GASSMENSCH

Me detengo exhausto ante un charco en la tierra, seducido por el agua sucia y lodosa que mi boca y mi garganta ven como el manantial más exquisito. Sumerjo desesperado la mano en el charco y llevo el agua hasta mis labios. Bebo hasta quedar satisfecho, entonces me siento en el lodo y trato de relajarme. Contemplo el espacio que me rodea y no veo señales de la cosa que me está persiguiendo. Suspiro. Estoy lejos de las trincheras y de los alambres de púas, todo a mi alrededor es un infinito desierto lodoso; el sólo verlo me hace sentir el único hombre en un mundo que ha muerto.

Mi mano se resiste a soltar el fusil pues mis dedos se han quedado engarrotados alrededor de éste. Los libero. Comienzo a buscar en mi mochila más municiones, todas las he descargado en él. Sé que no le hacen daño, pero el tener mi arma cargada me hace sentir seguro. Encuentro tres balas y un trozo de salchichón ennegrecido y mohoso que devoro con ansiedad. En las últimas horas sólo he pensado en huir y no había tomado tiempo para revisar mi mochila. Hay algo más ahí, es mi diario. Abro el cuaderno y comienzo a leer las cosas que yo mismo escribí hace apenas unos días, pero que me parecen escritos por otra persona en otra época muy diferente. Rio tristemente al leer cómo pensaba yo acerca del Gassmensch en ese entonces.

17 de Noviembre

"Hoy escuché a dos capitanes hablar acerca de lo que uno de ellos había oído hablar a un teniente y un general. Dijeron que habían muerto algunos soldados en la trinchera en la que se encontraba el teniente antes de ser transferido, que parecían haber sido envenenados con gas, pero que no había habido ataques y que no afectó a todos los soldados, a pesar de que todos estaban en el mismo espacio reducido.

Más tarde Franz me dijo..."

Comienzo a llorar después de leer el nombre de mi amigo y compañero, sabiendo que nunca lo volveré a ver. Sigo leyendo, sin saber qué estoy buscando.

"Más tarde Franz me dijo que había escuchado los rumores de que un soldado se habíha vuelto loco y gaseado a sus propios compañeros mientras dormían, pero no a todos ellos, sino que sólo hacia aspirar a algunos pequeñas cantidades de gas."

¡Y yo lo creí! ¡Si hubiera sabido la verdadera naturaleza del terror que estábamos enfrentando y que cada vez teníamos más cerca! Miro a mi alrededor buscando señales de vida, pero sólo está el desierto de lodo hasta donde la vista alcanza. Continúo leyendo mi diario y ya que en las notas del 18 de noviembre no encuentro referencias al Gassmensch paso al día siguiente.

19 de Noviembre

"Hoy conocí a un soldado que vino transferido desde el Hormiguero. Me dijo que ya lo habían dejado a los franceses, que temían que hubiera una epidemia en esa trinchera, porque muchos soldados aparecían muertos con los gestos retorcidos como si hubieran sido envenenados con gas. Pero el soldado, de nombre Peter, nos dijo a mí y a Franz que la verdadera razón de la muerte de los soldados era el Gassmensch. Nos dijo que era un hombre que entraba a las trincheras y a las barracas durante las noches y que envenenaba a los soldados con gas mientras ellos dormían."

En ese entonces y hasta tiempo después creímos que el Gassmensch era un hombre. Tardamos mucho en darnos cuenta de su verdadera naturaleza. Sollozo al darme cuenta de que en realidad aún no sé lo qué es.

21 de Noviembre

"Anoche hubo un asalto, los franceses que ya habían asegurado su posición en el Hormiguero atacaron nuestra trinchera y estuvimos toda la noche disparando. Logramos repeler el ataque, pero muchos murieron, aunque hubo más bajas en los franceses. Hans murió.

Franz nos dijo hoy en la mañana que vio una figura caminar tranquilamente de un lado a otro durante la batalla, en medio del fuego cruzado. Peter dijo que escuchó a varios oficiales decir que muchos soldados tanto alemanes como franceses fueron encontrados con las señales del envenenamiento por gas, pero que sabían que ni ellos ni nosotros habíamos usado gas durante la batalla. Peter dijo que estaba seguro de que el Gassmensch estuvo ahí."

