Visión triunfalista
Sin duda, no será fácil
encontrar una justificación satisfactoria al manejo de este doble
lenguaje en asuntos de tanta importancia y con consecuencias tan trascendentales.
Sinceramente me temo que responde a una cierta visión triunfalista
de la Iglesia, que quiere presentarse frente a la humanidad como segura
de sí misma, lista para abanderar las grandes causas del diálogo
y la comprensión entre los pueblos, las ideologías y los
credos.
En este contexto, evidentemente, el problema
de las sectas, como elemento disgregador en el mismo seno de la Iglesia
, podría representar una nota discordante. Por eso no se menciona
en los grandes documentos.
El hecho es que el doble lenguaje oficial
fue interpretado como una doble manera de ver el problema de la división
religiosa: una positiva y otra negativa. Visión positiva: ecumenismo;
visión negativa: apologética. Además, las dos visiones
no fueron captadas como complementarias, sino como alternativas y excluyentes:
o ecumenismo o apologética.
Irse con la finta
Abordándose así el problema
de la división religiosa, no fue difícil optar por el ecumenismo.
Por eso, los responsables de los seminarios, las facultades de teología
y los centros de formación para religiosas o laicos incluyeron en
su plan de estudio la cátedra de ecumenismo como medio para enfrentar
el problema de la división religiosa.
Como era de esperarse, lo único
que lograron fue crear a gente acomplejado con relación al problema
de las sectas, sin salirse del consejo de siempre: "No se metan con ellos".
Es que la realidad era muy diferente de la que soñaban con el ecumenismo.
En lugar de comprensión, encontraron un rotundo rechazo, y
en lugar de diálogo un monólogo con unas ganas desmedidas
de proselitismo, con miras a expandir cada uno "su" Iglesia, a expensas
de la Iglesia Católica.
Ni modo. Así es cuando se quiere
utilizar la misma receta para enfermedades diferentes. Para enfermedades
diferentes, hay que utilizar medicinas diferentes: el ecumenismo para restablecer
la unidad y la apologética para fortalecer la fe del católico
e impedir la división.
Se fueron con la finta, atraídos
por el nombre de la medicina o el color de la etiqueta. Y allá están
las consecuencias. ¡Cuánto mejor hubiera sido ser claros desde
un principio!
Pan al pan y vino al vino.
Sofismas
Tratándose por lo general de personas
cultas, no les resultó difícil inventar cualquier excusa
para justificar su posición y seguir adelante por el mismo camino:
Evidentemente, se trata de sofismas y nada
más, para confundir a la gente sencilla, aprovechándose de
la propia autoridad y haciendo uso de razonamientos huecos que no tienen
nada que ver con la realidad. En efecto, cualquiera entiende que no se
trata de defender la fe en abstracto, sino de ayudar al católico
de la calle a tener una idea clara acerca de su identidad y no dejarse
confundir por las sectas. Esta aclaración puede representar el inicio
de un camino hacia Dios.
Lo mismo por lo que se refiere al destino
de la Iglesia. Aquí no estamos hablando de la Iglesia en general,
sino de la Iglesia en concreto, en un determinado lugar. Pues bien, esta
Iglesia, presente aquí y ahora, no tiene ninguna garantía
de permanecer hasta el fin del mundo, como la misma experiencia enseña
en relación a tantas comunidades católicas que a lo largo
de la historia han desaparecido por completo.
Respecto a la manera concreta de llevar
a cabo la defensa de la fe, no es cierto que se enseña a pelear.
Una cosa es "dar razón" de la propia fe con argumentos (1Pe 3,15)
y otra cosa es pelear. De otra manera habría que acusar al mismo
Jesús de ser un peleonero por haber rechazado con argumentos las
solicitaciones de satanás (Mt 4,1-11) o por dar respuesta a los
ataques de los fariseos (Jn 8,30-59).
Por último, no es difícil
notar como oponer la apologética a la evangelización es una
forma equivocada de plantear el problema. En realidad, no existe ninguna
oposición entre apologética y evangelización; más
bien, existe complementariedad. La apologética abre el camino y
lleva a la evangelización y la evangelización, si quiere
ser auténtica y eficaz, tiene que suponer la apologética.
De otra manera se arriesga con construir
comunidades católicas con pies de barro: muchos conocimientos, mucho
entusiasmo, pero a la mera hora todo se derrumba al no contar con bases
firmes. Se van con la finta: la emoción, las muchedumbres o el líder
carsimático. Y para seguir con todo esto, se llega a dejar la Iglesia
de Cristo con las enormes riquezas que posee.
El caballo de Troya
La experiencia enseña que muchos
católicos "comprometidos" han dejado la Iglesia por irse con la
finta, practicando un ecumenismo ingenuo, sin tener los pies bien puestos
sobre la tierra (apologética). Ahí están tantas sectas
nuevas nacidas de un malentendido ecumenismo: "El Castillo del Rey" (Monterrey,
N.L.), "Vino Nuevo" (Cd. Juárez, Chih.) y "Monte María" (Tlalnepantla,
Edo. Méx.), para mencionar los casos más clamorosos de México.
¿Queremos enfrentar seriamente
el problema de las sectas? Empecemos por llamar a cada cosa por su nombre.
Cierta forma de pudor o cierta visión triunfalista del problema
resultan fuera de lugar en asuntos de tanta importancia. Puesto que cada
palabra tiene su sentido específico, ¿ por qué no
empezamos con utilizar las palabras correctas en el asunto de la división
religiosa? De otra manera seguiremos con la confusión y esta nunca
nos podrá resultar de mucha utilidad para enfrentar un problema
de tal magnitud, como es el de las sectas.
Ojalá que desde arriba empiecen
a llegar señales claras al respecto, deslindando claramente los
terrenos del ecumenismo de los terrenos de la apologética, que representa
la base para cualquier tipo de diálogo. De otra manera, seguiremos
perdiendo gente, fascinada por un ecumenismo irreal, que está actuando
al interior de la Iglesia como un verdadero "Caballo de Troya".