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Laguna Obra/Recursos David Wapner/Obra inédita

Reportaje de Sebastián Bianchi a David Wapner,
publicado en el primer número de la revista de ciencia ficción
"El Plato Volador"
(Morón, junio de 1999, Argentina)



¿De qué forma aborda Ud. la realidad en sus textos de ciencia ficción?

Para mí, la realidad, que es un fenómeno de por sí extraño, se enrarece a través de la mirada del ficcionalista. Este último término, si bien parece poco ortodoxo, es útil para definir a quien, por motivos diversos, ha decidido hacer durante su vida la relación de suscesos que aún no han sucedido, y que a lo mejor nunca sucederán. Tiene la capacidad de absorber la realidad --el espacio físico-temporal que lo circunda-- y depositarla en su no-espacio subjetivo, especie de cámara séptica en donde se contamina y enrarece. Tales elementos constituyen la base de datos del ficcionalista, el cuál acude a este depósito, a veces en forma voluntaria. O, por el contrario, estos elementos, tras pasar por un proceso de descomposición, sedimentación e hidrocarburización, entran en combustión espontánea. De pronto, erupción que el ficcionalista no puede o trata de controlar. Ahora, si me preguntan cómo abordo yo la realidad en mis "textos de ciencia ficción", yo respondo que de dos modos: de espaldas, mirando al techo, o sentado, mirando al monitor de mi mac, con mi perro montado a mis faldas.

¿Qué elementos imagina necesarios para que un texto pertenezca al género?

Supongamos que en el escenario de un sistema urbano o sub-urbano contemporáneo (en cualquier época que sea leída esta palabra provocará la evocación del presente relativo) pongo en práctica sustituciones como éstas:

--En lugar de gente que asciende al colectivo, paga su respectivo pasaje y viaja hasta llegar a destino: entes vivientes (biológicos o cibernéticos) se instalan en un tubo de auto-transporte (o son absorbidos por éste) y entran en suspención en espera de su reconstitución domiciliaria.

--En lugar de polución sonora, producto de la aceleración o frenada de automóviles, gritos humanos y animales, máquinas, alarmas antirrobo, disparos de armas de fuego: silencio absoluto.

--En lugar del sol en un cielo azul-celeste: dos soles inmóviles, sobre cielo negro.

Es probable que tenga elementos suficientes para un texto de ciencia ficción. Pero no hacen a él, si no introduzco en el sistema de relaciones un elemento perturbador, que es la viabilidad inexorable de la puesta en escena. Esto se puede leer de dos formas: que a) todo lo que es puede ser sometido a leyes científicas y comprobado por estas, o, b) todo lo que es forma parte de un drama fuera de control, porque se mueve según leyes que le son intrínsecas y secretas, fijas o mutantes.

¿Cuando fue la primera vez que vió un ovni? Descrêbalo.

Hace muchos años, supongo que a principios de los 80', vi desde la puerta de mi casa, una luz que se desconponía en tres (rojo, azul y amarillo) que se trasladaba en dirección oeste-este, a gran velocidad y con gran efecto. Estaba conmigo en ese momento una novia mía, quien vio lo mismo que yo. Aunque eran las ocho de la noche (supongo que estábamos en primavera), no encontré otros testigos que confirmesen el evento. Algunos años después, cuando esa novia era ya novia de otro amigo, vio una gran luz blanca que encandiló desde el cielo la carpa en donde acampaban junto a su amigo, en medio de la Patagonia.

¿Qué haría si puediese viajar a Marte?¿Iría?¿No iría?¿Iría solo o acompañado? ¿Iría con alguna modelo? Y si llegase de golpe a Marte, ¿Seguiría sosteniendo que lo que le ocurre pertenece al campo de la ciencia ficción, o Marte pasaría a ser para Ud., digamos, un nuevo mojón del realismo? En ese caso, ¿No estaría corriendo el riesgo de quedar atrapado en los caprichos de la letra, como dicen que le ocurrió alguna vez a Borges?

