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Constantes modernistas en Cómo opinaba Damián Paredes de Luis Felipe Rodríguez

Gisela Bencomo©

La novela Cómo opinaba Damián Paredes fue publicada en el año 1916. Su autor, Luis Felipe Rodríguez, pertenece cronológicamente a la generación de novelistas cubanos que los historiógrafos denominan como primera generación republicana. Según la opinión de algunos estudiosos de la literatura cubana, como Raimundo Lazo y Juan J. Remos, esta obra tiene rasgos de varias tendencias, como el naturalismo, el realismo, etc., sin embargo, casi no se le concede importancia a las características modernistas presentes en ella, aunque Aníbal González la incluye en la lista de novelas modernistas que aparece en su estudio titulado La novela modernista hispanoamericana (23). El objetivo de este estudio es demostrar que, aunque efectivamente, la novela presenta cierto eclecticismo, en ella se cumplen una serie de constantes que han sido señaladas como típicas de la novela modernista.

Si hay en la literatura hispanoamericana un movimiento, escuela o tendencia controversial, ese es el modernismo. Hoy, después de más de cien años de la fecha dada por algunos como la de su iniciación, 1888, todavía existen numerosas discrepancias en cuanto a múltiples aspectos relacionados con el mismo. Es prácticamente imposible encontrar una opinión unánime, no sólo en cuanto a cronología, sino también a definición, características generales y géneros cultivados. En lo único que los críticos parecen estar de acuerdo es en que es el resultado de las influencias de varias corrientes europeas existentes a fines del siglo XIX, especialmente en Francia, e.g. el simbolismo, el parnasianismo, el impresionismo, el expresionismo, etc., por lo que podemos deducir que el modernismo posee un carácter ecléctico que se manifiesta de formas diversas en los diferentes escritores y obras. Sin embargo, para poder llevar a cabo este estudio, se hace necesario sentar algunos parámetros básicos en los que sustentar nuestro análisis.

Empezaremos tratando de dar una situación cronológica del modernismo. Aunque, como ya se mencionó anteriormente, muchos críticos toman el año 1888 como fecha de iniciación, hay otros que discrepan. Ivan Schulman, por ejemplo, considera que el modernismo duró medio siglo, de 1882 a 1932. Por su parte, Aníbal González, al referirse específicamente a la novela modernista, afirma que la misma "surge y se desenvuelve en un intervalo de aproximadamente cuarenta años, entre las dos últimas décadas del siglo XIX y las dos primeras del XX;…" (24-25). Como puede observarse, hay bastante coincidencia entre los períodos establecidos por Schulman y por González. En este estudio, se tomará como base el criterio del último, por referirse éste a la novela particularmente.

La definición del modernismo presenta otro reto al crítico. La literatura existente sobre el movimiento ofrece numerosas definiciones que han dado, tanto los propios escritores modernistas, como los estudiosos de la obra producida en esta época. En su artículo "Sobre la caracterización del modernismo", Luis Monguió ofrece una recopilación de "intentos de definición" que ayudan a esclarecer la situación. Vemos que para Rodó el modernismo es "el producto de un estado social e intelectual de confuso idealismo" (Monguió 11); para Alvaro Melián Lafinur es "el resultado del desarrollo ideológico y de la inestabilidad moral de la época… fue la nueva manera literaria que correspondía a estados psicológicos verdaderos y naturales desde el momento que existían" (Monguió 13); y para Alberto Zum Felde "no es propiamente una escuela, sino un conjunto de escuelas, vinculadas por un fondo común, representando tendencias afines, por oposición a todos los conceptos y formas que hasta entonces habían encauzado la poesía universal."

Por su parte, Ivan Schulman, en "Reflexiones en torno a la definición del modernismo", hace un análisis de los resultados que obtuvo Gómez Carrillo al preguntar a diferentes escritores y críticos: "¿Qué idea tiene usted de lo que se llama modernismo?", "hubo una variedad sin fin de respuestas", afirma Schulman (332). Aquí mencionaremos algunas para dar una idea de la complejidad del asunto. La respuesta de Roberto Brenes Mesén fue: "es una expresión incomprensible como denominación de una escuela literaria"; la de Manuel Machado: "la anarquía, el individualismo absoluto." Finalmente, Ivan Schulman llega a la conclusión de que el modernismo "es la forma literaria de un mundo en estado de transformación…" (Reflexiones 333-334), y agrega que "sería un esfuerzo fútil deslindar con criterios de escuela literaria, un fenómeno proteico…" (El modernismo 30).

