UNIDAD
3
Teorías del proceso
creativo
OBJETIVO GENERAL
3.1. Desarrollar una
perspectiva
analítica sobre las
tesis y conceptos
acerca del proceso
creativo y su
fundamentación
científica.
OBJETIVO
PARTICULAR
3.1.1. Identificar
el impacto de la
innovación
científica y el
desarrollo
tecnológico a
partir del
reconocimiento
social como un acto
transitorio de la
cultura.
3.1.2. Explicar la
conducta
organizacional como
una variable
fundamental de la
innovación
científica y la
creatividad.
3.1.3. Desarrollar
una perspectiva
adecuada de
estrategia de
interacción
organizacional para
una sociedad del
conocimiento.
3.1.4. Comprender
los postulados
básicos de una
teoría de la
creatividad.
____________________________________________________________________________________________________________________
10
Coreógrafos de la
materia, la vida y
la inteligencia
Michio Kaku
En
la ciencia del siglo
XX hay tres grandes
temas:
el átomo, el
ordenador y el gen.
Harold Varmus,
director de NIH
La predicción es
muy difícil,
especialmente cuando
se refiere al
futuro.
Yogui Berra
Hace
tres siglos, Isaac
Newton escribió:
"Tengo la
sensación de haber
sido solamente un
niño jugando en una
playa, y
divirtiéndome al
encontrar de vez en
cuando un guijarro
más liso o una
concha más bonita
de lo habitual,
mientras el gran
océano de la verdad
se extendía ignoto
ante mí."
Cuando Newton
examinó el inmenso
océano de la verdad
que se extendía
ante él, las leyes
de la naturaleza
estaban envueltas en
un velo impenetrable
de misterio, temor y
superstición. La
ciencia tal como hoy
la conocemos no
existía. La vida en
la época de Newton
era breve, cruel y
brutal. La mayoría
de la gente no
sabía leer ni
escribir, nunca
tenía un libro de
su propiedad ni
ponía los pies en
una escuela, y rara
vez se atrevía a
alejarse de su lugar
de nacimiento más
de unos cuantos
kilómetros. Durante
el día, se afanaban
en un trabajo
agotador en los
campos bajo un sol
de justicia. Por la
noche, no solía
haber distracciones
ni paliativos que la
consolaran salvo los
sonidos vacíos de
la noche. La
mayoría de la gente
conocía de primera
mano el lacerante
dolor del hambre y
las enfermedades
crónicas y
extenuantes. La
mayoría de la gente
no vivía mucho más
allá de los 30
años, y veía cómo
muchos de sus
aproximadamente diez
hijos morían en su
primera infancia.
Pero los pocos
guijarros y conchas
maravillosos
recogidos por Newton
y otros científicos
en la playa ayudaron
a poner en marcha
una prodigiosa
cadena de
acontecimientos. Una
profunda
transformación tuvo
lugar en la sociedad
humana. Con la
mecánica de Newton
llegaron potentes
máquinas, y
finalmente el motor
de vapor, la fuerza
motriz que cambió
la faz de la Tierra
al acabar con la
sociedad agraria,
generar fábricas y
estimular el
comercio,
desencadenar la
revolución
industrial y abrir
continentes enteros
con el ferrocarril.
En el siglo XIX
estaba en marcha un
período de intensos
descubrimientos
científicos.
Extraordinarios
avances en la
ciencia y la
medicina
contribuyeron a
sacar a la gente de
su espantosa pobreza
e ignorancia,
enriquecer sus
vidas, dotarlas de
conocimientos, abrir
sus ojos a nuevos
mundos y finalmente
a desencadenar las
complejas fuerzas
que acabaron con las
dinastías feudales,
los feudos y los
imperios de Europa.
A finales del siglo
XX, la ciencia llega
al fin de una
época,
desentrañando los
secretos del átomo,
desenmarañando la
molécula de la vida
y creando el
ordenador
electrónico. Con
estos
descubrimientos
fundamentales,
desencadenados por
la revolución
cuántica, la
revolución del ADN
y la revolución
informática, se
resuelven
finalmente, en lo
esencial, las leyes
fundamentales de la
materia, la vida y
el cálculo.
Esta fase épica de
la ciencia toca ya a
su fin; una época
termina y otra no ha
hecho más que
empezar. Este libro
trata de esta nueva
y dinámica era de
la ciencia y la
tecnología que se
despliega ya ante
nuestros ojos.
Centra su atención
en la ciencia en los
próximos cien años
y más allá de ese
período. La
próxima época de
la ciencia promete
ser aún más
profunda, rigurosa y
penetrante que la
anterior.
Es evidente que nos
hallamos en el
umbral de otra
revolución".
Los conocimientos
humanos se duplican
cada diez años. En
la última década
se han obtenido más
conocimientos
científicos que en
toda la historia de
la humanidad. La
potencia de los
ordenadores se
duplica cada
dieciocho meses.
Internet se duplica
cada año. El
número de
secuencias de ADN
que podemos analizar
se duplica cada dos
años. Casi a
diario, los
titulares de los
periódicos anuncian
nuevos avances en
ordenadores,
telecomunicaciones,
biotecnología y
exploración
espacial. Como
consecuencia de esta
agitación
tecnológica,
industrias y formas
de vida enteras
tocan a su fin,
sólo para dar lugar
a otras totalmente
nuevas. Pero estos
cambios rápidos y
desconcertantes no
son sólo
cuantitativos.
Señalan los dolores
de parto de una
nueva era.
Hoy somos de nuevo
como niños paseando
por la playa. Pero
el océano que
Newton conoció
cuando era un niño
ha desaparecido en
gran medida. Ante
nosotros se extiende
un nuevo océano, el
océano de las
inagotables
posibilidades y
aplicaciones
científicas, que
nos ofrece por
primera vez la
posibilidad de
manipular y moldear
estas fuerzas de la
naturaleza de
acuerdo con nuestros
deseos.
Durante la mayor
parte de la historia
de la humanidad
sólo hemos podido
contemplar, como
transeúntes, la
bella danza de la
naturaleza. Pero hoy
estamos en la
cúspide de una
transición que
hará época, de ser
observadores pasivos
de la naturaleza a
ser coreógrafos
activos de la
naturaleza. Este
principio constituye
el mensaje central
de Visiones. La era
que ya se ha
iniciado hace que
ésta sea una de las
épocas más
apasionantes para
estar vivo, pues nos
permite recoger los
frutos de los
últimos dos mil
años de la ciencia.
La Era del
Descubrimiento en la
ciencia toca a su
fin, y comienza una
Era del Dominio.
Consenso
incipiente entre los
científicos
¿Cómo será el
futuro? Algunos
autores de ciencia
ficción han
realizado ridículas
predicciones sobre
las décadas
venideras, desde
pasar las vacaciones
en Marte hasta la de
erradicar todas las
enfermedades. E
incluso en la prensa
popular se sustituye
con harta frecuencia
el consenso de la
comunidad
científica por los
prejuicios
individuales de un
crítico social
extravagante. En
1996, por ejemplo,
The New York Times
Magazine dedicó un
número monográfico
a la vida en los
próximos cien
años. Periodistas,
sociólogos,
escritores,
diseñadores de
moda, artistas y
filósofos
expusieron sus
ideas. Por
increíble que
parezca, ni un solo
científico fue
consultado. Lo
importante aquí es
que las predicciones
sobre el futuro
realizadas por
científicos
profesionales
tienden a basarse de
manera mucho más
sustancial en las
realidades del
conocimiento
científico que las
efectuadas por los
críticos sociales,
e incluso que las de
científicos de
épocas pasadas,
cuyas predicciones
se hicieron antes de
conocerse en su
integridad las leyes
fundamentales de la
naturaleza.
Es ésta, a mi
juicio, una
distinción
importante entre
Visiones, que remite
a un consenso
incipiente entre los
propios
científicos, y las
predicciones que se
publican en la
prensa popular,
provenientes casi en
exclusiva de
escritores,
periodistas,
sociólogos,
escritores de
ciencia ficción y
otras personas que
son consumidoras de
tecnología, y no de
aquellas que han
contribuido a
forjarla y crearla.
Recuerdo la
predicción
efectuada por el
almirante William
Leahy al presidente
Truman, de Estados
Unidos, en 1945:
"Esta es la
tontería más
grande que se haya
hecho nunca. [...]
La bomba [atómica]
nunca estallará, y
hablo como experto
en explosivos."
El almirante, como
muchos
"futurólogos"
de nuestros días,
sustituyó el
consenso de los
físicos que
trabajaban en la
bomba por sus
propios prejuicios.
En mi condición de
físico
investigador, creo
que los físicos han
triunfado
especialmente en la
predicción de las
líneas generales
del futuro.
Profesionalmente,
trabajo en una de
las áreas más
esenciales de la
física, el intento
de completar el
sueño de Einstein
de una "teoría
de todo". En
consecuencia, se me
recuerda
constantemente cómo
la física cuántica
afecta a muchos de
los descubrimientos
que han configurado
el siglo XX., En el
pasado, el historial
de los físicos ha
sido extraordinario:
hemos participado
íntimamente en la
intro- ducción de
un sinfín de
inventos capitales
(televisión, radio,
radar, rayos X,
transistor,
ordenador, láser,
bomba atómica), la
descodificación de
la molécula del
ADN, la apertura de
nuevas dimensiones
en exploración del
cuerpo con
escáneres TEP
(tomografía de
emisión de
positrones), IRM (
imagen por
resonancia
magnética ), y TAC
( tomografía axial
computa- rizada ), e
incluso en el
diseño de Internet
y de la World Wide
Web. Los físicos no
son en modo alguno
videntes que puedan
predecir el futuro
(¡y no hay duda de
que no hemos eludido
nuestra cuota de
predicciones
estúpidas!). Es
cierto, sin embargo,
que algunas
predicciones sagaces
e intuiciones
penetrantes de
físicos eminentes
en la historia de la
ciencia han abierto
campos totalmente
nuevos. "
Es indudable que
habrá algunas
pasmosas sorpresas,
vueltas de la vida y
lagunas en esta
visión del futuro:
será punto menos
que inevitable que
pasemos por alto
algunos inventos y
descubrimientos
importantes del
siglo XX. Pero al
centramos en las
interrelaciones
entre las tres
grandes revoluciones
científicas, y al
consultar con los
científicos que
están produciendo
activamente esta
revolución y
examinando sus
descubrimientos,
confío en que
podamos ver la
dirección de la
ciencia en el futuro
con penetración y
exactitud
considerables.
En los últimos diez
años, mientras
trabajaba en este
libro, he tenido el
poco frecuente
privilegio de
entrevistarme con
más de 150
científicos, muchos
de ellos
galardonados con el
premio Nóbel, en
parte durante la
preparación de un
programa
radiofónico
científico de
periodicidad semanal
y difusión nacional
y la producción de
comentarios
científicos. Son
éstos los
científicos que
trabajan
infatigablemente en
las trincheras. que
están sentando las
bases del siglo XXI,
muchos de los cuales
están abriendo
nuevos caminos y
perspectivas para el
descubrimiento
científico. En
estas entrevistas,
así como a través
de mi trabajo e
investigación, he
podido volver la
vista hacia el
inmenso panorama de
la ciencia trazado
antes de mí y hacer
uso de una amplia
variedad de
competencias y
conocimientos. Estos
científicos han
abierto gentilmente
sus despachos y sus
laboratorios y han
compartido conmigo
sus ideas
científicas más
preciadas. En este
libro he intentado
devolver el favor
captando el
entusiasmo y la
vitalidad en bruto
de sus
descubrimientos
científicos, pues
es fundamental
inculcar el
romanticismo y el
entusiasmo de la
ciencia al público
en general, sobre
todo a los jóvenes,
si queremos que la
democracia siga
siendo una fuerza
que vibre y resuene
en un mundo cada vez
más tecnológico y
desconcertante.
Lo cierto es que
está surgiendo un
consenso aproximado
entre las personas
dedicadas a la
investigación en lo
referente a cómo
evolucionará el
futuro. Dado que las
leyes que sus-
tentan la teoría
cuántica, los
ordenadores y la
biología mo-
lecular están ya
consolidadas, para
los científicos es
posible predecir en
términos generales
los caminos del
progreso científico
en el futuro. Esta
es la razón
fundamental de que
las predicciones que
aquí se formulan
sean, a mi juicio,
más exactas que las
del pasado.
Lo que está
surgiendo es lo
siguiente.
Los tres pilares
de la ciencia
La materia. La vida.
La mente.
Estos tres elementos
forman los pilares
de la ciencia
moderna. Los
historiadores
registrarán con
toda probabilidad
que el logro supremo
de la ciencia del
siglo XX fue
desentrañar los
componentes básicos
que subyacen a estos
tres pilares, que
culminaron en la
desintegración del
núcleo del átomo,
la descodificación
del núcleo de la
célula y el
desarrollo del
ordenador
electrónico. Una
vez completa en lo
esencial nuestra
comprensión básica
de la materia y la
vida, somos testigos
de la clausura de
uno de los grandes
capítulos de la
historia de la
ciencia. Esto no
significa que se
conozcan en su
integridad todas las
leyes de estos tres
pilares, sino sólo
las más
fundamentales. Por
ejemplo, aunque las
leyes de los
ordenadores
electrónicos son
bien conocidas,
sólo se conocen
algunas leyes
básicas de la
inteligencia
artificial y del
cerebro.
La primera de estas
tres revoluciones
del siglo XX fue la
revolución
cuántica, la más
esencial de todas.
Fue la revolución
cuántica la que
más tarde
contribuyó a
producir las otras
dos grandes
revolucione',
científicas. la
revolución
biomolecular y la
revolución
informática.
LA REVOLUCIÓN
CUÁNTICA
Desde tiempo
inmemorial, el ser
humano ha especulado
acerca de la
composición del
mundo. Los griegos
pensaban que el
universo estaba
formado por cuatro
elementos: agua,
aire, tierra y
fuego. El filósofo
Demócrito creía
incluso que estos
elementos podían
descomponerse en
unidades más
pequeñas, a las que
llamó
"átomos".
Pero los intentos de
explicar cómo los
átomos podían
crear la inmensa y
maravillosa
diversidad de la
materia que vemos en
la naturaleza
siempre fracasaron.
Ni siquiera Newton,
que descubrió las
leyes cósmicas que
guiaron nuestra idea
de los planetas y
los satélites, supo
explicar la
desconcertante
naturaleza de la
materia.
Todo esto cambió en
1925 con el
nacimiento de la
teoría cuántica,
que desencadenó una
atronadora oleada de
descubrimientos
científicos que
continúa creciendo
con todo su vigor
hasta la fecha. La
revolución
cuántica nos ha
ofrecido ya una
descripción casi
completa de la
materia, lo que nos
ha permitido
describir la
multiplicidad
aparentemente
infinita de la
materia que vemos
dispuesta a nuestro
alrededor como un
puñado de
partículas, del
mismo modo que un
tapiz ricamente
decorado es tejido a
partir de unas
cuantas hebras de
colores.
La teoría
cuántica, concebida
por Erwin
Schrödinger, Werner
Heisenberg y muchos
otros, redujo el
misterio de la
materia a unos pocos
postulados, 'En
primer lugar, que la
energía no es
continua, como
pensaban los
antiguos, sino que
se presenta en
paquetes discretos,
llamados cuantos.
(El fotón, por
ejemplo, es un
cuanto o paquete de
luz.) En segundo
lugar, que las
partículas
subatómicas tienen
propiedades de
partículas y de
ondas, que obedecen
a una ecuación bien
definida, la
célebre ecuación
de ondas de
Schrödinger. que
determina la
probabilidad de que
ciertos hechos
ocurran. Con esta
ecuación podemos
predecir
matemáticamente las
propiedades de una
amplia variedad de
sustancias antes de
crearlas en
laboratorio. La
culminación de la
teoría cuántica es
el modelo estándar,
que puede predecir
las propiedades de
cualquier cosa,
desde minúsculos
quarks subatómicos
hasta gigantescas
supernovas en el
espacio sideral.
En el siglo XX, la
teoría cuántica
nos ha dado la
capacidad de
comprender la
materia que vemos a
nuestro alrededor.
En el siglo
próximo, la
revolución
cuántica puede
abrir la puerta al
paso siguiente: la
capacidad de
manipular y
coreografiar nuevas
formas de la
materia, casi a
voluntad.
LA REVOLUCIÓN
INFORMÁTICA
En otros tiempos,
los ordenadores eran
curiosidades
matemáticas; eran
artilugios sumamente
toscos e incómodos,
formados por una
compleja masa de
engranajes, palancas
y ruedas dentadas.
Durante la segunda
guerra mundial, los
ordenadores
mecánicos fueron
sustituidos por
tubos de vacío,
pero seguían
teniendo un tamaño
monstruoso, y
llenaban
habitaciones enteras
de estantes de miles
de tubos de vacío.
El punto de
inflexión llegó en
1948, cuando
científicos de los
Laboratorios Bell
descubrieron el
transistor, lo cual
hizo posible el
ordenador moderno.
