Sana tu alma herida. Restaura tu espíritu. Te Ama. Te busca. Llora cuando le rechazas. Sus lágrimas se convierten en benditas sonrisas cuando vuelves a Él en busca de perdón. Es el Señor tu Dios. Es el Padre eterno que te acoje en su seno. Es el Cristo glorioso que por ti se desvela. Es el Espíritu de Santidad que te envuelve en su prístina aureola.
Sus manos te crearon. Por ti Él ha hecho los cielos y la tierra, para que tú los contemples y te gozes en su grandeza y esplendor. Él te ha proclamado coheredero de todas sus riquezas. Su casa es tu casa. Desde su trono extiende sus manos para que te unas a Él en un abrazo eterno. Allí verás sus ojos de fuego y amor. Verás gotas de rocío que caerán de sus párpados por la felicidad de tenerte a su lado. Entonces comprenderás que su amor por ti está más allá de tu entendimiento. Percibirás el valor de su sacrificio en la cruz, cuando pagó el rescate para que fueras suyo por siempre. Entenderás que el tiempo pierde su razón de ser cuando su presencia te rodea y llena cada parte de tu ser.
Eso, querido hermano, es la vida eterna. Algo que sólo el Espíritu Santo puede darte a probar mientras peregrinas en esta tierra. Búscale mientras hay aliento en tu boca. Por la noche cuando entras en la nebulosa del sueño. Por la mañana cuando te dispones a empezar un nuevo día. Búscale, mi hermano. Deja que tu alma exprese lo que sientes por Él. Adórale en tu intimidad. Alaba su bendito Nombre. Deja que Él sea tu acompañante secreto durante todo los días. Y cuando los demás te pregunten la razón del gozo de tu alma, diles: "Mi amado está siempre conmigo. Por Él me regocijo en todo momento". Glorifícale con las obras que haces por su gracia. Pídele más gracia, más fe, de forma que seas su siervo perfecto. Y ama a tus hermanos. No seas celoso de la bendición que Él les entrega. Pídele un amor por tu prójimo similar al que Él tiene por ti.
¿Sabes qué? Grande es el regalo de poder amar a los hermanos como Dios les ama. Grande porque el amor es alegría, es paz, es vida que se imparte, luz que se refleja, esencia divina que nace de lo más profundo de Su Ser. Eso conseguirás si te entregas por los demás.
Ven hermano. Dame la mano y caminemos la senda de Cristo. Vayamos hacia el horizonte de esperanza que Él extiende delante de nuestros ojos. Mira el Sol de Justicia que alumbra nuestros pasos. No te preocupes por los valles y montañas que debemos atravesar para llegar junto al Padre. Su Espíritu es nuestro guía y nuestro fiel compañero de viaje. Empecemos a andar, mi hermano. Te amo y te necesito. Nuestro es el futuro. Nuestra es la eternidad junto al Señor.
En Cristo y en su bendita Iglesia