De todo esto puede concluirse que el modernismo fue una "compleja renovación estética y cultural, …un movimiento sincrético…" (Pedraza 263) que reune y combina rasgos y tendencias de varias corrientes artísticas, culturales y filosóficas; "un movimiento artístico amplio que evolucionó desde el mero esteticismo hasta la preocupación social y existencial" (Pedraza 263) y que como plantea Federico de Onís, fue "la forma hispánica de la crisis universal de las letras y del espíritu" (37) de fin de siglo.

Una vez esbozada una definición del modernismo, se plantea la necesidad de establecer cuáles fueron sus características generales. Un rastreo de la vasta crítica que se ha escrito sobre el tema nos lleva a formular la siguiente lista (no exhaustiva) de rasgos, algunos de los cuales son más notables en la poesía que en la novela: cosmopolitismo, tendencia mórbida, pálido matiz del pensamiento, resugir de la personalidad, culto por la aristocracia de la forma, renovación del idearium poético, pesquisa ansiosa de nuevas sensaciones, retorno a la ingenuidad y sencillez de la naturaleza, riqueza métrica, uso de la sinestesia, reflexión, narcisismo literario, cultura literaria de sus escritores, carácter consciente del trabajo literario realizado, amor al exotismo, fuerza de la individualidad y la originalidad, pesimismo, melancolía, evasión, capacidad de sugerir, sencillez del discurso desde el punto de vista de la sintaxis, humorismo, profunda preocupación metafísica de carácter agónico, escepticismo y angustia existencial.

Otra dificultad que han enfrentado los estudiosos del modernismo es la que plantea la existencia o la no existencia de la novela modernista. Muchos críticos afirman que el modernismo fue una tendencia que tuvo sus más grandes manifestaciones en la poesía y que la novela no se cultiva apenas debido a que este género es menos "artístico" y está más cercano a los problemas sociales y morales y, aunque algunos historiógrafos de la literatura latinoamericana y del modernismo, como Cedomil Goic, Max Henríquez Ureña y Fernando Alegría, dedican capítulos enteros de su obra al estudio de la novela modernista, lo hacen, a veces, de manera superficial y limitada, juzgando las obras a priori como deficientes o de inferior calidad, o sin extender su análisis a novelas que no sean las típicas modernistas como por ejemplo, La gloria de don Ramiro, De sobremesa o Amistad funesta.

Aníbal González trata de encontrar una razón a la falta de interés que han mostrado los críticos por la novela modernista y señala que quizás se deba "a la falta de una concepción teórica refinada del modernismo que no sólo subraye la profundidad del efecto de este movimiento sobre el quehacer literario siguiente, sino que además explique los mecanismos mediante los cuales el modernismo causó su efecto" (17). A pesar del poco interés crítico en la novela modernista, existen algunos estudios generales del modernismo y otros de la novela específicamente que nos servirán de apoyo en nuestro objetivo de analizar la novela de Luis Felipe Rodríguez desde la perspectiva del modernismo.

Fernando Alegría nos ofrece una caracterización general de la novela modernista al plantear que a fines del siglo XIX

se produce en Hispanoamérica una curiosa narrativa: la materia puede ser americana—genuinamente americana--, el propósito teórico de índole experimental, según la moda del naturalismo, pero el espíritu que le anima, así como el lenguaje que la expresa, son producto de una estética subjetivista más acorde con la decadencia simbolista europea que con el regionalismo del nuevo mundo. (113-114)

 

Esta afirmación nos lleva a deducir un rasgo importante de la narrativa modernista: su carácter ecléctico. También Federico de Onís señala ese eclecticismo, cuando afirma que la novela del modernismo "no puede reducirse a una forma estética; en ella conviven las nuevas tendencias de fines de siglo hacia la narración lírica con la verdadera incorporación a las letras americanas del realismo y el naturalismo europeos del siglo XIX."

