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Herencia Cristiana

CONFRONTACION CON LA BIBLIA

 

QUINTO ROUND:  HASTA EL CANTAR DE LOS CANTARES

 

 

Censo

Año aprox.

Población israelita

Tiempo transcurrido

1.290 a.C.

1.207.100

 

1.250 a.C.

1.226.460

40 años.

1.010 a 970 a.C.

3.140.000

250 años.

 

 

    El cuadro anexo, sobre los censos, es interesante. Se estimó en ellos la población femenina; pero no es posible sumar la población total menor de veinte años por falta de información; entonces, evidentemente, los datos están muy subestimados por no incluir a estos.

   Resulta que para el segundo censo ya habían muerto, de la primera población censada, al menos 627.550 (Números 14, 28 y 25, 9).  El tercer censo, que no incluyó a las tribus de Leví y de Benjamín, lo realizó David (1 Crónicas 21, 1/6) cuyo reinado lo ubican, los biblistas, aproximadamente en los años 1.010 – 970 a.C.  Fijémoslo en el año 1.000 a.C. para efectos demográficos.  En 250 años la población (sin menores de veinte años y con mujeres incluidas) se incrementó en 156% que, honestamente, no suena tan mal.  Para no exagerar, fijando la tasa, conservadoramente, en 100% cada 250 años (recuerden que con las cifras de Visión esa tasa es de 271,5% cada 100 años), los israelitas serían 12.861.440.000 para el año 2.000 (población mundial a octubre de 1.999 se estimó en 6.000.000.000).  Con razón hay tantas ventas de electrodomésticos y zapaterías judías en la avenida central capitalina.

 

   “-Ustedes (dijo Esdras a sus correligionarios en Esdras 10, 10/11) han pecado al casarse con mujeres extranjeras, aumentando así la culpa de Israel... Apártense de la gente pagana y de esas mujeres extranjeras”.  “Todos estos (111 en total) se habían casado con mujeres extranjeras, pero las despidieron a ellas y a sus hijos”(ídem 10, 18/44).  La misma xenofobia la repite también Nehemías en 10, 30: “Por lo tanto, no daríamos en casamiento nuestras hijas a las gentes del país, ni aceptaríamos que sus hijas se casaran con nuestros hijos”.  Y fueron necios:  “Así que, en cuanto oyeron lo que decía la ley, separaron de Israel a todos lo que ya se habían mezclado con extranjeros” (Nehemías 13, 3).  Y renecios:  “Vi también en aquellos días que algunos judíos se habían casado con mujeres de Asdod, Amón y Moab; y la mitad de sus hijos hablaban la lengua de Asdod y de otras naciones, pero no sabían hablar la lengua de los judíos.  Discutí con ellos y los maldije.  A algunos de ellos los golpeé y les arranqué el pelo, y los obligué a jurar por Dios que no permitirían más que sus hijas e hijos se casaran con extranjeros, ni aceptarían como esposas para sus hijos o para ellos mismos a las mujeres de ellos” (Nehemías 13, 23/25).

 

    En Job, el protagonista es un patriarca bueno, muy rico y con numerosa familia, al cual le sobreviene un completo desastre: pierde todas sus posesiones, todos sus hijos mueren en una catástrofe y él se ve atacado por una dolorosa y repugnante enfermedad.  Entonces él se desespera y se cuestiona cómo Dios permite que le sobrevenga a él, siendo inocente, tanta y tan cruel calamidad.  Interpela a Dios.  Quisiera encontrarse con él cara a cara para demandarle una explicación. Al final, Dios habla a Job y le hace comprender su propia insignificancia ante un Dios tan grande, sabio y poderoso.  Asimismo, Job se arrepiente de haber hablado de más y de haber proferido palabras iracundas y violentas.  Por su arrepentimiento, Job no solo queda moralmente rehabilitado a los ojos de Dios sino que es restaurado a una prosperidad mayor todavía que la de antes:  “...Dios le devolvió su prosperidad anterior y aun le dio dos veces más de lo que antes tenía.  Entonces... sus hermanos, hermanas y amigos, y todos sus antiguos conocidos... Le ofrecieron sus condolencias... y cada uno de ellos le dio una cantidad de dinero y un anillo de oro.  Dios bendijo a Job en sus últimos años más abundantemente que en los anteriores.  Llegó a tener catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas...” (Job, 42).   Entonces, ¿los bienes materiales sí rehabilitan a los cristianos?  Y yo creyendo que ellos rechazaban las riquezas materiales como fuente de dicha y gozo.