Si pudiese ir a Marte lo haría con todo gusto, siempre y cuando tenga asegurado el regreso a m hogar terrano, en una nave cuyas bondades estén suficientemente probadas y, --esto es lo fundamental--, que viaje a bordo un equipo de mantenimiento idóneo, capaz de reparar el mínimo desperfecto. Viajaría acompañado por Ana y mi perro; las modelos nunca me interesaron, ni siquiera cuando era soltero. Ahora, cuando llegue allí (o incluso antes, al momento de abordar la astronave), es muy probable que exclame: "esto es cosa de ciencia ficción". Ante situaciones parecidas antes se decía "es cosa e' mandinga". Debido a mi edad --es probable que sea quincuagenario o sexagenario cuando viaje--, la realidad de un mundo nuevo me sería difícil de abarcar o asimilar. Muchos de los que llegaron a América con los conquistadores enloquecieron, o se volvieron místicos, o potenciaron sus pasiones asesinas. A lo mejor me sucede algo así. En todo caso, el llegar a otro mundo significa una ampliación de la realidad, del entorno físico-temporal del que hablaba al principio. A mí hace poco me sucedió emigrar a un país en donde se habla una lengua en nada parecida a la mía materna. El haber ido incorporando de a poco el hebreo no significó sustitución o pérdida del castellano sino que ahora poseo una lengua ampliada. Lo mismo me sucederá en Marte: realidad ampliada. El realismo es sólo una técnica literaria, una punto de vista determinado de cómo plantarse frente a la ficción. Caprichos de la letra, como bien usted dice que a lo mejor dijo Borges.

A su criterio, ¿Cuál es la visión hegemónica de la ficción sobre la ciencia?¿Es una visión optimista, pesimista, o no hay una visión? ¿Qué empresas imagina imposibles para el hombre pero que un discurso cientêfico del escritor las harêa plausibles de felicidad, con un mênimo de dolor y accesibles, ya que está, para una gran mayorêa? Esa pequeña minorêa a la que Ud. hace referencia, ¿Es la de los malos que nada merecen? Y en definitiva, ¿Es sobre esto que nos habla la ciencia ficción?

Hasta la caída del llamado "socialismo real", había dos ciencias hegemónicas, la norteamericana y la soviética. Hoy hay sólo una, la del bloque O.T.A.N. Gran parte de los esfuerzos científicos de ambas potencias, que se hallaban enfrentadas en "guerra fría", se destinaron al desarrollo de armas de destrucción, por un lado, y por el otro, la misilística de largo alcance --heredera de la alemana, que ya había sido utilizada contra Inglaterra en la Segunda Guerra Mundial-- qua dio lugar a la cohetería que impulsaría "la conquista del espacio". Por un lado, se instaló en el imaginario humano la idea de una muy cercana "hecatombe nuclear", "la Tercera guerra mundial" que causaría el holocausto de la raza humana, y al cual sobrevivirían sólo unos pocos, tal vez en formas mutantes con respecto al original. Científicos siniestros contra científicos buenos, armas terribles que había que neutralizar, pasaron a ser personajes de la literatura de ficción de la época. Por otro lado, la carrera espacial tiene prioridades diferentes para Norteamérica o la URSS. Mientras que los yanquis dieron preferencia a los viajes tripulados, que muy pronto conquistarían la luna, Marte y el sistema solar, los rusos basaron su desarrollo --si bien son los primeros en poner un hombre en el espacio-- en los vuelos automáticos, no tripulados, protagonizados por sondas, "sputniks", teleguiadas o co-quiadas por computadoras. Esto se refleja en la producción de ciencia ficción de la época. Es notorio como atmósfera de la literatura soviética del género es mucho más cibernética y en cierto matemática que la de la competencia. De todos modos, a la visión hegemónica --Orwell fue utilizado hasta el cansancio por el poder norteamericano para su propaganda política; Bradbury fue asesor de Bush--, se le opuso, como siempre, otra, crítica y perisférica, que es la más intersante. Philip Dick, norteamericano, y Stanislav Lem, polaco, son, para mí, las cúmbres del género. Desprendidos de las visiones hegemónicas, pero a su vez atados conra su coluntad a ellas. En sus obras se instala la paranoia; no hay regla, no hay ley físico-temporal que pueda impedir una persecusión, que puede se eterna. El peligro puede venir de cualquier parte. Autómatas, "replicantes", se confunden con nosotros, con los objetos, son los objetos, son la ilusión de los objetos. La visión perisférica incorpora el quiebre, el mínimo crack, que puede ser origen de terror. La visión hegemónica es propagandística y triunfalista, la perisférica es oscura.

La empresa imposible es la vida eterna; desde Frankenstein hasta el cadáver de Walt Disney congelado "en suspención criónica" a la espera de su resurrección, --sin hablar de los relatos y mitos de la antigüedad--, la literatura solucionó, a veces de modos monstruosos, el problema de la finitud. Pero, de un modo un otro, estas empresas "científicas" fracasan. Hay un horror ante lo infinito que es imposible superar. En realidad lo insufrible es el aburrimiento que promete la vida eterna. En este sentido, la literatura de ciencia ficción puede proponerse engañar al aburrimiento, no se si de mayorías o de minorías. A lo mejor, la ciencia ficción nos habla de eso: del aburrimiento.


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