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FRACTURA DE RADIO

FÁBRICAS DE LACAYOS


 

Uno de los principios de la ideología militarista es la imposición de la disciplina, por medio de la cual, cada uno ha de obedecer sin más aquello que se le manda, ya que se supone que hay cosas en las que uno no se debería meter. Y no se debe meter porque se dice que hay gente más preparada, que es la que se encuentra al mando del asunto. Que cada uno participara en la decisión de la cosa, o que simplemente dudara, entorpecería el buen funcionamiento de esa cadena de mando. Es decir, para ellos la conciencia entorpece, la sumisión y la obediencia contribuyen.

Esa ideología autoritaria que impregna la esencia del Ejército, incluido el llamado “democrático”, va ganando terreno en el resto de la sociedad. Así, a medida que se desarrolla eso que llaman democracia, la gente cada vez tiene menos margen y capacidad para pensar, para dudar, para entorpecer la buena marcha del mundo que nos han diseñado “los que saben”.

Lo que vale es que la gente cumpla, pero no que piense. Eso ocurre en el ámbito laboral cada vez más, en esta situación de indefensión en la que nos ha colocado el avance del capitalismo salvaje y la asimilación de los sindicatos mayoritarios, grandes colaboradores de la apatía de la gente gracias a su burocratismo, a su inutilidad, a su gigantismo y a su sumisión. La gente en el puesto de trabajo vuelve a ser, cada vez más, una cosa, un esclavo que obedece, cumple y no protesta. Y no protesta porque sabe que el que manda puede deshacerse de él cada vez con mayor facilidad.

Evidentemente, aquellos puestos en los que se solicita gente creativa, que piense, que tenga ideas, no se escapan de ese esquema, ya que las ideas que se les pide no son cualquier idea: son aquellas que puedan traducirse en beneficios para la empresa. Se pide creatividad dentro de unas coordenadas muy marcadas: las coordenadas que delimitan la sumisión del trabajador al que manda y al sistema productivo.

Y en cuanto a los puestos de trabajo que normalmente nos tiran a la rebata para que nos pisoteemos unos con otros por ellos, cada vez más obedecen a esa lógica del criadero de lacayos. Por un lado, se necesita cada vez más personal para todo tipo de bandas armadas: las convocatorias para la guardia civil, la policía nacional, el ejército profesional, las policías privadas y demás se suceden constantemente. Esta claro que en esa clase de “empleos”, lo que tenga que decir cada uno de los empleados no cuenta para nada. Han de limitarse a obedecer fielmente. Y cuanto más completa sea su sumisión, tanto mejor se considerará que realizan su trabajo.

A su vez, esa proliferación de cuerpos armados, armamento y pistoleros sirve para amenazar, atemorizar y, en su caso, reprimir y aplastar el libre pensamiento y la libre conciencia de quienes pretendan manifestarlo espontáneamente. De modo que el funcionamiento obediente, sumiso y rastrero no se queda en el interior de estas organizaciones armadas, sino que, desde ahí, se expande e impregna el funcionamiento social. Se inculca el sometimiento en su vertiente más pura y primaria, es decir, por vía de la amenaza, el miedo y la violencia. Por otro lado, conviene recordar lo que aquí en una ocasión denominamos “el síndrome del esbirro”, o sea, ese mecanismo que utiliza el obediente súbdito para autojustificar su condición servil, identificando su pensamiento y su ideología con el que manda y rechazando toda manifestación de libertad, alegría, rebelión o disidencia.

Otro de los sectores de gran demanda de empleo son las ETT’s (Empresas de Tráfico de Trabajadores), invento sumamente eficaz y perverso con el cual se puede hacer rebajar el paro en las estadísticas del desempleo, con el consiguiente hinchamiento y pavoneo de políticos profesionales, mientras se reparte más miseria entre más gente (es decir, se reparte el paro, ese que dicen que baja) y aumentan los beneficios empresariales gracias a la mierda menguante que les pagan a sus empleados y a la capacidad de disponer de ellos cuando les venga en gana, de tratarlos como esclavos de usar y tirar (ya sabéis: contratos de dos días; ahora te cojo y luego no; ahora este turno y luego el otro y el otro); y eso por no hablar del fulgurante crecimiento de el propio sector de las ETT’s, que, como tales, no desempeñan otra función productiva que la trata y el tráfico de gente. Trata de gente sumisa y obediente, se entiende, ya que la otra no vale. En los propios nombres de estas empresas se nos muestra de forma descarada cuál es su negocio, cuál es la mercancía que venden: Man Power, People, Laborman... Eso venden y con eso negocian: gente, esclavos. Y, cómo no: en las ETTs o en la precariedad laboral en que nos sumen cada vez más nuestros queridos patronos y sindicaleros subvencionados, no caben disidencias, protestas, ni dudas: solo sumisión y obediencia, ya que si no te colocan directamente de patitas en la calle.

En definitiva: está claro que en esto que llaman régimen de libertades y libre mercado, lo que se promociona es el servilismo y el sometimiento más degradante. Se promociona como requisito indispensable para buscarse la vida. Si no estás dispuesto a tragar, no te cogemos, chato. Y menos a ti, chata.

Se preguntan luego esos sesudos expertos por la raíz de los fenómenos de la violencia juvenil, que dicen, y demás. Pues aquí tienen un buen filón. La mentalidad autoritaria, jerárquica, violenta, amenazante, sumisa es la que se promociona en esta sociedad. Es la forma de ser “más rentable”. Aquel obligado a obedecer ante sus superiores tiende a intentar hacerse obedecer por los que el considera sus inferiores. De nuevo, el síndrome del esbirro: sometido y, por tanto, con necesidad de someter; violentado y, por tanto, con necesidad de violentar; humillado y, por tanto, con necesidad de humillar. ¿Van ustedes viendo, queridos expertos, por dónde andan las raíces de la tensión violencia en las calles y en las casas, de las palizas a las mujeres, a los moros, a los homosexuales? ¿Lo ven, o nos les está permitido ni tan siquiera darse cuenta?

Pero los expertos estos siguen jugando a confundir a la gente. Y así analizan el fenómeno de la violencia juvenil, como ellos dicen. Y mezclan en sus teorías actitudes autoritarias, fascistas, racistas, sexistas con otras rebeldes y antiautoritarias. O sea, actitudes en consonancia y derivadas del sometimiento en el que nos hacen vivir y otras que se rebelan contra él.

Pues que tengan en cuenta que el fascismo es un producto de esta sociedad y de su ideología, igual que lo es la Coca-Cola o los incendios del Amazonas. En la ideología fascista nos encontramos los principios básicos de la ideología capitalista actual: el autoritarismo y la jerarquización llevada al extremo, o sea, obediencia ciega y servilismo total (lo que se pide en los trabajos, en la Policía, en el Ejército...) y, en justa correspondencia, agresividad y violencia contra el indefenso (lo que en la jerga economicista se llama libre mercado y competencia).

Esas características, desde luego, no tienen nada que ver con nuestra rebeldía. Son parte de aquello contra lo que nos rebelamos.


Este texto se emitió por primera vez el 30-3-98

 

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