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Í N D I C E
Antes de observar o leerse esta obra
ACTO PRIMERO ESCENA UNO
ACTO SEGUNDO ESCENA UNO
¿Qué es?
1
2
3
4
5
6
ESCENA DOS
ESCENA TRES
ESCENA CUATRO
ESCENA CINCO
ESCENA SEIS
ESCENA SIETE
ESCENA OCHO
ESCENA DOS
ESCENA TRES
ESCENA CUATRO
ESCENA CINCO
¿Qué esel éxtasis? ¿Barbapungui que mira al techo? No puede ser que esa boca abierta, seca sin una explicación que pueda satisfacer una curiosidad científica, sea la expresión adecuada de un estado que merece nuestra admiración y respeto. Pero es posible que pasen los días y Barbapungui permanezca en esa misma posición. Hasta ahora Marvaloca intentó alimentarlo con queso blanco, puré de calabaza y banana pisada. Barbapungui ingiere una mínima parte, por lo tanto es muy posible que se le proporcione suero endovenoso en algún hospital.
¿Qué es barbaflón? Según Barbapungui camine por la diagonal de una plaza, o se desplace en bicicleta a contramano del tránsito, barbaflón no cumple requisito alguno, que no es atribuible a cualquiera de las acciones descritas. Barbaflón es un sentido no específico de nada, aunque capaz de poner en conflicto un idioma.
¿Qué es meritable? La capacidad de merecer compasión sostiene a Barbapungui, le da cuerpo a un alma espesa, le quita de encima un sombrero y queda al descubierto un pelo crespo pero ralo. Barbapungui se tensa las orejas con ambas manos, evidencia un manejo de los dedos muy sutil y por todo eso a veces le dan limosna.
¿Qué es la carpa? En la vida no se ha visto tanta sombra en tan poco espacio. Un saco de Barbapungui merece una estaca para que el viento no lo sople; un pantalón se instala sobre un poste; una camisa, en cambio, servirá de alfombra. Allí cabe uno sólo, no es recomendada como refugio. El descanso es su función primordial, pero causa tanto trabajo que todos le huyen.
¿Qué es un pedazo? Unido al entrecejo, suele haber la verruga que hay que quemar en prevención. Como Barbapungui a cada momento se tapa la cara con las manos de modo que también oculta la frente, este detalle casi nunca se ve. Pero su influjo se respira y más de uno se ha vuelto loco.
Mal que piensa Barbapungui, es más duro que una piedra. Ayer se lo vio en el banco de una plaza, ni sentado ni de pie sino a medias, de rodillas. Esperaba a Marvaloca y como esta no acudió, continuó allí, en su espera. "Me pasaban unas cosas por la cabeza, eran como unos calores que me hacían transpirar. Yo quería mirar en dirección de la calesita pero no la encontraba, era muy raro, todo estaba lleno de vapor. Barbapungui, dije, me estoy derritiendo, y me toqué la frente y la nuca. En efecto, estaba mojado, pero entero. Y, sin embargo, no lograba divisar nada más allá de mi nariz que, por otra parte, ya tampoco veía. No veía esas cosas, pero veía otras. Nubes, diría. A continuación, me vino sueño, más bien sentí los ojos pesados. No pude más y me dormí". Modorra, nada más. Abandono de Marvaloca, transitorio, bostezos por ! ella:
Dura reacción del cuidador.
Barbapungui duerme en una noche de calor importante y suda por la nuca. Podría levantarse en busca de una toalla pero sus instintos le presevan. No sabe en dónde se halla y cualquier incursión en la oscuridad podría ser peligrosa.
Mientras tanto, Marvaloca vela por él. Pero no osa secarle la nuca. A ver si despierta y fuga, confundido y desorientado. Retener a Barbapungui requiere ciertos trabajos y en ellos está empeñada Marvaloca. Para más tarde, el plan prevé besar a Barbapungui; por ahora, es un riesgo que no vale la pena correr. Mientras tanto, ¿qué hacer? Marvaloca, tan fragante a estas horas. Qué tristeza, Barbapungui.
