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FRACTURA DE RADIO

ASAMBLEAS DE PARADOS
(A propósito de la lectura de algunos fragmentos del libro "Parados que se lo curran", de la Asamblea de Parados y Paradas de Sestao)

Hemos leído algunos fragmentillos de ese libro titulado Parados que se lo curran y que firma la Asamblea de Parados y Paradas de Sestao, editado por la editorial Gakoa. Este libro lo podéis conseguir, por ejemplo, en la Librería Asociativa de Los Traficantes de Sueños, que está en la Calle Hortaleza, número 19, 1º derecha, o, si no, en los puestecillos que se ponen todos los domingos por la mañana en la plaza de Tirso de Molina. Es un libro que nos parece sumamente interesante, ya que nos muestra los métodos y la filosofía de las Asambleas de Parados, un movimiento que tiene especial presencia hasta ahora en el País Vasco, pero que no estaría mal que se extendiera a otras tierras y ciudades. Este movimiento basa su lucha en la autoorganización de los propios parados. Son ellos y ellas los que se lo curran, los que deciden lo que hay que hacer, dónde y cómo, independientemente de partidos políticos, instituciones e incluso sindicatos. La autonomía y la independencia es total, y esa es una de las características que nos parecen más interesantes de las Asambleas de Parados, y que las hace invulnerables frente a las posibles manipulaciones externas.

El funcionamiento de las Asambleas de Parados consiste en conseguir trabajos para la gente que esté en el colectivo. Estos trabajos se les reclaman a los empresarios de la localidad, cada vez que montan una obra o algo por estilo. Si el empresario no atiende a razones, entonces se emplea la presión y la movilización, como hemos visto en el último pasaje que leíamos. Se les tiene parada la obra hasta que aceptan un acuerdo razonable. El asunto funciona: normalmente, el empresario acaba cediendo, no por solidaridad ni concienciación, claro está, sino porque puede acabar perdiendo bastante pasta si hay una gente que tiene chapada su obra, y la pasta es lo único que le interesa.

Los curros que consigue mediante sus actuaciones la Asamblea de Parados, se reparten de modo igualitario entre sus componentes, sin distinción de sexo, nacionalidad o cualquier otra. Pero, a la vez, una Asamblea como la de Sestao, fomenta la participación de la gente a través de diversos mecanismos, mecanismos que son acordados por los propios integrantes de las asambleas. Uno de esos mecanismos que utilizan algunas de las Asambleas de Parados es el sistema de puntos. Cada tío o tía que está en la asamblea recibe un número determinado de puntos por cada historia en la que participa, por asistir a las asambleas, por participar en las movidas y en las chapadas, por las movilizaciones... Hay una persona, el listero, que es el que se encarga de ir anotando y llevando el control de los puntos que tiene cada uno. Esa lista de gente y de puntos está permanentemente a disposición de todos, es pública. Y cuando se consiguen curros, se tira de lista, o sea, se mira a ver quien tiene más puntos, que sería el primero o la primera que entrara a currar.

Puede que este sistema de puntos pueda parecer un tanto chocante, pero es un recurso muy imaginativo y útil que ha surgido de las propias asambleas y que sirve para fomentar la participación de la gente en las movidas colectivas y, por tanto, a darle más fuerza a estas movidas y a la propia asamblea, de modo que también se consigue presionar más, se consiguen más curros y la gente se beneficia de ello.

Por otro lado, todo aquel que entre a currar a través de la Asamblea de Parados lo hace por un periodo de 6 meses, para que el asunto rote y todos puedan currar. Si en la obra hay curro para más tiempo, otra persona de la asamblea entra a sustituir en el mismo puesto al que estaba currando allí, cosa que ambos, el que entra y el que sale, aceptan perfectamente, por que es así como funciona la asamblea, por que se hace con ese fin de que todos puedan currar y porque es un acuerdo que se ha decidido entre todos, colectiva y asambleariamente y nadie lo ha impuesto. En caso de que el empresario quiera quedarse con el trabajador saliente, cosa que ocurre en ocasiones, tendrá que hacerle otro contrato, pero manteniendo el puesto de trabajo que ha conseguido la Asamblea y que pasa a ser ocupado por otro compañero. Cuando alguien termina su periodo de 6 meses de curro vuelve a entrar en la lista sin ningún punto, de manera que pasa un tiempo hasta que vuelve a trabajar, y, mientras, el resto de la gente que haya estado participando en las movidas de la Asamblea, va consiguiendo entrar a currar también, de modo que nadie queda excluido.