Una década después
se descubrió el
láser, que es
fundamental para
Internet y las
autopistas de la
información. Ambos
son mecanismos de la
mecánica cuántica.
En la teoría
cuántica, la
electricidad puede
entenderse como el
movimiento de los
electrones, del
mismo modo que un
río puede estar
formado por gotitas
de agua. Pero una de
las sorpresas de la
teoría cuántica es
que en la corriente
hay
"burbujas"
o
"agujeros",
correspondientes a
vacuidades en los
estados de los
electrones, que
actúan como si
fueran electrones
con carga positiva.
El movimiento de
estas corrientes de
agujeros y
electrones permite a
los transistores
amplificar
minúsculas señales
eléctricas, lo cual
constituye la base
de la electrónica
moderna.
Hoy en día, decenas
de millones de
transistores pueden
meterse en una
superficie del
tamaño de una uña.
En el futuro,
nuestra forma de
vida cambiará
irrevocablemente
cuando los
microchips sean tan
abundantes que
sistemas
inteligentes estén
dispersos por
millones en todas
partes de nuestro
entorno. En el
pasado sólo cabía
maravillarse ante el
precioso fenómeno
llamado
inteligencia; en el
futuro, podremos
manipularlo conforme
a nuestros deseos.
LA REVOLUCIÓN
BIOMOLECULAR
Históricamente,
muchos biólogos han
sido influidos por
la teoría del
"vitalismo",
es decir que una
misteriosa
"fuerza
vital" o
sustancia animaba a
las cosas vivas.
Esta concepción fue
puesta en entredicho
cuando Schrödinger,
en su obra What Is
Life?, publicada en
1944, se atrevió a
afirmar que la vida
podía explicarse
por un "código
genético"
escrito en las
moléculas del
interior de la
célula. Era una
idea audaz: el
secreto de la vida
podía explicarse
mediante la teoría
cuántica.
James Watson y
Francis Crick,
inspirados en el
libro de
Schrödinger,
demostraron
finalmente la
conjetura de éste
utilizando la
cristalografía
mediante rayos X.
Analizando el
patrón de rayos X
esparcidos desde una
molécula de ADN,
pudieron reconstruir
la estructura
atómica detallada
del ADN e
identificar su
naturaleza
doblemente
helicoidal. Dado que
la teoría cuántica
nos da asimismo los
ángulos de enlace
precisos y la fuerza
de enlace entre los
átomos, nos permite
determinar la
posición de
prácticamente todas
las moléculas
individuales del
código genético de
un virus complejo
como el VIH.
Las técnicas de la
biología molecular
nos permitirán leer
el código genético
de la vida del mismo
modo que leemos un
libro. Ya se ha
descodificado por
completo, molécula
a molécula, el
código del ADN
completo de varios
organismos vivos,
como virus,
bacterias
unicelulares y
levadura.'
El genoma humano
completo se
descodificará antes
del año 2005, lo
cual nos dará un
"manual del
propietario" de
un ser humano. Esto
preparará el
terreno para la
ciencia y la
medicina del siglo
XXI. En vez de
contemplar la danza
de la vida, la
revolución
molecular nos dará
en última instancia
la capacidad casi
divina de manipular
la vida casi a
voluntad.
De transeúntes
pasivos a
coreógrafos activos
de la naturaleza
Algunos
comentaristas, al
presenciar estos
avances históricos
en la ciencia en
relación con el
siglo pasado, han
afirmado que nos
hallamos ante la
desaparición de la
empresa científica.
John Horgan, en su
libro The End of
Science, escribe:
"Si se cree en
la ciencia, debe
aceptarse la
posibilidad -incluso
la probabilidad- de
que la gran era del
descubrimiento
científico haya
terminado. [...]
Puede que las nuevas
investigaciones no
produzcan más
grandes revelaciones
o revoluciones,
sirio sólo
dividendos graduales
y menguantes".
En un sentido
limitado, Horgan
tiene razón. La
ciencia moderna ha
sacado a la luz sin
duda las leyes
fundamentales que
subyacen a la
mayoría de las
disciplinas de la
ciencia: la teoría
cuántica de la
materia, la teoría
del espacio-tiempo
de Einstein, la
teoría de la gran
explosión (Big
Bang) de la
cosmología, la
teoría darviniana
de la evolución y
la base molecular
del ADN y la vida. A
pesar de algunas
notables excepciones
(por ejemplo,
determinar la
naturaleza de la
conciencia y
demostrar que la
teoría de
supercuerdas, mi
campo particular de
especialización, es
la legendaria
teoría de los
campos actualizada),
las "grandes
ideas" de la
ciencia, en su mayor
parte, han sido
probablemente
encontradas.
Asimismo, la era del
reduccionismo,
"es decir, la
reducción de todo a
sus componentes más
pequeños",
está tocando a su
fin. El
reduccionismo ha
tenido un éxito
espectacular en el
siglo XX, pues ha
desentrañado los
secretos del átomo,
la molécula del ADN
y los circuitos
lógicos del
ordenador. Pero el
reduccionismo ha
seguido
probablemente, en lo
esencial, su curso.
Sin embargo, esto es
sólo el principio
del romanticismo de
la ciencia. Estos
hitos científicos
señalan sin duda
una ruptura
importante con el
pasado de la
antigüedad, cuando
la naturaleza se
interpretaba a
través del prisma
del animismo, el
misticismo y el
espiritualismo. Pero
sólo abren la
puerta a una época
totalmente nueva de
la ciencia.
El siglo próximo
conocerá una
revolución
científica aún
más trascendental,
a medida que hagamos
la transición desde
desentrañar los
secretos de la
naturaleza hasta ser
los señores de la
naturaleza.
Sheldon Glashow,
premio Nóbel de
física, describe
metafóricamente
esta diferencia
cuando cuenta la
historia de Arthur,
un visitante de otro
planeta, al
encontrarse por vez
primera con
terrícolas:
"Arthur [es] un
extraterrestre
inteli- gente,
procedente de un
planeta lejano, que
llega a Washington
Square [en la ciudad
de Nueva York] y
observa a dos
vejetes jugando al
ajedrez. Arthur,
movido por la
curiosidad, se
impone dos tareas:
aprender las reglas
del juego y
convertirse en un
gran maestro."
Observando con
atención las
jugadas, Arthur
puede reconstruir
gradualmente las
reglas del juego:
cómo avanzan los
peones, cómo las
reinas capturan a
los caballos y lo
vulnerables que son
los reyes. Sin
embargo, el solo
hecho de conocer las
reglas del juego no
significa que Arthur
se haya convertido
en un gran maestro.
Y Glashow añade:
"Los dos tipos
de empeño son
importantes: uno
más
"relevante",
otro más
"fundamental".
Los dos representan
inmensos desafíos
para el intelecto
humano."
En cierto sentido,
la ciencia ha
descodificado
finalmente muchas de
las "reglas de
la naturaleza"
fundamentales, pero
esto no significa
que nos hayamos
convertido en
grandes maestros.
Asimismo, la danza
de las partículas
elementales en lo
más profundo de las
estrellas y los
ritmos de las
moléculas del ADN
enroscándose y
desenroscándose en
nuestros cuerpos han
sido descifrados en
gran medida, pero
esto no significa
que nos hayamos
convertido en
maestros
coreógrafos de la
vida.
De hecho, el
término del siglo
XX, que ha puesto
fin a la primera
gran fase de la
historia de la
ciencia, sólo ha
abierto la puerta a
los apasionantes
avances del siglo
próximo. Estamos
procediendo a la
transición de
jugadores de ajedrez
aficionados a
grandes maestros, de
observadores a
coreógrafos de la
naturaleza.
Del reduccionismo
a la sinergia
Esto está creando,
asimismo, un nuevo
enfoque en la forma
en que los
científicos
consideran su propia
disciplina. En el
pasado, el enfoque
reduccionista ha
pagado excelentes
dividendos, y
finalmente acabó
sentando las bases
de la física, la
química y la
biología modernas.
En el centro de este
éxito estaba el
descubrimiento de la
teoría cuántica,
que contribuyó a
hacer estallar las
otras dos
revoluciones.
Pero desde que la
teoría cuántica
contribuyó a
iniciar otras
revoluciones en el
decenio de 1950,
éstas han madurado
y se han
desarrollado por su
cuenta, en gran
medida
independientes de la
física y entre sí.
La consigna era la
especialización,
mientras los
científicos
investigaban cada
vez a mayor
profundidad en sus
subdisciplinas,
ignorando con
suficiencia los
avances en otros
campos. Pero el
apogeo del
reduccionismo ha
pasado ya
probablemente. Se
han encontrado
obstáculos
aparentemente
impenetrables que no
se pueden resolver
mediante el simple
enfoque
reduccionista. Esto
anuncia una nueva
era, una era de
sinergia entre las
tres revoluciones
fundamentales.
Este
es el segundo tema
principal de este
libro.
El siglo XXI, a
diferencia de los
anteriores, se
caracterizará por
la sinergia, la
fertilización
cruzada entre los
tres campos, lo cual
señalará un brusco
punto de inflexión
en el desarrollo de
la ciencia. La
polinización
cruzada entre estas
tres revoluciones se
acelerará
infinitamente y
enriquecerá el
desarrollo de la
ciencia, dándonos
un poder sin
precedentes para
manipular la
materia, la vida y
la inteligencia.
De hecho, resultará
difícil ser un
científico
investigador en el
futuro si no se
poseen algunos
conocimientos
básicos de las tres
áreas. Los
científicos que no
tienen cierto
conocimiento de
estas tres
revoluciones se
encuentran ya en
clara desventaja
competitiva.
La nueva relación
entre las tres
revoluciones es
intensamente
dinámica. A menudo,
cuando se llega a un
punto muerto en un
área, se descubre
que la solución
está en un avance
totalmente
inesperado en otro
campo. Por ejemplo,
los biólogos
llegaron a perder la
esperanza de
descifrar los
millones de genes
que contienen la
impronta de la vida.
Pero el reciente
torrente de genes
que se descubren en
nuestros
laboratorios está
impulsado en gran
medida por un avance
en otro campo: el
incremento
exponencial de la
potencia de los
ordenadores, que
está mecanizando y
automatizando el
proceso de
secuenciación de
los genes. Asimismo,
los chips
informáticos de
silicio serán
finalmente un
obstáculo a medida
que sean demasiado
burdos para el
ordenador del siglo
próximo. Pero los
nuevos avances en la
investigación sobre
el ADN están
haciendo posible un
nuevo tipo de
arquitectura
informática que
calcula realmente a
partir de moléculas
orgánicas. Así,
los descubrimientos
en un campo nutren y
fertilizan los
descubrimientos en
campos que no
guardan ninguna
relación entre sí.
El todo es más que
la "suma de sus
partes.
Una consecuencia de
esta inmensa
sinergia entre estas
revoluciones es que
el ritmo constante
del descubrimiento
científico se
acelera a una
velocidad cada vez
mayor.
Cuestionario
1.Formula una tabla
con una explicación
acerca de las tres
revoluciones
científicas del
siglo XX. ¿Cuáles
son y en que
consisten sus
aportaciones?
2.¿En que consiste
la sinergia en el
campo de la
investigación
científica?
3.¿Por qué es
importante en cuanto
a contexto clave
para una teoría de
la creatividad, el
reconocimiento de
una ciencia de
carácter
sinergético?
______________________________________________________________________________________________________________
11
La criatura y sus
creaciones
Gregory
Bateson
En
este capítulo
debemos seguir el
argumento de Paley
en sentido inverso:
debemos admitir la
premisa de Paley que
sostiene que los
síntomas y las
evidencias de
creación mental
siempre han de
encontrarse en los
productos de esa
creación. Es más,
yo mismo sostuve ya
que el proceso
evolutivo es, en un
sentido formal,
análogo (o
simplemente un caso
especial) de la
creatividad mental,
y lo que pone a
prueba esta
aseveración son las
características de
los productos
creados, las
criaturas vivientes.
Ahora bien, si
descendemos un
escalón más en la
escala de relaciones
entre un creador y
una criatura,
veremos que los
productos creados,
las poesías y las
obras de arte,
producidos por
aquellas criaturas
vivientes muestran,
a su vez, evidencias
de esa creatividad
mental.
Los "criterios
de la mente"
(analizados en el
capítulo 4 de Mind
and Nature) ahora
deben buscarse entre
los productos de la
mente. Finalmente,
sostengo que la
verdadera natu-
raleza y propósito
del arte y la
poesía es
ejemplificar la
creatividad de la
mente, y que ese es
el teorema
fundamental
apropiado para una
ciencia de la
estética.
En la creatividad,
la mente se
manifiesta en su
conjunto y esa
integración es un
exacto sinónimo de
"belleza".
Wordsworth se burla
de que, para
"Peter
Bell":
Una vellorita a
orillas de un río
Para él era una
vellorita amarilla
Y nada más.
Para el poeta la
vellorita puede ser
algo más. Sugiero
que ese "algo
más" es, en
realidad, un
reconocimiento
autorreflexivo. La
vellorita se parece
a un poema y ambos,
la vellorita y el
poema, se parecen al
poeta. El poeta
aprende sobre sí
mismo en tanto
creador, cuando
observa la
vellorita. Su
orgullo crece cuando
se ve a sí mismo
como alguien que
contribuye a los
vastos procesos que
ejemplifica la
vellorita.
Además el poeta
ejerce y hace
válida su humildad
al reconocerse a sí
mismo como un
minúsculo producto
de aquellos
procesos. Aun dentro
de su propia vida,
su sí mismo
consciente no es
más que un
intermediario,
alguien que publica
y que comercia al
por menor los
poemas.
Sea como fuere,
retornamos a
considerar los
datos. A esos fines
"Mary tenía un
corderito"
quizá sirva tanto
como "Ser o no
ser..." pero,
para mantener
abierto el modo
reflexivo,
comenzaré con la
tarea más fácil de
examinar un poema
abiertamente
reflexivo: "El
hombre de la
guitarra azul",
de Wallace Stevens.
Aquí, el poeta
exclama sueltamente
a los dos tercios
del camino de un
poema bastante
largo:
La poesía es el
tema del poema
De ella procede este
poema y
a ella retorna...
Analicémoslo según
propias palabras y
consideremos
primeramente este
poema como una
declaración abierta
de la visión que
tiene el poeta de su
propia creatividad y
consideremos esa
declaración como
una fuente de
evidencias de la
mente en acción.
El poeta se ve a sí
mismo separado de
"las cosas como
son". En
realidad hay una
cuestión sobre la
cual el organismo
(el poeta, en este
caso) no puede decir
nada, y esa
cuestión, en este
poema, recibe el
nombre de "las
cosas como
son". Quizás
-esa cuestión
inefable- es sólo
una ficción. Pero
"ellos"
?el mundo de las
audiencias, de las
personas "como
son"? critican
al cantante (el
poeta):
Ellos dicen
"Tienes una
guitarra azul,
no tocas las cosas
como son".
Pero, después de
todo, ésta es la
circunstancia de
todos los
organismos. Entre
nosotros y "las
cosas como son"
siempre hay un
filtro creativo.
Nuestros órganos de
los sentidos no
admiten nada y sólo
comunican lo que
tiene sentido.
"Nosotros",
como el general de
un ejército
moderno, leemos
solamente los
informes de
inteligencia que ya
fueron elaborados
por agentes que en
parte saben qué
queremos leer. Y
nuestra producción
está compuesta de
manera semejante
-los resultados,
ciertamente, deben
ser armoniosos-.
"La guitarra
azul", el
filtro creativo que
se establece entre
nosotros y el mundo
está siempre e
inevitablemente
allí. Eso es ser
tanto criatura como
creador. Esto el
poeta lo sabe mucho
mejor que el
biólogo.
Cuestionario
1.¿Cómo se puede
caracterizar en la
dinámica del acto
de conocer, eso que
Bateson llama
"filtro
creativo" en la
comunicación?
2.¿Es justificada
la opinión de
Bateson, en el
sentido de que el
pensamiento creativo
no depende del
producto de la
creación?
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12
El científico de la
organización
William
H. Whyte
Supongamos
por ahora que se nos
ofreciera este
ejercicio mental:
sin saber
absolutamente nada
de cómo trabajan
los científicos en
la actualidad,
fuésemos a imaginar
lo que sucedería si
la Ética Social se
aplicara a la
ciencia como ha sido
aplicada al resto de
la vida de la
Organización.
Probablemente se
presentarían en
nuestra
imaginación, entre
otras cosas, éstas:
1) Los
científicos ahora
se concentrarían en
la aplicación
práctica de ideas
previamente
descubiertas mejor
que a la aplicación
de otras nuevas; 2)
raramente
trabajarían por sí
mismos, sino más
bien como unidades
de células
científicas; 3) la
lealtad a la
Organización, el
llevarse bien con la
gente, etc., sería
considerado tan
importante como
pensar; 4) los
integrantes bien
redondeados del
equipo serían más
valiosos que los
hombres brillantes,
y un hombre muy
brillante proba-
blemente sería
considerado como
perturbador. Por
último, y más
importante que todo,
todo esto sería
así porque la gente
creería que de ese
modo debería ser.¿Bien?
