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     Los delfines son acróbatas del mar. Algunas especies pueden saltar hasta 25 pies fuera del agua. Son animales muy sociables, amistosos, e inteligentes, que poseen un sistema de comunicación que es objeto de continuos estudios y de gran fascinación.

     Existen más de 60 especies que viven en todos los mares del mundo. Algunas habitan en los ríos Amazonas y Ganges. La mayoría son pelágicos, o sea, que se mantienen siempre nadando mar afuera, generalmente en grandes grupos. Existe una cooperación muy peculiar entre los individuos de cada grupo para atrapar los cardúmenes de peces con que se alimentan, utilizando un sistema de sonido parecido al de los murciélagos para identificar sus presas.

     El delfín que más abunda en los mares dominicanos es el hocico de botella o tonina (Tursiops truncatus), que también es el más común en los parques de diversiones por su gran inteligencia y capacidad para mantenerse en cautiverio. Esta especie habita en las aguas tropicales y templadas de casi todos los océanos del mundo.

     Otras especies de delfines comunes en aguas dominicanas son el delfín moteado (Stenella frontalis) y el delfín común (Delphinus delphis).

     Frecuentemente se observan jugando alrededor de barcos, en aguas costeras o en estuarios, en grupos de varios individuos. Alcanzan velocidades de hasta 35 km/h y llegan a medir de diez a catorce piés de largo. Son muy sensibles a los ruídos que produce el tráfico de navegación y a la contaminación, lo que les ocasiona mortalidades en masa.

     Los delfines son definidos por muchos como ballenas pequeñas. De hecho pertenecen a la misma orden (Cetacea, suborden Odontoceti -por tener dientes-). Al igual que las ballenas son mamíferos marinos, además de numerosos otros rasgos similares, incluyendo su inteligencia, solidaridad al grupo y fuertes lazos familiares y de amistad entre individuos.

     En nuestro país se han reportado tres especies de delfines:

Delfín Moteado

(Stenella frontalis)

     Especie pequeña de unos dos metros de largo. Su cuerpo es robusto y tiene manchas muy características. El rostro y el pico están bien definidos.

     Es una especie que habita en las aguas tropicales y templadas del Océano Atlántico. Es muy común en el Caribe. Es capturado en pesquerías de subsistencias en St. Vincent, St. Lucia y Dominica, y en trampas pesqueras en el Atlántico tropical y oriental. El mayor número de avistamientos ocurre en la Bahía de Samaná y en los Bancos de La Plata y Navidad.

Delfín Común

(Delphinus delphis)

     Este delfín mide unos 2.3 metros de largo. Posee una forma hidrodinámica con un hocico bien definido y es negro con la punta blanca. La coloración del cuerpo es bien distintiva: el dorso es oscuro y la parte ventral blanca con un diseño dividido en cuatro partes definidas por líneas cruzadas. De lejos pueden identificarse por la coloración oscura en forma de V a cada costado.

     Son muy activos y generalmente se les ve saltando fuera del agua en manadas de cuarenta ejemplares, aunque éstas pueden estar formadas por miles de individuos. Es muy frecuente verlos nadando en las olas de la proa de los barcos permaneciendo largo tiempo para diversión de los observadores. Aunque se han podido mantener en cautiverio no se han reproducido.

     Se tienen pocos reportes para la República Dominicana de esta especie aunque su presencia debe ser más frecuente por estar amplamente distribuida y ser muy abundante. A pesar de esto la especie está sujeta a amenazas serias a causa de las capturas accidentales en las trampas atuneras de alta mar.

Delfín Hocico de Botella, Tonina o Bufeo

(Tursiops truncatus)

     Es una especie cosmopolita y es el más conocido de todos los delfines por su inteligencia y las espectaculares acrobacias que exhiben en los acuarios. Su hocico es corto con una demarcación definida denominada melón que le da ese aspecto de sonrisa. Se alimenta de peces, cefalópodos y crustáceos.

     Es una especie ampliamente distribuida en aguas tenmpladas y tropicales del mundo incluyendo el Caribe. Andan con frecuencia junto a ballenas pilotos. Es común verlos acercarse a los barcos pesqueros para comerse los peces atrapados en las redes convirtiéndose en competidores descarados. Muchos pescadores los consideran una plaga. Son juguetones y es común verlos cruzar frente a los barcos.

     Esta especie es frecuente en la Bahía de Samaná y en 1993 se observó alimentándose de peces en el interior de la misma. Está presente en los Bancos de La Navidad y La Plata y debería de estar reportado en todas las costas.

