En Cuba no hay que pagar en los hospitales. La Revolución implementó una atención primaria masiva a base de policlínicos. Se realizaron campañas de vacunación, se visitaron escuelas, se construyeron farmacias, policlínicos, hospitales. Algunos indicadores de salud se ubicaron al cabo de los años a niveles solo comparables con los de países desarrollados.
Por cierto, ¿sabe usted en qué país la atención médica es la más cara del mundo? ¿No? Pues yo se lo diré: en Cuba.
Vayamos por partes. Según Carlos Marx, en el capitalismo la propiedad
es privada. Unos trabajan: obreros, campesinos, empleados... Y producen más
de lo que reciben. La diferencia se queda en manos del dueño, el capitalista,
que vive de esa plusvalía. El estado capitalista, cobra impuestos y con
ese dinero debe garantizar los recursos públicos: escuelas, hospitales,
policía, ejército, bomberos, limpieza, etc. Pero al viejo Marx
se le ocurrió un sistema mejor. Si nacionalizamos la producción
y el mercado, toda la ganancia pasaría a manos del estado, que así
tendrá más dinero para incrementar los servicios públicos,
repartir parejo las riquezas y, de paso, acabar con aquellos que vivían
del trabajo ajeno.
Durante siglos Nuestra América ha padecido de dictaduras, intolerancia
y corrupción. Muchos llegaban al poder por la fuerza, respondían
sólo a sus intereses y se olvidaban de los más pobres, de su salud,
de sus derechos. Una ideología que defendía a los pobres y prometía
el paraíso en la tierra tenía que gustar. Y en Cuba, que no era
una excepción, triunfó la Revolución, se nacionalizaron
las empresas, se subieron los sueldos, se eliminaron los impuestos, se repartió
parejo y se construyeron hospitales. Aparecieron también la URSS y sus
amigos dispuestos a compartir sus riquezas y durante años se pudo mantener
y fomentar un sistema de salud envidiable.
Para garantizar la justicia, se sancionó la crítica, se encarceló
al opositor, se impuso la fuerza y el decreto, en fin, se acabaron las libertades.
Y el obrero de salario fijo dejó de producir. Y el campesino, que no
podía vender su producción, dejó de sembrar. Y el empleado,
que se hizo administrador, empezó a vivir del trabajo ajeno. Y el joven,
que renunció al lujo, dejó de soñar. Y el que tenía
ideas, para evitarse problemas, dejó de pensar. Y cuando llegó
el derrumbe y se acabó la ayuda, descubrimos que no habían medicinas,
ni industria para producirla, ni dinero para comprarla. Solo miseria, corrupción
y caos.
No nos engañemos, nada en este mundo es gratis. ¿De donde sale
el salario del médico? ¿De donde el dinero para comprar equipos
y construir hospitales? ¿Del salario de Fidel Castro? Pues no. Sale del
trabajo del propio pueblo. De lo que antes llamaban plusvalía y que ahora
se queda en manos del estado. El socialismo no regala nada, solo distribuye.
Cuando triunfa la Revolución y se nacionalizan las empresas el estado
tiene fondos para acometer grandes obras y dictar medidas populistas. Pero la
ineficacia del sistema destruye la economía e impide continuar la obra.
Un sistema de salud como el cubano, basado en tantos policlínicos es
sumamente costoso. Mientras los soviéticos regalaban se podía
mantener, pero al acabarse la ayuda y vivir de nuestro trabajo, nos dimos cuenta
que no éramos capaces de garantizar ni la salud, ni la comida, ni la
vivienda, ni las más mínimas necesidades.
Hoy en día usted va a un médico en Cuba y lo más probable
que consiga son los buenos días, la medida de su presión o un
calmante por recetas. Y el consejo de que busque yerbas y se haga cocimientos.
O que si consigue esto o aquello, o se lo mandan de Miami, tómeselo,
a ver si se cura. Eso sí, no le cobran nada. Lástima fuera que
encima hubiera que pagar.
En Cuba no hay que dar dinero en los hospitales. Se paga con la falta de medicinas,
con una economía destruida, con la falta de productos, de comida, de
ropa, de las cosas elementales. Como en ningún otro país se paga
también con la falta de libertad de expresión y de asociación.
Se paga con una constitución y leyes socialistas y totalitarias, con
elecciones fraudulentas, con burocracia, con el Poder Popular. Se paga con un
solo partido y presidente por más de cuarenta años. Se paga con
no poder salir y entrar del país libremente, con pedir permiso para viajar,
para moverse, para hablar. Se paga con las brigadas de respuesta rápida,
represión, intolerancia. Se paga con los CDR, las MTT, el EJT, el MININT
y las FAR. Se paga con trabajos voluntarios que son obligatorios, escuelas al
campo, Domingo Rojo, Día de la Defensa, Semana Comunista. Se paga con
las tribunas abiertas, las mesas redondas, la televisión. Se paga con
el dólar en la "shopping", el peso en la bodega, en la que
te toca con libreta de abastecimiento, el euro en Varadero y el ticket para
el estímulo material. Se paga con hoteles y tiendas para extranjeros
y otras para cubanos. Se paga con Internet, los teléfonos, la radio,
la televisión y la prensa controlados por el estado. Se paga con el rechazo
a Dios, la marginación de la iglesia y la fraternidad. Se paga con una
educación marxista, ateísta, estatal. Se paga con el mercado negro,
la masa de croqueta, el pan de boniato, el café mezclado, la libreta
y la cola para poder comprar. Se paga con las jineteras, el turismo sexual,
el contrabando de divisa o con una hija en Canadá. Se paga con el exilio,
los balseros, los tiburones, la separación familiar. Se paga con todo
eso y con mucho más.
En fin, ¿sabe usted en qué país la atención médica
es la más cara del mundo? Bueno, creo que ya lo sabe.