De los $ 4 mil
millones* que
regularmente gastan
en la investigación
el Gobierno, la
industria y las
universidades, sólo
alrededor de $ 150
millones -o sea
menos del 4 por
ciento- se dedica a
investigación
creadora. La enorme
mayoría de la gente
ocupada en labores
de la
investigación,
además, debe
trabajar como equipo
sometido a
supervisión y sólo
una pequeña
fracción está en
condiciones de
realizar un trabajo
independiente. De
las 600 000 personas
que se ocupan en
tareas científicas,
se ha estimado que
probable- mente no
más de 5 000 están
en libertad de
escoger sus propios
problemas. Y esto
sucede porque la
gente piensa que
así debe ser. En la
actual orgía de
autocongratulaciones
por el progreso
técnico
norteamericano, lo
que se saluda es la
cada vez mayor
colectivización de
la investigación.
Ocasionalmente se
saluda a las grandes
figuras del pasado,
pero mediante un
giro sutil se las
componen para
hacerlos aparecer
como investigadores
en equipo que se
adelantaron a su
tiempo. Para la
ideología popular,
la ciencia significa
aplicar ideas; saber
cómo, no preguntar
por qué.
Ciertamente hemos
sido muy buenos para
aplicar ideas
básicas. Es
propensión natural
en nosotros ser
buenos para
explotar. También
es nuestra
propensión natural
reconocer demasiado
tarde la necesidad
de renovar aquello
que explota- mos.
Nunca hemos tenido
una tradición
sólida de ciencia
fundamental en este
país y ahora,
todavía menos que
antes, no parece
importamos la
creación de nuevas
ideas, las ideas que
dentro de treinta o
cuarenta años
nutrirían los
adelantos
tecnológicos que
tan confiadamente
esperamos.
Hasta ahora sólo
unas cuantas
personas han tenido
el valor de
enfrentarse
abiertamente al
investigador
indepen- diente,
pero todo el tenor
del pensamiento de
la organización se
encamina
inequívocamente en
esa dirección.
Entre los
norteamericanos de
hoy existe la muy
extendida
convicción de que
la ciencia ha
evolucionado hasta
un punto en el que
el hombre que sólo
se dedica a la
investigación
fundamental es
anacrónico, si no
es que la misma
investigación
fundamental lo es.
Vean, se nos dice,
cómo la bomba
atómica fue
producto del trabajo
en equipo de grupos
numerosos de
científicos y
técnicos.
Ocasionalmente
alguien menciona al
paso que lo que un
viejo excéntrico de
cabeza cana realizó
en su laboratorio
hace cuarenta años
tenía algo que ver
con ello. Pero quien
acepta esto
probablemente dirá
que solamente prueba
que las ideas
básicas ya no
constituyen problema
alguno. Seguro, es
bueno tener ideas y
todo eso, pero es el
"saber
cómo"
norteamericano el
que las emplea para
algo, y en todo caso
hay muchas ideas en
el abandono. En
realidad no
necesitamos más
teorizaciones en la
torre de marfil; lo
que necesitamos es
más dinero, más
instalaciones de
laboratorios, más
organización.
La necesidad de una
mayor investigación
fundamental ha sido
planteada tan
elocuentemente por
los científicos que
poco es lo que el
lego puede agregar
en este sentido. Mi
propósito en los
siguientes tres
capítulos sin
embargo, no es decir
un amén, que se
impondría, sino
demostrar las
relaciones que
existen entre el
científico y las
tendencias de la
administración que
he analizado en
otros contextos. Los
paralelos del hombre
organización y del
científico no
deberían trazarse
muy cerca; sus
funciones no son
semejantes y entre
el punto de vista
administrativo y el
científico existe
un conflicto básico
en cuanto a metas
que no debe ahogar
el optimismo.
No digo esto para
matizar mi
argumentación. Ello
constituye mi tesis
misma. Porque el
hecho es que los
paralelos se han
trazado demasiado
juntos, y en una
analogía profundamente
equivocada la
Organización trata
de moldear al
científico a su
propia imagen;
ciertamente, ve la
realización de esta
metamorfosis como la
tarea principal en
la administración
de la
investigación. Tal
vez logre éxito.
Veamos primero los
laboratorios de la
empresa.
Aparentemente
parecería que la
empresa está a
punto de convertirse
en el más
esclarecido de los
patronos. El
presupuesto
norteamericano total
dedicado a la
investigación, $
1.6 miles de
millones de
dólares, se
concentra en los
grandes laborato-
rios que las
empresas han
erigido, y tanto
proporcionalmente
como en cifras
absolutas ésta es
la mayor inversión
en investigación
que la industria
haya hecho nunca
antes. Como la
industria misma
sería, uno de los
resultados que van a
obtenerse será la
aceleración de la
producción de cosas
tangiblemente
mejores para un
mayor número de
personas. Pero el
precio puede ser
exorbitante. Si las
empresas continúan
moldeando a los
científicos del
modo que ahora lo
hacen, es
perfectamente
posible que a la
larga este
impresionante
aparato llegue en
realidad a disminuir
el coeficiente de
descubrimientos
básicos de que se
alimenta.
Hagamos una pregunta
brutal. ¿Qué tan
buenos son los
científicos de las
corporaciones? La
industria tuvo en
otros tiempos muchos
muy brillantes:
Langmuir, Steinmetz,
Carothers y muchos
más. Pero ¿los
tiene ahora? Mi
colega Francis Bello
realizó una
investigación
acerca de los
cientí- ficos
jóvenes que produjo
algunas cifras muy
sorprendentes. Con
el fin de integrar
un grupo
representativo de
científicos
jóvenes, se echó a
cuestas la tarea de
buscar nombres de
las personas de
menos de cuarenta
años de edad que,
tanto en la
industria como en
las universidades,
fueran considerados
como de los más
prometedores.
Acudió primero a
las fundaciones y a
dependencias oficial
estatales como la
Oficina de
Investigación de la
Marina y la
Comisión de
Energía Atómica,
porque les incumbe
saber quiénes son
los hombres más
destacados. Cuando
se eliminaron las
muchas
duplicaciones; Bello
se encontró con que
tenía los nombres
de 225 científicos.
Había esperado que
las cifras se
dividirían con toda
probabilidad entre
la industria y las
universidades más o
menos a razón de un
cincuenta por ciento
para cada una. Con
sorpresa, se enteró
que sólo 4 de los
225 trabajaban para
la industria. Con el
temor de que el
resultado hubiera
sido tendencioso.
Bello acudió
directamente a los
directores de los
laboratorios más
importantes de la
industria y les
pidió nombres de
los científicos
jóvenes más
importantes.
También pidió a
los más destacados
científicos
universitarios que
meditaran en los
científicos
ocupados en la
industria y les
pidió que nombrasen
a todos los que
consideraban de
primera categoría.
Después de todo
este esfuerzo, sólo
se reunieron treinta
y cinco nombres.
Excepción hecha de
algunos de sus
propios
subordinados, los
directores de
investigación de
las empresas fueron
constreñidos a
pensar en alguien
más que dentro de
la esfera de su
actividad valiera la
pena mencionar, y lo
mismo sucedió con
los investigadores
universitarios.
Bello tuvo que
concluir con que la
mayor parte de los
científicos
industriales no se
conocían entre sí,
ni eran conocidos de
terceros.
Dos laboratorios
destacaron. En
total, sólo fueron
siete en los que por
lo menos dos nombres
fueron mencionados
como destacados y en
uno de ellos un
hombre obtuvo dos
votos por lo menos.
De éstos, la
General Electric y
los Laboratorios
Bell obtuvieron
tantos nombres como
los demás cinco
juntos. (Los otros
cinco son":
Merck, I.B.M.,
Lederle, Eastman
Kodak y Shell
Development
Corporation.)
La industria
química, la
industria que ha
gastado más dinero
que ninguna otra en
investigación, fue
particularmente
pobre. Ningún
científico de Du
Pont fue mencionado
más de una vez, y
excepción hecha de
la American
Cyanamid, ninguna de
las otras empresas
químicas de
importancia fue
siquiera mencionado.
En lo referente a
descubrimientos.
Bello se encontró
con que los
químicos sólo
pudieron mencionar
una nueva reacción
química, que fuera
producto de la
investigación de
una empresa
norteamericana,
durante los últimos
quince años. Es de
esperarse que la
industria dedique
mucho menos tiempo a
la investigación
fundamental que las
universidades, y por
la misma razón es
de esperarse que los
hombres más
destacados tenderán
a permanecer en las
universidades. Pero
si bien se dice y se
hace todo esto,
sigue en pie el
hecho de que la
industria tiene una
parte
desproporcionadamente
pequeña de hombres
de primera
categoría. ¿Por
qué? El no
reconocer la virtud
de la falta de
propósitos es el
punto de partida del
problema de la
industria. Para los
gerentes y los
ingenieros que
dictan el tono
dominante en la
industria, la falta
de propósitos es un
anatema, y todos sus
impulsos los dirigen
al desarrollo
altamente planeado y
sistematizado en el
cual el problema se
define claramente.
Esto tiene sus
valores. Si los
investigadores
quieren hacer una
aplicación
práctica de un
descubrimiento
previo -por ejemplo,
si un grupo del
Centro Técnico de
la General Motors
quiere un aceite de
mejor calidad para
un motor de alta
compresión- lo
mejor que pueden
hacer es dedicarse
desde luego a la
tarea asignada. Pero
en la investigación
pura la mitad de la
tarea consiste en
encontrar que existe
un problema, que hay
algo por explicar.
El caldo de cultivo
permaneció estéril
mientras no contuvo
ningún problema.
Los dos productos
químicos
reaccionaron de
manera diferente
esta vez. Algo ha
sucedido y no se
sabe por qué, o si
se supo ¿qué uso
terrenal puede
tener?
Por su naturaleza
misma, el
descubrimiento tiene
una cualidad
accidental. Por
metódicamente que
se pueda proseguir
con un problema, la
cuestión más
importante, en sí
misma, probablemente
sea una especie de
distracción casual
del trabajo que se
realiza. En este
momento no se
necesita saber a
qué uso práctico
puede llevarnos la
cuestión ni tampoco
debe preocuparnos.
Ya habrá tiempo
suficiente por
delante para eso, y
retrospectivamente,
será fácil
demostrar cuan bien
planeado y
sistematizado fue el
descubrimiento desde
el principio. Pero
si se racionaliza la
curiosidad demasiado
pronto ello
conducirá a su
muerte. En el caso
del científico no
se trata sólo de
que encuentre
difícil prever que
resultará
provechoso para la
caja registradora;
el acto mismo de
tener que pensar en
ello, o, como diría
la administración,
la pregunta de $ 64,
enfría su
curiosidad original,
y la expectativa de
que la empresa le
pedirá que lo haga
es justamente tan
deprimente como la
demanda real. El
resultado es una
pérdida neta, no
una diferición,
porque si el
científico se ve
impedido para
ocuparse de la
cuestión ociosa el
tiempo oportuno, no
es fácil que la
vuelva a capturar.
Como esas actitudes
agradables en que
tan frecuentemente
pensamos y que con
igual frecuencia
olvidamos practicar,
muchas cuestiones
que habrían
conducido a grandes
descubrimientos han
muerto con tanta
rapidez como
nacieron; el hombre
estaba demasiado
ocupado para
detenerse en ellas.
Si pudiera existir
alguna prueba de las
virtudes que
entraña la libre
investigación, la
General Electric y
los Laboratorios
Bell la
suministrarían.
Consideremos tres
hechos en relación
con estas dos
empresas: 1) de
todos los grupos de
investigación de
las compañías,
estos dos han sido
los más destacados
en cuanto a
utilidades; 2) de
todos los grupos de
investigación de
las empresas éstos
han atraído
continuamente a los
más brillantes
hombres. ¿Por qué?
El tercer hecho
explica a los otros
dos. De todos los
grupos de
investigación, de
las empresas estos
dos son precisamente
los que creen en la
"curiosidad
ociosa". En
ellos la cronología
habitual con
frecuencia va hacia
atrás; en lugar de
exigir a los
científicos que se
dediquen a un
problema práctico,
se los deja que
prosigan la
investigación de
los problemas
básicos que quieren
seguir. Si los
científicos se
encuentran con algo
nuevo entonces ven a
su alrededor a fin
de ver a qué
problema práctico
podría aplicarse.
La paciencia es
recompensada. Los
trabajos de Irving
Langmuir, de la
General Electric,
sobre calentamiento
de sólidos, por
ejemplo, finalmente
condujeron a
fabricar una nueva
clase de lámpara
incandescente; de
manera similar el
trabajo de Claude
Shannon, de los
Laboratorios Bell,
sobre teoría de la
comunicación, ya
está demostrando
ser una mina de
aplicaciones
altamente
prácticas.
Los pocos éxitos
notables que se han
obtenido en otras
partes siguen la
misma pauta. La
sucesión de fibras
sintéticas que ha
producido tanto
dinero a la
compañía Du Pont
se originó en la
curiosidad de un
hombre: Wallace
Hume Carothers.
Carothers no
comenzó sus
actividades tratando
de fabricar nylon.
Cuando Du Pont lo
encontró, Wallace
trabajaba en la
investigación de la
estructura molecular
en Harvard. Si bien
el resultado fue
para Du Pont
eminentemente
práctico, para
Carothers fue
esencialmente un
subproducto del
trabajo experimental
que había iniciado
en Harvard más que
un fin en sí mismo.
El interés de la
empresa era el
producto final, pero
sólo pudo llegar a
fabricarlo porque
Carothers tuvo la
libertad necesaria
para proseguir lo
que todavía hoy
podría parecer a
muchos un mero
entretenimiento
científico.
Estos éxitos son
desalentadores. No
hay nada
absolutamente nuevo
en la filosofía de
la investigación
que condujera a
ellos; tanto General
Electric como
Laboratorios Bell
establecieron sus
procedimientos
básicos hace varias
generaciones, y su
preeminencia ha sido
comercialmente
visible desde
entonces. Sin
embargo, a pesar de
tener ante sí estos
modelos, la
industria
norteamericana no
sólo no ha podido
extraer lección
alguna, sino que se
mueve cada vez más
en la dirección
opuesta.
Por los términos
expresos de la
política que han
establecido la
mayoría de las
empresas puede verse
clara- mente que
desean mantener los
ojos de sus
investigadores
mirando fijamente a
la caja
registradora. A
diferencia de la
General Electric y
de los Laboratorios
Bell, desalientan a
sus científicos, y
a veces hasta les
prohíben publicar
los resultados de su
trabajo en las
publicaciones
especializadas o
comunicarlas de
algún modo a los
científicos que
están fuera del
ámbito de la
empresa. Lo que es
todavía más
inhibitorio, la
mayor parte de las
empresas prohíbe a
sus científicos
dedicar más que una
fracción de su
tiempo a proseguir
la in- vestigación
de problemas que
hayan libremente
elegido, y esta
fracción se
considera más como
una especie de
indulgencia que una
actividad digna por
derecho propio.
"Nuestra
política -dice uno
de los directores de
investigación- es
permitir a nuestros
científicos que
dediquen hasta el 5
o 10 por ciento de
su tiempo a trabajar
en aquello que
piensen que puede
tener algún
interés."
[Cursivas nuestras.]
Aun esta
lamentablemente
pequeña fracción
de tiempo es objeto
de envidia. Sí los
científicos
interpretaran el
trabajo
"libre"
demasiado
libremente, dejan
traslucir claramente
los directivos de
las empresas, sería
muy bueno que
aquello por lo cual
sienten curiosidad
los científicos
coincidiera con
aquello por lo que
la organización
también siente
curiosidad. En un
artículo titulado
"Research: The
Long View", la
Standard Oil de
Nueva Jersey explica
su política como
sigue:
Los investigadores
reciben estímulo,
como parte de una
política de largo
alcance y cuando las
circunstancias lo
permiten, para
dedicar algo así
como el 10 por
ciento de su tiempo
a la "libre
investigación",
esto es, a un
trabajo que
habitualmente no
forma parte de un
proyecto formal de
investigación. Pero
[la compañía]
encuentra que cuando
sus investigadores
se mantienen bien
informados de las
amplias zonas en
donde residen las
necesidades y los
intereses de la
compañía, el
trabajo
independiente de un
hombre, así como el
estrechamiento
dirigido, tiende a
alcanzar los mismos
objetivos. (The
Lamp, junio de
1954.) Para algunos
administradores el
deseo de realizar un
trabajo
"libre" es
un defecto
fundamental, un
síntoma de falta de
ajuste que exige
curación, no
condescendencia.
Cuando un hombre
quiere seguir su
propia corazonada,
creen ellos, esto
constituye una
advertencia de que
no está
"orientado
hacia la
compañía".
¿La solución?