22 de Noviembre

"Hay miedo en la trinchera, varios soldados murieron anoche. Amanecieron con los músculos contraídos, con el gesto retorcido, como si hubiera sido gas. Yo conocía a uno de ellos, era un jovencito a quien llamábamos Maus. Nos ordenaron cremar todos los cuerpos."

Dejo de leer, trato de recordar a Maus. Tan joven... cuando lo conocí era muy alegre, pero en las últimas semanas parecía estar invadido por la desesperación. No me enjugo los ojos antes de continuar con mi lectura.

23 de Noviembre

"He oído a varios soldados comentar acerca de un hombre altísimo, vestido todo de negro, con una gabardina larga como la que usan los oficiales, que camina por las trincheras durante la noche. Creen que él es el que está matando a los soldados, aunque nadie sabe qué pasa con él durante el día o dónde se esconde. Cuando les pregunté a los soldados que lo habían visto caminar porqué no le habían disparado, me dijeron que apenas lo vieron se fueron a meter a sus barracas. Me dijeron que cuando el Gassmensch está cerca, se siente un olor muy dulce y penetrante, que creen que es el gas con el que mata a sus víctimas."

24 de Noviembre

"Anoche pasó algo muy extraño. Estaba en mi litera recostado, con los ojos cerrados pero sin dormir, cuando sentí un olor muy dulce y muy penetrante. Me dio mucho miedo y no abrí los ojos. Luego escuché una respiración muy pesada y cortante junto a mí. Hoy en la mañana encontraron a Will muerto en su cama, como a varios otros soldados. Creo que el Gassmensch estuvo en nuestra barraca. Estamos todos muy nerviosos y los oficiales no dicen nada."

26 de Noviembre

"Antenoche vi por fin al Gassmensch. Estaba haciendo la guardia, cuando sentí el mismo olor de la noche anterior. Me puse alerta y lo vi: era una figura humana, muy alta, vestida toda de negro, traía una capa o una gabardina negra y larga que ondeaba cuando caminaba y le daba el aspecto de una sombra que se deslizaba por los pasillos de la trinchera. Me quedé congelado del terror cuando lo vi venir, pero él pasó junto a mí como si nada. Entonces lo pude ver mejor, sus manos eran muy raras, parecía traer guantes negros y brillantes, pero sus dedos parecían garras debajo de los guantes, como puntiagudos. Traía una máscara antigás que le daba el aspecto de algo muerto. Su respiración se podía oír detrás de la máscara, pesada y cortante, como la que oí la noche en que murió Will.

Cuando el Gassmensch estuvo a varios metros más adelante de donde yo estaba, fue cuando reaccioné, tomé mi fusil y disparé contra él. La criatura (pues ahora estoy seguro de que no se trata de un hombre) se tambaleó un momento, pero luego recobró su postura firme y fría. Del lugar por donde entró la bala comenzó a escapar una nube de gas negro muy espeso. Al verlo, corrí en la dirección opuesta.

Ayer estuve arrestado todo el día, por contar la historia del Gassmensch a los soldados. El teniente Brem dijo que mi historia era sólo para justificar el que haya abandonado mi puesto y que sólo hacía cundir el pánico entre mis compañeros. Hasta hoy en la mañana me levantaron el arresto y me enteré de que varios soldados habían muerto las dos noches anteriores."

Aquí termina mi diario, con las últimas líneas escritas con prisa. Lo cierro con un suspiro desesperado y lo meto de regreso a la mochila. Por alguna razón siento que si sobrevivo debo contar esta historia. Dejé de escribir porque a la mañana siguiente fue cuando emprendimos la carrera Peter, Franz y yo; cuando despertó el primero nos hizo notar que no había nadie vivo en los alrededores. En las barracas decenas de soldados estaban muertos en sus camas, con la expresión de un ánima atormentada en el infierno. En los pasillos de la trinchera muchos más cadáveres estaban medio hundidos en el lodo. No encontramos a los oficiales y tampoco estaban entre los cadáveres algunos de nuestros conocidos, así que dedujimos que debían haber huido.

Recogimos nuestras cosas y municiones suficientes y nos lanzamos a campo abierto. Mis dos compañeros y yo, corriendo por la campiña, sin señal alguna de los franceses ni de los nuestros por ningún lado, pero a esas alturas ninguno de nosotros tres temía morir por las balas, ni creía que éstas nos pudieran salvar.

