CREEMOS DESDE LA MUERTE

























Eres bueno, Señor, cuando nos regalas a tus hijos

lo mejor que tenemos: nuestra vida.

Tu nos la diste, Señor, como un don maravilloso.

En el origen de esta entrega a manos llenas

no cuentas con nosotros, porque no existimos.

Es todo iniciativa tuya,

Plena explosión de amor.


La dejaste en nuestras manos

como un cántaro , lleno de agua fresca para el viaje.

Hoy, el cántaro se ha roto, ya gastado,

y el agua de la vida se derrama

y corre como un río de gracia hacia tu encuentro.

En esta noche oscura de la muerte,

nuestros ojos no ven, cegados por el llanto,

pero resisten firmes, confiados,

que vendrá la mañana luminosa

de la Resurrección feliz de tu Hijo Amado.


Gracias, Padre,

por sentarle a nuestra madre a tu lado

en el hogar caliente de tu casa,

mientras vamos caminando nosotros a su encuentro.