Al ver que los límites por él impuestos son vulnerados por cualquiera, no sólo renunció a su trabajo Ñque ejercía desde hacía cinco díasÑ sino que golpeó con sus puños al último que trasvasó la línea trazada en tiza que dividía el territorio permitido de aquel cuyo tránsito estaba vedado. Saldo negativo, entonces, para la gestión de Barbapungui, quien había sido contratado en calidad de desconocido, lo cual le significaban enormes ventajas que sin embargo no alcanzaron.
Barbapungui ha estado en la calle por dos jornadas, durante las cuales no comió ni durmió. Pero ahora ya descansa en casa de Marvaloca. Marvaloca es ancha de caderas, eso no interesa a Barbapungui. Marvaloca dice que él no la ha olido aún, que cuando esto suceda Barbapungui no podrá resistirse a su influjo. Ella dice ésto porque no conoce a Barbapungui. La civilización ejerció en él una suerte de distracción en la cual lo animal se manifiesta en forma negativa, haciendo de Barbapungui un bruto. No obstante, es justo felicitar a Marvaloca. Barbapungui duerme a pata ancha; luego, ella sabrá en qué emplear sus caderas, sus nalgas, o lo que le venga mejor.
El corazón,
el perezo
la palabra rara
el peligro rotura
y por la ranura
entra Marvaloca
¿No estará embarazada
o en un estadio intermedio?
Todo es posible
en historias de este porte
capaz que nace un muerto:
esas cosas suceden.
Al fin y al cubo, no se diferencia la materia inerte de la activa si se las observa desde cierta distancia. ¿En qué lugar ponemos a Barbapungui? ¿En dónde se encuentra? ¿Qué señales dejó. Es difícil responder a todo, supongo que no estamos preparados. Aunque, si le sucede algo, alguien tendría que mostrar alguna alteración, cierto cambio aparente, un color que vira a otro. Se supone que el habla de Barbapungui desconcierta, él dice "cuflo" y "muflo", entre otros vocablos particulares. El no es el único, por cierto, pero ¿a quién otro es posible oir en estos días? Barbapungui, en tal sentido, es un dotado. Pruebas ha dado muchas, aún ahora que se encuentra en trance tan difícil. Mueve a creer que sus dichos dicen más de lo que expresan, pero es una idea vaga que transita un terreno que creemos conocer pero desconcierta en más de!
un tramo.
Barbapungui en su lecho se repone de a poco, es un cuerpo agotado que consumió recursos en acciones y trabajos de oscuro rendimiento, pero brutales como todo esfuerzo inútil. ¿Qué celebramos, entonces? ¿Qué nos está permitido? Quienes mueren olvidan de inmediato. Hasta ahora no se ha podido comprobar otra cosa.
Se ha visto de qué modo son maltratados los carteles, alguien los considera responsables de sucesos no deseados. Barbapungui mismo participó en alguno de estos hechos, aunque aún no tomó debida conciencia, a causa de que los carteles son en esencia indestructibles y permanecen a pesar de su destrucción. Sobreviven, se hacen más fuertes y generan otros nuevos cada vez. Vanas ilusiones para sus detractores, ideólogos de un pensamiento que propicia su destrucción masiva. Semejante estupidez, no se dan cuenta de que están hechos de una cepa diferente a, por ejemplo, Bérenstein. Y no es por desacreditar a Bérenstein. Es tan sólo que el esfuerzo encaminado a destruir un cartel es vano, sin futuro. Quizás lo vean así, como un modo de matar el futuro, para así acabar con el sufrmiento. No está mal, es una línea de pensamiento interesante. Marvaloca a veces se hace pla!
nteos de este tipo, pero debido a su fatiga mental no llega a conclusiones dignas. En realidad, el agotado es el mismo pensamiento, que circula débil y vacío.
El perro es fuerte, puede caminar horas y no se cansa. Barbapungui, en cambio, es flojo, su presencia de ánimo disminuye a medida que da cada paso. Así no llegará en buen estado, si es que llega. En cambio, el perro lo sigue (¿va en mismo rumbo?, ¿es su acompañante?) No, Barbapungui no ha podido evitar que un perro se le una. Para la concepción de Barbapungui, el perro es un accidente que no forma parte de él; para el perro, en cambio, Barbapungui le pertenece, no hay razón para pensarlo de otro modo. No sería prˆctico, tampoco justo. Esta es una unión de hecho, su devenir ya se verá. Claro que en este trayecto no hay comida. Barbapungui y eso lo hace más débil. El perro, que intenta depender de aquél, en algún momento desaparecerá, en cuanto decida buscar alimento. Se trata en este sentido de un animal íntegro; no podemos decir lo mismo de Barbapungui. C!
