Bogotá by Night: Reinado de Máscaras

Ficción: Noche de tertulia

Gollinbursti

"Esta es la noche y hay que beber su vino;
olvidar la ceniza y ungir las heridas,
como si pudieras sanarte, como si pudieras cerrar
la herida de la nada.
"

Alvaro Marín, Sed Antigua (fragmento).

BbN BbN

 

Don Felipe va caminando por el camino real en dirección al norte, estamos en Agosto y el viento como un manantial inagotable no se cansa de fustigar a la ciudad con su suave látigo etéreo. Escondido en su abrigo londinense, con el sombrero bien ajustado y los guantes calzados don Felipe avanza con paso rápido dirigiéndose a la Jiménez, frente a la chichería de Rosa lo saludan un par de amigos; con un corto levantamiento del sombrero los saluda aminorando un poco el paso para no ser descortés. Unos quince minutos más tarde don Felipe se halla frente a la puerta, es una casa de la época de la colonia perfectamente normal, don Felipe observa nervioso en derredor - ¿qué tal si algún conocido lo viera entrar?- mientras este pensamiento revolotea en su cabeza la puerta se abre y una hermosa mujer lo invita a pasar.

Ya dentro de la casa la chicha corre de boca en boca como si fuera ambrosía y don Felipe se halla en compañía de lo más selecto de la sociedad bogotana, al fondo un ministro del gobierno, más allá un reconocido escritor y en un rincón intentando cubrirse con las sombras un señor obispo. Tras un par de sorbos de chicha don Felipe se siente en confianza y sienta en sus piernas a Doris, una jovencita de unos sonrosados pechos que difícilmente pueden mantenerse dentro de ese pequeño corpiño, dos sorbos más y una de sus manos se desliza juguetónamente bajo el faldón, la sensación de esa piel suave, el aroma a pecado y el perfume a decadencia lo excitan. Más allá el señor obispo parte hacia uno de los cuartos en compañía de una joven que bien podría ser su sobrina.

Don Felipe tras un rato de pasear sus labios por el escote y sus manos bajo el faldón también toma rumbo hacia los cuartos, la esencia a lujuria atiborra el estrecho pasillo que conduce al patio central donde con elocuente desfachatez un alguacil practica una requisa non-sancta a una de las "niñas" del lugar contra uno de los muros, aún para un sitio como este es una actitud indecorosa y don Felipe no puede ocultar su rechazo en la mirada aunque tampoco les quita los ojos de encima. Al cruzar el patio los gemidos de las habitaciones se pierden entre los que provienen de las "habitaciones especiales" del lado sur de la casa. Otro corredor estrecho inundado del olor a chicha y sexo; el cuarto es sencillo, una cama, una mesa con un aguamanil y una palangana, ah y un frasquito con vinagre. Sin demoras ni preámbulos innecesarios para la situación don Felipe se desnuda (bueno si quedar en una ropa interior que va del cuello a los pies se considera desnudarse) mientras Doris se prepara y dispone la cama, no hay luces por que así lo prefiere él tal vez en un intento de que la culpa del día siguiente sea más fácil de llevar. Con tosquedad don Felipe hace "su trabajo" como le enseñaron cuando apenas empezaba a ser un hombre y su papá lo llevó donde las mujeres de la vida para que no se fuera a volver marica.

Pero en medio de una acto sin amor y casi desprovisto de pasión, soso y repetitivo ocurre lo que don Felipe vino a buscar, el dolor agudo pero diminuto en su cuello seguido de esa experiencia de sensualidad que sólo aquí ha experimentado, inconscientemente un profundo suspiro de placer escapa de sus labios mientras capa tras capa de la represión y castración que lo han hecho un "ciudadano ejemplar" se diluyen al suave ritmo de una mano femenina entre sus piernas y a medida que un delgado hilo rojo de sangre brota de su cuello dejando a -un hombre en paz consigo mismo- aunque no con la sociedad.

Escrito original para BbN, derechos reservados.

Contactar al autor en gollinbursti@softhome.net

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