Adoctrinamiento. En
"Personnel
Practices in
Industrial
Laboratorios"
(Personnel, mayo de
1953) Loweil Steele
expone llanamente el
problema. "A
menos que la empresa
quiera subsidiar la
curiosidad ociosa
por parte de sus
científicos -dice-,
tiene que ayudarles
a que sean
'conscientes de la
empresa'." La
lealtad a la
empresa, en otras
palabras, no sólo
es más importante
que la curiosidad
ociosa, sino que
ayuda a prevenirla.
Los administradores
tienen toda la
razón. Si contratan
científicos para
que sean buenos
empleados, como el
resto de la gente
normal, no tienen
que molestarse mucho
en que los
científicos
prosigan con su
curiosidad. La
política evitará
que esa clase de
científicos entren
a formar parte de la
empresa. Porque,
¿cuál es la
característica
dominante del
científico
sobresaliente? Todos
los estudios que
sobre el tema se han
hecho coinciden en
que es una terca
independencia.
En su estudio
dedicado a
científicos
eminentes, la
psicóloga Anne Roe
encontró que lo que
los decidió en su
carrera casi
invariablemente fue
un proyecto escolar
en donde se les dio
rienda suelta para
que encontraran las
cosas por sí
mismos, sin
dirección, y una
vez que probaron los
deleites de la
libertad, nunca
perdieron el
apetito. El factor
aislado más
importante en la
formación de un
científico,
concluye, es
"la necesidad y
la capacidad de
desarrollar en alto
grado una
independencia
personal. El factor
independencia
resulta subrayado
por muchos otros
hallazgos: la
preferencia de los
sujetos por los
maestros que les
permitieron trabajar
solos, sus actitudes
hacia la
religión... su
satisfacción por
una carrera en la
cual, en su
mayoría, siguieron
sus propios
intereses sin
dirección ni
interferencia".
(Scientific
Amerícan, noviembre
de 1952.)
En resumen, en el
científico
sobresaliente
tenemos casi la
antítesis directa
del hombre orientado
hacia la compañía.
Si la compañía
quiere un hombre de
primera categoría
debe reconocer que
su lealtad debe
manifestarse siempre
hacia su trabajo.
Para él, la
Organización puede
ser sólo un
vehículo. Lo que
él pide no es mucho
dinero;
significativamente,
los Laboratorios
Bell y la General
Electric no han
tenido que pagar
salarios mayores que
las demás
organizaciones a sus
investigadores para
allegarse talentos.
No es compañía, ni
pertenencia, lo que
buscan. Sólo piden
libertad para hacer
lo que quieren.
Por su parte, la
Organización sólo
puede pedir otro
tanto a cambio. La
Organización y él
han llegado a
coincidir porque
acontece que
intereses de largo
alcance corren
paralelos a lo que
él quiere hacer. Es
en esto, en su
trabajo, donde
descansa la parte
que la Organización
tiene de él. Sólo
un quid pro quo
puede pedir
propiamente a cambio
del dinero que le
da. Puede pedirle
que trabaje
magníficamente. No
puede pedir que
además ame a la
Organización.¿Y
qué diferencia
habría si él la
amara? El hombre
organización
confunde su propio
papel con el del
científico. Para el
hombre organización
cosas como la
Organización y las
relaciones humanas
constituyen el
corazón de su
trabajo, y en una
analogía
inconsciente supone
que lo mismo vale
para el científico,
aunque en grado un
tanto menor. Estas
cosas no son
pertinentes para el
científico; él
trabaja en una
organización y no
para ella. Pero el
administrador no
puede concebir esto;
no puede comprender
que a un hombre
pueda disgustarle la
compañía -tal vez
hasta la abandone
disgustado después
de varios años- y
que además haya
hecho a la caja
registradora una
contribución
infinitamente mayor
que la que
entregarían todos
sus colegas mejor
ajustados. Así,
yendo en pos de su
propia imagen, los
hombres
administración
buscan a los
científicos
"bien
redondeados".
No esperan que sean
tan "bien
redondeados"
con los ejecutivos
de categoría
inferior que han
adiestrado;
generalmente se dan
cuenta de que los
científicos son
"diferentes".
Sin embargo, son
condescendientes con
ellos, implicando
que la diferencia no
será tanta que no
puede componerse con
un buen programa de
adoctrinamiento, Es
costumbre que cada
vez que se utiliza
la palabra
brillante, o bien
precede a la palabra
pero, (p. ej.
"todos somos
partidarios de la
brillantez,
pero...") o
bien va acompañada
por términos tales
como errático,
excéntrico,
introvertido,
chiflado, etc. Para
decirlo una vez más
con las palabras del
señor Steele:
"Si bien la
industria no ignora
al genio brillante
pero errático, en
general prefiere que
sus hombres tengan
personalidades
'normales'. Como ya
lo dijo un
funcionario
ejecutivo del ramo
de investigación,
'estos señores
tendrán contacto
con otras personas
en la organización
y conviene que
causen buena
impresión.
Participan en la
tarea de 'vender' la
investigación."
Al
insistir en esta
definición de lo
que significa la
buena redondez, la
administración
comete dos serios
errores. Para
comenzar, parece
suponer que el
acervo de
científicos
sobresalientes es
tan grande que puede
permitirse el lujo
de tomar en cuenta
sólo a aquellos que
parecen bien
redondeados. Por
supuesto, no existe
tal exceso de
oferta; pero si la
hubiera, no podría
hacerse tal
división a
propósito. Porque
el brillo y la clase
de buena redondez
que pide la
administración
constituyen una
contradicción en
los términos.
Ciertamente, algunos
brillantes
científicos son
gregarios, pero
otros no lo son,
sino que el
sentimiento gregario
es incidental a la
armonía que busca
establecer la
administración. Un
científico
sobresaliente puede
disfrutar al jugar
con el equipo de
boliche de la
empresa y además
hacer un trabajo
brillante y
satisfactorio. Pero
no existe entre
ambas actividades
una relación
causal. Si la
empresa lo obliga a
que deje de hacer lo
que quiere para que
a cambio haga otra
cosa que no es de su
gusto, puede
todavía deleitarse
al jugar softbol con
el equipo de la
empresa y tal vez
llevarlo al
campeonato de la
competencia
interurbana. Pero al
mismo tiempo estará
pensando cómo va a
redactar su
renuncia. La
actividad
extracurricular no
habrá sublimado su
frustración; y a
pesar de su
amabilidad natural,
en el lugar que
realmente cuenta -el
laboratorio- su
conducta lo pondrá
en evidencia muy
pronto. De una
manera muy real
puede decirse que
dentro de él se ha
formado un
desajuste.
Él no podría
proceder en otra
forma. La
administración ha
tratado de ajustar
al científico a la
Organización en
lugar de que la
Organización se
adapte al
científico. Podría
hacer aquello con
los mediocres y
ciertamente lograr
la integración de
un grupo armonioso.
Pero no puede
efectuarlo con los
hombres brillantes;
sólo la libertad
los hará
armoniosos. La mayor
parte de las
empresas se dan
cuenta de esto,
pero,
desgraciadamente, la
moraleja que extraen
del hecho se orienta
de nuevo en alguna
otra dirección.
Recientemente una
empresa dejó ir la
oportunidad de
contratar a uno de
los más brillantes
químicos del país.
Querían su
brillantez, pero
temían que pudiera
"perturbar
nuestra
organización".
Al comentar esto,
dijo otro
científico:
"Seguramente
que la habría
perturbado. Es una
persona deseosa de
seguir sus propias
inclinaciones. En un
laboratorio donde se
entienda qué es la
investigación
fundamental, no
perturbaría a la
organización porque
quisieran que él
siguiera sus propias
inclinaciones. Pero
no es éste el
caso."
Aun cuando las
compañías
reconocen que hacen
una elección entre
la brillantez y la
mediocridad, es
notable considerar
cuan penosamente
hacen la elección.
Hace varios años
mis colegas y yo
escuchamos a los
directivos de una
compañía
electrónica
discutir a
posteríori una
difícil decisión
que habían tenido
que tomar. La
compañía se había
visto infiltrada por
el genio. Había
llegado a su
laboratorio, hacía
tres años, un
científico muy
joven y muy
brillante. Hacía
estupendamente su
trabajo y la
compañía esperaba
de él todavía
cosas más grandes.
Pero, aunque era un
hombre agradable,
tenía imaginación
y había comenzado a
molestarse por la
supervisión que
ejercía el director
de investigaciones.
El director, dijo la
administración, era
más bien del tipo
mediocre, aunque
había trabajado
lealmente y de buen
grado para la
empresa. ¿A quién
había que
sacrificar? De mala
gana, la empresa
tomó su decisión.
El hombre brillante
tenía que irse. La
administración se
sentía molesta por
la decisión, pero
alegó que el
pensamiento
armónico de grupo
(éstas fueron las
palabras que
utilizaron) era la
mira fundamental de
la em- presa, y si
hubiesen promovido
al hombre brillante
éste habría
trastornado toda la
cadena de relaciones
interpersonales de
la empresa. ¿Qué
más, preguntan
quejumbrosamente,
podía haberse
hecho?
Al escuchar algunas
de las declaraciones
de la industria,
podría deducirse
que ella hace todo
lo posible por
evitar ese tipo de
gente brillante que
los obligaría a
tomar una decisión
de este tipo. He
aquí una
advertencia típica,
resumida, que
tomamos de un
folleto de la
Socony-Vacuum Oil
Company acerca de la
política general de
la empresa:
No hay lugar para
virtuosos
Salvo en ciertas
tareas de
investigación, son
pocos los
especialistas que en
una gran empresa
trabajan siempre
solos. Hay muy poco
lugar para
ejecuciones
virtuosísticas. El
negocio es tan
complejo, aun en sus
aspectos no
técnicos, que
ningún hombre puede
dominarlos en su
totalidad; para
hacer su trabajo,
por lo tanto, debe
poder trabajar en
compañía de otros.
La misma idea se
expresa en términos
todavía más
enérgicos en una
película documental
que se hizo para la
Monsanto Chemical
Company. Esta
película, que se
filmó con la
finalidad de
inspirar a los
jóvenes para
dedicarse a la
química, comienza
siguiendo los moldes
clásicos. En él se
ven jóvenes que
sueñan con
aventuras en lugares
lejanos mientras en
la estación del
ferrocarril de una
pequeña población
ven pasar los
trenes. Finalmente
nos lleva a los
laboratorios de
Monsanto. Vemos a
tres jóvenes
enfundados en batas
blancas conversando
entre sí. La voz
informativa indica:
"Aquí no hay
genios; sólo un
puñado de
norteameri-canos de
tipo medio que
trabajan
juntos."
Esto no fue un mero
desliz de la pluma
del argumentista.
Posteriormente tuve
oportunidad de
preguntarle a un
funcionario
ejecutivo de
Monsanto por qué la
compañía se
sentía impulsada a
afirmar ante el
mundo que su trabajo
intelectual lo
realizaban sólo
norteamericanos de
tipo medio. El
funcionario me
explicó que
Monsanto había
meditado sobre este
problema y quería
apartar de los
jóvenes la idea de
que la química
industrial era
actividad propia de
genios. Haberlo
dicho en el momento
mismo en que los
tipos geniales no
podían estar más
de acuerdo,
difícilmente
parecerá acertado.
Podría
argumentarse, por
supuesto, que dado
que los hombres más
brillantes se quedan
de todos modos en la
universidad, las
barreras de la
administración
contra el genio
serían en el peor
de los casos
innecesarias. Pero
esto no es sincero;
tengan o no genios,
las empresas como
Monsanto no
encomiendan su
trabajo de
investigación a
norteamericanos de
tipo intermedio, y
si lo hicieran los
accionistas harían
bien en quejarse.
Como lo demuestran
los Bell
Laboratorios y la
General Electric,
existen muchos
hombres brillantes
que, en
circunstancias
adecuadas,
encontrarán
sumamente atractiva
la investigación
industrial. En
propio interés de
la empresa, y no
digamos del de la
sociedad, una
política
administrativa de
las empresas que
rechace a los
singulares es
sumamente
problemática.
La sociedad no
sería quien
perdiera si el
único efecto de la
política
administrativa fuera
lograr que los
hombres más
brillantes
permanecieran dentro
de la universidad.
Este efecto
eliminatorio, sin
embargo, es sólo
una de las
consecuencias de la
política de la
administración. Lo
que nos preocupa a
todos, no sólo a la
industria, es el
hecho de que la
administra- ción
tiene también un
poderoso efecto
moldeador sobre la
gente que contrata
para su servicio.
Pueden no ser genios
todos ellos, pero
muchos sí son
hombres sumamente
capaces, que puestos
en el clima
apropiado pueden
realizar grandes
contribuciones. La
administración no
sólo repele al ta-
lento sino que lo
ahoga, como muy bien
lo dicen las propias
quejas que emite la
administración. En
lo privado, muchas
de las empresas que
subrayan el .trabajo
en equipo critican a
sus jóvenes
doctores en
filosofía por no
interesarse lo
suficiente en el
trabajo creador o,
para decirlo con
otros términos, son
un puñado de buenos
norteamericanos de
tipo intermedio que
trabajan juntos.
"Prácticamente
todos los que ahora
son doctores en
filosofía quieren
que se les diga qué
van a hacer -se
queja un dirigente
de la rama de
investigación-.
Parecen temer
mortalmente a pensar
problemas por su
cuenta." Otro
funcionario,
también de la rama
de investigación,
dijo que cuando su
empresa decidió
permitirles a sus
químicos que
emplearan el 25 por
ciento de su tiempo
en trabajo
"libre",
para sorpresa de la
compañía fueron
muy pocos los que
aceptaron el
ofrecimiento. Pero
ello no debe
sorprender a na-
die. Una empresa no
puede contratar
jóvenes y emplear
varios años
tratando de
convertirlos en un
tipo especial de
persona y después
esperar que ellos, a
una señal dada, se
conviertan en otro
tipo. Los cursos
intensivos de
estímulo ideatorio
y de creatividad
aplicada no pueden
cambiarlos. Si la
compañía los
adoctrina en las
pericias
burocráticas y les
pide que conserven
centrada su mente en
lo práctico, no
puede representar de
pronto una especie
de comedia creadora
y después, a una
señal dada, esperar
que se vuelvan como
otras personas. En
nadie puede
permanecer
aletargada una
capacidad innata
durante mucho tiempo
sin atrofiarse, pero
esto es
particularmente
verdadero en el caso
de los científicos.
Comparados con la
gente que se dedica
a otras actividades,
los científicos, de
una manera que los
caracteriza, llegan
a la cumbre de su
carrera a temprana
edad. Si el clima es
de estulticia, el
científico joven
raras veces
disfrutará de una
oportunidad ulterior
que compense la
esterilidad de sus
primeros años.
"Es un efecto
que puede advertirse
en los pocos
individuos de
primera categoría
que trabajan en los
laboratorios
industria- les,'
dice Burleigh
Gardner, de Social
Research, Inc. Los
mejor preparados
suben generalmente
hasta la cumbre.
Pero el qué tan
alta quede esa
cumbre depende mucho
del medio en donde
se les coloque. En
el laboratorio
industrial corriente
que hemos estudiado,
la fuerza de las
opiniones de la
mayoría los hace
desviar sus
energías a un grado
crítico. Dudo que
cual- quiera de
ellos pueda irrumpir
a través de las
presiones del grupo
para ascender hasta
el cielo azul, donde
se hacen los grandes
descubrimientos."
En un sentido
perverso sólo
existe una pequeña
ventaja para la
sociedad en la
política de in-
vestigación de las
grandes empresas. Si
la política de la
compañía inhibe al
científico, inhibe
también la fuente
de ideas realmente
buenas que
ensancharán a la
compañía, y este
defecto puede a la
larga resultar un
obstáculo a la
súper
centralización.
Los que consideran
como irrevocable la
creciente
concentración de la
tecnología en las
grandes empresas
alegan que ya no es
posible realizar
más adelantos si no
se cuenta con el
auxilio de los
modernos
laboratorios y el
costoso equipo que
sólo pueden
proporcionar las
compañías
poderosas. Pero esto
no es cierto.'' Para
algunos fines
científicos las
insta- laciones
complicadas
-digamos, los
ciclotrones para los
fí- sicos, los
barcos para los
oceanógrafos-
constituyen medios
necesarios. Pero
esto es solamente
una parte del
cuadro;
históricamente casi
todos los grandes
progresos han sido
obra de un hombre
que contó con un
mínimo de equipo
-que a veces se
reducía a papel y
lápiz-, y aunque
esto puede aplicarse
sobre todo a la
investigación
fundamental,
también vale para
la investigación
aplicada. Examinemos
la lista de los
inventos comerciales
logrados en los
últimos treinta
años: con muy pocas
excepciones los
progresos no
surgieron del
laboratorio de una
empresa particular.
El procedimiento del
kodachrome, por
ejemplo, fue
perfeccionado en los
grandes laboratorios
de Eastman, pero lo
inventaron dos
músicos en un
cuarto de baño. El
motor de propulsión
a chorro es todavía
un ejemplo más
claro. Como ha dicho
Launcelot Law Whyte,
ninguno de los cinco
desarrollos
originales del motor
de propulsión a
chorro en Alemania,
Inglaterra y los
Estados Unidos se
inició dentro de
una empresa
constructora de
aviones. "Por
lo general es el
individuo aislado,
de otra esfera de
actividad, dice
Whyte, el que
produce las grandes
novedades. Es una
trivialidad, pero
con frecuencia se
descuida."
