Los vampiros, para mantenerse inmortales, debían alimentarse de sangre humana que conseguían clavando sus afilados dientes en el cuello de sus víctimas para sorberles el preciado líquido de la artéria. Y así una y otra vez, hasta que el infeliz "donante" se iba debilitando hasta fallecer y convertirse, a su vez, en otro vampiro. Rociarles con agua bendita, colocar crucifijos y ristras de ajos o exponerlos a la luz diurna eran las únicas armas para ahuyentar a estos terribles seres. Pero ¿cuáles fueron los hechos que propiciaron su leyenda?. En este extraordinario documento encontraréis todo lo referente a los vampiros tanto sus adaptaciones literarias, cinematográficas e históricas desde Vlad Tepes y Bram Stoker hasta Bela Lugosi y Tom Cruise. Felices sueños... |
Se podría aducir que los vampiros forman parte del paisaje interior del propio ser humano. Son,sin duda, un arquetipo universal, íntimamente ligado al inconsciente colectivo.
Aparecen bajo formas muy distintas
pero casi siempre con una serie de esclofriantes rasgos comunes, en todas las tradiciones culturales de Oriente y Occidente.
No son fantasmas ni ectoplasmas vengativos, sino auténticas alimañas de la noche
comparables a murciélagos,ratas,lobos...
Se alimentan de la sangre de los vivos y generalmente su mordedura contagia a la víctima con el mismo síndrome vampírico. Aunque hay una variedad realmente interminable de vampiros, con diferencias peculiares según la región de origen, lo cierto es que casi siempre pertenecen todos al orbe de lo diabólico y demoníaco en sentido estricto. Es decir, a pesar de ser revinientes y no muertos, no se trata de espectros o zombies, sino de criaturas asociadas a la demonología tradicional. Almas perdidas y entregadas a Satán e incluso diablos de orden menor.
En este sentido el vampiro folclórico, que extiende su dominio desde la Antigüa Grecia y el Oriente hasta afincarse en centroeuropa, crisol de culturas que alumbra el Nosferatu, verdadero origen del vampiro moderno, no es sino un pariente próximo a los ogros, djinns, ghoules, devas y lamias de la Antigüedad y las tradiciones más arcanas.
Su aspecto físico
es generalmente repulsivo y tiene mucho en común con el de diablos, brujas y demonios de orden inferior: labios gruesos, dientes agudos, cráneo calvo y afilado, aliento hediondo... Una imagen tradicional que el cine sólo ha recogido a través de Nosferatu de Murnau y sus posteriores revisiones. Una imagen que tiene poco que ver con la del vampiro moderno, que a partir de Drácula de Bram Stoker se ha convertido en un icono cultural de importancia más que evidente. |
Pero ¿cómo se transformó esta criatura repulsiva y maligna en el elegante ser del mal y la perversidad
que fascina y fascinó a lectores de todas las edades y sexos?
El vampiro que nosotros conocemos no es esta criatura perteneciente al bestiaro fantástico. Cuando hablamos de vampiros la imagen que nos viene a la cabeza es muy clara: un hombre alto, elegante, guapo, sofisticado y perverso. Sus atributos
no son ya los del viejo Nosferatu sino los opuestos. Naturalmente para
mantener su capacidad aterrorizante y diabólica, puede transformarse en algo horrendo cuando quiere.
Pero su ser natural es la belleza vestida de negro. La capa, el sombrero y quizá una larga cabellera agitada por el viento. Tanto es así que hasta el clásico seminal de Stoker, Drácula, publicado en 1897, ha sido víctima de esta imagen. Cualquier aficionado sabe que el conde vampiro escrito por Bram Stoker dista mucho de ser este dandi de ultratumba que acabamos de evocar. |
Ciertamente, el escritor irlandés tiene buena parte de culpa puesto
que asoció su vampiro a una recia aristocrácia, la de Vlad Tepes, el voivoda valaco y le otorgó algunas características de sofisticación y elegancia que
contribuyeron a la imagen del vampiro moderno.