 

   Luego vienen Los Salmos y Proverbios, que consumen un 13,3% del Antiguo Testamento, pero es solo eso, como lo describen los mismos biblistas: una “colección de poesía religiosa...” y de refranes de esencia igualmente religiosa.  Solo encontré de interés crítico la alabanza a la mujer ejemplar (proverbios 31, 10/31).  Allí se dice que ella es la que “Brinda a su esposo grandes satisfacciones todos los días de su vida.  Va en busca de lana y lino, y con placer realiza labores manuales.  Cual si fuera un barco mercante, trae de muy lejos sus provisiones.  Antes de amanecer se levanta...  planta viñedos.  Se reviste de fortaleza y con ánimo se dispone a trabajar... y de noche trabaja hasta tarde... hace hilados y tejidos... Ella misma hace sus colchas... hace túnicas y cinturones, y los vende a los comerciantes... (Y, encima), está atenta a la marcha de su casa”.  Me parece que el subtítulo es erróneo.  Debe ser: Alabanza a la mujer esclava y sumisa.

 

   Entro ahora al Eclesiastés...  

 

   “Yo, el Predicador, fui rey de Israel en Jerusalén, y me entregué de lleno a investigar y estudiar con sabiduría todo lo que se hace en este mundo.  ¡Vaya carga pesada que ha puesto Dios sobre los hombres para humillarlos con ella! (Eclesiastés, 1, 12/13).  Absolutamente de acuerdo.

 

   Y llego al fin a El cantar de los cantares.  Aquí, como en todo lo demás, las interpretaciones son un estira y encoge.  Los fervorosos biblistas reconocen, en su introito, que  “...El Cantar ha sido interpretado como un cuadro, por los judíos, de esa alta y sagrada relación (la de Dios con su pueblo a través de la analogía del matrimonio), y por los cristianos, de la relación mística entre Cristo y su Iglesia”.  Pero esto no es nuevo, la Biblia entera, con sus innumerables notas al pie, promueve las interpretaciones que van y vienen como plagas en Egipto.  Hasta El cantar de los cantares incluido, he cubierto apenas el 46,% de la Biblia y ya me abruman sus aclaraciones:  115 por “texto probable”, 60 por “traducción probable. Heb. oscuro”, 50 porque en el texto hebreo no aparece determinada frase o nombre, 45 por “otra posible traducción”, 24 por “texto probable. Heb. oscuro”, 17 por “traducción probable”, 11 por “heb. oscuro” y 2 por  “probablemente significa...” 

 

   Y ahí no para la cosa, hay aclaraciones que evidencian que todo esto es “un arroz con mango” y que, en el mejor de los casos, facilita en extremo el salirse por la tangente...

   “El texto... ha sido reestructurado...” (Jueces 16-17); “...otras versiones traducen..., pero es poco probable” (Deuteronomio 2); “...se ha propuesto enmendar el texto para que diga... con lo cual significaría...” (Samuel 2); “El sentido de esta frase es incierto”; “Heb. añade dos palabras de sentido oscuro”; “El salmo, como muchos otros, lleva al principio muchas indicaciones de traducción muy incierta... Por la inseguridad de su traducción se omiten en esta versión” (Salmos 4).

 

   ...o alegarse que todo es cuestión de números:

   “Cuatro mil: texto probable... Heb. cuarenta mil” (1 Reyes 4, 26); “Les (el Señor) quitó la vida a setenta hombres” según la versión griega (1 Samuel 6, 19), en tanto la hebrea añade cincuenta mil; “Nueve: según algunas versiones antiguas.  Heb. cincuenta y cuatro” (2 Crónicas 3, 4).

 

   En fin, hay diferencias fundamentales:

   “...no pudieron tomar: según la versión griega.  Heb. y tomaron” (Jueces 1-2).  Nótese que la diferencia es abismal; tanto que, dependiendo de la versión, nos puede atrapar una resaca de padre y señor mío.

 

   Por eso digo yo: los exégetas más parecen políticos contemporáneos con eso de que si no es gallo es gallina.  Pero no debo quejarme pues ya me lo habían advertido en la introducción del Antiguo Testamento:  “...en algunos casos, las palabras del texto impreso se han dividido de manera diferente o se han leído con vocales diferentes.  A veces los masoretas (eruditos bíblicos judíos) indicaban en el margen que el texto debía leerse, no como estaba escrito, sino de otro modo, así que, en ocasiones, la presente traducción ha seguido esa indicación.  En otros casos se ha adoptado una variante o diferencia basada en uno o más manuscritos hebreos.  Hay casos en que ningún manuscrito hebreo ofrece en un determinado pasaje un sentido satisfactorio de acuerdo con el contexto de que se trata.  Entonces la traducción sigue a una o más de las versiones antiguas, como la griega (Septuaginta), la siriaca o la latina (Vulgata).  Otras veces se adopta un texto reconstruido conforme a la opinión que prevalece entre las autoridades bíblicas...”

 

   Pues ni modo, seguiré adelante con el texto bíblico en español ya que dicen por ahí que el Apocalipsis promete.  De por sí, “a buen entendedor...” qué le importa el hebreo, el griego, el siriaco o el arameo.  Al fin y al cabo, los insultos racistas son iguales en cualquier lengua:  “...soy morena, pero hermosa...”, “No se fijen en que soy morena...” (El cantar de los cantares 1, 5/6).  Y los machistas también, dichos por Salomón: “Tú eres para mí, amor mío, cual fina yegua del carro del faraón” (ídem 1,9).

  

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