Debido a su me- nor
tamaño, la firma en
pequeña escala
tiene una ventaja
potencial sobre la
empresa de grandes
dimensiones. En
efecto, aquélla no
puede darse el lujo
de integrar grandes
equipos de
investigación o de
comités
interrelacionados
que se encarguen de
elaborar programas
de investigación, y
no tiene una
"familia"
de la compañía ya
cuajada a la cual
haya que ajustarse.
Puesto que todavía
no ha alcanzado el
grado de adelantó
de que hace gala la
administración
moderna, para
decirlo con otros
términos, ello le
hace carecer de los
controles que
impacientan" al
científico. Son muy
pocas las empresas
pequeñas que han
aprovechado la
oportunidad, y hasta
el momento en que se
trazan estas líneas
no hay señal alguna
de que la
aprovecharán. Pero
la oportunidad está
a su disposición.
Cuestionario
1.¿Cuáles son los
factores
sociológicos que
indican según Whyte
un proceso de lucha
de las
organizaciones hacia
los individuos
considerados
"genios"?
2.¿Cuáles son las
diferencias entre
los conceptos de
Hombre organización
y el científico?
3.¿Hay indicios o
datos de apoyo para
sostener que la
libre investigación
sea un estímulo
para el desarrollo
de la creatividad?
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13
Tecnología, redes y
capital social
Francis Fukuyama
¿El fin de las jerarquías?
Max Weber afirmó
que la autoridad
racional y
jerárquica,
encarnada en la
burocracia,
constituía la
esencia de la
modernidad. En la
segunda mitad del
siglo xx, en cambio,
encontramos que la
jerarquía
burocrática ha ido
declinando, tanto en
política como en
economía, para ser
reemplazada por
formas más
informales y
autoorganizadas de
coordinación. La
versión política
de la jerarquía es
el estado
autoritario o, en su
forma más extrema,
el estado
totalitario, en el
cual un dictador o
una pequeña élite
ejerce el poder
sobre toda la
sociedad. A partir
de la década del
setenta se fueron
desmoronando Estados
autoritarios de todo
tipo y color, desde
la España de Franco
y el Portugal de
Salazar hasta
Alemania Oriental y
la Unión
Soviética. Todos
ellos han sido
reemplazados, si no
siempre por
democracias de
óptimo
funcionamiento, al
menos por Estados
que aspiran a
permitir un mayor
grado de
participación
política.
Las democracias
mismas están
también organizadas
en forma
jerárquica. El
presidente de los
Estados Unidos tiene
en la actualidad, en
algunos aspectos, un
poder mucho mayor
que el que alguna
vez pudo haber
soñado un déspota
oriental, inclusive
el poder de destruir
gran parte del mundo
con armas nucleares.
La diferencia
depende menos de la
jerarquía que del
hecho de que, en una
democracia, la
autoridad se
encuentra legitimada
por el consenso
popular y está
limitada en cuanto a
su poder sobre el
individuo. Las
jerarquías
democráticas han
producido
ineficacias tal como
ocurrió con sus
contrapartidas
autoritarias, por lo
cual en casi todas
las democracias se
observa una fuerte
presión para lograr
una mayor
descentralización,
privatización,
federalización y
de- legación de la
autoridad.
También en las
grandes
organizaciones
empresariales las
jerarquías se
encuentran bajo
fuego graneado. Se
ha visto una
cantidad de fracasos
protagonizados por
grandes empre- sas,
excesivamente
jerárquicas e
inflexibles
-AT&rT e IBM, a
principios de los
años ochenta,
fueron ejemplos
clásicos- que
cayeron presa de
competidores más
pequeños, ágiles y
veloces. Docentes en
ciencias de la
administración,
consultores
empresariales y
gurúes de la
tecnología
informáti- ca
hicieron hincapié
en las virtudes de
la empresa descen-
tralizada, y algunos
afirman que, en el
siglo que viene, la
gran corporación
jerárquica será
reemplazada por una
forma totalmente
distinta de
organización: la
red.
Las corporaciones
autoritarias y
centralizadas
fracasaron por la
misma razón que
echó por tierra a
los Estados
autoritarios: son
incapaces de manejar
los requerimientos
de información en
el mundo cada vez
más complejo en que
se desenvuelven. No
es casual que las
jerarquías se hayan
visto cuestionadas y
hayan comenzado a
fracasar, al mismo
tiempo que las
sociedades de todo
el mundo pasaron de
una forma de
producción
industrial a una
modalidad de
producción de alta
tecnología basada
en la informática.
Los problemas que
tienen las
jerarquías
centralizadas para
manejar la
información fueron
explicados hace
cincuenta años en
un artículo ya
clásico de
Friedrich von Hayeck
basado a su vez en
una crítica del
socialismo realizada
por Ludwig von
Mises. Para
controlar todo lo
que se encuentra
bajo su dominio, un
gobernante
autoritario necesita
disponer de la
información y los
conocimientos
necesarios para
tomar decisiones. En
una sociedad
agrícola donde los
señores dominan a
los campesinos, el
saber andar a
caballo, ser buen
espadachín, tener
algunos
conocimientos
políticos y la
bendición del
obispo local eran,
sin duda
conocimientos y
atributos
suficientes para
asegurarse el
monopolio del poder.
Pero a medida que
las economías se
fueron desarrollando
y volviendo más
complejas, la
información
requerida para
gobernar fue
aumentando de manera
exponencial. La
gestión
gubernamental
moderna exige
pericia
tecnológica, cosa
que ningún
dirigente puede
dominar por completo
y por sí solo,
motivo por el cual
debe confiar,
obligatoriamente y
para todo, en
especialistas, desde
el diseño de
armamentos hasta la
gestión fiscal.
Además, la
abrumadora cantidad
de información
generada en una
economía es de
naturaleza local. Si
un proveedor
suministra remaches
de baja calidad, es
el remachador
quien se dará
cuenta de ello y no
un burócrata en un
ministerio de
planificación
central o un
vicepresidente
ejecutivo en la sede
de la casa matriz.
Pero cuando el poder
es delegado hacia
abajo, ya sea a
expertos técnicos o
a quienes generan y
usan el conocimiento
local, la autoridad
del dictador
comienza a diluirse.
Un fenómeno de este
tipo es el que tuvo
lugar en la Unión
Soviética, y es una
de las razones por
las cuales allí el
socialismo hizo un
proceso de
implosión. Stalin
tuvo que confiar en
especialistas
técnicos -los
llamados directores
rojos- y en una
cantidad de
científicos,
ingenieros y otros
expertos. A pesar de
que pudo
controlarlos por el
miedo (el célebre
diseñador
aeronáutico Tupolev
creaba aeronaves
desde la cárcel), a
sus sucesores les
resultó cada vez
más difícil
hacerlo. Los
técnicos podían
retener
conocimientos y
negociar con quienes
ejercían el poder
político. Esto les
confería cierta
autonomía y, con
ello, la libertad de
empezar a pensar por
sí mismos. Además,
y a pesar de que
todas las decisiones
relativas .a precios
y transferencia de
materiales eran
controladas, en
teoría, por un
ministerio
establecido en
Moscú, el centro no
tenía modo de
controlar todo el
cono- cimiento local
que se estaba
generando en la
periferia. De ahí
que funcionarios de
menor categoría,
como los secretarios
de partido de las
provincias y los
directores de
empresas, más
próximos a las
fuentes de
conocimiento
locales, comenzaron
a acumular cada vez
mayor poder. Cuando
Gorbachov asumió el
mando, en los años
ochenta, el modelo
de poder totalitario
ya había fracasado.
El mismo proceso se
produce en el
interior de una
empresa en donde los
CEÓS ejercen un
poder autoritario
similar sobre sus
colaboradores.
Algunos CEOs, sobre
todo empresarios de
primera generación,
que construyeron sus
empresas desde
abajo, suelen
pretender el control
absoluto de todo lo
que ocurre en su
empresa, y tratan a
sus empleados como
si fueran robots
diseñados para
cumplir sus
órdenes. Pero a
medida que sus
empresas crecen y
los problemas se
hacen más
complejos, este tipo
de toma de
decisiones se vuelve
demasiado inflexible
y el jefe máximo se
convierte en un
cuello de botella.
Las empresas, como
los gobiernos,
necesitan delegar
poder en los
expertos y en los
tomadores de
decisiones más
próximos a las
fuentes locales de
información. En la
actualidad, algunos
especialistas en
gerenciamiento
hablan como si los
conceptos de
descentra- lización
y empowerment de los
colaboradores fuera
algo nuevo, pero
-como ha demostrado
el historiador
empresarial Alfred
Chandier- las
grandes empresas han
ido trasladando el
poder hacia los
niveles inferiores
de sus
organizaciones a lo
largo de, por lo
menos, los últimos
cien años. Grandes
empresas
multidivisionales
como General Motors
y Du Pont Chemical,
se encontraban
estructuradas en
forma jerárquica,
pero, en lo referido
a autoridad
gerencial, estaban
ya bastante
descentralizadas si
se las comparaba,
por ejemplo, con una
pequeña empresa
familiar.
Los problemas que
afligen a las
grandes
organizaciones
jerárquicas no son
triviales, y es
razonable pensar que
la delegación del
poder y de la
autoridad dentro de
las mismas irá
avanzando, Pero
aquí surge un nuevo
problema: cómo
coordinar las
actividades de todos
los actores de una
organización
descentralizada,
cuyos empleados de
los niveles
inferiores han
adquirido poder en
forma reciente. Una
solución es el
mercado, en el cual
compradores y
vendedores de-
scentralizados
logran resultados
eficaces sin un
control central. La
ola de la
tercerización en
las empresas
estadouni- denses,
acaecida durante la
década del noventa,
no es sino un
esfuerzo para
reemplazar el
control jerárquico
por las relaciones
de mercado. Pero la
relación de mercado
genera costos de
transacción y,
además, una empresa
no puede organizar
sus funciones
básicas como si
fuera un mercado,
donde todos compiten
contra todos.
La otra solución al
problema de
coordinar una
organización
altamente
descentralizada es
la red, una forma de
orden espontáneo
que surge como
consecuencia de la
in- teracción de
actores
descentralizados, no
creada por una
autoridad
jerárquica. Para
que las redes' sean
creadoras efectivas
de orden, deberán
depender por fuerza
de normas informales
que ocuparán el
lugar de la
organización
formal, es decir,
dependerán del
capital social.
El surgimiento de
la red
La teoría clásica
de la empresa
expuesta por Ronald
Coase en 1937 afirma
que las jerarquías
existen a causa de
los costos de
transacción. Una
actividad compleja,
como fabricar
automóviles,
podría ser
realizada, en
teoría, por
pequeñas empresas
descentralizadas,
contratándose entre
sí para producir
todas las partes
componentes,
agregándose otras
compañías
independientes que
suministren el
diseño, la
integración de los
sistemas y la
comercialización.
La razón por la
cual los
automóviles no se
fabrican así sino
por empresas
gigantescas,
verticalmente
integradas, es que
los costos de todas
las negociaciones,
contrataciones y
litigios que son
necesarios para
tercerizar
absolutamente todo
resultan mucho
mayores que el costo
de reunir todas
estas actividades
bajo un mismo techo,
en cuyo caso, una
empresa puede
controlar la calidad
de todos los insumo
y productos a
través de su
gestión gerencial.
Existe abundante
literatura acerca
del surgimiento de
la red como forma de
organización
intermedia entre los
mercados
tradicionales y las
jerarquías. De ella
se dice que se
adecua mejor al
desarrollo de la
tecnología que las
grandes
organizaciones
jerárquicas. Thomas
Malone y Joanne
Yates afirman que el
advenimiento de la
tecnología
informática, barata
y ubicua, debería
disminuir los costos
de transacción
involucrados en una
relación de mercado
y, en consecuencia,
reducir el incentivo
para la creación de
jerarquías
gerenciales. Muchos
apóstoles de la
revolución
informática han
considerado la
aparición de
Internet no tan
sólo como una útil
y novedosa
tecnología de la
comunicación, sino
como el
acontecimiento
precursor de una
forma de
organización
totalmente no
jerárquica,
adaptada
especialmente a los
requerimientos de un
mundo económico
complejo y con alto
grado de uso de la
información.
Gran parte de la
literatura
predominante sobre
el tema muestra el
cambio que se está
produciendo en
cuanto a la
organización
formal. La clásica
organización
jerárquica tiene la
forma de una
pirámide; el
Gráfico 12.1
muestra las
consecuencias de, un
aplanamiento de ese
tipo de estructura
piramidal. La
estructura plana
sigue siendo, a fin
de cuentas, una
organización
centralizada y
jerárquica; lo
único que se ha
cambiado es la
cantidad de niveles
gerenciales
existentes entre la
cumbre y la base.
Una organización
plana crea espacios
de control más
grandes;
implementada en
forma adecuada, no
debería haber una
sobrecarga de
trabajo en los altos
ejecutivos con
responsabilidad de
microgerenciamiento,
sino que la
autoridad es
transferida hacia
los niveles más
bajos de la
organización.
GRÁFICO 12.1
Una Organización
plana
Los sociólogos
vienen utilizando el
concepto de las
redes desde hace
muchos años y, a
veces, expresan su
irritación por el
hecho de que los
docentes de
administración de
empre- sas
parecerían estar
reinventando la
rueda. Sin embargo,
la definición de
red utilizada por
los sociólogos es
sumamente amplia, y
abarca tanto .a los
mercados como a las
jerarquías tal como
son entendidas por
los economistas. Sin
embargo, existe una
marcada imprecisión
en el uso del
término
"red"
entre los
especialistas en
administración de
empresas. Por lo
general, se entiende
que una red es algo
totalmente distinto
de una estructura
jerárquica
piramidal, pero a
menudo no resulta
claro de qué manera
difiere de las
relaciones de
mercado. Malone no
utilizó el término
cuando habló de la
decadencia de las
jerarquías en su
modelo; la
coordinación de la
red se realizará
según los clásicos
mecanismos de
mercado."'
Algunas personas
incluyen las redes
como una categoría
de organización, en
la cual no existe
una fuente formal de
autoridad soberana,
mientras que otros
entienden que se
trata de una serie
de relaciones o
alianzas informales
entre
organizaciones, cada
una de las cuales
puede ser
jerárquica, pero
que están
relacionadas entre
sí a través de
relaciones
contractuales
horizontales. Los
grupos japoneses
keiretsu, las
alianzas de
pequeñas empresas
familiares en Italia
central y las
relaciones de Boeing
con sus proveedores
son todos
considerados
sistemas de redes.
Si consideramos la
red no como un tipo
de organización
formal sino como
capital social,
tendremos una
visión mucho más
clara de cuál es,
en realidad, la
función económica
de una red. De
acuerdo con este
punto de vista, una
red es una relación
moral de confianza:
una red es un grupo
de agentes
individuales que
comparten normas o
valores informales,
más allá de los
necesarios para las
transacciones
comunes de mercado.
Las normas y valores
abarcados por esta
definición pueden
ir desde las simples
normas de
reciprocidad
compartidas entre
dos amigos, hasta el
complejo sistema de
valores creado por
religiones
organizadas.
Organizaciones no
gubernamentales como
Amnesty
International y la
National
Organization for
Women logran una
acción coordinada
basada en valores
compartidos. Como en
el caso de amigos o
miembros de una
congregación
religiosa, el
comportamiento de
los miembros
individuales de una
organización no
puede explicarse
exclusivamente sobre
la base de intereses
económicos
egocéntricos. Una
sociedad como la de
los Estados Unidos
se caracteriza por
una serie de redes
tupidas, complejas y
superpuestas (ver
Gráfico 12.2). La
elipse grande
podría representar
a los Estados Unidos
en su totalidad,
cuyos habitantes
comparten ciertos
valores políticos
relacionados con la
libertad y la
democracia. La
elipse secante con
respecto a la
principal podría
representar a un
grupo de inmigrantes
como los asiáticos,
que en parte
comparten y en parte
se mantienen al
margen de la cultura
general
estadounidense. Las
elipses totalmente
contenidas dentro de
la principal
podrían representar
a cualquier tipo de
grupo, desde sectas
religiosas hasta
empresas con una
cultura empresarial
particularmente
marcada.
GRÁFICO 12.2
Redes de confianza
múltiple
Cabe
observar dos
características en
esta definición.
Las redes difieren
del mercado en
cuanto a que se
definen por sus
normas y valores
compartidos. Esto
significa que el
intercambio
económico dentro de
una red será
conducido a partir
de una base distinta
de la de las
transacciones
económicas. Un
purista podrá
objetar que hasta
las transacciones
del mercado exigen
"alguna"
norma compartida
(por ejemplo, la
disposición al
intercambio en lugar
de recurrir a la
violencia), pero las
normas que se
requieren para el
intercambio
económico son
relativamente
mínimas. El
intercambio
económico puede
tener lugar entre
individuos que no se
conocen o no
simpatizan, o que
hablan idiomas
diferentes; incluso
puede producirse en
forma anónima entre
agentes que nunca
conocerán sus
mutuas identidades.
