Cuando pequeñita hubieron muchos brazos que me acurrucaron, que me arrullaron. Nunca me faltaron los cuidados de mi madre o las atenciones de mi padre. Pero hubieron unos brazos que siempre me aguardaban con un calor sin igual.
Recuerdo que Domingo tras Domingo esperaba anciosa la hora de visitar aquella casa, donde me aguardaba una persona muy especial. Cuantas veces caminé de su mano... El tiempo pasó, y yo crecí y las visitas se hacian menos constantes, pero siempre estabas en mis pensamientos, en mi corazón. Creo que nunca te dije esto... pero...¡Te amo! ¡Te amo tanto, abuelito!
Hacen 7 años que ya no estás conmigo, que no puedo verte, que no puedo vivir mis alegrías, mis penas, mis triunfos y mis fracasos contigo... pero se que desde el cielo me guias, que me cuidas. Que estás al tanto de todo lo que pasa en mi vida...que siempre puedo contar contigo como lo hacia cuando te tenía a mi lado... por que se que cuando esté desorientada me tomarás de la mano y me llevarás por el camino correcto. Por que aunque no estés conmigo físicamente, siempre estarás conmigo en mi mente y en mi corazón.