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Ecumenismo malentendido
Otro obstáculo; un malentendido
ecumenismo. Al querer enfrentar con seriedad el problema de las sectas,
uno tienen miedo a obstaculizar el proceso ecuménico ya en acto
y con buenas perspectivas para el futuro. Es que no se ha entendido que
el ecumenismo no tiene nada que ver con las sectas, que el ecumenismo no
tiene nada que ver con las sectas, vorazmente proselitistas. Mientras el
ecumenismo busca la unidad, el proselitismo a ultranza de las sectas mira
hacia la división. En este contexto, nuestra labor mira a fortalecer
la fe de los católicos para que no se dejen arrastrar por las mañas
y artimañas de las sectas, y haciendo esto estamos seguros de trabajar
en favor de la unidad, al impedir precisamente mayores divisiones.
Flojera
Sin embargo, aclarando esto, viene la dificultad
de la preparación necesaria para trabajar en esta línea.
Se necesita conocer bastante acerca de la Biblia y acerca de la doctrina
católica y las creencias de los distintos grupos religiosos. Y entonces
interviene la flojera que puede llegar hasta crear un fenómeno de
tipo sectario dentro de la misma Iglesia: cada uno se queda con su grupo.
Conoce sus cosas, vive la fe como le enseñan allá y con eso
se siente feliz, sin preocuparse en lo más mínimo por lo
que se maneja en los demás grupos al interior de la misma Iglesia
y tanto menos en los grupos que están fuera de ella. Y para camuflar
esta situación de cobardía y cerrazón, se hace alarde
de «apertura» , «espíritu ecuménico»
y tantas cosas bonitas que no vienen al caso. Hasta que el problema no
se vuelve «personal» al no pode ayudar a un familiar o un amigo
que se está pasando o ya se pasó a una secta. Y entonces
empiezan las recriminaciones contra la jerarquía, por no tomar cartas
en el asunto y no preparar adecuadamente a su gente.
Muchos sacrificios
Evidentemente no faltan católicos practicantes,
que sienten la curiosidad por adentrarse en el problema de las sectas «para
conocer». Pero ¿qué pasa? Que una vez satisfecha su
curiosidad, se alejan del asunto. No quieren «comprometerse»
a dar un servicio a la comunidad eclesial en esta línea específica.
Es que se trata de una tarea ingrata, que exige muchos sacrificios y ofrece
pocas satisfacciones. No es como trabajar en otros campos.
En realidad, en los movimientos apostólicos
normalmente se trabaja con el afán de aumentar la propia membresía
y así adquirir más prestigio y poder en la comunidad eclesial,
aunados muchas veces a ciertas ventajas de tipo económico. Trabajando
en la línea de la defensa de la fe, al contrario, es trabajar por
la Iglesia como tal, ayudando al que sea, sin ningún tipo de vínculo
ulterior, que pudiera traer algún beneficio.
Pocos comprometidos
Es como sembrar en el mar. Aclarar dudas, aconsejar
resolver problemas, y ya. Y te quedas solo como antes, con la única
satisfacción de haber hecho regresar al redil alguna oveja perdida
o haber llevado la paz a un alma angustiada.
Es lo que se nota al concluir algún cursillo
para seminaristas, religiosas, laicos comprometidos o pueblo en general:
alguna palabra de agradecimiento, algún vago deseo de que «esto
siga » y ya. Al momento del compromiso concreta, muy pocos levantan
la mano. Es que hay que dar mucho y recibir muy poco a cambio.
Casi siempre me preguntan: «¿Quién
sostiene esta actividad?» Al escuchar la respuesta: «Nadie»,
casi todos se enfrían. Ven el asunto muy difícil y con pocas
perspectivas para el futuro. Claro, les gustaría entrarle, pero
con algunas condiciones: un sueldito, un carrito, una oficinita, teléfono
y fax. Pero, esto de meterse a trabajar así nada más, gratis
et amore Dei (gratuitamente y por amor a Dios), cargando una miserable
mochila y pidiendo hospedaje en cualquier lugar, parece una exageración,
algo propio de la Edad Medio, completamente fuera de los parámetros
de la era de la computación.
Por eso, somos tan pocos los que estamos metidos
en esto. Sin embargo, no por eso nos vamos a desanimar, «tirando
la toalla», como dicen por ahí. Somos pocos, pero bien fogueados
y convencidos de lo que estamos haciendo. Así que, ni las burlas
(«Ahí vienen los cazadores de brujas»), ni la pobreza,
no los rechazos de parte de algunos nos van a detener: sabemos perfectamente
en lo que estamos y lo que pretendemos.
Por otro lado, no faltan (y son muchos) los que
ven en esta labor relacionada con el problema de las sectas, algo «providencial»,
necesario y urgente para el bien de la Iglesia hoy.
Un sacerdote comentaba:
«Durante los primeros siglos de la historia de la Iglesia, hubo situaciones difíciles con relación al problema de las sectas. Sin embargo, entonces la Iglesia supo enfrentar el problema con audacia y prontitud. Lo que no ha hecho ahora. Por eso el problema se ha hecho grave. ¡Qué bueno que alguien se ha abocado a la tarea de luchar para preparar a los católicos a mantenerse firmes en su fe y no dejarse confundir por las insidias de las sectas!».Así que, va a depender mucho de nosotros, si esta actividad tendrá todo el alcance que necesita para responder realmente a las necesidades de la Iglesia en el momento actual. Dependerá de nosotros saber involucrar a más gente, crear opinión y despertar interés e iniciativas al respecto.