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Herencia Cristiana

CONFRONTACION CON LA BIBLIA

 

CUARTO ROUND:  NÚMEROS

 

   “...los israelitas de veinte años para arriba, aptos para la guerra, fueron seiscientos tres mil quinientos cincuenta en total” (1, 45/46), sin contar a las mujeres (“...número exacto de hombres de veinte años para arriba, aptos para la guerra” –según 1, en 2 y 3–).  Eso fue aproximadamente allá por el año 1.250 antes de Cristo según la tabla cronológica de la misma Biblia.  De acuerdo con la tradicional proporción asumamos que, con mujeres incluidas, los hebreos eran, en total (aún sin contar a los menores de veinte), 1.207.100 a esa fecha.  Con un crecimiento vegetativo neto para la población mundial de 271,45% por siglo[1] (según se desprende del cuadro inserto en Visión, volumen 73, Nº 7, pág. 14, cuya fuente es: Perspectivas de la población mundial, ONU), aquella población sería, al año 1.950, de 2.082.651.725.000.000.000.000.000 (¿puede usted leer la cifra?).  Eso sería únicamente al año 1.950, sin considerar en la base a la población menor de veinte años, despreciando la tasa para las regiones menos desarrolladas (326,18% por siglo) y sin considerar que ya al año 1.999 habíamos alcanzado apenas los 6.000 millones de habitantes.  ¡No!, no, ...posiblemente mi sarcasmo me esté jugando una mala pasada.  Aunque me critiquen los demógrafos y me digan que por esas épocas más bien la tasa debería ser mayor a las actuales, en vez de ese 271,45% (ya menor a la de 326,18% de las regiones menos desarrolladas) mejor usaré una más caprichosa, pero menos contundente.  Usaré la tasa que es exclusiva para las regiones desarrolladas, 162%.  No, mejor aún (mejor para los incautos defensores de la Biblia), usaré arbitrariamente el 30% como tasa de crecimiento por siglo (una tasa milagrosa, 0,3% por año cuando el promedio de la mundial histórica de las décadas de 1960-1970, 1970-1980, 1980-1990 fue de 2,01% anual).  Pues bien, con esta tasa, los 1.207.100 hebreos del año 1.250 a. C., hubiesen sido en este momento (año 1.999) 6.179.984.700.  Un poquito menos de la población total mundial con todo y chinos, africanos, japoneses, aborígenes americanos e indios.

    Entonces, ¿que “...los israelitas de veinte años para arriba, aptos para la guerra, fueron seiscientos tres mil quinientos cincuenta en total”? ¡Patrañas!  Vale que eso lo acaban de aclarar los mismos arqueólogos e historiadores israelitas que realizaron investigaciones comandadas por Zeev Herzog y que, decepcionados, concluyeron que “el reino unido de David y Salomón, descrito por la Biblia como una potencia regional, fue como mucho un pequeño feudo tribal”[2].

   ¿603.550 israelitas hombres en edad superior a los veinte años y aptos para la guerra?  Pues gracias a Dios que él los mató prácticamente a todos. ¡El más eficaz control de la natalidad!  Esto sí fue milagroso, él previó con suficiente anticipación los problemas demográficos: “...el Señor se enfureció contra ellos (porque “...estaban masticando los israelitas la carne de las codornices”) y los castigó, haciendo morir a mucha gente (11, 33).  ¡Sí!, Dios mató y “...allí enterraron a los que sólo pensaban en comer” (11, 34).  ¿Por qué olvidaron el undécimo mandamiento: “Cuando tengáis hambre no mastiquéis codornices”?  La cuestión es que, por comer cuando tenían hambre, Dios hizo morir a muchos y, encima, sentenció que “Todos los mayores de veinte años que fueron registrados en el censo y que han hablado mal de mí, morirán...” (14. 29).  Dicen por ahí que la mortandad fue espantosa; pero en buena hora: de lo contrario hoy seríamos una exageración, más chinos, musulmanes y africanos.  ¡Alabado sea el Señor! (aunque menos inhumano habría sido repartir, en esa época, condones de hojas de banano o ligarles los tubos a las israelitas).

