Mons. Raúl Vera López, O.P.
5 de Febrero y 20 de Noviembre #1
Centro
29200 San Cristóbal de Las Casas, Chis.
Fax. 01/967/8.31.36
Lo que sigue quiere ser una breve respuesta-aclaración
a la carta que Usted dirigió al Sr. Carlos Talavera Ramírez,
Obispo de Coatzacoalcos y Presidente de la Comisión Episcopal para
el Apostolado de los Laicos, con fecha 22 pp. y que me llegó el
día 26 por correo electrónico.
Antes que nada, quiero aclarar que no se trata de
un problema personal ni del Movimiento Eclesial «Apóstoles
de la Palabra». El problema de la inconformidad de parte de muchos
católicos ya existía en la diócesis de San Cristóbal
antes que empezaran a tener contacto con el Movimiento. En realidad, hace
unos diez años tuve la oportunidad de impartir un curso en la parroquia
de Huitiupán, en el que participaron también personas de
Simojovel, El Bosque y tal vez Amatán. Me di cuenta de que había
muchos «inconformes» con la línea oficial.
En el año de 1992, si no me equivoco, fui
invitado a ir a San Andrés Larráinzar para dar unas charlas
sobre el asunto de las sectas.
Participaron unas cuatro mil personas, divididas
en dos bandos: uno de la Teología de la Liberación y otro
no. Hubo una reunión especial para buscar un arreglo al problema
de la división. Recuerdo que estaban presentes algunos que actualmente
son líderes del EZLN. Hubo acusaciones contra los catequistas en
el sentido de que incitaban a la violencia. Claro que no se llegó
a nada. Los «inconformes» eran la mitad de los presentes y
pedían sencillamente poder vivir su fe con sencillez, sin aquella
«concientización» que los catequistas querían
imponer a toda costa. La respuesta de Don Samuel fue en el sentido de quitar
las licencias ministeriales al párroco del lugar, el P. Diego Andrés,
que pasó a la diócesis de Tuxtla Gutiérrez en la parroquia
de Bochil.
Pues bien, de esa gente hay mucha en la diócesis
de San Cristóbal. Lo que piden es vivir su fe sin depender del tipo
de catequistas que se implantó en la diócesis. Por lo tanto,
no me parece correcto querer reducir al problema a una simple inconformidad
mía y del Movimiento, del cual soy director. El problema es mucho
más amplio y profundo.
Pues bien, en este contexto, lo único que
pedía en mi Carta Abierta era que no se siguiera negando los sacramentos
a los que se resisten a aceptar la coordinación de este tipo de
catequistas, con una formación y mentalidad muy discutibles.
A raíz de esta experiencia, dialogué
personalmente con Don Samuel. Le hice notar la gravedad de la situación
y las trágicas consecuencias que podría traer en el sentido
de radicalizar las posiciones y causar un enfrentamiento de consecuencias
impredecibles. Respuesta:«Yo soy el obispo de la diócesis;
déjeme a mi resolver el problema».
Los hechos trágicos que se suscitaron el día 1 de enero
de 1994 y la actual radicalización de las posiciones, demuestran
cuán acertada era mi apreciación acerca de la trascendencia
del problema.
Por lo que se refiere al Movimiento Eclesial «Apóstoles
de la Palabra», lo único que puedo decir es que trabaja en
casi todas las diócesis de México y en casi todos los países
del continente americano. En algo ayuda a «fortalecer» la fe
de los católicos más débiles, especialmente frente
al embate de las sectas. No pretende dar una solución global a todos
los problemas pastorales, sociales y económicos de una determinada
comunidad.
Ahora bien, con esto no se quiere decir que estamos con el PRI, el
Ejército, los terratenientes o los explotadores. Esta es una manera
maniquea de ver el asunto: o conmigo o en contra de mi. Estamos más
bien, en la línea general de la Iglesia Católica, dejando
a cada uno la libertad de hacer su opción política, sin presiones
de ninguna especie.
Con mi intervención, lo que pretendo es «ser
la voz de los que no tienen voz» para que también en la diócesis
de San Cristóbal de Las Casas se pueda vivir la fe con la libertad
de los hijos de Dios. Si Usted ve todo esto como un apoyo a las masacres
que se están perpetrando contra los indígenas o a la dinámica
militar, es su punto de vista muy particular. Lo único que pido
es que no se nieguen los sacramentos a los que no aceptan ciertas enseñanzas
de ciertos sacerdotes y catequistas presentes en su diócesis.
Por lo que se refiere a mi trabajo en la diócesis de Cd. Altamirano,
lo que recuerdo es que siempre fui por invitación de algún
sacerdote y nunca por invitación de un simple laico y por demás
promotor de la masonería.
