Los delfines son acróbatas del mar.
Algunas especies pueden saltar hasta 25 pies fuera del agua. Son animales muy sociables,
amistosos, e inteligentes, que poseen un sistema de comunicación que es objeto de
continuos estudios y de gran fascinación. Existen más de 60 especies que viven en todos los mares del mundo. Algunas habitan en los ríos Amazonas y Ganges. La mayoría son pelágicos, o sea, que se mantienen siempre nadando mar afuera, generalmente en grandes grupos. Existe una cooperación muy peculiar entre los individuos de cada grupo para atrapar los cardúmenes de peces con que se alimentan, utilizando un sistema de sonido parecido al de los murciélagos para identificar sus presas. |
EL SONIDO Y LOS DELFINES
Extraído de "El mundo de los Océanos"
de Jacques Cousteau
Para comprender como pueden utilizar el sonido los
seres humanos y los animales, tenemos que saber que las ondas sonoras se pueden desviar y
reflejar. Si recordamos la compresión y expansión que experimenta el sonido
alternativamente al atravesar cualquier elemento, aire o agua, estamos preparados para
incorporar un concepto nuevo: la longitud de onda. Si medimos la distancia entre una
compresión y la siguiente, esta distancia se llama longitud de onda. Cuanto mayor es la
frecuencia, menor será la longitud de onda. Como conocemos la velocidad del sonido en los
distintos materiales, conociendo la frecuencia del sonido podemos calcular su longitud de
onda.
Un objeto que sea grande en comparación con la longitud de onda de un sonido reflejara
buena parte de este sonido. Estos reflejos se llaman eco. Los sonidos rodean los objetos
que son pequeños en comparación con la longitud de onda. El hecho de que los objetos
reflejen el sonido ha sido aprovechado por el hombre en la navegación para localizar los
icebergs o el fondo, en la pesca comercial para encontrar grandes bancos de peces, y en
operaciones militares para determinar la posición de los submarinos.
Sabemos que los materiales de diferentes densidades reflejan el sonido; por lo tanto, en
el océano el sonido rebota contra la superficie, el fondo y las masas de agua de
diferentes temperaturas, además de los animales y las plantas. Las capas de agua que
tienen temperaturas diferentes desvían las ondas sonoras que no se reflejan. De este
modo, una onda sonora que recorre el mar se expande, es absorbida, cambia de dirección,
es reflejada y se dispersa. Cuanto mayor sea la frecuencia del sonido, mayor será el
efecto. Por este motivo, la mayoría de las sondas por eco de largo alcance que utilizan
los barcos operan a una frecuencia por debajo de los 5.000 Hz. Para detectar objetos
pequeños a distancias mucho más reducidas, los sonares operan a una frecuencia que
escapa al alcance auditivo del hombre, es decir, por encima de los 20.000 Hz.
El sonar vivo
Por cada invención humana, existe un sistema
equivalente en la naturaleza que supera ampliamente al del hombre en eficacia y
posibilidades. Uno de ellos es el sonar animal o ecolocalización.
En 1938 se descubrió que los murciélagos emitían unos sonidos inaudibles muy agudos,
denominados ultrasonidos (entre 40.000 y 80.000 Hz), y recibían ecos que les daban
abundante información con respecto al entorno. Unos diez años después, las
observaciones de un científico americano, permitieron el descubrimiento de la
ecolocalización en los delfines. Al intentar capturar delfines para un acuario, el
científico observó que se podía conducir a los delfines por un canal en dirección a
una red. Sin embargo, a 30 metros de la red invisible, los delfines cambiaban súbitamente
de dirección y se alejaban. Pero se los podía capturar si se empleaban redes con una
malla más grande, o redes embebidas en agua, donde no quedara ninguna burbuja de aire que
pudiera reflejar el sonido.
Para obtener información sobre el ambiente, los delfines emiten sonidos cuya frecuencia
oscila entre menos de 2.000 y más de 100.000 Hz. Podemos percibir los que son audibles
para nosotros como una serie de golpecitos, que pueden darse como sonidos individuales o
como una sucesión de sonidos unidos entre sí. El delfín, y otros miembros del suborden
de los odontocetos, o cetáceos con dientes, pueden determinar no sólo la distancia y el
rumbo, sino también el tamaño, la forma, la textura y la densidad de los objetos.
Además, también pueden recibir más información que nosotros por el mero hecho de
alterar el tono de uno de los golpecitos dentro de la sucesión y, como cada golpecito que
rebota es diferente, puede hacerles llegar un mensaje diferente. De este modo, una sola
sucesión de ecos produce una compleja imagen mental de un objeto.
Existen al menos cuatro tipos de información en el eco: la dirección de la cual procede,
el cambio de frecuencia, la amplitud del sonido y el tiempo transcurrido entre la emisión
y el retorno. Mientras el delfín explore, determina la dirección que siguen los ecos que
regresan y, de este modo, la orientación del objeto que desea examinar. Los cambios de
frecuencia hablan de su tamaño y su forma. La amplitud del sonido y el tiempo
transcurrido dan indicios sobre la distancia.
