Bici y Montaña Galería de Fotos nuevas Artículos de interés nuevos Taller de Bici y Montaña nuevo
|
Mi primera carrera
Ese día todo era
confuso para mi, y parecía haber millones de competidores. En cuanto arrancamos
tome la punta y empecé a despegarme notoriamente. Comencé a quedarme
solo y con una imagen, la línea de meta. Repentinamente el
sendero se torno oscuro, pero yo seguí adelante, al final solo sé que
llegue primero. Nueve meses después,
había nacido. Esa fue mi primera
competencia que gané , y por mucho tiempo (33años) fue la única. Y precisamente a los
33 tuve mi segunda carrera importante, solo que esta vez no era por la
vida sino contra la muerte. Recuerdo que fue en
una carrera en Salazar, en el
Estado de México, yo llevaba un buen tiempo entrenando duro y mi nivel se
había incrementado notablemente, y extrañamente
mi peso había
disminuido. Sin embargo al final
de la primera vuelta empecé a notar que no tenía la misma fuerza que en
otras ocasiones en ese mismo lapso de tiempo. Sentí una pequeña
punzada en el cuello lo que me llevo a poner la mano en esa parte de mi
cuerpo para descubrir un pequeño abultamiento justo debajo de la clavícula. Era un ganglio
inflamado, pero en un lugar donde yo no sabía que había ganglios. Lo que tampoco sabía
es que no era el único y que
iba a descubrir más dentro de mi cuerpo, cuando me realicé varios
estudios. Fue
ahí donde inició una de las carreras más importantes de mi vida
y era precisamente contra un rival poderoso del cuál solo había oído
hablar por terceras personas, y lo poco que sabía es que siempre ganaba
sus carreras, EL CÁNCER. Durante los primeros
meses todo era reclamarle a la vida el porque me había pasado a mi. En ese entonces con
33 años ya tenía a mis tres hijos y
una esposa que demostró ser
más fuerte de lo que parecía. Deje de rodar y de
ver a las personas con las que rodaba, pero al cabo de 3 meses, la bici me
volvió a llevar a la montaña, para descubrir que ya no era lo mismo, y
que el rodar con una carga de quimioterapia en el cuerpo no es lo más cómodo
que existe. Sin embargo no me
dejé vencer, y prefería
pensar que los dolores que me aquejaban eran por los brincos en la montaña
y no por los tumores que seguían creciendo en mi interior. Todo
era cuestión de cómo quería ver la vida... Después me di cuenta que gracias a los 6 años que llevaba de andar en la montaña mi corazón se había fortalecido y me permitiría aguantar con más entereza las 27 quimioterapias a las que fui sometido. Entonces seguí rodando aún con las quimioterapias y las molestias que estas ocasionan. Y déjenme decirles que fueron las rodadas más intensas que he hecho, pues aunque solo duraban apenas una hora, y cuando mucho recorría 10 kilómetros, vi y descubrí paisajes que no había notado y que siempre estuvieron presentes. Pero no fue lo único
de lo que me di cuenta, y eso fue lo más importante. Después del
trancazo de saberme desahuciado, con un 70% de avance de la enfermedad,
tuve mucho tiempo para pensar y meditar lo que había hecho en mi vida
hasta ese entonces. Y la verdad no me
arrepiento de nada de lo que he hecho o dejado de hacer, pero si lamento
el hecho de no haber estado tan consciente como hoy en día, de todo lo
que me rodea. Al cabo de un año y
las 27 quimioterapias, la mejor noticia que me habían dado desde el
nacimiento de mis hijos fue la del doctor cuando me dijo que ya no había
rastros de células cancerosas, y que las
quimioterapias se suspendían, pero debía seguir bajo revisión
durante cinco años. Entonces decidí
entrar una vez más a una carrera de bicis en la montaña, esta vez en
Chiluca, donde alguna vez me enamoré de este deporte. Fue la mejor carrera
en bici de mi vida, y no por haberla ganado, pues de hecho fui el último
en llegar por más de 20 minutos después de los demás. Y eso fue lo mejor
pues al quedarme solo en la montaña, ya sin jueces, ni puestos de
hidratación, y menos
competidores, pude llorar a gusto agradeciéndole a Dios la oportunidad de
seguir vivo y estar ahí para llegar al último, pues como digo “para
llegar al último hay que estar ahí” Y eso
solo era cuestión de cómo quería ver la vida... Esa fue la última
vez que competí en la bici de montaña, pues descubrí
que para mi la bici de
montaña ya no era un deporte sino una filosofía. Una vez más una
manera de ver la vida. Hoy en día a 11 años
de haberle ganado la batalla al cáncer, miro hacia atrás y veo lo que la
bici de montaña ha hecho por mi, después
de 17 años ininterrumpidos Primero la
oportunidad de conocer a muchísimas personas de las cuáles siempre
aprendí algo. Segundo la
oportunidad de conocer lugares inimaginables que aún hoy en día
llevo grabados en mi mente. Tercero que las
cosas no son ni buenas ni malas, ni rosas ni blancas, que la vida es, como
uno la quiera ver. Y lo más
importante, la oportunidad de seguir vivo gracias a la buena salud física
que como resultado de tanto rodar me dejo la bici. Hoy en día puedo
decir que vivo mi vida como si cada día fuera el último, y por eso trato
de hacer muchas cosas más Además de rodar,
claro, por un par de
horas en la montaña, regreso a mi casa a estar con mis hijos y mi esposa,
a convivir con tantas otras personas a las que uno puede dejarles algo de
enseñanza y al mismo tiempo aprender. He aprendido que
como en la bici, lo mejor de
una rodada, es la subida, y que la bajada después de esa subida es solo un premio
a mi esfuerzo. Así
también en la vida todo lo que viene después de
mis esfuerzos es un premio que hay que compartir y gozar. He aprendido que a
esta vida venimos a ser
felices, de una manera muy fácil, haciendo felices a los que nos rodean. Así que ya lo
saben, rueden poco o rueden mucho lo importante es tener conciencia de que
cada momento que existimos, es
un regalo que hay que agradecer. Todo es cuestión
de cómo queremos ver las cosas... Gracias... por
tomarse el tiempo de leer estas líneas. Jorge de Avila Rodando
Descubriendo Conviviendo
Haz clic en el logo para regresar |