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Herencia Cristiana

CONFRONTACION CON LA BIBLIA

NOVENO ROUND:  EL APOCALIPSIS

 

Papá –le dijo guturalmente el jovencito Australopithecus  a

   su crédulo padre velludo,  en los inicios del paleolítico–, en

  fin, ¿cuándo se cumplirá eso del  apocalipsis? –Pues verás

                                                                           –le contestó su papá–,  está a la vuelta de  la cueva. Así me  

                                                                                               lo contó mi tatarabuelo, quien lo leyó a su vez en un papi-  

                                                                          ro antiquísimo donde  decía que eso era inminente.  –Sien-

                                                                            do así, –dijo de nuevo el muchacho–,  lo mejor será que lo 

                                                                           esperemos sentados (supuesta traducción de los siguientes

                                                        jeroglíficos:  > * yA nos llevДґД pvtД).

 

 Introducción:

  Apocalipsis significa revelación.  Se da por un hecho que fue, del Antiguo Testamento,  uno de los últimos libros  que se escribió. “Se compone en su mayor parte de visiones y revelaciones, con un gran número de símbolos y un lenguaje alegórico o simbólico, en una especie de clave que los lectores cristianos de su tiempo entendían, pero que resultaba oscuro y misterioso para otros lectores de aquel mismo tiempo como también lo resulta para nosotros hoy en algunos de sus pasajes...  El Apocalipsis o Revelación ha de verse primero a la luz de la situación y los sucesos de la época en que fue escrito, o sea, en el contexto histórico de fines del siglo primero de nuestra era.  Visto así, constituye un mensaje concreto para los cristianos de aquellos días...”  (Introducción a El Apocalipsis).

 

La originalidad:

   “En realidad, hay toda una literatura apocalíptica que tampoco es exclusivamente cristiana.  Del siglo II a. C. datan, por ejemplo, el Libro etíope de Enoch y los Jubileos.  Los rollos de Qumrán son del siglo I a. C., así como los Salmos de Salomón y el Apocalipsis sirio de Baruch, en tanto que durante el primer siglo de la era cristiana fueron escritos la Asunción de Moisés, los libros griego y eslavo de Enoch, la Vida de Adán y Eva y el Cuarto libro de Edras, ente otros.  (Así, pues,) existen antecedentes en libros más antiguos que la Biblia”.[1]

 

La inminencia:

   El cumplimiento del Apocalipsis, específicamente en cuanto al día final o día del juicio, se viene anunciando desde el tercer libro del Antiguo Testamento, en Levítico 26, 14/43, aún vivo Moisés, allá por 1250 a. C., es decir, desde hace unos 3.250 años.  En aquella ocasión Dios amenazó con fatalismos tales como: “les enviaré mi terror, epidemia mortal,... los volveré a castigar siete veces por sus pecados... (y) siete veces más... (y) aún siete veces más... (y) otras siete veces más”.  Ahí anunció epidemias, guerras, dominaciones, sequías, bestias salvajes que se comerán a los hijos, mortandad, enfermedades, escasez de alimentos, canibalismo, destrucción, desertización,... hasta que la tierra quede asolada.  Después de esto hay otras referencias siempre en libros anteriores al del Apocalipsis: Daniel en sus capítulos 7/12; Malaquías 3, 2; Mateo 10, 15; Mateo 12, 36; Mateo 12, 41 (“el día del juicio, cuando se juzgue a la gente de este tiempo”); Mateo 13, 49; Mateo 24, 1/44 (“Les aseguro que todo esto  sucederá antes de que muera la gente de este tiempo”.  Y que no venga ahora alguien a decir que “gente de este tiempo” podemos ser todos nosotros, los del 2000 d. C. incluidos, pues entonces ¿cuál es la “gente de otro tiempo”? Y así, ¿qué gracia y efecto tendría el Apocalipsis para cuando ya no haya “gente de este tiempo”?) y Hebreos 10, 37 (“Pronto, muy pronto, vendrá el que tiene que venir.  No tardará”).  La cuestión es que, desde entonces, es decir, desde hace 3.250 años, muchos de los creyentes más ortodoxos se vienen tirando de precipicios y puentes horas antes del cambio de cada siglo, para evitar el supuesto fatídico desenlace (se especula que son miles los suicidas pues ha habido treinta y un cambios de siglo desde que se tiró el primero del pináculo del Monte Sinaí).  La tasa de suicidios se incrementa con la finalización de cada milenio y a mí me corresponderá –privilegio que no tendrán muchas de mis generaciones venideras– ser testigo de muchos de estos suicidios. 