iego de instintos, jamás atinaría a otra cosa que recibir comida casi en la boca.. Es incapaz de buscar por sí mismo; en situaciones como la que ahora acontece podría morir de hambre sin darse cuenta. Eso no le sucede a los perros, aunque en alguns casos ya se ha dado en las ciudades. Perros domésticos extraviados o echados de sus hogares, que vagan sin rumbo, tras un rastro que ni siquiera ellos saben qué significa. Algunos rompen las bolsas de basura, pero otros no se animan y un día amanecen flacos, puros huesos, parecidos a la comida que buscan. Una vez un perro enflaquecido quiso comerse su propia pata. Variante cruel de la neurosis de la cola, se causó a sí mismo una herida grave y murió.
Barbapungui ignora tales cosas, ¿cómo pudo llegar hasta estos días con relativa salud, siendo como es?
Mas no echemos tierra sobre Barbapungui; no sería noble, justo ahora que está en apuros.
Un perro de perfil, estático, parado en mitad del escenario. Tras algunos segundos de silencio, una combustión espontánea lo consume en llamas. Extinto el perro, ya cenizas, se oye un ladrido, agudo y optimista.
Acodado contra una pared, un cartel de chapa reza "AZAR MARDADO". A la derecha de éste, un agujero del tamaño de una ventana, pero a ras del piso. Puede oirse el ronquido de alguien que duerme. Tanto podría ser una persona como un perro. Una luz se enciende tras el agujero. Una piedra golpea contra el cartel. Alguien canta dos notas consecutivas y ascendentes. Se rompe un vaso. Un ser constipado no puede evacuar y gime. La luz del agujero se apaga. Otra piedra contra el cartel. Un balde de agua empapa la escena. Dos jadeos ambiguos. Silencio. Apagón.
Dos hombres, uno de cada estremo, sostienen el cartel de chapa, mientras un tercero, Barbapungui, lo abolla con una masa. Canta a viva voz:
Soy borgo
borgo novo
Soy lacio
papalacio
(Consecutivo) Un nuevo cartel, que también dice "AZAR MARDADO", cubre el agujero por donde entró Barbapungui. Alguien cae desde un balcón. Un gato pide leche. Un perro se rasca las axilas. Pasa una bandada de cotorritas argentinas. Suena un tiro. Alguien tose atorado. Dos niños se ríen. Una masa golpea al cartel desde adentro. Al martillar se suma la voz de Barbapungui, doblada por una mujer:
El cartel presenta un gran agujero en su zona central. Debido a esto, se han perdido letras y lo que se lee es "AZ ADO". Tras cinco segundos en silencio, acaparan la escena martillazos que percuten en metales, maderas, piedras, cuerpos blandos, cubos huecos y cabezas. Ladran perros, bufan pavas. Dos voces mantienen un diálogo:
Voz 2
No vi a Berenstein.
Voz 1
¿No lo viste a Bérenstein?
Voz 2
No lo ví a Bérenstein.
Voz 1
¿Dónde andará Bérenstein?
Voz 2
Bérenstein la verdad no sé.
Voz 1
Hablemos de Bérenstein
Voz 2
Yo no hablo de Bérenstein
Voz 1
Me preocupa Bérenstein
Voz 2
Qué me importa Bérenstein.
Voz 1
Lo siento por Bérenstein
Voz 2
Allá Bérenstein
De la obscuridad más absoluta, se pasa a luz tenue, que crece en luminosidad de modo lento pero sostenido. En escena permanece todo tal cual era. La escena se prolonga hasta que la luz se hace tan intensa que no se soporta y y mirarla enceguece. Apagón.
ESCENA SEIS
Obscuridad absoluta. Pasan dieciocho personas a la carrera. Pasa una manada de vacas. Pasa un enjambre de moscas. Pasa un reptil. Pausa. Grito desgarrado femenino.
