. ¿Para qué vamos a pensar en eso? O más sencillamente, ¿para qué vamos a pensar?

  Sin embargo hay injerencias e injerencias. No nos vamos a meter con el Augusto asesino de masas Pinochet, pero sí vamos a aplaudir a otros de su cuerda en sus momentos estelares, como por ejemplo cuando la policía y el ejército peruano masacran a los secuestradores de la embajada japonesa en Lima. ¿Os acordáis?: esos terribles terroristas del MRTA que ni siquiera habían tocado un pelo de sus orondos e ilustres peces gordos secuestrados. O cuando se viaja al Brasil para recomendar el neoliberalismo como receta para los males de ese país. Me pregunto como se sentirán los campesinos sin tierra a los niños de la calle, los meninos da rua y otras víctimas del capitalismo neoliberal desaforado, ante tan sabios consejos. Me imagino que es como si alguien te da una paliza y el médico te intenta curar a hostia limpia. No seas hipocritón, querido presidente. Las injerencias te las oímos todo los días: confiesa, te cae bien Pinochet, te molan ese tipo de criminales y terroristas. Pero claro, no es de buen tono que lo digas abiertamente y te inventas la excusa de la no injerencia en los asuntos de otros países. Muy bien, pues tienes dos opciones: o te callas la boca en cualquier caso, o profesas descaradamente tu admiración por el viejo asesino. Si no, vas a seguir poniéndote en evidencia como mentiroso, hipócrita y falso. Y, honestamente, a la gente no nos va a quedar más remedio que seguir denunciándolo.

 El que, desde luego, no lo oculta es el viejo zorro, Manuel Fraga. Para Fraga es un atropello inadmisible el que detengan a Pinochet. El apóstol de la mano dura pide clemencia para su colega y correligionario. Desde luego este tal don Manuel está implicado en bastantes crímenes durante el régimen fascista de los militares de aquí que también se cubrieron con nuestra particular Ley de Punto Final. Y es que cuando las barbas de tu vecino veas cortar...
 
 O ese fiscal general del Estado, el Fungairiño en cuestión, que defendió abiertamente el golpe de los militares pinochetistas y, por tanto, dio por bien muertas y por bien torturadas a las víctimas del increíble aparato de represión y de terror que se puso en marcha en Chile en 1973.

Y volviendo a nuestro triste y patético personajillo, cuyos asesores de imagen no saben que hacer con él para que dé el pego, se nos viene a la memoria alguna otra perla como aquello de “teníamos un problema y lo hemos resuelto”, cuando deportaron a los inmigrantes africanos después de administrarles una droga para neutralizarlos. Y los llevaron a todos a Guinea Bissau a cambio de un sustancioso soborno para los gobernantes de ese país, que no era, desde luego, el lugar de origen de los agredidos. Y los hacinaron en condiciones infrahumanas. Y fueron sometidos a la presión constante de la policía mercenaria local, siendo asesinado finalmente uno de ellos, de los inmigrantes, me refiero, por dichos policías. ¿Así resuelve usted los problemas, oh paladín de la democracia y martillo de terroristas?

 En fin, ¿qué es lo que tenemos aquí? Tenemos a muy altos cargos implicados en apología y encubrimiento del terrorismo más inhumano y despiadado. Tenemos a gente que negocia y comercia con criminales. Y negocia con máquinas de muerte. España es un buen suministrador de material militar para países como Chile, cuyas fuerzas armadas siguen siendo las mismas que inundaron el país de sangre, con Turquía, que libra una terrible guerra de exterminio contra la población kurda y contra cualquier tipo de disidencia, con Indonesia o con China, estados implicados también en guerras y agresiones contra sus propias poblaciones. Tenemos a criminales de mucho cuidao. Criminales que se autoproclaman demócratas, antiterroristas, humanistas y todo lo que suene a bonito. Tú dales flores, que se las echarán encima.

Y, lo que es más terrible es que no les queda más remedio que actuar así. No pueden ser honestos: se caerían inmediatamente del cargo, no valdrían para el puesto. Imaginaos que llega un presidente del gobierno que empiece a hablar abiertamente de toda la podredumbre que se cuece en las marmitas del estado, que razone acerca de las consecuencias de su actuación política. Sería impensable. O se iría él mismo asqueado o le echarían inmediatamente. Así que el problema no son los políticos concretos. No vamos a pedir su dimisión. Son sus cargos, el aparato de dominación que sustentan y que les sustenta. El que les obliga a ser así. Ellos no son más que unos mandaos, unos esbirros serviles. No les queda otro remedio.
 
 

Este texto se emitió por primera vez en la primavera del 99

 

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