Se están dando una serie de consignas, a veces leyes y decretos, desde ministerios, consejerías o desde medios de comunicación y centros de poder, en orden a crear una mentalidad que converge en esta disparatada y suicida consigna: «Todos contra la vida».Quizá sin darse cuenta de la gravedad de la afirmación, un periodista titulaba hace apenas un mes su reportaje así: «Movida anticonceptiva». Y esto se considera ser progresista y liberarse de prejuicios.
Sería poco llamar a esto irresponsabilidad. Es una degradación que está llevando a consecuencias graves, que pueden llevarnos a lo imprevisible. Ante todo, se está rebajando la dignidad de la persona, del ser humano. Se rebajan, con ello, aspectos esenciales de la vida de cada hombre y mujer, como son el amor y la sexualidad, la noble misión y privilegio de engendrar nuevos seres, de transmitir la vida. ¿Qué le queda a un chico o a una chica, después de haber usado el sexo como un juego egoísta, después de poner todos los medios para impedir la fecundación, o después de haber recurrido al horrible crimen del aborto? Debe quedarle el vacío, la náusea, y, si acaso, el remordimiento y la soledad.
Se ha creado una mentalidad materialista y hedonista, sin espíritu, sin esperanza, sin futuro. Se aceptan dos falsos principios: Cada uno es dueño de su cuerpo para hacer lo que le apetezca, y el hijo que puede venir es un peligro, una molestia, incluso, una desgracia, un mal que hay que evitar a todo trance, sin pararse en medios y sin escrúpulos.
Fruto o consecuencia de esta mentalidad son los «inventos» que para unos son fuentes de ingresos y para la humanidad síntoma de su falta de ideales: Todos los métodos anticonceptivos imaginables, píldoras, y, si todo falla, lo que no falla, el aborto, y además libre y gratuito. Toda una estrategia bien organizada, estrategia de muerte. ¿Cómo va a llegar la vida con tantas trampas? Y la hipocresía llega a tanto que -me dicen- si a uno le sorprenden poniendo una trampa a una paloma o a un gorrión, lo multan. Todo lo que se refiere a la vida humana se despenaliza, en su origen o en su final. Incluso, mentalidades totalitarias quieren obligar a médicos o farmacéuticos a que colaboren con esa política suicida, no respetando ni las conciencias.
Ya estamos recogiendo los frutos. Pronto los juguetes quedarán almacenados: No hay niños suficientes para comprárselos. No hay niños suficientes para las clases en los colegios, no hay soldados para la defensa de la patria, no hay suficientes brazos para trabajar, no hay suficientes trabajadores que coticen para garantizar los servicios de la seguridad social.
Esta situación tiene una raíz más profunda, como es la destrucción de la familia, y no sólo por el número de divorcios y separaciones, que afectan seriamente a la paz y al equilibrio de los hijos. Están las dificultades para contraer matrimonio y tener hijos, dificultades laborales, económicas, de vivienda, debido en parte a una escasa o nula política familiar. Todo esto nos ha llevado a un premio humillante: España está en el último lugar por lo que a natalidad se refiere. La primera en progresismo y la última en el verdadero progreso de futuro. Parece que la mentalidad que se impone es que la juventud de hoy, desde la adolescencia, quede anegada en sexo sin salida.
La ayuda por hijos en España es ínfima, ridícula en comparación de la mayor parte de los países. ¿Qué hace el Gobierno de la nación por la familia? ¿Pero es que no sabemos que es la célula básica, fundamento de la sociedad? ¿Es que no sabemos que el futuro de Almería está en la familia? ¿Qué futuro queremos para Almería?
¿Qué cultura es esta, qué modelo de sociedad, que no sólo autoriza atentar contra la vida naciente, sino que está cerrando las puertas y cegando las fuentes de la vida? ¿A quienes pretenden ayudar nuestros gobernantes? ¡Pobre pueblo, en el que el pecado público se admite con normalidad, en el que la corrupción se consiente y se comparte con naturalidad, en el que los valores no valen, los principios se desprecian, la fidelidad no cuenta y la honradez cede al interés y al egoísmo, en el que la pasión desordenada, desenfrenada, se impone a la virtud; en el que el placer del momento se impone al ideal de un proyecto de vida!
Almería, 1 de Julio de 2001
+ROSENDO ÁLVAREZ GASTÓN, Obispo de Almería