Sólo recientemente hemos comenzado a comprender de qué modo se producen y emiten estos
golpecitos y la forma en que el delfín percibe el eco: las emisiones de los golpecitos
nacen dentro de la cabeza del delfín. Los sonidos se producen incluso mientras el animal
esta bajo el agua, sin perdida de aire, lo cual sugiere que se recicla dentro de su
aparato respiratorio.
Los costados de la cabeza del delfín y su mandíbula inferior,
que contienen una grasa aceitosa, son las zonas que reciben el eco. La protuberancia que
tiene en la frente es, probablemente, el lugar donde nacen los golpecitos para la
ecolocalización.
Cuando un delfín viaja, por lo general mueve la cabeza lentamente a un lado y al otro,
hacia arriba y hacia abajo. Este movimiento es una especie de exploración global, que le
permite al delfín ver un camino más ancho frente él. Pero si le interesa un objetivo
pequeño, como por ejemplo un pez en medio del agua oscura, los movimientos exploratorios
de la cabeza se vuelven rápidos y espasmódicos: Las frecuencias bajas tienen largo
alcance pero no son direccionales, y los golpecitos de alta frecuencia sirven para
investigaciones de corto alcance y alta definición.
A diferencia del sonido de alta frecuencia, es probable que las vibraciones de baja
frecuencia se reciban primero en el oído interno. Para poder recibir e interpretar todos
estos ecos, el cerebro del delfín tiene un lóbulo auditivo mucho más grande que nuestro
cerebro.
Desde luego, no hay forma de saber que es lo que oye el delfín. No podemos imaginarnos
cómo se oyen la forma y la distancia de los objetos. El sistema del delfín es de una
precisión sorprendente y le proporciona al animal mucha más información que la que el
hombre obtiene con el sonar. Por ejemplo, 'Dolly', un delfín entrenado por la marina de
los Estados Unidos, es capaz de recoger tres monedas que se echan al mismo tiempo en tres
direcciones distintas; recoge la primera cuando todavía se está hundiendo, y halla la
segunda y la tercera entre los sedimentos, al cabo de escasos segundos, con muy poca
visibilidad.
El lenguaje es la comunicación de pensamientos y sentimientos. El hombre es el único ser
del reino animal capaz de comunicarse por medio de patrones específicos orales bien
definidos, así como a través de sus transcripciones escritas. La cuestión es: ¿existen
otros animales, aparte del hombre, que tengan un lenguaje según lo que nosotros
entendemos?
¿EXISTE OTRO LENGUAJE?
Sobre la tierra no hay ningún animal que este equipado con un
cerebro comparable al del hombre. Pero en el mar hay varios mamíferos, incluidas orcas,
los cachalotes, los delfines y las marsopas, cuyos cerebros son, al menos anatómicamente,
similares al del hombre en cuanto a su tamaño. Son las únicas criaturas de la tierra
dotadas de un sistema nervioso con la capacidad potencial para desarrollar procesos
superiores de pensamiento. Los mismos animales, casualmente, poseen la capacidad de
producir una gran variedad de sonidos. No ocurre lo mismo con el perro (cerebro pequeño,
voz limitada), los simios (cerebro pequeño, voz limitada), el papagayo (voz, pero cerebro
pequeño), y otros.
Algunos delfines en cautiverio han modificado los sonidos que producían para imitar los
silbidos del hombre, quizás intentando establecer una base para la comunicación entre
las especies. Esta capacidad de manipular los sonidos resulta estimulante, pero no debemos
olvidar que el papagayo también puede imitar los sonidos humanos y producirlos ante
alguna señal.
Se han llevado a cabo experimentos con la esperanza de demostrar que los delfines se
comunican e intercambian ideas. Se colocaron dos delfines en tanques adyacentes con un
'teléfono' consistente en un transmisor y un receptor sumergidos uno en cada tanque. Sin
el teléfono, los delfines no se podían escuchar, pero a través de él, las
vocalizaciones se transmitían de un lado al otro electrónicamente, y podían mantener
una conversación. No se podían ver. Los delfines intercambiaban golpecitos y silbidos
durante la mayor parte del tiempo en que el teléfono estaba conectado. Cuando uno
vocalizaba, el otro callaba. Esta conducta parece indicar que los delfines conversaban,
tal vez se comunicaban, pero el significado de los silbidos sigue siendo un enigma. Cuando
se desconectaba el teléfono, los delfines dejaban producir una variedad de silbidos y tan
sólo emitían 'silbidos de identificación', que repetían una y otra vez. Estos silbidos
son señales personales, que se supone permiten que los otros delfines reconozcan a uno en
particular.
Las investigaciones recientes han hecho pensar a muchos científicos que delfines son casi
tan inteligentes como los perros, y por este motivo creen que la comunicación entre el
hombre y el delfín nunca superará la que existe entre el hombre y el perro. Sin embargo,
otros investigadores siguen creyendo que, en algún momento, hombres y delfines serán
capaces de comunicarse a un nivel más elevado.
Los nuevos experimentos científicos pueden darnos la respuesta, pero también puede ser
que el hombre esté, en realidad, solo.
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