     La falta de conocimiento para su identificación es quizás una limitante. Es capturado accidentalmente en las redes pesqueras de alta mar y el Japón lo pesca para consumo humano


EL SONIDO Y LOS DELFINES

Extraído de "El mundo de los Océanos"
de Jacques Cousteau

 

Para comprender como pueden utilizar el sonido los seres humanos y los animales, tenemos que saber que las ondas sonoras se pueden desviar y reflejar. Si recordamos la compresión y expansión que experimenta el sonido alternativamente al atravesar cualquier elemento, aire o agua, estamos preparados para incorporar un concepto nuevo: la longitud de onda. Si medimos la distancia entre una compresión y la siguiente, esta distancia se llama longitud de onda. Cuanto mayor es la frecuencia, menor será la longitud de onda. Como conocemos la velocidad del sonido en los distintos materiales, conociendo la frecuencia del sonido podemos calcular su longitud de onda.

Un objeto que sea grande en comparación con la longitud de onda de un sonido reflejara buena parte de este sonido. Estos reflejos se llaman eco. Los sonidos rodean los objetos que son pequeños en comparación con la longitud de onda. El hecho de que los objetos reflejen el sonido ha sido aprovechado por el hombre en la navegación para localizar los icebergs o el fondo, en la pesca comercial para encontrar grandes bancos de peces, y en operaciones militares para determinar la posición de los submarinos.

Sabemos que los materiales de diferentes densidades reflejan el sonido; por lo tanto, en el océano el sonido rebota contra la superficie, el fondo y las masas de agua de diferentes temperaturas, además de los animales y las plantas. Las capas de agua que tienen temperaturas diferentes desvían las ondas sonoras que no se reflejan. De este modo, una onda sonora que recorre el mar se expande, es absorbida, cambia de dirección, es reflejada y se dispersa. Cuanto mayor sea la frecuencia del sonido, mayor será el efecto. Por este motivo, la mayoría de las sondas por eco de largo alcance que utilizan los barcos operan a una frecuencia por debajo de los 5.000 Hz. Para detectar objetos pequeños a distancias mucho más reducidas, los sonares operan a una frecuencia que escapa al alcance auditivo del hombre, es decir, por encima de los 20.000 Hz.

 

El sonar vivo

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Por cada invención humana, existe un sistema equivalente en la naturaleza que supera ampliamente al del hombre en eficacia y posibilidades. Uno de ellos es el sonar animal o ecolocalización.

En 1938 se descubrió que los murciélagos emitían unos sonidos inaudibles muy agudos, denominados ultrasonidos (entre 40.000 y 80.000 Hz), y recibían ecos que les daban abundante información con respecto al entorno. Unos diez años después, las observaciones de un científico americano, permitieron el descubrimiento de la ecolocalización en los delfines. Al intentar capturar delfines para un acuario, el científico observó que se podía conducir a los delfines por un canal en dirección a una red. Sin embargo, a 30 metros de la red invisible, los delfines cambiaban súbitamente de dirección y se alejaban. Pero se los podía capturar si se empleaban redes con una malla más grande, o redes embebidas en agua, donde no quedara ninguna burbuja de aire que pudiera reflejar el sonido.

Para obtener información sobre el ambiente, los delfines emiten sonidos cuya frecuencia oscila entre menos de 2.000 y más de 100.000 Hz. Podemos percibir los que son audibles para nosotros como una serie de golpecitos, que pueden darse como sonidos individuales o como una sucesión de sonidos unidos entre sí. El delfín, y otros miembros del suborden de los odontocetos, o cetáceos con dientes, pueden determinar no sólo la distancia y el rumbo, sino también el tamaño, la forma, la textura y la densidad de los objetos. Además, también pueden recibir más información que nosotros por el mero hecho de alterar el tono de uno de los golpecitos dentro de la sucesión y, como cada golpecito que rebota es diferente, puede hacerles llegar un mensaje diferente. De este modo, una sola sucesión de ecos produce una compleja imagen mental de un objeto.

Existen al menos cuatro tipos de información en el eco: la dirección de la cual procede, el cambio de frecuencia, la amplitud del sonido y el tiempo transcurrido entre la emisión y el retorno. Mientras el delfín explore, determina la dirección que siguen los ecos que regresan y, de este modo, la orientación del objeto que desea examinar. Los cambios de frecuencia hablan de su tamaño y su forma. La amplitud del sonido y el tiempo transcurrido dan indicios sobre la distancia.

Sólo recientemente hemos comenzado a comprender de qué modo se producen y emiten estos golpecitos y la forma en que el delfín percibe el eco: las emisiones de los golpecitos nacen dentro de la cabeza del delfín. Los sonidos se producen incluso mientras el animal esta bajo el agua, sin perdida de aire, lo cual sugiere que se recicla dentro de su aparato respiratorio.

