Mi hermano no Pesa
Una vez, saliendo a la puerta de mi casa, se me acercó un niño pobre. Habrá tenido 8 o 10 años, la carita flaca, el pelo sucio, la ropa apenas lo abrigaba. Pero lo que más me impactó fue lo que traía en sus espaldas: colgado de sus hombros otro niño, que habrá sido apenas un par de años más chico que él. El niño apoyó, con mucho cuidado, a su "pequeña carga" en el borde de un escalón y levantando apenas la cabeza, me miró y dijo. "Señor, ¿me podría dar unas monedas?, si quiere le limpio la vereda". Yo lo miré con cara de asombro por el peso que llevaba, entonces le pasé unas monedas y le pregunté señalando sus hombros: "¿no pesa esa carga?, él, sin vacilar, me miró a los ojos y me respondió: "No pesa, es mi hermano", y sin dudar, lo volvió a levantar sobre sus hombros, me dió las gracias y se fue.
¡Cuántas cosas deberían los adultos aprender de los niños! Ellos son tan sanos en su alma, tan puros en su corazón que su sola mirada nos devuelve una esperanza y un retazo de amor que creímos olvidado cuando iniciamos la carrera de los adultos. Si todos pensáramos por un momento quienes son nuestros hermanos y les ayudáramos a transitar por la vida, aunque tengamos que cargarlos sobre nuestros hombros por un ratito, por un tiempo, hasta que aprendan a caminar solitos.
Si recordásemos a familiares que hace mucho que no vemos, amigos que están solos, niños que se mueren de hambre y no se quejan.
Si recordasemos que el pais vecino es hermano nuestro, más aún si habla nuestro idioma, se ríe con los mismos chistes y llora por las mismas tristezas, entonces no nos pesaría tanto la carga sobre los hombros, por un ratito, por un tiempo, hasta que aprendan a caminar solitos.