El intercambio que
se verifica entre
los miembros de una
red es distinto. Las
normas compartidas
les dan un
propósito de
categoría superior,
que distorsiona la
simple relación de
mercado. De ahí que
los miembros de una
misma familia, o de
un club, o de una
asociación
crediticia
cooperativa étnica,
al compartir ciertas
normas en común no
interactúan unos
con otros de la
misma manera en que
lo hacen individuos
anónimos que se
encuentran en un
mercado. Están
mucho más
dispuestos a un
intercambio
recíproco que en la
simple relación de
mercado, por
ejemplo, confiriendo
beneficios sin
esperar una
retribución
inmediata. A pesar
de que pueden
esperar ventajas
individuales en el
largo plazo, el
intercambio no es
simultáneo y no
depende de un
cuidadoso cálculo
de la relación
costo-beneficio,
como sucede en una
transacción
comercial.
Por otra parte, una
red difiere del
modelo jerárquico
porque se basa en
normas compartidas
informales y no en
una relación formal
de autoridad
establecida. Así
entendida, una red
puede coexistir con
una jerarquía
formal. Los
integrantes de una
jerarquía formal no
necesitan compartir
normas ni valores
más allá de los
contratos salariales
que definen su
pertenencia; una
organización
formal, sin embargo,
puede tener
superpuestas redes
informales de
distinto tipo,
basadas en
protección, en una
etnia determinada o
en una cultura
empresarial
compartida.
Cuando las redes se
superponen a las
organizaciones
formales, los
resultados no son
siempre beneficios
y, de hecho, pueden
convertirse en
fuente de
considerable dis-
función
organizativa. Todo
el mundo conoce las
redes del amiguismo
y el proteccionismo,
basadas en
parentesco, clase
social, amistad,
amor u otro factor.
Los miembros de ese
tipo de red
comparten
importantes normas y
valores (sobre todo
la reciprocidad),
que no tienen con
otros miembros de la
organización.
Dentro de la red del
proteccionismo, la
información fluye
con facilidad, pero
sus fronteras
exteriores
constituyen una
membrana a través
de la cual la
información se
filtra con mucha
menor fluidez. Las
redes de
proteccionis- mo
resultan un problema
para las
organizaciones,
porque sus
estructuras no
resultan evidentes a
quienes se hallan al
margen de las mismas
y, a menudo,
subvierten las
relaciones de
autoridad formal.
Una etnia común
puede facilitar la
confianza y el
intercambio entre
los miembros de un
grupo del mismo
origen racial, pero
inhibe el
intercambio con
miembros de otros
grupos diferentes.
Cuando un jefe no
está dispuesto a
criticar o despedir
a un subordinado
incompetente porque
es su protegido,
amigo personal o
amante, la
reciprocidad de la
red se convierte en
una clara desventaja
para la
organización.
El otro problema que
existe con las redes
informales es la
proporción inversa
entre la fuerza de
los valores o normas
que unen a la
comunidad (y, por lo
tanto, el grado de
coordinación que
ésta puede
alcanzar) y su
apertura hacia la
gente, ideas e
influencias
recibidas de una red
externa. Ser miembro
del cuerpo de
infantería de los
Estados Unidos o de
la iglesia mormona
implica mucho más
que simplemente ser
miembro de una
organización
formal. A estos
miembros se los
socializa hacia una
cultura organizativa
fuerte y distintiva,
que crea un alto
grado de solidaridad
interna y de
potencialidad para
un accionar
coordinado. Por otra
parte, la brecha
existente entre los
infantes de marina y
los civiles, o entre
los mormones y
quienes no lo son,
es mucho más grande
que la que hay entre
organizaciones con
un menor grado de
compromiso moral y
los que no
pertenecen a ellas.
La impermeabilidad
de las murallas
comunitarias
construidas en torno
de ese tipo de
grupos a menudo los
hace intolerantes,
endogámicos, de
adaptación lenta y
totalmente cerrados
a ideas nuevas. En
base al trabajo del
sociólogo Mark
Granovetter,"
surgió abundante
literatura sobre la
importancia de los
"lazos
débiles" para
la efectividad de
las redes
informáticas. A
menudo son los
individuos
"descarriados"
de una comunidad,
que navegan entre
dos aguas, los
responsables de
introducir ideas
heterodoxas que, en
última instancia,
son necesarias si el
grupo desea
adaptarse con éxito
a los cambios de su
entorno.
Entendidas como
relaciones éticas
informales, las
redes se asocian,
por lo tanto, con
fenómenos tales
como nepotismo,
favoritismo,
intolerancia,
endogamia y acuerdos
personalistas poco
transparentes. En
este sentido, las
redes son tan
antiguas como las
comunidades humanas
mismas y, en muchos
aspectos, fueron la
forma de relación
social dominante en
muchas sociedades
premodernas. En
cierto modo, muchas
de las instituciones
que asociamos con la
vida moderna, como
los contratos, las
normas legales, el
constitucionalismo y
la separación
institucional de
poderes, fueron
diseñadas para
contrarrestar los
defectos de las
relaciones propias
de las redes
informales. Ésta es
la razón por la
cual Max Weber y
otros intérpretes
de la modernidad
afirmaron que su
esencia es la
sustitución de la
autoridad informal
por la ley y por
instituciones
transparentes.
Si es así, ¿por
qué suponer
entonces que, en el
futuro, las
organizaciones
humanas se basarán
menos en jerarquías
formales y más en
las redes
informales? De
hecho, resulta muy
dudoso que las
jerarquías formales
desaparezcan en un
plazo relativamente
corto. En la medida
en que las redes
vayan cobrando
importancia, las
mismas existirán en
conjunción con
jerarquías
formales. Pero ¿por
que no
desaparecerán por
completo las redes
informales? Una de
las respuestas tiene
que ver con los
problemas de
coordinación a
través de las
jerarquías, en las
condiciones de una
creciente
complejidad
económica.
El cambio de los
métodos de
coordinación
La importancia del
capital social en
una organización
jerárquica puede
ser comprendida en
términos de la
forma en que la
información circula
en la misma. En una
empresa
manufacturera, la
jerarquía existe a
fin de coordinar el
flujo de recursos
materiales dentro de
un proceso de
producción. Pero a
pesar de que el
flujo de productos
materiales está
determinado por la
estructura formal de
autoridad, el flujo
de información se
mueve de una manera
muy diferente. La
información es una
mercadería muy
peculiar. Puede ser
extremadamente
difícil y costosa
de producir, pero
una vez que existe,
las copias
subsiguientes son
gratuitas o poco
menos. Esto es
válido sobre todo
en la era digital,
cuando un clic en el
mouse puede crear
infinitas copias de
un archivo de
computación.
Esto significa que
toda información
generada en el seno
de una organización
debería, en
teoría, fluir
libremente hacia
todos aquellos
puntos en los que
puede resultar de
utilidad. Dado que
la organización, en
principio, es dueña
de los derechos de
toda la información
generada por sus
trabajadores, la
transferencia de
información de una
parte de la
organización hacia
otra no debería
implicar costo
alguno.
Por desgracia, la
información nunca
fluye tan libremente
por una
organización como
sus líderes
quisieran. Esto
tiene que ver con el
hecho de que las
organizaciones
tienen que delegar
la autoridad hacia
niveles jerárquicos
más bajos,
generando así lo
que los economistas
denominan problemas
entre el principal y
el agente, ya que el
agente contratado
por el principal
tiene sus propios
objetivos, no
siempre coincidentes
con los del jefe o
con los de la
organización en su
totalidad. Muchos
directivos piensan
que la solución a
este problema es
alinear los
incentivos
individuales con los
empresariales, a fin
de que los agentes
trabajen por los
intereses del
principal. Esto, a
menudo, es más
fácil de decir que
de hacer. Los
intereses
individuales y los
de la organización
suelen encontrarse
en conflicto
directo. Un
ejecutivo del nivel
gerencial medio que
descubre una nueva
aplicación de la
tecnología
informática, o que
desarrolla un nuevo
plan para aplanar la
estructura gerencial
que eliminará su
propia posición, no
tiene incentivo
alguno para
implementar su
descubrimiento o
desarrollo. En otros
casos, en los que es
difícil medir el
rendimiento de un
trabajador, como en
el caso de un
terapeuta que trata
a su paciente o de
un artista que crea
un cuadro,
monitorear el
desempeño
individual para
determinar
incentivos
individualizados se
convierte en algo de
costo prohibitivo.
Así, a pesar de que
promover el flujo de
información resulta
de interés general
para la
organización,
muchas veces no
coincide con los
intereses
individuales de los
distintos individuos
de la escala
jerárquica, que
deberían promover
ese flujo
informativo. Suele
decirse que la
información es
poder, y el brindar
o retener
información se
convierte entonces
en un elemento
importante, mediante
el cual los
distintos
individuos, dentro
de una
organización,
buscan maximizar su
poder en relación
con los demás.
Quien haya trabajado
en organizaciones
jerárquicas sabe
que existe una lucha
constante entre
superiores y
subordinados, o
entre áreas
rivales, por el
control de la
información.
Además de los
problemas
"principal-agente",
las organizaciones
jerárquicas padecen
otras ineficiencias
relacionadas con el
procesamiento
interno de la
información. Todos
conocemos
burocracias en las
que el departamento
X no sabe lo que
hace el departamento
Y en otro piso.
Algunas decisiones
requieren un
monitoreo de alto
nivel y, por lo
tanto, generan
costos de
transacción interna
relacionados con el
mismo. En otros
casos, las
organizaciones
asignan la
responsabilidad de
esos monitoreos en
forma innecesaria,
incorrecta o
ineficiente.
La formalidad de las
jerarquías también
crea problemas en el
manejo de
información
compleja. El
gerenciamiento a
través de un
sistema de
jerarquías implica,
por lo general, la
creación de un
sistema de normas
formales y de
procedimientos
operativos
estándar, es decir,
la esencia de la
burocracia
weberiana. Las
normas formales se
tornan
problemáticas
cuando hay que tomar
decisiones en base a
información
compleja o difícil
de medir y de
evaluar. En el
mercado laboral se
acostumbra a
publicar y enumerar
los requisitos
formales para un
puesto determinado,
a fin de hacer
coincidir la oferta
y la demanda para
tareas simples y de
baja complejidad;'''
las redes informales
entran a cobrar
importancia cuando
universidades o
empresas tienen que
contratar personal
altamente
calificado, como
economistas o
ingenieros para el
diseño de software,
porque su capacidad
y su nivel de
desempeño es mucho
más difícil de
definir en términos
formales. Los cargos
docentes en las
universidades
estadounidenses no
son decididos en
base a requisitos
formales detallados,
sino que entran en
juego los criterios
menos lineales de
otros profesores ya
designados acerca de
la calidad del
trabajo del
candidato a
ingresar.
Por último, las
jerarquías pueden
ser menos
adaptativas. Los
sistemas de control
formales son mucho
menos flexibles que
los informales;
cuando las
condiciones en el
mundo externo
cambian estos
cambios, a menudo,
son más visibles
para los niveles
inferiores de la
organización que
para los de mayor
jerarquía. De ahí
que la súper
centralización
pueda llegar a ser
una desventaja muy
importante en áreas
de acelerado cambio
en el entorno
externo como, por
ejemplo, la
industria
informática.
La razón por la
cual las redes,
definidas como
grupos que comparten
normas y valores
informales, son
importantes es que
ofrecen conductos
alternativos para el
flujo de la
información a
través de una
organización. Por
lo general, los
amigos no hacen
hincapié en sus
derechos de
propiedad
intelectual al
intercambiar
información y, por
lo tanto, no generan
costos de
transacción. De
ahí que la amistad
facilite el libre
flujo de
información dentro
de una
organización. Los
amigos tampoco
dedican mucho tiempo
a determinar
estrategias
relativas a cómo
maximizar sus
posiciones de poder
el uno respecto del
otro. Alguien del
área de marketing
conoce a alguien en
producción y,
durante el almuerzo,
comenta con él
acerca la queja de
un cliente por la
calidad de un
producto; de esta
manera, pasa encima
de la jerarquía
formal y traslada
información al
lugar en donde será
de utilidad con
mayor rapidez. Una
cultura empresarial
ideal ofrece al
trabajador
individual tanto un
grupo de preferencia
como una identidad
individual,
estimulando la
formación del grupo
que, a su vez,
facilita el flujo de
información dentro
de la organización.
El capital social
también es crucial
para el
gerenciamiento de
trabajadores
altamente
capacitados que
manejan
conocimientos y
procesos complejos,
ramificados,
tácitos o
difíciles de
comunicar.
Organizaciones como
las universidades o
las empresas de
ingeniería,
contabilidad y
arquitectura, por lo
general, no tratan
de manejar a su
personal a través
de detalladas y
burocráticas normas
y procedimientos de
operación
estandardizados. La
mayoría de los
ingenieros de
software saben mucho
más sobre su
trabajo que quienes
los dirigen; sólo
ellos pueden emitir
un juicio autorizado
acerca de su propia
productividad. Por
lo general, se
confía en que ese
tipo de trabajadores
se autogerencien
basados en
estándares
profesionales
internalizados. Lo
más probable es que
un médico no hará
cualquier cosa con
un paciente, por
más que alguien le
pague un alto
salario; ha prestado
juramento de servir
a su paciente antes
que a sus propios
intereses. La
educación
profesional es, por
lo tanto, una
importante fuente de
capital social en
cualquier sociedad
avanzada de la era
informática, y
brinda la base para
una organización,
plana y
descentralizada.
De hecho, el capital
social es importante
en ciertos sectores
y en determinadas
formas de
producción
compleja,
precisamente porque
el intercambio
basado en normas
informales puede
evitar los costos
internos de
transacción
internos en las
grandes
organizaciones
jerárquicas, como
asimismo todos los
costos de
transacción
externos de
operaciones de
mercado en pie de
igualdad. La
necesidad de un
intercambio
informal, basado en
normas, se va
haciendo más
importante a medida
que los bienes y
servicios
intercambiados se
tornan más
complejos,
difíciles de
evaluar y de
diferenciar. La
creciente
importancia del
capital social se
puede observar, por
ejemplo, en el
cambio de una
manufactura de bajo
grado de confianza
hacia una con alto
grado de confianza.
De la producción
con bajo grado de
confianza a la
producción con alto
grado de confianza
El lugar de trabajo
de principios del
siglo xx, cuyo
ejemplo típico
fueron las plantas
de producción de
Henry Ford y muchas
otras fábricas de
grandes dimensiones,
consistía en una
organización
jerárquica
caracterizada por un
alto grado de
formalidad. Es
decir, había una
marcada división
del trabajo,
dispuesta y
controlada a través
de una jerarquía
centralizada y
burocrática, que
fijaba gran cantidad
de normas formales
acerca de cómo
debía comportarse
el individuo y la
organiza- ción. Los
principios del
gerenciamiento
científico,
elaborados por el
ingeniero industrial
Frederick Winslow
Taylor e im-
plementados por
Ford, contenían la
premisa implícita
de que la
inteligencia
gerencial permitía
una economía de
escala, y que una
organización era
más eficiente si su
capital de
inteligencia era
dividido en
jerarquías, dentro
del personal
administrativo, en
lugar de ser
distribuido a
través de toda la
organización.
En este tipo de
sistema no hacían
falta ni confianza,
ni capital social,
ni normas sociales
informales: cada
trabajador sabía
dónde pararse,
cómo mover sus
brazos y sus
piernas, y cuándo
tomarse un descanso,
y no se esperaba de
su parte el menor
grado de creatividad
o criterio propio.
Los trabajadores
eran motivados por
incentivos puramente
individuales, ya
fueran éstos
recompensas o
castigos, y eran
fácilmente
intercambiables.
Como reacción a
este sistema, los
obreros, a través
de sus sindicatos,
exigían garantías
formales de sus
derechos y una
especificación lo
más detallada
posible de sus
obligaciones; de
ahí el incremento
del control sindical
sobre el puesto de
trabajo y los
contratos de
trabajo, que
parecían guías
telefónicas a
juzgar por su
número de
páginas."
El taylorismo fue un
medio eficaz -y
quizás el único-
para coordinar las
actividades de una
fuerza laboral
industrial de bajo
nivel de
capacitación.
Durante las dos
primeras décadas de
este siglo, la mitad
de los operarios de
Ford eran
inmigrantes que no
sabían hablar
inglés y todavía
durante la década
del cincuenta, el 80
por ciento de los
trabajadores de
"cuello
azul" no
tenían educación
secundaria. Pero el
taylorismo tuvo que
enfrentar todos los
problemas de las
organizaciones
grandes y
jerárquicas, con
mecanismos lentos
para la toma de
decisiones, normas
laborales
inflexibles y la
incapacidad de
adaptarse a nuevas
circunstancias.
