Hay una gran parte del mundo que alguna vez ha escuchado sobre Pentecostés, veamos cómo llegó a convertirse en realidad hasta nosotros, la promesa hecha por Jesús a sus discípulos sobre el Espíritu Santo.
Es sabido que el pueblo escogido de Dios, es el pueblo de Israel, quien fue sacado con su poderosa mano desde el Imperio Faraónico de Egipto, para ello debió soportar un duro éxodo y encontrarse por la voluntad de Dios frente a múltiples pruebas.
A los 50 días de haber salido de Egipto, Jehová les junta alrededor, del Monte Sinaí, donde se manifiesta en gran poder y gloria según se relata en
Exodo 19:16-19.
"Aconteció que al tercer día, cuando vino la mañana, vinieron truenos y relámpagos, y espesa nube sobe el monte, y sonido de bocina muy fuerte; y se estremeció todo el pueblo que estaba en el campamento. Y Moisés sacó del campamento al pueblo para recibir a Dios; y se detuvieron al pie del monte. Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en el fuego; y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en gran manera."
Es indudable que este momento debe haber sido de una grandiosidad, que difícilmente nos podemos imaginar nos podemos imaginar. Atengámonos a comentar lo que el poeta inspirado dice:
" Al retumbar cada Mandamiento de la Ley en el Sinaí, el mundo se llenó de aromas, ni el pájaro cantó, ni el animal gruñó, ni el mar murmuró, ni ser alguno se movió. Toda la naturaleza estaba sumida en silencio absoluto, para escuchar la voz divina, que preconizó la supremacía de la conciencia y del derecho del Universo."
Tal acontecimiento es tan importante y de tanta consecuencia como la creación misma, pues sin la Ley Moral, la creación del Universo, puramente material no hubiera tenido objeto.
"Más adelante en Exodo 24:7-8, se señala el compromiso formal, del pueblo en su pacto con Dios.
" Y tomando el libro en que estaba escrita la alianza, Moisés la leyó delante del pueblo el cual dijo: haremos todas las cosas que ha ordenado el Señor y seremos obedientes. Tomando entonces Moisés la sangre roció con ella al pueblo, diciendo: esta es la alianza, que el Señor a contraído con vosotros mediante todo lo tratado."
Conocido es por el mundo cristiano que este antiguo Pacto fue perdiendo efectividad por causa de la desobediencia de Israel, pero sin embargo sus promesas dadas en un momento tan glorioso aún son válidas y permanecen pendientes para quienes deseen servirle.
A través del tiempo y por medio de los profetas, Dios en su infinita bondad, fue anunciado por una promesa más amplia, generosa y espiritual. El compromiso individual con el corazón de cada ser humano.
Jeremías en su cap. 31:31-33 anuncia:
" He aquí vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el Pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero este es el Pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo."
Notemos la gran diferencia en esta nueva promesa, en el Nuevo Pacto, Dios ofrece una ley espiritual que irá identificada en el corazón, y la conciencia de sus hijos, promesa que se repite en la voz de Cristo antes de ascender al Padre, cuando dice a los Apóstoles:
" si me amáis guardad mis mandamientos. Yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros siempre, el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora en vosotros, y estará en vosotros".
Juan 14:15-16.
Esta nueva Alianza, maravillosa realidad con la aparición manifiesta del Espíritu Santo, en un día de Pentecostés, o sea justa coincidencia, con el aniversario de la entrega de la Ley.
En los Hechos de los Apóstoles cap.2:1-4 se relata:
"Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose, sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen."
¿Por qué esta coincidencia entre la fiesta tradicional del Pentecostés y la entrega del Espíritu Santo?
