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FRACTURA DE RADIO

SI NO VENDE, NO EXISTE.


 

El gran mercado de imágenes. Ilusiones, espejismos. La imagen seduce, fuerza la voluntad. Las palabras, también reducidas a imágenes, a iconos. Simples, directas, avasalladoras.

 

Palabras e imágenes que no intentan razonar o convencer, que no pretenden expresar el pensamiento, el sentimiento. Imágenes y palabras que buscan el impacto, la conmoción, el asombro.

 

Palabras e imágenes estudiadas y producidas para provocar una reacción automática en el receptor. Que buscan captar su atención como sea. De la misma manera en que tratamos a los niños y niñas de pocos meses, haciéndoles monerías y gracias, diciéndoles tonterías, así nos tratan los medios de comunicación y la publicidad a nosotros.

 

La imagen que impacta (o la palabra, da igual) es la imagen que vende. Esto lo saben bien los publicistas. Y lo saben bien los realizadores de telediarios y noticieros, ansiosos de aumentar sus cuotas de audiencia y, así, poder venderle más cara a los anunciantes la publicidad de la cadena. También lo saben los diseñadores de campañas electorales e institucionales. La gente es tonta: nada de razonamientos elaborados. Mensajes claros, simples y directos. Fácilmente asimilables. Preguntadle, si no, a cualquier asesor de imagen.

 

El Sistema, cuando habla de eficacia comunicativa, se refiere a lo único que puede referirse, estando, como está, basado exclusivamente en el lucro y la rapiña (o, como ellos dicen, en el libre mercado): se refiere a la rentabilidad. Nunca, salvo desliz o incompetencia, un anunciante dirá algo que, por muy verdad que sea, no venda. Un político, salvo que se vea obligado por causas de fuerza mayor, jamás dirá nada, por muy razonable que sea, que pudiera restarle votos. Un telediario jamás sacará una noticia o una imagen que no piense que le hará ganar audiencia (o lo que es lo mismo, que no revalorice los espacios publicitarios que la cadena televisiva pone a la venta). Es la Ley del Mercado, de la que no pueden escapar, sino es a riesgo de perder la partida con la competencia y desaparecer. Y entre todos ellos, en medio de sus fragores y batallas de audiencias y mercados, nos van conformando esta realidad que nosotros consumimos y nos creemos.

 

Y las imágenes y palabras que necesitan para sus fines son precisamente aquéllas que impacten, que vendan. Por eso un telediario preferirá sacar la última memez del repulsivo Jesús Gil que a cualquiera que de verdad tenga algo que decir (en este ejemplo en concreto, es realmente vomitivo el servilismo y la lameculez de los cronistas deportivos, prestos siempre a ofrecer sus micrófonos a gentuza de esta calaña). Lo estúpido, si es rentable, se convierte para ellos (y nos lo quieren hacer pasar a nosotros) como importante. Y, en consecuencia, pueden prescindir sin ningún escrúpulo o remordimiento de lo que de verdad es importante y significativo. Si no vende, si no hay imágenes que impacten, no existe, no ocurre. Es lo que ha pasado con la tragedia de Mozambique.

 

Durante varias semanas, no había en el mercado de imágenes de las televisiones y de las grandes agencias de información buenos productos con los que impactar a nuestra audiencia acerca de lo que ocurría en Mozambique. Ocurría, sí, es verdad, pero no nos salía a cuenta informar de ello. Por lo tanto, allí no pasaba nada. Eso no existía.

 

Varias semanas después de que la gente lleve allí muriéndose, aparecen las primeras imágenes vendibles, impactantes, espectaculares. A los locutores de los telediarios les toca ahora fingir tristeza y desolación. Los responsables de las cadenas, hasta estarán valorando si merece la pena organizar algún Telemaratón de esos, como aquéllos que se montaron cuando lo del huracán Mitch, en los que se ingresó en concepto de publicidad más del doble de lo que se recaudó en eso que llaman ayuda humanitaria (la falsa solidaridad es, hoy en día, un buen negocio). Incluso los gobiernos empiezan a valorar que quizá se podría enviar algún helicóptero que no esté utilizando en este momento alguna Majestad o Excelencia, para poder retransmitir el rescate de algunas decenas de las miles de personas condenadas a muerte en los árboles y tejados de Mozambique. Eso siempre da buena imagen, si se obtiene una cobertura informativa adecuada.

 

Pero ya se sabe: no viene al caso, no vende, incluso sería contraproducente para el maravilloso orden mundial globalizado que estamos construyendo, hablar de lo que pasa y de por qué pasa. Eso es un lujo del que sólo podemos disfrutar en programas y emisoras como éstas. No vale la pena perder el tiempo en pensar y razonar (de hecho, está prohibido en los medios de comunicación del Poder: allí sólo se puede decir lo que mejor convenga a sus intereses). No vale la pena, no vende, no es rentable, no conviene, es contraproducente recordar que en una riada de esas características mueren 3 ó 4 si ocurre en Alemania y decenas de miles si es en Mozambique. Que en un huracán como el Mitch mueren uno o ninguno en el estado de Florida y cientos de miles en Centroamérica. Que el verdadero huracán y la verdadera riada es la pobreza, la destrucción de las riquezas naturales, la desigualdad, el capitalismo y su orden violento e injusto. Pero decir eso en sus medios omnipotentes está prohibido. Y por tanto, está prohibido que la mayor parte de la gente se entere de ello. Porque la verdad no merece la pena, no vende, no es rentable, no conviene, es contraproducente. 



Este texto se emitió por primera vez el 22 de marzo del 2000

 

 

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