Pero es fácil olvidar que también Stoker mantuvo numerosas cualidades demoníacas y animales en su personaje.
El vampiro
moderno se gesta en pleno Romanticismo y Revolución Industrial.
Cuando se publica en 1819 la novela corta El vampiro de
John William Polidori (aunque atribuida al principio a Lord Byron) se pone en marcha lord Ruthven (personaje del relato de su secretario) es más que evidente. Y está claro que Lord Byron, más grande que la propia vida, encarnó a su vez el ideal faústico y luciferino del romanticismo
más desatado.
El vampiro moderno es hijo de ese momento y es un personaje demoníaco y elegante que se mueve por salones y fiestas nocturnas. Es hijo de la absenta, el opio y la sífilis. Es hermano del poetastro suicida y del mujeriego depredador, es primo del Heathcliffe de Cumbres borrascosas y de Dorian Gray de Oscar Wilde e ídolo de la perversidad para la imaginación decadente y excesiva de los máximos exponentes de la literatura romántica y posromántica: alemanes como Hoffman o Tieck, franceses como Gautier o Baudelaire, anglosajones como Edgar Allan Poe, Le Fanu, Rymer o Stoker...
Pocas cosas eran tan turbadoras para la sociedad victoriana como la mujer-vampiro. Además la vampira (femme fatale) no sólo se alimentaba del hombre, a quien deja exhausto y moribundo, como bien sabe el joven protagonista de la hermosa balada de Goethe, La novia de Corinto de 1797 (que inspirara después algunas de las mejores páginas y visiones cinematográficas de Robbe-Grillet) sino que, mayor de los hororres, puede prescindir de él por completo. |
La vampira, desde Joseph Sheridan Le Fanu y su Carmilla, publicada en 1871, tiene un
caracter sáfico que contribuye a aumentar su componente amenazador y nocturno.
Un buen puñado
de vampiros de toda condición y estilo pueden encontrarse en la antología Vamps. Las chupadoras de sangre que ofrece una galería de hermosas alimañas femeninas desde Gautier hasta Stephen King.
Y es que, si el modelo para el Drácula de Bram Stoker fue Vlad Tepes, mucho más apropiado para la mujer-vampiro es el de la condesa Elizabeth Báthory una hermosa aristócrata carpática del siglo XVI que acostumbraba a bañarse en la sangre de niñas y jóvenes doncellas y que fue motivo de una excelente biografía escrita por Valentine Penrose titulada La condesa sangrienta.
Un monstruo que existió En el siglo XV, los habitantes de Valakia (hoy, una región de Rumanía> vivieron años de terror durante el gobierno del príncipe Vlad Bassarab tambien conocido como Vlad Tepes. Su sed de sangre y su afición a torturar a los lugareños le valió el apodo de Drakul, que significa en rumano diablo. Su extrema crueldad provocó al menos 50.000 muertos. No resulta extraño, pues, que aquel "monstruo" sirviera fuente de inspiración para la leyenda de Drácula, el siniestro conde-vampiro. El escritor Bram Stoker lo inmortalizó en una novela de fama universal, de la que se han hecho numerosas versiones para el cine y literatura. |
La condesa sangrienta La aristócrata Elizabeth Báthory pudo haber torturado y asesinado a unas seiscientas muchachas en las lóbregas entrañas del castillo de Csejthe. Mientras sus más fieles esbirros martirizaban a las desdichadas doncellas, la condesa observaba, cayendo, en ocasiones un estado de trance acompañado, dicen, de orgasmos múltiples. Desenmascarada por un tribunal de la Inquisición, fue emparedada viva en el escenario de sus carnicerías. Valentine Penrose realizó un aterrador estudio histórico sobre el personaje en su libro La condesa sangrienta que lo podéis encontrar en la editorial Siruela dentro de su colección El ojo sin párpado. |
Largometrajes más destacados
Muchas han sido las películas realizadas acerca del vampirismo aunque son pocas las que lo han tratado con acierto. A continuación os mostramos la lista, por orden cronológico, de los films que más nos cautivaron acerca del mundo del vampiro: |