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--En lugar de gente que asciende al colectivo, paga su respectivo pasaje y viaja hasta llegar a destino: entes vivientes (biológicos o cibernéticos) se instalan en un tubo de auto-transporte (o son absorbidos por éste) y entran en suspención en espera de su reconstitución domiciliaria.
--En lugar de polución sonora, producto de la aceleración o frenada de automóviles, gritos humanos y animales, máquinas, alarmas antirrobo, disparos de armas de fuego: silencio absoluto.
--En lugar del sol en un cielo azul-celeste: dos soles inmóviles, sobre cielo negro.
Es probable que tenga elementos suficientes para un texto de ciencia ficción. Pero no hacen a él, si no introduzco en el sistema de relaciones un elemento perturbador, que es la viabilidad inexorable de la puesta en escena. Esto se puede leer de dos formas: que a) todo lo que es puede ser sometido a leyes científicas y comprobado por estas, o, b) todo lo que es forma parte de un drama fuera de control, porque se mueve según leyes que le son intrínsecas y secretas, fijas o mutantes.
La empresa imposible es la vida eterna; desde Frankenstein hasta el cadáver de Walt Disney congelado "en suspención criónica" a la espera de su resurrección, --sin hablar de los relatos y mitos de la antigüedad--, la literatura solucionó, a veces de modos monstruosos, el problema de la finitud. Pero, de un modo un otro, estas empresas "científicas" fracasan. Hay un horror ante lo infinito que es imposible superar. En realidad lo insufrible es el aburrimiento que promete la vida eterna. En este sentido, la literatura de ciencia ficción puede proponerse engañar al aburrimiento, no se si de mayorías o de minorías. A lo mejor, la ciencia ficción nos habla de eso: del aburrimiento.