De todos modos, si Usted prefiere rebasar esta perspectiva
y quiere tener una visión más amplia del problema, entonces
quisiera que reflexionara sobre los siguientes puntos:
1.- Contactos de la diócesis con el
Sandinismo. El mismo P. Joel Padrón estuvo en Estelí,
Nicaragua.
2.- Identificación de los catequistas
con los partidos de oposición y, por ende, satanización
del partido oficial, el Ejército y demás instituciones gubernamentales.
3.- Eliminación del pluralismo al interior
de la Iglesia:
* Sacerdotes y religiosas obligados a salir
de la diócesis, por no estar de acuerdo con la línea oficial.
* Prohibición a los Movimientos Apostólicos
de establecerse en la diócesis.
* Parecido de la organización pastoral, implantada en la diócesis
de San Cristóbal de Las Casas, con el sistema de «partido
único» presente en ciertos regímenes autoritarios.
Falta la idea y la práctica de «unidad en la diversidad».
Se habla de ecumenismo con los de afuera, pero no al interior de la Iglesia.
Teniendo presente la mentalidad de los catequistas, será difícil
lograr la unidad bajo su coordinación. Se necesita más apertura.
Si se habla de apertura en campo religioso y político, ¿por
qué no hablar de apertura a nivel eclesial?
4.- Se insiste en las «semillas del Verbo» y se excluye
los «carismas» presentes en otras líneas pastorales.
5.- Se habla de catequistas, diáconos, Palabra de Dios, estudio
de la realidad, compromiso político, etc. ¿Y la Eucaristía?
¿Qué pasó con el Seminario?
6.- Se está acaparando la causa de los pobres, como si solamente
en la diócesis de San Cristóbal se hubiera entendido como
hay qué trabajar en favor de los pobres y explotados. ¿Ha
pensado acaso qué sería de México si todos hubieran
tomado el mismo camino que tomó la diócesis de San Cristóbal
de Las Casas?
7.- ¿Cómo está enfrentando el problema de las
sectas? ¿Es suficiente la receta del ecumenismo? Hoy más
que nunca los feligreses de la diócesis de San Cristóbal
de Las Casas necesitan el apoyo de otros «carismas» para fortalecer
su fe y resistir mejor al embate de las sectas. ¿Es correcto decir:
«Aquí lo tenemos todo»?
8.- Como ve, en el fondo se trata de un «proceso»
diocesano al margen del «proceso» de la Iglesia Católica
en general. Cierto aislamiento. Un camino peligroso.
Al llegar Usted a la diócesis de San Cristóbal
de Las Casas, se esperaba un cambio significativo en la línea de
un mayor equilibrio y una mayor apertura al interior de la Iglesia. Pero
no fue así. En lugar de buscar el equilibrio, reforzó el
sistema. Por eso hablo de paciencia y decepción.
Estando así las cosas, dudo seriamente acerca
de su posibilidad real de resolver el problema al interior de la Iglesia,
una vez que tome las riendas al retirarse Don Samuel . Y si no logra una
reconciliación y unidad al interior de la Iglesia, ¿cómo
pensará ayudar a resolver el problema a nivel general?
Usted me podrá contestar, como hizo en otra
ocasión Don Samuel: «¿Qué te importa? Yo soy
el obispo de la diócesis de San Cristóbal de Las Casas; a
mi me toca resolver el problema».
En este caso, quisiera hacerle recordar que el ser «católico»
implica una preocupación por «toda» la Iglesia. Por
lo tanto, si puedo hacer algo para aclarar ciertas situaciones y apoyar
a los que «no tienen voz», lo hago con mucho gusto, aunque
esto pueda acarrear ciertos riesgos. Ni modo. Es parte del ministerio profético,
que todos estamos llamados a ejercer.
Dijo Jesús: «¡Ay cuando todos
los hombres hablen bien de ustedes!, pues de ese modo trataban sus padres
a los falsos profetas» (Lc 6,26).
Y añade San Pablo: «Comprueben ahora
si trato de conciliarme con los hombres o más bien obedezco a Dios.
Miren cómo me estoy conciliando con los hombres! Si todavía
buscara yo agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo»
(Gál 1,10).
Para mí sería mucho más fácil
callar y evitar problemas, a costa de afianzar mitos y echar a perder a
tantos hermanos, que se sienten marginados dentro de la misma Iglesia.
Y sin embargo, hablo con la confianza de que, dando a conocer su situación,
en algo puedo influir para mejorarla.
Con esta confianza me despido de Usted, consciente
del dolor que le puede provocar esta toma de posición de mi parte.
Estoy seguro de que también este dolor será de grande utilidad
para su santificación personal y la causa común del Reino,
recordando lo que dice San Pablo: «En todas las cosas interviene
Dios para bien de los que le aman» (Rom 8,28).
Por lo demás, espero con confianza y espíritu de comunión
y obediencia eclesial cuanto los obispos interpelados por Usted tengan
a bien comunicarme.