La transición de
una organización
taylorista
jerárquica a una
organización plana
o en forma de red
implica transferir
la función de
coordinación de las
normas burocráticas
formales a las
normas sociales
informales. La
autoridad no
desaparece en una
organización plana
o en forma de red;
por el contrario, la
misma es
internalizada de
forma tal que
permita la
autorganización y
el
autogerenciamiento.
Una fábrica con una
estructura basada en
estaciones de
trabajo a cargo de
un equipo
multifunción o que
opera según el
sistema de
just-in-time, es un
ejemplo de
organización plana,
postfordista. En
términos de
autoridad formal,
muchas funciones que
antes estaban
asignadas al nivel
gerencial medio,
ahora son asumidas
por operarios de la
línea de armado que
actúan en equipo.
Es la misma área de
producción fabril y
los obreros que en
ella se desempeñan
los que gerencian la
planificación día
a día, la puesta en
marcha y
calibración de las
máquinas, la
disciplina laboral y
el control de
calidad.
El grado en que el
poder ha pasado
desde la cúpula
directiva hasta el
estrato inferior de
la organización se
encuentra
simbolizado en el
famoso cordón
ubicado en cada
estación de trabajo
de la planta de
armado de Takaoka,
de Toyota, que
permite al operario
individual detener
toda la línea de
ensamblado si
detecta un problema
en el proceso de
producción. El
cordón constituye
lo que los teóricos
del juego llamarían
una unidad de veto,
mediante la cual el
actor puede sabotear
el esfuerzo de todo
et grupo. Este tipo
de autoridad sólo
puede ser delegado,
sin correr grandes
riesgos, en
determinadas
condiciones: los
operarios deben
estar adecua-
damente capacitados
para asumir las
obligaciones de
gerenciamiento que
antaño realizaban
por los niveles
geren- ciales
medios, y deben
tener una adecuada
responsabilidad con
respecto al uso de
su poder para
fomentar los
objetivos del grupo
en lugar de
perseguir metas
individuales. Este
tipo de autoridad no
puede ser
implementada en un
entorno con un
historial de
relaciones tóxicas
entre el sector
laboral y el sector
patronal. Vale decir
que la fábrica
posfordista exige un
nivel de confianza
más elevado y un
capital social mayor
que el lugar de
trabajo taylorista,
con sus normas
clásicas abarca-
tivas.
Como muchos estudios
han indicado, la
organización por
medio de estaciones
de trabajo ha
logrado incrementar
la productividad en
la industria
automotriz a niveles
importantes, al
mismo tiempo que ha
mejorado la calidad
del producto. La
razón de esto es
que la información
local se procesa
mucho más cerca de
su fuente: si un
panel de puerta de
un subcontratista no
calza a la
perfección, el
obrero asignado a
unirla al chassis
del vehículo tiene
tanto autoridad como
incentivo para
resolver el
problema, en vez de
dejar que la
información se
pierda en el sinuoso
camino de la
jerarquía
gerencial.
Cuestionario
1.¿Qué significado
social tiene que las
organizaciones
jerárquicas sean
cada vez más
infuncionales y
cedan su lugar a
grupos de
autorganización?
2.¿Cuál es el
papel del
pensamiento creativo
en una organización
de redes de
confianza
múltiples?
______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
14
Hacia una teoría de
la creatividad
Carl R. Rogers
En
diciembre de 1952,
un grupo de fomento
perteneciente a la
Universidad del
Estado de Ohio
impulsó la
realización de una
asamblea sobre
creatividad, de la
cual participaron
artistas,
escritores,
bailarines y
músicos, así como
también educadores
de estos diversos
campos. Concurrieron
además otros
profesionales
interesados en el
proceso creativo:
filósofos,
psiquiatras y
psicólogos. Fue una
reunión vital y
enriquecedora, al
cabo de la cual
escribí algunas
notas acerca de la
creatividad y los
elementos que pueden
estimular su
desarrollo. Más
tarde esos apuntes
se convirtieron en
el presente
capítulo.Creo que
la sociedad necesita
desesperadamente
contar con
individuos creativos
que desarrollen una
conducta creativa;
en mi opinión, es
en esa urgencia
donde reside la
justificación de
una teoría
provisional de la
creatividad que
contemple la
naturaleza del acto
creativo, las
condiciones en las
que éste se produce
y los factores que
lo estimulan en
sentido
constructivo. Una
teoría de esas
características
quizá podría ser
un incentivo y una
guía para
ulteriores estudios
en ese campo.
La necesidad
social
Muchas de las
criticas más serias
que pueden
formularse con
respecto a nuestra
cultura y sus
tendencias se
relacionan con la
escasez de
creatividad.
Enumeremos
brevemente algunas
de ellas: En el
campo educacional,
tendemos a crear
presiones
conformistas,
estereotipos,
individuos con
educación
"completa",
y no pensadores
libremente creativos
y originales.
Entre los quehaceres
a los que dedicamos
nuestro tiempo libre
predominan los
entretenimientos
pasivos y las
activida- des
guípales
reglamentadas,
exentas de toda
creatividad. En las
ciencias existe un
gran número de
técnicos, pero son
pocas las personas
capaces de crear
hipótesis y
teorías
fructíferas. En la
industria, la
creación está
reservada a unos
pocos" -el
administrador, el
diseñador, el
director del de-
partamento de
investigación-, en
tanto que para la
mayoría la vida
carece de esfuerzos
originales o
creativos. En la
vida individual y
familiar hallamos un
cuadro similar.
Existe una fuerte
tendencia al
conformismo y al
estereotipo en las
ropas que usamos,
los alimentos que
consumimos, los
libros que leemos y
las ideas que
sostenemos. El
individuo original o
diferente es
"peligroso".
¿Por qué
preocuparse por todo
esto? Si como pueblo
disfrutamos más del
conformismo que de
la creatividad,
¿qué factor nos
impide hacerlo?
Pienso que la
decisión de elegir
el conformismo seria
muy razonable si
sobre todos nosotros
no pendiera una gran
amenaza. En una
época en que el
conocimiento
constructivo y
destructivo avanza a
pasos agigantados
hacia una
fantástica era
atómica, la
adaptación
auténticamente
creativa parece ser,
para el hombre, la
única posibilidad
de mantenerse a la
altura del cambio
caleidos- cópico
que se opera en su
mundo. Se nos dice
que un pueblo
generalmente pasivo
y ligado a su
cultura no puede
hacer frente a los
múltiples problemas
que surgen en un
ambiente donde los
descubrimientos
científicos y las
invenciones se
desarrollan en
progresión
geométrica. A menos
que los individuos,
grupos y naciones
puedan imaginar,
elaborar y revisar
creativamente nuevos
modos de
relacionarse con
estos complejos
cambios, la
comprensión
desaparecerá. Si el
hombre no logra
adaptarse a su medio
de maneras nuevas y
originales y con la
rapidez que requiere
el acelerado avance
de la ciencia,
nuestra cultura se
extinguirá. El
precio que pagaremos
por nuestra falta de
creatividad no
serán sólo la
inadaptación
individual y las
tensiones grupales,.
sino también el
aniquilamiento
internacional.
Por consiguiente,
pienso que son de
fundamental
importan- cia las
investigaciones
acerca del proceso
creativo y de sus
condiciones de
aparición,
desarrollo y
facilitación.
Espero que las
secciones siguientes
puedan sugerir una
estructura
conceptual para esas
investigaciones.
El proceso
creativo
La creatividad se
puede definir de
diversas maneras.
Antes de intentar
una definición y
con el objeto de
aclarar el sentido
de los párrafos que
siguen, permítaseme
presentar los
elementos que, a mi
juicio, constituyen
el proceso creativo.
En primer lugar,
como científico,
considero que la
creación debe
generar un producto
observable. Si bien
mis fantasías
pueden resultar muy
novedosas, no es
posible definirlas
como creativas a
menos que se
presenten como un
producto observable,
es decir,
simbolizadas
mediante palabras,
expresadas en un
poema o una obra de
arte o concretadas
en un invento.
Tales productos
deben ser
construcciones
originales. Esta
originalidad surge
de las cualidades
singulares del
individuo en su
interacción con los
materiales de la
experiencia. La
creatividad imprime
el sello del
individuo en el
producto, pero éste
no es el individuo
ni sus materiales,
sino que sintetiza
la relación entre
ambos.
Creo también que el
proceso creativo no
se restringe a un
contenido
determinado. No hay
diferencias
fundamentales entre
la creatividad
expresada al pintar
un cuadro, componer
una sinfonía, crear
nuevos instrumentos
para matar,
desarrollar una
teoría científica,
descubrir
procedimientos
originales en el
terreno de las
relaciones humanas o
elaborar nuevas
formas de la propia
personalidad -tal
como ocurre en la
psicoterapia-. (De
hecho, es mi
experiencia en este
último campo y no
en las artes la que
me ha inspirado un
interés especial
por la creatividad y
el modo de
facilitarla. El
conocimiento íntimo
de la manera
original y eficaz en
que el individuo se
remédela en la
relación
terapéutica infunde
confianza en el
potencial creativo
de todos los
individuos.)
En consecuencia,
según mi
definición del
proceso creativo,
éste supone la
aparición de un
producto original de
una relación, que
surge, por una
parte, de la
unicidad del
individuo y, por
otra, de los
materiales,
acontecimientos,
personas o
circunstancias de su
vida. Deseo agregar
algunas observa-
ciones a esta
definición. Ella no
establece
distinción alguna
entre creatividad
"buena" y
"mala". Un
hombre puede descu-
brir un nuevo modo
de aliviar el dolor,
mientras otro idea
una forma de tortura
más sutil para los
prisioneros
políticos. Pienso
que ambos actos son
creativos, aun
cuando el valor
social de cada uno
de ellos sea muy
diferente. Si bien
más adelante
formularé algunos
comentarios acerca
de estas
evaluaciones
sociales, no las he
incluido en mi
definición porque
son muy variables.
Tanto Galileo como
Copérnico
realizaron descubri-
mientos creativos
que en su época se
consideraron
herejías, fruto de
la perversidad, en
tanto que hoy se les
atribuye un valor
excepcional y un
carácter
constructivo. No
queremos empañar
nuestra definición
con términos
basados en la
subjetividad. Otro
modo de plantear el
mismo problema es
señalar que el
producto debe ser
aceptable para
cierto grupo en
determinado momento,
ya que de lo
contrario no podrá
pretender que la
historia lo juzgue
como algo creativo.
Sin embargo, este
hecho no sirve a
nuestra definición
a causa del
mencionado carácter
fluctuante de las
evaluaciones y
también porque
muchos productos
creativos
seguramente nunca
han recibido
atención social y
han desaparecido sin
siquiera haber sido
evaluados. Por este
motivo omitimos en
nuestra definición
el concepto de
aceptación grupal.
Asimismo debemos
señalar que no
establecemos
distinciones entre
los diversos grados
de creatividad,
puesto que también
esto es un juicio de
valor de naturaleza
extremadamente
variable. Según
nuestra definición,
el acto del niño
que inventa un nuevo
juego con sus
compañeros, el de
Einstein al enunciar
la teoría de la
relatividad, el del
ama de casa que
prepara una nueva
salsa, el de un
joven autor que
escribe su primera
novela, son todos
actos creativos, y
no hay razón alguna
para evaluarlos en
términos
cuantitativos.
La motivación de
la creatividad
El móvil de la
creatividad parece
ser la misma
tendencia que en la
psicoterapia se
revela como la
fuerza curativa más
profunda: la
tendencia del hombre
a realizarse, a
llegar a ser sus
potencialidades. Con
esto me refiero al
impulso a
expandirse, crecer,
desarrollarse y
madurar que se
manifiesta en toda
vida orgánica y
humana, es decir, la
tendencia a expresar
y realizar todas las
capacidades del
organismo o del si
mismo. Esta
tendencia puede
quedar profundamente
enterrada bajo capas
y capas de defensas
psicológicas
sedimentadas o bien
ocultarse tras
máscaras elaboradas
que niegan su
existencia; sin
embargo, mi
experiencia me
indina a creer que
existe en todos los
individuos y que
sólo espera las
condiciones
propicias para
liberarse y
expresarse. Esta
orientación del
hombre constituye el
principal móvil de
la creatividad
cuando el organismo
entabla nuevas
relaciones con el
medio en un esfuerzo
por ser totalmente
él mismo.A
continuación
intentaremos
ocupamos
directamente del
complejo problema
del valor social de
un acto creativo.
Con toda seguridad,
a muy pocos nos
interesa facilitar
la creatividad
destructiva. Al
menos, sabemos que
no queremos fomentar
el desarrollo de
individuos cuyo
genio creativo se
exprese en el
descubrimiento de
nuevas y mejores
maneras de robar,
explotar, torturar O
matar a otros seres
humanos, o de formas
artísticas o de
organización
política que llevan
a la humanidad por
la senda de la
destrucción física
o psicológica.
Pero, ¿cómo
discriminar de
manera tal que
podamos estimular
una creatividad
constructiva?
La distinción no se
puede establecer
mediante el examen
del producto, porque
la esencia misma de
lo creativo es su
carácter original,
lo cual nos priva de
patrones para
juzgarlo. En efecto,
la historia pone de
manifiesto que
cuanto más original
sea el producto y
mayor el alcance de
sus implicaciones,
mayores serán las
probabilidades de
que sus
contemporáneos lo
juzguen perverso. La
creación
auténticamente
significativa, sea
de una idea, una
obra de arte ü un
descubrimiento
científico, corre
el riesgo de ser
considerada en el
primer momento como
errónea, mala o
tonta. Más tarde
puede parecer obvia,
algo que resulta
evidente para todos,
y sólo mucho tiempo
después recibe la
evaluación
definitiva que la
califica de
contribución
creativa. Al parecer
ningún hombre es
capaz de evaluar
satisfactoriamente
un producto creativo
contemporáneo; esto
es tanto más cierto
cuanto más novedoso
sea el producto en
cuestión.
Tampoco es útil
examinar los
propósitos del
individuo que
participa en el
proceso creativo.
Quizá la mayoría
de las creaciones y
descubrimientos que
han demostrado
poseer gran valor
social, surgieron de
propósitos más
relacionados con el
interés personal
que con los valores
sociales; por otra
parte, la historia
registra los
resultados
lamentables de
muchas creaciones
cuyo objetivo
manifiesto era
lograr el bienestar
social -por ejemplo,
diversas utopías,
el prohibicionismo,
etcétera-. En
efecto, debemos
enfrentar el hecho
de que el individuo
crea sobre todo
porque eso lo
satisface, y porque
lo siente como una
conducta
autorrealizadora;
admitamos que no
conduce a ninguna
parte tratar de
distinguir entre
propósitos
"buenos" y
"malos" en
el proceso creativo.
¿Acaso debemos
abandonar todo
intento de
discriminar entre la
creatividad
potencialmente
constructiva y la
potencialmente
destructiva? No creo
que se justifique
una conclusión tan
pesimista. En este
punto, los recientes
hallazgos clínicos
en el campo de la
psicoterapia nos dan
esperanzas. Se ha
descubierto que
cuando el individuo
está
"abierto"
a toda su
experiencia (frase
que luego
definiremos mejor)
su conducta será
creativa y su
creatividad puede
considerarse
esencialmente
constructiva.
La diferenciación
puede plantearse en
pocas palabras de la
siguiente manera. En
la medida en que el
individuo niega el
acceso a la
conciencia (o
reprime, si se
prefiere ese
término) de grandes
sectores de su
experiencia, sus
formaciones
creativas podrán
ser patológicas,
socialmente
negativas, o ambas
cosas a la vez. Si,
en cambio, permanece
abierto a todos los
aspectos de su
experiencia y las
diversas sensaciones
y percepciones que
se producen en su
organismo acceden a
la conciencia, los
productos de su
interacción con el
medio tenderán a
ser constructivos,
tanto para él como
para los demás. Por
ejemplo, un
individuo con
tendencias
paranoides puede
crear una teoría
muy original acerca
de la relación
entre él y su
ambiente y tomar
como pruebas de ella
todo tipo de claves
sutiles. Su teoría
tendrá escaso valor
social, tal vez
porque hay un
inmenso espectro de
experiencias que
este individuo no
puede recibir en su
conciencia. Por otra
parte, Sócrates, a
quien sus
contemporáneos
también
consideraron
"loco",
desarrolló ideas
nuevas que
demostraron ser
socialmente
constructivas; tal
vez esto se deba a
que permaneció
abierto a su
experiencia, sin
actitudes
defensivas.
El razonamiento en
que se apoya mi
exposición quizá
se aclare en el
resto del presente
trabajo. Sin
embargo, se basa
principalmente en el
descubrimiento,
realizado en el
campo de la
psicoterapia, de que
el individuo más
capaz de abrirse a
todos los aspectos
de su experiencia
está en mejores
condiciones de
comportarse de una
manera que
calificaríamos de
socializada. Si
puede percibir sus
impulsos hostiles,
pero también su
deseo de amistad y
aceptación; las
exigencias de su
cultura, pero
también sus propias
metas; sus deseos
egoístas, y al
mismo tiempo, su
preocupación tierna
y sensible por el
otro, se comportará
de manera armoniosa,
integrada y
constructiva. Cuanto
más se abra a su
experiencia, su
conducta tenderá a
demostrar que la
naturaleza de la
especie humana se
orienta hacia una
vida social
constructiva.
