Bogotá by Night: Reinado de Máscaras

Ficción: Iniciación

Gollinbursti

"I heard you crying loud, all the way across town
'Cause you been searching for that someone
And it's me out on the prowl
As you sit around feeling sorry for yourself
"

Green Day, When I come around.

Imagen de Fireisland Imagen de Fireisland

 

Llega el anochecer esperado, la cuarta luna nueva desde el final de las lluvias. Un grupo de jóvenes guerreros que ya han arrebatado vidas de los enemigos por vez primera han sido preparados por noches para este momento. Son casi niños, tan jóvenes que probablemente deberían estar con sus madres aún, pero aquí entre los orgullosos miembros de la tribu la niñez es un corto periodo que cuanto antes termine mejor y para ellos finalizó (como para casi todos los demás) el día que tomaron otra vida por vez primera.

Desnudos, sintiendo los efectos del yagué en sus cuerpos, inician la ceremonia, con los tintes sagrados colorean sus rostros, brazos, pecho; cada uno sigue un patrón propio y original creado por su expectativa y el bendito yagué que los hace sentirse como una representación de su depredador favorito. Luego danzan alrededor de tizones encendidos y con cada vuelta toman una prenda, el cubre sexo de oro, los pendientes, la nariguera, el pectoral, la lanza. Mientras sus cuerpos se mueven frenéticamente llevándolos al paroxismo, algunos empiezan a gruñir, otros a rugir, están listos.

Cruzando el arroyo el güecha, el guerrero Muisca, teme por su vida; ora a Chía y Xue y ruega a su madre Bachué que lo cuide. Sabe que está muerto, pero al menos pretende dar una buena batalla. Mientras piensa una estrategia una lágrima rueda por su rostro estoico, piensa en su familia. Se despide mentalmente de ellos y entona un cántico de guerra a medida que es arrastrado hacia la noche.

Cuando cortan las cuerdas de sus manos y pies, empieza a correr en dirección a Chía, entre arbustos y lodo. Descansa por un instante y es entonces que sus perseguidores son liberados, como animales salvajes aúllan a la noche y dan inicio a la cacería; mientras su presa escucha con horror los gritos de aquellos que ya no parecen humanos y se prepara para vender muy cara su vida.

Unas horas más tarde, los cazadores son llamados, 3 han muerto, pero los otros y el ganador, aquel que carga sobre su hombro el cuerpo de la presa regresan para concluir el ritual.

Aún vivo el güecha, es colgado por los pies y se le abren las muñecas de un tajo con el cuchillo ceremonial, no opone resistencia, está demasiado agotado y herido como para hacerlo. El vencedor está bajo su cuerpo bañándose con su sangre y viendo su propio reflejo en los ojos agonizantes del guerrero quien en silencio y orgullosamente llora.

Los demás cazadores, los que han perdido, esperan en silencio y observan con envidia al honrado por los dioses. Cuando el cuerpo está completamente drenado aparece el sacerdote del dios. Su rostro apenas mantiene semejanzas con los de un hombre, sus colmillos de fiera sobresalen en una boca sonriente, su cráneo es largo, extremadamente largo, sus manos poseen enormes dedos rematados por garras, su torso se parece al de un reptil, lleno de escamas y delgadas púas. Está cubierto por completo de ornamentos en oro que contrastan contra su grisácea piel.

Se acerca al vencedor y de un solo movimiento destroza el cuerpo que cuelga sobre él, luego eleva al elegido tomándolo por el cabello y en medio de su respiración agitada y luego sus gritos, lo transforma milímetro a milímetro en una réplica viviente del diseño que el yagué le hizo dibujar sobre su cuerpo. La carne y el hueso ceden como si fueran barro bajo el no muy suave contacto de esas garras con el cuerpo del vencedor.

Estupefactos y maravillados los otros guerreros observan y su envidia se hace aún mayor.

Luego, después de una eternidad de dolor, el elegido ha dejado atrás su apariencia de humano para tomar la de un guerrero sagrado del dios. Es entonces cuando el sacerdote incrusta sus garras a lado y lado del cuello del vencedor y la sangre empieza a brotar de su cuerpo y desaparece en las pequeñísimas bocas que el sacerdote posee en la punta de sus falanges y que lo dejan por completo seco y a punto de morir. Luego el mensajero del dios se acerca al cuerpo del elegido y vomita una sanguínea blasfemia en la boca del guerrero.

Al poco tiempo, el vencedor despierta convertido en mucho más que un humano y asediado por una infinita sed. Los perdedores reciben su premio de consolación, caen a sus pies en segundos.

Esta noche el rito ha terminado y un nuevo guerrero está listo para dirigir las filas del ejército de dios en su batalla contra los Muiscas y sus hombres jaguar. Claro, si sobrevive al entrenamiento.

 

Escrito original para BbN, derechos reservados.

Escrito original para BbN, derechos reservados.

Contactar al autor en gollinbursti@softhome.net

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