 

   Cuando se sospeche que una mujer haya sido infiel a su marido pero no haya pruebas de ello, deberá tomar “las aguas amarguísimas sobre las cuales descargó las maldiciones...” –versión católica- o “el agua amarga que trae maldición” –según la versión cristiana no católica-.  Luego se le interroga sobre su responsabilidad.  Si es culpable “...la penetrarán las aguas de maldición, e hinchado el vientre se le pudrirán los muslos...” o, según los otros traductores (no católicos), “...se le hincha el vientre y se malogrará su criatura...”. Concretamente, los versículos 21 y 22 católicos sentencia, a la mujer hallada culpable, que “...haga que se pudran tus muslos y que tu vientre, hinchándose, reviente, entren las aguas de maldición en tus entrañas, y entumeciéndose tu regazo, púdranse tus muslos”. ¡Esa es una práctica abortiva! Y “...la mujer se convertirá en ejemplo de maldición entre su pueblo”. Si resultare inocente, “...no sentirá daño ninguno y tendrá muchos hijos.” o “no le pasará nada y podrá tener hijos”, según sea usted católico o evangélico (5, 12/28).  Y ahí mismo se dice: “El marido no será considerado culpable...”  Claro, los hombres infieles (que no sospechosos) –como es usual en la Biblia–, ni siquiera tienen que ser llevados a ese juicio y mucho menos tomar nada.

 

   Ahora debo hacer una confesión: no tengo la paciencia de Job.  Ya no me resulta tan entretenida la lectura de los libros protocanónicos.  Apenas voy por el cuarto de los treinta y nueve (sin considerar los deuterocanónicos y los del Nuevo Testamento) y ya no veo nada nuevo: matar a pedradas, por orden del Señor, a un pobre “cristiano” por recoger leña en el día de reposo (15, 32/36), entierros de personas vivas por venganza del Señor (16, 30/33), injustas invasiones de tierra (los israelitas contra los cananeos, los amorreos y los medianitas), etc.

 

   Pero, he aquí que, en Números 26, versículo 51, se hace un nuevo censo y resultan ahora 601.730 hebreos varones de más de veinte años[3].  Pues, como no fue tan efectiva la matazón descrita en el capítulo 14, versículos 29/38 y 41/45, puedo entonces retomar mi argumentación original: 

   Los israelitas fueron 601.730.  Si consideramos a las excluidas mujeres resultan ser 1.203.460 (sin considerar a los menores de veinte años).  Los levitas (excluidos en el primer censo) fueron 23.000.  En total, 1.226.460.  Ahora la base es mayor para hacer proyecciones demográficas y mayor el resultado final.  Hágalas usted (de camino, por allí de 1.933 a 1.945, réstele al acumulado 6 millones de judíos y comparemos resultados)[4].

 

   El capítulo 31, la destrucción de Madián, es divertidísimo:  Dios termina por instituir la venganza (“Véngate de los madianitas...” –ordena a Moisés–), bendice tácitamente la acción de matar  “...a todos los niños (madianitas) varones y a todas las mujeres que no sean vírgenes” (los israelitas dejaron con vida solo a las vírgenes y se quedaron con ellas) y ordena la distribución del botín.  En este último caso, específicamente en cuanto a las treinta y dos mil muchachas vírgenes, “...se dieron treinta y dos como contribución al Señor” (31, versículo 40).  Una pregunta morbosa:  ¿qué hizo el Señor con sus treinta y dos vírgenes madianitas?



[1] Para el año 1900 la población mundial era de 1.650 millones y para el año 2.000 se estimó en 6.129 millones.

[2] Ver la transcripción consignada en el último párrafo del análisis correspondiente a Éxodo.

[3] Aquí el autor, seriamente confundido, quiso tirar la toalla:  es que en el cap. 26, vers. 64, se dice que “Entre todos ellos no había uno solo de los que estuvieron cuando Moisés y Aarón hicieron el (primer) censo... pues el Señor les había anunciado que morirían en el desierto.  Con excepción de Caleb... y de Josué... no quedó uno solo de ellos”.

[4] Nos vemos en el siguiente round, análisis de un tercer censo en época de David.

  

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