Las caracterizaciones ofrecidas por Federico de Onís y Fernando Alegría se cumplen en la novela de Luis Felipe Rodríguez. Cómo opinaba Damián Paredes es una novela ecléctica donde con un lenguaje lírico y refinado, caracterizado por el uso de la adjetivación, la sinestesia y la matización típicamente modernistas, su autor critica la sociedad cubana de principios de siglo, simbolizada por la ciudad de Tontópolis y sus habitantes. Es, a juicio de Juan J. Remos, "una novela satírica, inspirada en las ridiculeces y extravagancias de una colectividad orientada por los deslumbramientos de una vida falsamente organizada… un ataque incisivo y mordaz…" (Historia 3.286-287); sin embargo, como se demostrará a través de este estudio, Cómo opinaba Damián Paredes, por su temática, su protagonista y su contenido filosófico, además de por su situación cronológica, encaja perfectamente en el patrón de la novela modernista que se desprende de los juicios críticos de Aníbal González, Fernando Alegría, Reinaldo Sánchez y Klaus Meyer-Minnemann.

Luis Felipe Rodríguez inicia la novela con un capítulo titulado "Vida de Damián Paredes", donde, con un lenguaje en el que predomina la adjetivación, hace una descripción física, moral y espiritual del protagonista. Explica, además, el autor que Damián antes de morir dejó en su poder "un manojo de cuartillas donde marcó la huella de su espíritu y de su corazón" (204-205), donde "derramó todo el amor, todo el dolor y el rencor de su espíritu" (206); y que él se dispone dar a la publicidad. Estas cuartillas de Damián encierran, a nuestro juicio, el espíritu del modernismo, como puede verse en los siguientes fragmentos:

Son páginas escritas bajo la mudable y transitoria impresión de

diversos estados de alma, en los cuales parece que la pena de la

vida eterniza su amarga risa sarcástica.

Dolor de la vida, fatiga de la inteligencia, tortura del corazón,

inestabilidad del pensamiento y desorden de una imaginación que

pone un velo de niebla entre los sentidos y la realidad

circundante,poblando de fantasmas temerosos el espíritu, que se

tortura a sí propio y crea la aguda pena subjetiva…

Escritas a modo de diario,… ellas llevan el sello de una mente

inquieta y casi anormal, enemiga del método y del esfuerzo

continuado, que se nutre constantemente de diversas y complejas

impresiones…

Campea en ellas, precedidas de una suave tristeza y de un

desencanto sutil, la secreta embriaguez de un alma enamorada de

las bellas cosas naturales, de todas las cosas que se estremecen,

tiemblan y palpitan bajo la luz más allá de las formas definidas y

concretas que perciben los sentidos del hombre.

Vibración imperceptible y fecunda que se deja sentir, y que,

fluyendo de todas las cosas creadas, habla al alma humana el

lenguaje profundo de la armonía.

Hay en algunas páginas de Damián Paredes, a veces, un horror al

hombre y el temblor de un espíritu devoto y sinceramente

prosternado ante las bellas formas que creó la naturaleza para

deslumbramiento de la vista, embriaguez del olfato y deleite del

oído. (206-207)

 

Por otra parte nos encontramos aquí con un rasgo del héroe modernista señalado por Allen Phillips al afirmar que "en la ficción del modernismo…se acusa… el artista como protagonista..., muchas veces víctima de un medio ambiente mezquino francamente hostil a sus altas aspiraciones" (264). Damián es un artista víctima de la incomprensión de los tontopolinos, como lo demuestra la siguiente cita:

Es cosa indudable que, con relación al medio, Damián Paredes fue

un espíritu singularísimo, dueño de una amplia visión de las cosas,

que por su índole sutil, escapan a la realidad unilateral de las almas

limitadas, que incapaces de comprender y obedientes a la lógica

del medio reducido y vulgar, le fueron francas o disimuladamente

hostiles. (205)

 

Damián, como el "héroe-agonista" de Reinaldo Sánchez, es "un espíritu hecho de claro silencio, de suave tristeza y de amarga ironía (que) no tuvo esa característica indispensable a todo genio o héroe…" (Rodríguez 203). Y como él, a consecuencia del rechazo, trata de escapar: "Damián era un inadaptable, ya por condición intrínseca o por falta de lugar apropiado; lo cierto fue que consumió su vida oscura y su brillo, en su adorable villorrio natal" (205). El protagonista, como muchos de sus congéneres modernistas, se encierra en su torre de marfil para desde allí criticar la sociedad en que vive. Se dice a sí mismo: "Subamos a la colina de nuestro propio yo,… y miremos la vida y los hombres que pasan" (213).

Aníbal González afirma que el héroe modernista "renuncia a toda aspiración de trascendencia social y política" (27). En esto es también Damián modernista, pues "pudiendo, por sus relevantes cualidades, ser de los primeros, prefirió quizás por falta de carácter o sobra de filosofía, ser de los últimos" (205).