 

   “Miles de estadounidenses, influidos por diversas corrientes religiosas, sectas o milicias de extrema derecha, se preparan con frenesí para vivir el fin del mundo con la llegada del año 2000...  Los agentes del FBI tienen en su punto de mira a todos aquellos que podrían aprovechar esta transición para perpetrar actos de terrorismo o suicidios colectivos con el fin de “apresurar el final de los tiempos”...  Ya han aparecido los primeros síntomas, advierte la dirección del FBI, que tiene contabilizadas a unas mil sectas en Estados Unidos... Para atraer miembros o llamar su atención, las sectas milenaristas recurren al Antiguo y Nuevo Testamento en busca del menor indicio que anuncie el fin de mundo..  El FBI no se ha equivocado al titular “Proyecto Meggido” un reciente informe que alerta sobre las actividades de estos grupos, ya que se trata del nombre de una antigua plaza fuerte de Israel donde, según el Nuevo Testamento, ocurrirá la batalla de Armagedón del final de los tiempos...  La segunda llegada de Cristo suele ser la base de la ideología de estas sectas, que se aprovechan de la ausencia de consenso en el seno de la cristiandad sobre el misterio del libro bíblico del Apocalipsis, supuestamente escrito por el apóstol Juan”[2]. 

 

   Ya les pondré una nota al pie, el próximo 3 de enero de 2000 –que este sí que es inminente–,  con la indicación de cuántos suicidios fueron esta vez[3].  Y aprovecharé, en esa oportunidad, para agregar otra sobre los más importantes suicidios colectivos sucedidos desde 1978 hasta el nuevo que se dé en 2000[4].

 

   Ya propiamente en el texto del Apocalipsis, en el capítulo 1, versículo 1, nos vuelven a asustar con esa revelación de “lo que pronto ha de suceder”.  En el 1, 3 de nuevo la amenaza de que “ya se acerca el tiempo”.  Al final del libro retoman este concepto de la inminencia: “lo que pronto va a suceder” (Apocalipsis 21, 6), “¡Vengo pronto!” (ídem 21, 7), “ya se acerca el tiempo de su cumplimiento” (ídem 21, 10), “Sí, vengo pronto” (ídem 21, 12) y lo repiten en el 21, 20.  Sabemos que la celeridad del tiempo es muy relativa y más tratándose de Dios; pero el mensaje es dirigido a los humanos y por lo tanto esa inminencia es terrenal pues los autores de la Biblia no tenían motivos para creer lo contrario ni Dios para hablarnos en función de él:

·       Ninguno de los peligros propios de aquella época podría perpetuarse hasta veinte siglos después de haberse escrito el pasaje del Apocalipsis y, por ende, una vez descartadas las razones sobre la seguridad del creyente, ¿por qué esa inminencia no iba a ser en efecto inminente?

·       Si para los contemporáneos con la redacción de la Biblia el diluvio era extremadamente distante en tiempo, acaecido cincuenta generaciones antes de Jesús (“mundo antiguo” para Pedro según lo califica en su Segunda Carta 2, 5), ¿cómo considerarían en función del tiempo el año 2.000 d. C. que implicaba –los apóstoles tenían bases suficientes para presumirlo– el transcurso de más de cuarenta y una generaciones a partir del nacimiento de Jesús?  (La relación es de 48,7 años por generación según el parámetro explicado a partir del segundo párrafo del Octavo Round: La Historia, en página 24).  Claro que las generaciones actuales son de mayor duración que las de entonces, pero eso no tenían por qué asumirlo los autores de la Biblia.

·       Ya el propio Pedro nos había hablado de la impaciencia que a la sazón carcomía a algunos:  “No es que el Señor se tarde en cumplir su promesa, como algunos suponen” (2 Pedro 3, 9).  Si para entonces eran conscientes de la presión que generaban los impacientes (por eso Pedro se justifica ante ellos en nada menos que catorce versículos del capítulo 3 de su Segunda Carta), ¿qué podrían esperarse de las generaciones nacidas más de diecinueve siglos después?

·       Como vimos antes, la inminencia no podía exceder el tiempo necesario para juzgar a la gente de entonces (“todo sucederá antes de que muera la gente de este tiempo”).

   En conclusión, es lógico suponer que el año 2.000 excedió en mucho la largueza posible de “inminente” y , por lo tanto, debe descartarse el cumplimiento del Apocalipsis: ya no sería inminente (respecto de aquella época) y si se diera sin serlo no tendría esa característica tan anunciada que es parte indisoluble de su propio concepto.  Por lo tanto, el mérito que tiene esta fábula es que, a pesar de que nunca se cumplirá, se le esperará  sécula seculórum.