Lo que en definitiva hacen las Asambleas de Parados es recobrar la dignidad del trabajador, que ya no es el sumiso lacayo que tenga que estar a expensas de lo que le de la gana al que manda. Las Asambleas de Parados rompen con esta dinámica que nos intentan imponer cada vez más y que consiste en hacer de nosotros gente insegura, dependiente y sumisa. Se trata de que la gente actúe y decida sobre sus propias vidas, porque, joder, ¿quién si no tiene derecho a hacerlo?

Hay quien pudiera pensar que se trata de un movimiento que únicamente persigue conseguir curros y, efectivamente, ese es uno de sus objetivos, conseguir que toda la gente de la Asamblea pueda currar y así ganarse la vida e ir tirando. Es normal, no van a dejarse morir de hambre, hay que hacer algo. Pero ese algo tiene mucho de inteligencia y de sentido común. No consiste en esperar a que alguien nos resuelva el problema: ¿en quién vamos a confiar, dentro de este puto sistema? Aquí hay, además, unos planteamientos de lucha obrera muy interesantes. Por ejemplo, la acción directa, el no delegar en otros organismos, en las cúpulas de los sindicatos del sistema, por ejemplo, para que decidan por ellos, para que pacten y trapicheen según su conveniencia. Se trata de recuperar la voz y la acción de la gente, sin intermediarios ni falsificadores. La lucha se hace en el curro y en la calle, no en los grandes despachos de los dirigentes sindicales que dicen representar a la clase obrera, mientras se codean con los dirigentes y viven y piensan igual que ellos.

Y las Asambleas de Parados demuestran también que la autoorganización y la lucha funciona, que se consiguen cosas. Que nadie nos va a dar nada, si no somos nosotros y nosotras los que luchamos. Que no se puede confiar en los empresarios, a pesar de que la nueva (y bien vieja) ideología pretenda presentarlos como los creadores de riqueza, despreciando absolutamente a los trabajadores y su esfuerzo. Ellos van a hacer lo que tienen que hacer, maximizar beneficios (los suyos, claro) y hacernos creer encima que les salimos muy caros. Ningún empresario va a luchar por una economía que sirva de verdad para algo útil, para lo que tendría que servir la economía, para satisfacer las necesidades de la gente. Eso no sería ni rentable ni competitivo. Tampoco cabe confiar en políticos ni burócratas sindicales, acostumbrados al trapicheo, a los favores debidos, al dame que yo te daré (o sea, lo que ellos llaman negociación, concertación, paz social y no se qué) y metidos de lleno en un sistema perverso en su esencia. Estos tampoco nos van a resolver la papeleta: en todo caso seremos moneda de cambio en sus negociaciones y trapicheos, fichitas en su estrategia. Pero lo que está claro es que nadie desde dentro del sistema va a poder luchar contra él. Pretenderán, si acaso, reformarlo y mejorarlo, o, mejor dicho, maquillarlo y justificarlo. Pero no hay posibilidad honesta de aceptar este sistema criminal que arroja a la mayor parte de la humanidad a la pobreza más absoluta, que arrasa las tierras sin inmutarse, y que genera cada vez más violencia y desigualdad. No tiene justificación posible. Si queremos vivir y pensar honestamente, de verdad, si no queremos conformarnos con una vida mediocre, teledirigida, ajena, una vida que no merezca siquiera la pena vivirla, no podemos sino luchar contra este Régimen, y contra la muerte, la injusticia, la miseria, la destrucción, la violencia y la explotación, sus principales atributos. Y eso no lo va a hacer nadie por nosotros. Somos nosotros los que tenemos que vivir nuestras vidas.


Este texto se emitió por primera vez el 18-10-97

 

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