Luz. El cartel no está. Ingresa Barbapungui con sus dos ayudantes; traen un cartel con la leyenda "AZAR MARDADO". Lo apoyan contra la pared, a la izquierda del agujero. Barbapungui mete la cabeza en él. Habla:
Todo a oscuras, menos el agujero, que está iluminado. Voces, con un registro agudo en extremo, hablan desde su interior.
Voz 2
¿El qué?
Voz 1
¡El ca!
Voz 2
¿El qué?
Voz 1
¡El ca!
Voz 2
¿El qué?
Voz 1
¡El ca!
Voz 2
¿El qué?
Voz 1
¡El ca!
A la derecha del escenario, un cartel que reza "LERTUDES EN VILO". El agujero, en el lugar de siempre. En el centro, dos personas apuñalan a un tercero, lo asesinan. Queda el hombre muerto, bañado en sangre. Con trapos rejilla limpian el piso, también el cadáver. Mientras, hablan:
Asesino 2
No vi a Berenstein.
Asesino 1
¿No lo viste a Bérenstein?
Asesino 2
No lo ví a Bérenstein.
Asesino 1
¿Dónde andará Bérenstein?
Asesino 2
Bérenstein la verdad no sé.
Asesino 1
Hablemos de Bérenstein
Asesino 2
Yo no hablo de Bérenstein
Asesino 1
Me preocupa Bérenstein
Asesino 2
Qué me importa Bérenstein
Asesino 1
Lo siento por Bérenstein
Asesino 2
Allá Bérenstein
Asesino 2
Depende de Bérenstein
Asesino 1
Seguro que Bérenstein
Asesino 2
Imposible Bérenstein
Asesino 2
Nada por Bérenstein
Un cementerio. Cuatro personas cargan un féretro negro en donde se lee en caracteres blancos y gruesos "LERTUDES EN VILO". En el grupo se destaca la figura de Barbapungui, congestionado por un llanto que contiene. El ataúd es posado en el suelo. Barbapungui se adelanta y, de cara al resto, les habla pero no se oye. Superpuesto, continúan su diálogo los asesinos:<:/i>
Asesino 2
Vergüenza de Bérenstein
Asesino 1
Hazaña de Bérenstein
Asesino 2
Fracaso de Bérenstein
En el escenario, sobre fondo negro, se proyecta en letras blancas, en tres instantes sucesivos, y en sincronía con la voz, el parlamento que en off declama Barbapungui
Escenario a plena luz. Entra un coro. Canta, mientas aplaude a rabiar:
Escena tercera
Un brazo partido (Barbapungui); una pierna quebrada (Marvaloca).
Marvaloca
Aquí estoy, muy ceñida.
Barbapungui
De la nada hacés barullo, ¿qué te molesta? ¡A ver!
Marvaloca
Creo que malentendiste.
Barbapungui
¡Por el material que me impulsa! ¡Derretida!
Marvaloca
Todavía no, no hay incendio aún. Pero quería pedirte algo.
Barbapungui
No tengo nada.
Marvaloca
Todavía no. Luego sí.
Barbapungui
Es curioso: siempre me convencés. Ahora no sé qué decirte.
Marvaloca
Ignorante. Siempre te justificás, ¿y ahora qué hago?
Barbapungui
¡Marvaloca!
Marvaloca
¿Qué me pasa?
Barbapungui
¡Marvaloca, dónde estás!
Marvaloca
¡No sé, no sé! ¿Qué me sucedió?
Barbapungui
¿Encequecí?
Marvaloca
No, no; no se trata de éso.
Escena cuatro
Una cama, debajo de la cual está escondido Barbapungui. Malvaloca, en el piso, de cara al suelo, conversa con él.
Barbapungui
¿Encequecí?
Marvaloca
No, no; es otra cosa.
Barbapungui
¿Entonces?
Marvaloca
No es para volverse loco.
Barbapungui
¿Pero yo no veo acaso?
Marvaloca
No, no; sin embargo no.
Barbapungui
No me hagas daño Marvaloca.
Marvaloca
Acá está fresco, Barbapungui.
Barbapungui
No, no, no.
Marvaloca
¡Barbapungui!
Misma escena; la cama y Marvaloca recortadas contra un fondo oscuro. Habla Barbapungui con voz queda, algo trémula, pero sólo un pequeño toque, que Marvaloca persigue.
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©Gran Chiflón, 2000