 

El contenido:

   Es muy poco lo que puede decirse del texto propiamente dicho del Apocalipsis, donde se describe “con tono de  dramática profecía y abundante uso de símbolos la suerte que espera a la humanidad, según la “revelación” que sus autores afirmaban haber recibido de Dios”.[5]   En total son solo veintiún capítulos pequeños redactados, aparentemente, para asustar a las “siete iglesias de la provincia de Asia” que se les estaban “saliendo del canasto”:  la de Efeso, “que ya no tienes el mismo amor que al principio” (Apoc. 2, 4); la de Esmirna, “Y sé lo mal que hablan de ti los que se dicen judíos pero no son otra cosa que una congregación de Satanás” (2, 9); la de Pérgamo, “...tengo unas cuantas cosas contra ti:  que ahí tienes algunos que no quieren apartarse de la enseñanza de Balaam, el cual aconsejó a Balac que hiciera pecar a los israelitas...” (2, 14); la de Tiatira, “que toleras a esa mujer, Jezabel, y que dice hablar de parte de Dios pero engaña con su enseñanza a mis siervos, haciéndoles cometer inmoralidades sexuales y comer alimentos ofrecidos en sacrificio a los ídolos” (2, 20);  la de Sardis porque “lo que haces no es perfecto delante de mi Dios” (3, 2); la de Filadelfia porque “tienes poca fuerza...” (3, 8), y la de Laodicea que “no eres frío ni caliente.  ¡Ojalá fueras frío o caliente!  Pero como eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” (3, 15/16).

 

   Luego viene la fábula: cuatro seres vivientes de diferentes aspectos (león, toro, humano y águila) anuncian la llegada de cuatro caballos (blanco, rojo, negro y amarillento) cabalgados por seres implacables que sembrarán por doquier hambre, muerte y destrucción.  También se hace ver a los muertos invocando a Dios para que vengue su muerte, un gran terremoto, ángeles sádicos con poder para hacer daño a la tierra y al mar, monstruos, calamidades, etc.  Y al final, pura desolación.

 

   Lo interesante es que, aún aquí –en el 7, 1/8 y el 14, 1/5– , se les sale a los profetas su divina xenofobia y su sospechosa misoginia:  se preserva a toda costa la integridad física de únicamente ciento cuarenta y cuatro mil israelitas (doce mil por cada una de las tribus de los puros Judá, Rubén, Gad, Aser, Neftalí, Manasés, Simeón, Leví, Isacar, Zabulón, José y Benjamín), quienes “fueron salvados de entre los de la tierra... (y) son los que no se contaminaron con mujeres, pues no tuvieron relaciones con ellas; son los que siguen al Cordero por donde quiera que va.  Fueron salvados de entre los hombres como primera ofrenda para Dios y para el Cordero (“The silence of the lambs”).  No se encontró ninguna mentira en sus labios, pues son intachables”.  Pues nada, que “genio y figura hasta la sepultura”.

 

   Y una última reflexión de esta discriminada cabra:  descubrí otra sospechosa fijación, muy propia de los judíos, en esta fábula apocalíptica:  Dios habló al profeta y este se volvió a verlo y, en efecto, lo percibió en medio de “siete candelabros de oro (1, 12/13), tenía apariencia humana y se mandaba “un cinturón de oro a la altura del pecho” (ídem), los siete candelabros de oro representan a las siete iglesias (1, 20), “...te aconsejo que de mí compres oro refinado en el fuego, para que seas realmente rico” (3, 18), “El que estaba sentado en el trono tenía el aspecto de una piedra de jaspe o de cornalina... un arco iris que brillaba como una esmeralda(4, 3), “...y llevaban una corona de oro en la cabeza” (4, 4), “...y llevaban copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los que pertenecen al pueblo de Dios” (5, 8), “Después vino otro ángel, con un incensario de oro (8, 3), “...para ofrecerlo sobre el altar de oro que estaba delante del trono” (ídem), “...en la cabeza llevaban algo semejante a una corona de oro(9, 7), “...una voz que salía de entre los cuatro cuernos del altar de oro que estaba delante de Dios” (9, 13), “...los ídolos de oro, plata ... (9, 20), “Llevaba una corona de oro en la cabeza” (14, 14), “Del santuario salieron aquellos siete ángeles... y llevaban cinturones de oro a la altura del pecho” (15, 6), “...dio a cada uno de los siete ángeles una copa de oro (15, 7), “...y estaba adornada con oro, piedras preciosas y perlas(17, 4), “Tenía en la mano una copa de oro(ídem), “...cargamentos de oro, plata, piedras preciosas, perlas...” (18, 12), “...adornada con oro, perlas y piedras preciosas(18, 16), “La ciudad brillaba con el resplandor de Dios; su brillo era como el de una piedra preciosa, como una piedra de jaspe(21, 11), “El ángel que hablaba conmigo llevaba una caña de oro ...” (21, 15), “La muralla estaba hecha de piedra de jaspe (21, 18), “...y la ciudad de oro puro(ídem), “...adornadas con toda clase de piedras preciosas: ...jaspe; ...zafiro; ...ágata; ...esmeralda; ...ónice; ...cornalina; ...crisólito; ...berilo; ...topacio; ...crisoprasa; ...jacinto; ...amatista.” (21, 19/20), “Las doce puertas eran doce perlas(21, 21), “Y la calle principal de la ciudad era de oro puro(ídem), “Las naciones caminarán a la luz de la ciudad, y los reyes del mundo le entregarán (al Señor) sus riquezas(21, 24)...  Vaya pecuniaria fijación.  Aquí a los cristianos los traicionó el origen judío de las Santas Escrituras.