 

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Los costados de la cabeza del delfín y su mandíbula inferior, que contienen una grasa aceitosa, son las zonas que reciben el eco. La protuberancia que tiene en la frente es, probablemente, el lugar donde nacen los golpecitos para la ecolocalización.

Cuando un delfín viaja, por lo general mueve la cabeza lentamente a un lado y al otro, hacia arriba y hacia abajo. Este movimiento es una especie de exploración global, que le permite al delfín ver un camino más ancho frente él. Pero si le interesa un objetivo pequeño, como por ejemplo un pez en medio del agua oscura, los movimientos exploratorios de la cabeza se vuelven rápidos y espasmódicos: Las frecuencias bajas tienen largo alcance pero no son direccionales, y los golpecitos de alta frecuencia sirven para investigaciones de corto alcance y alta definición.

A diferencia del sonido de alta frecuencia, es probable que las vibraciones de baja frecuencia se reciban primero en el oído interno. Para poder recibir e interpretar todos estos ecos, el cerebro del delfín tiene un lóbulo auditivo mucho más grande que nuestro cerebro.

Desde luego, no hay forma de saber que es lo que oye el delfín. No podemos imaginarnos cómo se oyen la forma y la distancia de los objetos. El sistema del delfín es de una precisión sorprendente y le proporciona al animal mucha más información que la que el hombre obtiene con el sonar. Por ejemplo, 'Dolly', un delfín entrenado por la marina de los Estados Unidos, es capaz de recoger tres monedas que se echan al mismo tiempo en tres direcciones distintas; recoge la primera cuando todavía se está hundiendo, y halla la segunda y la tercera entre los sedimentos, al cabo de escasos segundos, con muy poca visibilidad.

El lenguaje es la comunicación de pensamientos y sentimientos. El hombre es el único ser del reino animal capaz de comunicarse por medio de patrones específicos orales bien definidos, así como a través de sus transcripciones escritas. La cuestión es: ¿existen otros animales, aparte del hombre, que tengan un lenguaje según lo que nosotros entendemos?

 

¿EXISTE OTRO LENGUAJE?

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Sobre la tierra no hay ningún animal que este equipado con un cerebro comparable al del hombre. Pero en el mar hay varios mamíferos, incluidas orcas, los cachalotes, los delfines y las marsopas, cuyos cerebros son, al menos anatómicamente, similares al del hombre en cuanto a su tamaño. Son las únicas criaturas de la tierra dotadas de un sistema nervioso con la capacidad potencial para desarrollar procesos superiores de pensamiento. Los mismos animales, casualmente, poseen la capacidad de producir una gran variedad de sonidos. No ocurre lo mismo con el perro (cerebro pequeño, voz limitada), los simios (cerebro pequeño, voz limitada), el papagayo (voz, pero cerebro pequeño), y otros.

Algunos delfines en cautiverio han modificado los sonidos que producían para imitar los silbidos del hombre, quizás intentando establecer una base para la comunicación entre las especies. Esta capacidad de manipular los sonidos resulta estimulante, pero no debemos olvidar que el papagayo también puede imitar los sonidos humanos y producirlos ante alguna señal.

Se han llevado a cabo experimentos con la esperanza de demostrar que los delfines se comunican e intercambian ideas. Se colocaron dos delfines en tanques adyacentes con un 'teléfono' consistente en un transmisor y un receptor sumergidos uno en cada tanque. Sin el teléfono, los delfines no se podían escuchar, pero a través de él, las vocalizaciones se transmitían de un lado al otro electrónicamente, y podían mantener una conversación. No se podían ver. Los delfines intercambiaban golpecitos y silbidos durante la mayor parte del tiempo en que el teléfono estaba conectado. Cuando uno vocalizaba, el otro callaba. Esta conducta parece indicar que los delfines conversaban, tal vez se comunicaban, pero el significado de los silbidos sigue siendo un enigma. Cuando se desconectaba el teléfono, los delfines dejaban producir una variedad de silbidos y tan sólo emitían 'silbidos de identificación', que repetían una y otra vez. Estos silbidos son señales personales, que se supone permiten que los otros delfines reconozcan a uno en particular.

Las investigaciones recientes han hecho pensar a muchos científicos que delfines son casi tan inteligentes como los perros, y por este motivo creen que la comunicación entre el hombre y el delfín nunca superará la que existe entre el hombre y el perro. Sin embargo, otros investigadores siguen creyendo que, en algún momento, hombres y delfines serán capaces de comunicarse a un nivel más elevado.

Los nuevos experimentos científicos pueden darnos la respuesta, pero también puede ser que el hombre esté, en realidad, solo.

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