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Cuentos dedicados

 

Ángel, era un cuentacuentos, de esos que narran viejas y nuevas historias; de los que se dedican a que por un momento nuestra imaginación se llene de princesas, aventuras, ilusiones, tesoros y sobre todo sentimientos. Sería un cuentacuentos mas si no fuera porque poseía una cualidad que le hacía realmente especial, escribía cuentos dedicados. Ya se que no parece algo tan especial, pero no es que se dedicara a firmar los cuentos que escribía, no. El era un especialista en escribir el cuento apropiado en el momento justo a una persona necesitaba, a la cual se lo dedicaba. Porque todos, en algún momento de nuestra vida necesitamos un cuento especial; y justo en ese momento aparecía Ángel y lo escribía; para los demás que lo leían simplemente era un bonito cuento; pero para la persona a la que se lo había dedicado era algo increíblemente fantástico, no narrable con palabras; palabras que Ángel usaba de modo singular. No era su estilo narrativo mas bien tosco y vulgar, ni la historia en si; ya que para al resto no era mas que un buen cuento; lo mágico era el espíritu del cuento; lo que era capaz de transmitir. Podría seguir intentando explicaros como eran esos cuentos durante horas, pero hasta que uno no recibía un cuento dedicado de Ángel no entendía lo que significaban.

Su fama en la región era tal, que llego a oídos de palacio; por aquel entonces al Rey le aquejaba un extraño mal, del que nadie parecía conocer origen, ni solución. Tan grave era el asunto, que los consejeros reales, después de probar todos los medios tradicionales, e incluso alguno menos ortodoxo, decidieron llamarle para ver si con un cuento era capaz de mejorar al Rey, ya que su enfermedad parecía ser de tipo anímico.

Y así hicieron, llamaron a Ángel a la corte, allí le contaron el problema de su majestad y le encargaron un cuento; dicho cuento debía ser sensible, pero no sensiblero; debía tener un lenguaje culto digno de un Rey, pero sencillo para no ser difícil de entender, bonito pero no cursi, de amor pero sin empalagar… y así una larga lista de restricciones y recomendaciones para el cuento perfecto. A Ángel, la verdad es que le emocionaba aquella oportunidad de escribir un cuento nada menos que para el Rey, si salía victorioso de aquella, su fama crecería. Pero tenía algo de recelo porque nunca la habían dicho como tenía que escribir un cuento..

Motivado por la dificultad se puso a trabajar rápidamente en el cuento, pero esta vez nada se le ocurría, al contrario que otras veces que las palabras fluían rápidas de su imaginación al papel. Nada de nada, ni una idea ni un boceto, ni tan siquiera unas palabras.

Cuando empezaba a escribir algo, en seguida lo desechaba por que no le parecía buena idea; el alto consejo se impacientaba porque habían pasado ya dos semanas y la salud del Rey empeoraba y seguían sin saber nada de Ángel. Ángel obligado por las circunstancias empezó a entregare al consejo algunos de los cuentos que ya había escrito antes, pero ninguno pareció hacer mejorar un ápice la ya maltrecha salud del Rey. Incluso escribió un pequeño cuento pero nada. Ángel estaba cada vez más desesperado, parecía que iba a fracasar ,su imaginación le estaba defraudando, cosa que nunca antes le había pasado.

Una mañana pidió ver al Rey, al cual aun no conocía. No sabia muy bien que contarle, ni como explicarle su repentina falta de imaginación, pero algo le decía que tenía que verle; los consejeros accedieron.

Ángel entró temeroso en el dormitorio real, sus nulos conocimientos de diplomacia le hacían que ahora no supiera si tenía que arrodillarse o avanzar. Por lo que el resultado fue una especie de genuflexión andando. Dijo balbuceando:

-Majestad, siento…- iba a comenzar una disculpa cuando el Rey le interrumpió.

-Ángel, necesito que me escribas un cuento -dijo con voz afable y mirándole a los ojos.

El Rey no dijo nada más, pero aquella mirada bastó a Ángel para comprender toda la angustia de su majestad y por lo que estaba pasando.

Ángel se retiró, aquel mediodía empezó a escribir el cuento, a tal velocidad que parecía poseído, esa misma tarde se lo presentó al Rey y por la noche ambos brindaban con el mismo vino en la fiesta que se organizó por la repentina mejoría del Rey.

 

 

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