 

   Y así, pues, llegamos al final.  Nos volveremos a ver al final de los siglos (solo que yo estaré a la izquierda).

 



[1] Enciclopedia Hispánica, 1989-1990, volumen 1 (pág. 389).

[2] Tomado de “Sectas milenarias fatalistas” (AFP, Washington), La Nación de Costa Rica, 20/12/99, pág. 28 A.

[3] ¡Uf!, tuve que esperar casi tres meses para enterarme del primer suicidio colectivo posterior a la celebración del nuevo año 2000:  “El número de muertos en el suicidio colectivo de una secta religiosa apocalíptica del oeste de Uganda, que se encerró en una iglesia y le prendió fuego, puede llegar a 500, (pero) algunos diarios ugandeses contabilizan 600.//Las víctimas eran miembros de una secta apocalíptica denominada Restauración de los Diez Mandamientos de Dios.//...Uganda tiene antecedentes de grupos religiosos de extracción cristiana que degeneraron en cultos fanáticos, tales como el Movimiento del Espíritu Santo,... cuyos miembros se creían invulnerables a las balas de la Policía.//El sucesor de este grupo es el Ejército de Resistencia del Señor, liderado por... un antiguo sacerdote católico que aún lucha para... instaurar en el país un gobierno basado en los diez mandamientos bíblicos.” (Uganda horrorizada, La Nación de Costa Rica, 20/3/00, pág. 26 A).

[4] Pues aquí está, para saciar el morbo de los auténticos cristianos, según recopilación publicada en La Nación de Costa Rica, el 19/3/00, en su página 26 A: En noviembre de 1978 se suicidaron, en Guayana, 914 seguidores de la asociación “El Templo del Pueblo”; en diciembre de 1991, en México, treinta miembros de una secta fallecieron cuando su pastor los obligó a rezar mientras gases tóxicos se extendieron por su templo; en abril de 1993, en Waco, Texas, un pastor y 87 de sus seguidores, entre ellos 18 niños, murieron en el incendio de Monte Carmelo; en octubre de 1993, en Vietnam, se suicidó medio centenar de miembros de una remota tribu dirigida por una persona ciega que recibía grandes donaciones a cambio de promesas para entrar al paraíso; en octubre de 1994, en Suiza y en Canadá, se localizaron los cadáveres abrasados de 48 y 5 miembros, respectivamente, del “Templo Solar”; en diciembre de 1995, en los Alpes franceses, se encontraron los cuerpos calcinados de 16 miembros de la secta del “Templo Solar”; en marzo de 1997, en Canadá, se descubrieron los cuerpos carbonizados de tres mujeres y dos hombres de los cuales al menos cuatro, que yacían formando una cruz, integraban la misma orden del “Templo Solar"; en marzo de 1997 ocurrió, en EEUU, el suicidio colectivo de 39 miembros de la secta “Heaven’s Gate”; en setiembre de 1999, en Uganda, se hallaron 24 cadáveres de la secta “Doctrina de la Fraternidad”; finalmente,  en marzo de 2000, otra vez en Uganda, aproximadamente 600 sectarios pastoreados por Joseph Kibweteere, quien había desertado de la Iglesia Católica, murieron extemporáneamente (suicidio extemporáneo por cuanto su líder había predicho que el 31 de enero de 1999 se produciría el fin del mundo, plazo que extendió luego con la consiguiente suspensión temporal de la edición de esta Confrontación). 

[5] Enciclopedia Hispánica, 1989-1990, volumen 1 (pág. 389).

 

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