Una constante de la novela modernista señalada por Klaus Meyer-Minnemann y que también está presente en la obra de Rodríguez es "la concentración del argumento (muchas veces bastante reducido) a favor del protagonista con enfoque particular sobre las vicisitudes de su ‘vida interior’ (sensaciones y sentimientos)" (249). El propio autor, al hablar de las cuartillas de Damián, confirma esta característica: "…en sus escritos… se revela la tendencia de una mente propicia a exaltar su propia pena…" (207).

Otro rasgo incluído en la lista de Meyer que se observa en Cómo opinaba Damián Paredes es "la oposición (generalmente dolorosa, pero por eso no menos mantenida) entre el sistema de valores del protagonista (frecuentemente un artista) y su medio ambiente estrecho" (249). A través de toda la obras (que son los escritos de Damián) hay una crítica social sarcástica e irónica. Damián arremete contra los políticos, los industriales, los comerciantes, el qué dirán, la religión, etc. Su crítica sale a la luz cuando, junto con un amigo, decide fundar un periódico al que nombran El Prometeo. El periódico, que puede caracterizarse por una frase usada por Reinaldo Sánchez a propósito de la búsqueda existencialista de la autenticidad modernista: "Prometeo finalmente enfrentando a los filisteos" (249), sería uno

que no se mezcle a esa política baja y pueril que nos deshonra, donde no se escriban pacotillas literarias, ya sean clásicas, románticas o modernistas; que no sea tampoco parapeto propicio tras el cual

escondan sus ambiciones, sus miserias y sus apetitos los eternos logreros de nuestra sociedad, profundamente turbada. En fin, un periódico que sea defensor de los sagrados intereses del pueblo soberano, porque el pueblo soberano merece que le sirvan con amor dos hombre honrados; y esos hombres honrados somos nosotros… (263-264)

 

Luego, en la parte titulada "Segundo artículo", se observa como esa oposición se hace aún más abierta: "me permití la peregrina ocurrencia de no pensar y sentir como los demás…" (269), prefirió "que se lo comieran los lobos antes que marchar en rebaño…" (269), y esto hace que Damián pierda su "categoría de ser normal" (270).

Otras características que encontramos en Damián son la enajenación: "…dime Dorián, si esta vulgaridad y este vano ruido que yo siento están en el ambiente o en mi espíritu…" (268); el escepticismo: "¿esta enfermedad tontopolina tendrá remedio? Me figuro que sí, pero ‘la esfinge no dice nada’…" (221); el cosmopolitismo: "La villa de Tontópolis…no es precisamente una villa donde los sabios abundan, porque en ella, como en todas partes, los tontos están en mayoría; la villa de Tontópolis no es una villa como la Atenas antigua, ni aun se parece a la moderna Ville Lumière…" (217); y el pesimismo: "en las villas como Tontópolis, donde la vida está circunscrita a un reducido número de ideas y de sensaciones, lo más humano, lo más filosófico y lo más sabio es bostezar" (226).

También en cuanto a la cultura literaria es Damián Paredes un modernista. En sus cuartillas hay referencias a obras de la literatura universal como La dama de las camelias, Las mil y una noches y Los amantes de Teruel; a escritores como Cervantes, Jorge Manrique y Rosseau y a personajes como don Quijote, Cyrano de Bergerac y Tartarín.

Rodríguez constituye, al nivel del texto de ficción, un mundo que representa la realidad contemporánea que es representativa del momento y que supera todo límite regionalista. Tontópolis, como él mismo muchas veces señala, es el símbolo de cualquier ciudad contemporánea latinoamericana, y sus habitantes, los tontopolinos, no son otra cosa sino arquetipos de la sociedad. Es ésta otra constante de la novela modernista.

También se observa en la obra de Luis Felipe Rodríguez la especulación filosófica, como muestra el siguiente fragmento: Al pensamiento, bajo todos los cielos y sobre todas las tierras, ha sido siempre un infernal instrumento de tortura. Toda la vaga y flotante tristeza que anubla lo sentidos, abiertos a la naturaleza, proviene de las intimidades sutiles de un cerebro inquieto y torpemente reflexivo" (267).

Como puede observarse en el fragmento citado a continuación, la novela de Rodríguez manifiesta de form explícita y con un lenguaje exquisito la búsqueda de nuevas sensaciones, especialmente aquéllas que se relacionan con la naturaleza, y expresa la conciencia que tiene el escritor de su arte: "¡Oh los bellos poemas naturales en los que fueron colaboradores el sonido y el color!… ¡Oh el verdor de los campos plenos de hermosas criaturas sensibles y sin lenguaje articulado!… ¡Oh la gracia caprichosa y errabunda de las nubes!" (207).