Condiciones
internas de la
creatividad
constructiva
¿Qué condiciones
internas del
individuo se asocian
más íntimamente
con un acto creativo
potencialmente
constructivo? En mi
opinión, algunas de
ellas son:
A. Apertura a la experiencia: Extensionalidad.
Esta
cualidad se opone a
la actitud
psicológica de
defensa, que
caracteriza al
individuo que, para
proteger la
organización de su
sí mismo se ve
obligado a impedir
el acceso a la
conciencia de
ciertas experiencias
o a admitirlas sólo
bajo formas
distorsionadas. En
una persona abierta
a la experiencia
cada estímulo se
transmite con mayor
facilidad a través
del sistema
nervioso, sin sufrir
las deformaciones
por los procesos de
defensa. El
estímulo puede
originarse en el
ambiente y asumir el
aspecto de un
impacto de forma,
color o sonido sobre
los nervios
sensoriales, o en
las vísceras, o
bien como huella
mnémica en el
sistema nervioso
central; en todos
los casos tiene
libre acceso a la
conciencia. Esto
significa que en
lugar de percibir
según categorías
predeterminadas
("Los árboles
son verdes";
"La educación
universitaria es
buena";
"El arte
moderno es
tonto") el
individuo es
consciente de este
momento existencial
tal como es; así
puede vivir muchas
experiencias que
exceden los marcos
de las categorías
habituales (este
árbol es de color
lavanda; esta
educación
universitaria es
dañina; esta
escultura moderna
tiene un efecto
poderoso sobre mí).
Esto último sugiere
otro modo de
describir la
apertura a la
experiencia; ella
significa falta de
rigidez,
permeabilidad a los
límites de los
conceptos,
creencias,
percepciones e
hipótesis,
posibilidad de
admitir la
ambigüedad
dondequiera que
ésta exista,
capacidad de recibir
información
contradictoria sin
sentirse impulsada a
poner fin a la
situación.
Significa, en fin,
lo que el
especialista en
semántica general
llama
"orientación
extensional."
En mi opinión, esta
apertura de la
conciencia a lo que
existe en un momento
determinado es una
condición
importante de la
creatividad
constructiva. Sin
duda, se halla
presente en toda las
formas de
creatividad, de
manera igualmente
intensa pero con
límites más
estrechos. Por
ejemplo, el artista
inadaptado e incapaz
de reconocer o
percibir en sí
mismo las fuentes de
su infelicidad
puede, no obstante,
percibir de manera
aguda y sensible, en
su experiencia, la
forma y el color; el
tirano (en pequeña
o gran escala), a
pesar de que no
puede enfrentar su
propia debilidad,
puede ser muy
consciente de las
grietas de la coraza
psicológica de
aquellos con quienes
trata. Cuando la
apertura se limita a
una fase de la
experiencia, la
creatividad es
posible; sin
embargo, puesto que
la apertura sólo se
relaciona con una
fase de la
experiencia, el
producto de la
creatividad puede
resultar destructivo
para los valores
sociales. En la
medida en que el
individuo sea capaz
de alcanzar una
apercepción
sensible de todos
los aspectos de su
experiencia,
estaremos más
seguros de que su
creatividad será
constructiva en
sentido personal y
social.
B. Un foco de evaluación interno.
Quizá
la condición
fundamental de la
creatividad sea que
la fuente o lugar de
los juicios
evaluativos debe
residir en el
individuo mismo.
Para el individuo
creativo, el valor
de su producto no
está determinado
por el elogio o la
crítica ajena, sino
por él mismo. ¿He
creado algo
satisfactorio para
mí? ¿Expresa
alguna parte de mi
mismo: mi
sentimiento o mi
pensamiento, mi
dolor o mi éxtasis?
Estas son las
únicas preguntas
importantes para el
creador o para
cualquier persona
que vive un momento
creativo.
Esto no significa
que ignore u olvide
el juicio de los
demás; en cambio,
sólo implica que la
base de la
evaluación reside
en él, en su propia
reacción
organísmica ante su
producto y en su
apreciación de este
último. Si la
persona lo
"siente"
como un "yo en
acción", como
una realización de
potencialidades
hasta entonces
inexistentes y que
ahora se
manifiestan, su
producto será
satisfactorio y
creativo, y ninguna
evaluación externa
podrá modificar el
sentido de ese acto
fundamental.
C. La capacidad de jugar con elementos y conceptos.
Si bien esta condición es menos importante que las dos anteriores, parece ser igualmente necesaria. Con la apertura y la falta de rigidez que mencionamos al hablar de la primera condición se asocia la capacidad de jugar espontáneamente con ideas, colores, formas y relaciones, aventurar nuevas combinaciones de elementos, dar forma a hipótesis absurdas, convertir lo dado en un problema, expresar lo ridículo, traducir una forma en otra, transformar en improbables las equivalencias. De este juego y esta exploración libres surgen la intuición, la visión nueva y significativa de la vida. Es como si en el despilfarro de miles de posibilidades aparecieran una o dos formas evolutivas con cualidades que les confieren un valor permanente.
El acto creativo
y sus concomitantes
Siempre que se
cumplan estas
condiciones la
creación será
constructiva, pero
no podemos formular
una descripción
precisa del acto
creativo, puesto que
su propia naturaleza
lo hace
indescriptible. Es
lo desconocido que
no se puede conocer
hasta que ocurre, lo
improbable que se
vuelve probable.
Sólo en un sentido
muy general, podemos
decir que un acto
creativo es la
conducta espontánea
que tiende a surgir
en un organismo
abierto a todas sus
vivencias internas y
externas y capaz de
ensayar de manera
flexible todo tipo
de relaciones. De
esta multitud de
posibilidades
semielaboradas, el
organismo, al igual
que una computadora
gigantesca,
selecciona la que
mejor satisface una
necesidad interna,
la que establece una
relación más
efectiva con el
medio o la que
supone una manera
más sencilla y
gratificante de
percibir la vida.
Sin embargo, el acto
creativo tiene una
cualidad susceptible
de descripción. En
casi todos sus
productos observamos
cierto carácter
selectivo, cierto
acento puesto en la
disciplina, un
intento de destacar
la esencia: el
artista pinta
superficies o
texturas de manera
simplificada,
ignorando las
variaciones sutiles
que existen en la
realidad; el
científico enuncia
una ley básica de
relaciones, obviando
las circunstancias o
acontecimientos
particulares que
pudieran ensombrecer
su belleza desnuda;
el escritor
selecciona las
palabras y frases
que dan unidad a su
expresión. Podemos
decir que ésta es
la in- fluencia de
la persona concreta,
del "yo".
La realidad existe
en una multiplicidad
de hechos confusos,
pero "yo"
estructuro una
relación con ella;
yo tengo
"mi"
propia manera de
percibirla. Esta
selectividad o
abstracción
(¿inconsciente-
mente?) disciplinada
confiere a los
productos creativos
su cualidad
estética. Si bien
no podemos avanzar
más allá de este
punto en nuestra
descripción del
acto creativo, es
posible mencionar
algunos de sus
concomitantes en el
individuo. El
primero es lo que
podemos llamar
"el sentimiento
de Eureka":
"¡Es
esto!"
"¡Lo he
descubierto!"
"¡Esto es lo
que quería
expresar!"
Otro concomitante es
el sentimiento de
estar aislado.
Pienso que la
mayoría de las
creaciones
significativas
surgen acompañadas
de un sentimiento
que podríamos
expresar de la
siguiente manera:
"Estoy solo.
Nadie ha hecho esto
nunca. Me he
aventurado en un
territorio
desconocido. Debo
estar errado o
perdido, o ser un
tonto o un
anormal." Otra
expe- riencia que
habitualmente
acompaña a la
creatividad es el
deseo de
comunicarse. No creo
que haya un ser
humano capaz de
crear y no desear
compartir su obra,
ya que ésa es la
única manera de
aliviar su soledad y
de asegurarse de que
pertenece al grupo.
Podrá confiar sus
teorías sólo a su
diario íntimo,
escribir sus
descubrimientos en
algún código
críptico, esconder
sus poemas en un
cajón bajo llave,
encerrar sus cuadros
en un ropero, pero
desea comunicarse
con un grupo que lo
comprenda, aunque
tal grupo sólo
exista en su
imaginación. No
crea las cosas para
comunicarse, pero
una vez que ha
producido algo desea
compartir con los
demás este nuevo
aspecto de la
relación entre él
y su medio.
Condiciones que
promueven la
creatividad
constructiva
Hasta ahora he
intentado describir
la naturaleza de la
creatividad,
señalar la cualidad
de la experiencia
individual que le
confiere un
carácter
constructivo,
enumerar las
condiciones
necesarias para el
acto creativo y
enunciar algunos de
sus concomitantes.
No obstante, si
deseamos satisfacer
la ne- cesidad
social que
mencionamos al
comienzo, debemos
saber si es posible
fomentar la
creatividad
constructiva y cómo
hacerlo. La
naturaleza misma de
las condiciones
internas de la
creatividad implica
que éstas no pueden
forzarse, sino que
es necesario
aguardar que
aparezcan es-
pontáneamente. El
campesino no puede
hacer que la semilla
germine; sólo puede
proveer las
condiciones
nutritivas adecuadas
para su desarrollo.
Lo mismo sucede con
la creatividad.
¿Cómo podemos
establecer las
condiciones externas
capaces de estimular
y enriquecer las
condiciones internas
ya descriptas? Mi
experiencia en la
psicoterapia me
inclina a pensar que
creando condiciones
de seguridad y
libertad
psicológica, se
eleva al máximo la
posibilidad de que
surja una
creatividad
constructiva.
Expondré estas
condiciones
detenidamente,
llamándolas X e Y.
X. Seguridad
psicológica. Esta
condición puede
establecerse
mediante tres
procesos
relacionados entre
si.
1. Aceptación
incondicional del
individuo. Siempre
que un maestro,
padre, terapeuta u
otra persona con
funciones similares
siente básicamente
que éste es valioso
por derecho propio y
en su propio
desarrollo, no
importa cuál sea su
condición o
comportamiento
actual, estará
estimulando la
creatividad. Tal vez
esta actitud sólo
puede ser genuina
cuan- do el maestro,
el padre, el
terapeuta captan las
potencia- lidades
del individuo y
pueden depositar en
él una fe
incondicional,
cualquiera que sea
su estado actual.
Cuando el individuo
percibe esta actitud
se siente en una
atmósfera de
seguridad; poco a
poco aprende que
puede ser lo que es
sin disimulos ni
disfraces, ya que se
lo respeta y valora
independientemente
de lo que haga. Por
consiguiente, pierde
rigidez, puede
descubrir lo que
significa ser él
mismo e intentar
realizarse de
maneras nuevas y
espontáneas. En
otras palabras,
avanza hacia la
creatividad.
2. Crear un clima
carente de
evaluación externa.
Cuando dejamos de
juzgar al otro
individuo en
función de nuestros
propios criterios de
evaluación,
fomentamos su
creatividad. Para el
individuo representa
una liberación
encontrarse en un
ambiente donde no se
lo evalúa ni se lo
examina de acuerdo
con patrones
externos. La
evaluación siempre
es una amenaza,
siempre crea una
necesidad de
defenderse y
determina que el
individuo niegue el
acceso a la
conciencia de algún
sector de la
experiencia. Si
un producto es bueno
según normas
externas, entonces
no debo admitir el
desagrado que me
provoca, si lo que
hago es malo en
función de pautas
exteriores, no puedo
reconocer que mi
actitud sea una
parte de mí mismo.
En cambio, si se
eliminan los juicios
basados en
principios externos,
puedo permanecer
más abierto a mi
experiencia y
admitir con mayor
agudeza y
sensibilidad mis
propios gustos, así
como también las
cosas que me
desagradan, la
naturaleza de los
materiales y mi
reacción ante
ellos. Entonces
puedo comenzar a
reconocer que el
centro de
evaluación reside
en mí mismo, con lo
cual avanzo hacia la
creatividad.
Para disipar las
posibles dudas o
temores por parte
del lector, debemos
señalar que el
hecho de que la
evaluación externa
pierda importancia
para un individuo no
significa el fin de
las reacciones
personales. En
realidad, ello puede
damos mayor libertad
para reaccionar.
"No me gusta tu
idea" (o
cuadro, invento o
libro) no es un
juicio, sino una
reacción. El
sentido de esa
expresión es sutil
pero nítidamente
diferente del que se
halla implícito en
la frase: "Lo
que estás haciendo
está mal (o bien) y
esta cualidad que le
asigno proviene de
una fuente
externa." La
primera afirmación
permite al individuo
conservar su propio
foco de evaluación
y supone la
posibilidad de que
yo sea incapaz de
apreciar algo que en
realidad es muy
bueno. La segunda,
en cambio, ya sea
una alabanza o una
critica, deja a la
persona a merced de
fuerzas exteriores;
le dice que no puede
preguntarse
simplemente si el
producto en
cuestión es una
expresión válida
de sí mismo, sino
que debe preocuparse
por lo que piensan
los demás. El que
emite un juicio como
el que estamos
analizando aleja al
otro de la
creatividad.
3. Comprensión
empática.
Cuando esta
condición se agrega
a las otras dos
obtenemos un máximo
de seguridad
psicológica. Si
digo que
"acepto" a
un individuo, pero
no lo conozco, mi
aceptación es muy
superficial, por
cierto, y el otro
advierte que puedo
cambiar de opinión
en cuanto llegue a
conocerlo. Pero si
lo comprendo
empáticamente, si
procuro entender su
conducta y a él
mismo desde su
propio punto de
vista, si entro en
su mundo privado y
lo veo tal como él
lo ve -y sigo
aceptándolo-,
entonces se sentirá
seguro. En esta
atmósfera la
persona puede dejar
en libertad a su
auténtico sí mismo
y permitirle
expresarse en
formaciones nuevas y
variadas en su
relación con el
mundo. En esto
reside el estímulo
básico de la
creatividad.
Y. Libertad
psicológica.
Cuando un maestro,
padre, terapeuta u
otra persona con
funciones
facilitadoras
permite al individuo
una absoluta
libertad de
expresión
simbólica, fomenta
su creatividad. Esta
aceptación
incondicional lo
deja en libertad de
pensar, sentir y ser
lo que guarda en lo
más profundo de sí
mismo; estimula la
apertura y el juego
espontáneo con los
preceptos, los
conceptos y los
significados, todo
lo cual forma parte
de la creatividad.
Obsérvese que me
refiero a una liber-
tad de expresión
simbólica, ya que
convertir en
conductas todos los
impulsos,
sentimientos y
formaciones puede no
cumplir una función
liberadora en todos
los casos. En
ciertas ocasiones la
conducta debe
restringirse a los
límites impuestos
por la sociedad; la
expresión
simbólica, en
cambio, no necesita
restricciones. Por
consiguiente,
destruir un objeto
odiado (sea la
propia madre o un
edificio rococó)
mediante la
destrucción de un
símbolo resulta
liberador, en tanto
que el ataque real
puede generar culpa
y restringir la
libertad
psicológica del
individuo. (La
formulación de este
párrafo no me
satisface
totalmente, pero por
el momento no puedo
elaborar un
enunciado que se
ajuste mejor a mi
experiencia.)
La aceptación
incondicional que
intentamos describir
no es de suavidad,
indulgencia ni
estímulo
manifiesto. Se trata
simplemente del
permiso de ser
libre, lo cual
también significa
que el individuo es
responsable. La
persona es tan libre
de temer una nueva
aventura como de
esperarla
ansiosamente; libre
de asumir las
consecuencias de sus
errores, como las de
sus logros. Este
tipo de libertad de
ser uno mismo de
manera responsable
promueve el
desarrollo de un
foco de evaluación
seguro dentro de uno
mismo, y por
consiguiente, da
origen a las
condiciones internas
de la creatividad
constructiva.
Conclusión
He intentado
presentar una serie
de conceptos más o
menos organizados
acerca del proceso
creativo, con el
objeto de lograr que
algunas de estas
ideas se sometan a
una verificación
objetiva y rigurosa.
Enuncio esta teoría
y espero que se
lleven a cabo las
investigaciones
correspondientes,
porque pienso que el
desarrollo actual de
las ciencias
físicas nos exige
imperiosamente
conductas creativas
si, como individuos
y como grupo social
y cultural, hemos de
adaptamos a nuestro
nuevo mundo y
sobrevivir en él.
Cuestionario
1.¿Cuáles son para
Rogers, los
elementos que
integran el proceso
creativo?
2.¿Es la
definición de
creatividad de
Rogers afín a un
enfoque
organísmico?
¿Porqué?
3.Elabora un breve
resumen de las
características que
Rogers enuncia como
condiciones
promotoras de
creatividad.