No podía ser de otra manera, Dios instituyó un día solemne de guardar para recordar la entrega de la Ley a Israel por intermedio del gran mediador espiritual Moisés, en este día se debían ofrecer las primicias, o primeros frutos de la siega y diversos sacrificios de animales, en
Levíticos cap. 23:15-19 se señala:
" Contaréis desde el día que sigue al día de reposo, ( o sea desde el segundo día) desde el día en que ofrecisteis la gavilla de la ofrenda mecida; siete semanas cumplidas serán. Hasta el día siguiente del séptimo día de reposo contaréis cincuenta días; entonces ofreceréis el nuevo grano a Jehová. Este día tendréis por solemne y Santo, no haréis en el obra alguna, Ley sempiterna será esta en todos los lugares que habitéis, y para toda vuestra descendencia."
Se ordenaban como rituales: panes, de primicias, corderos primales, terneros, etc. Que representaban los preciosos frutos de paz y agradecimiento al poder de Dios. Además cada cordero sacrificado representaba la sangre que había de ser precio, del Nuevo Pacto Mesiánico, hecho efectivo a través de la muerte de nuestro amado Señor Jesucristo.
Venido Cristo entonces ¿queda en pié Pentecostés como fiesta solemne? Indudablemente, sólo que la ley se entrega directamente a nuestros corazones, no por intermedio humano, sino por el Espíritu Santo.
Este acontecimiento, más grandioso y benigno que el anterior es razón suficiente para dedicar este día a Dios.
Se confirma por la misma escritura al señalar que la entrega o la Nueva Alianza se hace efectiva:
Con la sangre de Cristo
Con la entrega de la ley de Dios en nuestros corazones en el día de Pentecostés; por lo que nuestra Congregación considera que este día es solemnísimo y debe guardarse para Dios, variando la forma de dedicarlo entre el Antiguo al Nuevo Pacto.
¿Es necesario seguir guardando también el ritual?
No; puesto que éste representaba la promesa de otro pacto, de otra esperanza y de otra manera de ser, demostrada en la entrega de primicias espirituales, dedicaciones más profundas y nacidas del corazón de cada ser agradecido. Lo confirma Pablo dirigiéndose a los Corintios en su segunda carta cap. 3:3
"Siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne de corazón."
Como si faltare alguna confirmación respecto a si debemos o no guardar este día, Pablo menciona dos veces esta situación: Hechos cap. 20:16 dice:
" Porque Pablo se había propuesto pasar de largo a Efeso, para no detenerse en Asia, pues se apresuraba por estar el día de Pentecostés, si le fuese posible, en Jerusalen".
Luego en 1ª de Corintios 16:.8 dice:
"Pero estaré en Efeso para Pentecostés".
Aquí Pablo, manifiesta que la fiesta está en pie, porque habla después de la muerte de Cristo, allá por el año 57 d.c.
Vemos como Pablo guardaba éste día, porque conocía perfectamente la ley de Dios, él sabía que éste mandamiento no había sido anulado con la muerte de Cristo, sino solamente los sacrificios que demandaban sangre de corderos , machos cabríos, etc.
Las razones para guardar esta Fiesta son muchas pero en esta oportunidad resaltaremos dos:
1. La entrega de su ley de Amor, perfecto símbolo entre Dios y los que le aman.
2. La entrega de su mediador y Consolador, inspirador de lo bueno y que nos ha de llevar por los bastos caminos de Dios. Este Consolador es el Espíritu Santo.
El profeta Isaias, nos trae como ayer ese mensaje profético que hoy es feliz realidad. En su cap. 51 :7 - 8 dice:
" Oidme, los que conocéis justicia, pueblo en cuyo corazón está mi ley, no temáis afrenta de hombre, ni desmayéis por sus ultrajes.
Porque como a vestidura los comerá polilla, como a lana los comerá gusano; pero mi justicia permanecerá perpetuamente, y mi salvación, por siglos de siglos.
Es pues un muy grande motivo de gozo para el mundo que confía en Dios y en su hijo Jesucristo, ya que a través de él hemos recibido la gran bendición y promesa del Espíritu Santo.
Que maravillosa sería la humanidad si todos estuviesemos revestidos de esta gracia, no habrían contiendas, ni recelos, ni odios ni ningún acto inmoral que empañara nuestra mutua comunión con Dios y con nosotros.