Otro elemento de características modernistas en esta obra es la mujer. Por el capítulo titulado "El balcón de Roxana", donde Damián narra sus correrías amorosas, se pasean una serie de mujeres de corte modernista. Basten de ejemplo las dos primeras: Julieta "la dulce y rubia Julieta (que) vivía en un piso alto" (252), reminiscencia quizás de Julieta Capuleto; y Beatriz que "tenía un noble y armonioso cuerpo de estatua griega, una cabellera negra, brillante y suntuosa…" (253) a quien nos atrevemos a asociar no solamente con la de Dante, sino con la de don Ramiro.

Para concluir este análisis de la obra de Luis Felipe Rodríguez, trataremos de rastrear las constantes modernistas de carácter estilístico que se encuentran en el texto.

Una de las características estilísticas que resalta en el lenguaje de Luis Felipe Rodríguez es la sencillez del discurso desde el punto de vista de la sintaxis. El autor evita el uso del hipérbaton o cualquier otro recurso gramatical que obstaculice la fluidez de su prosa, como puede verse en el siguiente fragmento: "Es el mes de abril y la bella hora matinal ha desplegado su magia divina sobre el paisaje y las cosas. El cielo está sereno, claro y profundo" (213).

En el uso de la adjetivación es también modernista la obra de Rodríguez. En todo el texto se percibe un predominio del adjetivo sobre el verbo o el sustantivo. Es un discurso predominantemente descriptivo, donde casi no hay narración: "la memoria del amable peregrino que se llamó Damián Paredes, cuya alma, dulcemente amarga, tuvo la ignorada melancolía de una bella canción que se desliza bajo la serenidad profunda de los cielos imposibles y sobre la tierra vasta y prolífica…" (204). Se observa también en este fragmento el recurso de la plurivalencia, que según señala García Girón, tanto utilizaron los modernistas, ligada a la adjetivación. Asi, puede verse que el adjetivo "ignorada", sugiere al lector, no solamente el significado de "desconocida", o "no sabida", sino también el sentido de "no querer reconocer", o algo que se recibe con indiferencia. Se puede interpretar esta expresión con dos sentidos: La melodía de Damían era desconocida, no sabida, inclusive para él mismo; o sencillamente la sociedad reaccionaba a esta melodía indiferentemente.

Aunque en algunas partes de la novela el texto presenta rasgos naturalistas y realistas, hay pasajes, reminiscentes del modernismo, que más que descripción, son una evocación, y donde las metáforas, los símiles y otros recursos poéticos dan un gran lirismo a la expresión. Los siguientes fragmentos dan testimonio de lo afirmado:

Ya el sol ha comenzado su carrera radiante; por eso la vieja madre

tierra se estremece y palpita, como una mujer enamorada bajo el

abrazo ardiente de su amante. (213)

 

El antiguo y espléndido flamboyán, que dominaba en los meses

de abril y mayo el ancho patio de la casa familiar, con su vistoso

toldo púrpura encendida y violenta, existe aún, para asilo de los

pájaros y evocación del alma mía. (270)

 

…tiempo en que la vida tiene la luminosa perspectiva de una

mañana de abril y parece que los horizontes nativos toman el

color de nuestra propia alma ligera… (246)

 

Por eso muchas veces al pasar por su casa, oí la misteriosa y

tranquila voz de la mariposa del ensueño… (255)

 

Mi risa era…, como chorro de agua cristalina que irrumpe de una

fuente profunda. (269)

 

Vemos asi, que la novela Cómo opinaba Damián Paredes, encaja en los patrones de novela modernista al estilo de Idolos rotos o De sobremesa, aunque su eclecticismo lleve a algunos críticos a negarle esta clasificación. Lo que en realidad es una contradicción, puesto que su carácter ecléctico es otro rasgo más del modernismo.

Quizás sería interesante llevar a cabo estudios más profundos sobre ésta y otras muchas novelas hispanoamericanas, que a consecuencia de su rasgo más modernista: el eclecticismo, han sido erróneamente clasificadas. Estos estudios podrían ser de gran utilidad, puesto que contribuirían a desarrollar una perspectiva diferente de la tradicional con respecto a un segmento de la narrativa hispanoamericana que está casi inexplorado: la novela modernista.

 

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