La primera noche acampamos afuera de una trinchera que encontramos; con trozos de madera podrida encendimos en el lodo una fogata. Franz entonces nos dijo la razón por la que el Gassmensch no se veía de día, nos explicó que había diferentes gases venenosos, algunos no se evaporaban si hacía mucho frío y no llegaban a ningún lado, otros se evaporaban muy rápido con el calor y se disolvían en el aire. Franz creía que el Gassmensch se habría evaporado si salía durante el día. Esa noche nadie durmió.

Ahora siento frío. Miro hacia el cielo y me doy cuenta de que el sol ya comienza a ponerse. Me aterro ante la idea, pero no tengo energías para seguir corriendo, y además, en este paisaje tan homogéneo no sabría hacia dónde ir sin regresar por donde vine. Busco neciamente a mi alrededor algo con lo que pueda hacer una fogata, pero sé que no hay nada en este gigantesco lodazal. Miro mi mochila, lo pienso por un minuto antes de prenderle fuego con todo y mi diario adentro. Sólo conservo las balas, pero ¿para qué? sé que no pueden ayudarme. Como no nos ayudaron cuando el Gassmensch nos atacó dos noches después de haber dejado la trinchera.

Estábamos sentados alrededor de una fogata hecha desesperadamente con nuestra ropa interior, pues esa noche era más fría de lo que habían sido las anteriores. Recuerdo que estábamos conversando acerca de porqué el Gassmensch mataba a unos soldados y a otros no, aunque estuvieran en el mismo lugar al mismo tiempo, de porqué sólo pasó junto a mí como si yo no existiera. Peter dijo entonces que quizá tenía una lista de soldados a quienes matar y que entonces nosotros no corríamos peligro.

Me volví para ver a Franz, se veía realmente cansado, su rostro estaba pálido y flaco y su mirada se perdía en la hoguera. Entonces vi aparecer detrás de él al Gassmensch caminando lenta y fríamente hacia nosotros. Grité y mis compañeros se movieron como un rayo. De alguna manera, logramos poner la fogata entre el Gassmensch y nosotros; estábamos tan cerca que podía ver el fuego reflejado en los lentes de la máscara de la criatura. Disparamos los tres al mismo tiempo, seguros de nuestro tino; el monstruo retrocedió algunos pasos, para después seguir avanzando hacia nosotros, pero volvimos a cargar y disparamos una vez más, sin fijarnos que por las heridas que le causábamos escupía gas negro y espeso como el humo de una chimenea. Franz fue el primero en darse cuenta, pero él no pudo evitar inhalar del veneno antes de avisarnos. Dejamos por la paz la idea de disparar al Gassmensch y sólo pensamos en huir. Corrimos durante algunos minutos hasta creer que habíamos perdido a nuestro perseguidor; yo iba ayudando a Franz, a quien costaba cada vez más trabajo mantenerse en pie. Súbitamente Franz cayó al lodo y ahí se retorcía gimiendo de dolor. Apretaba los dientes y babeaba y se arañaba la cara y sus ojos sangraban. Peter y yo lo contemplamos con horror y compasión hasta que dejó de moverse. Entonces lo abandonamos ahí, en el lodo y seguimos caminando hasta el amanecer.

Cuando salió el sol habíamos entrado ya a esta tierra de nadie en la que me encuentro ahora. Peter y yo nos dejamos caer sobre el lodo y yo me dormí hasta medio día. Ahora me tomo un tiempo para contemplar este desierto, esta extensión de tierra muerta que llega hasta el horizonte. Esto es lo que ha hecho la guerra, esto lo que han hecho las balas, las granadas y el gas, la han convertido en un desierto estéril y las constantes lluvias de la región hacen el resto.

Fue la lluvia lo que me despertó al medio día, las gotas cayendo suavemente sobre mi piel son lo único saludable que me ha tocado desde que llegué al frente. Peter y yo llenamos nuestras cantimploras y me sentí revitalizado. Proseguimos nuestra huida más allá de la caída de la noche y fue entonces que noté lo extraño que se portaba Peter. Después de nuestro encuentro con el Gassmensch yo fui el único que conservó su fusil, mis dos compañeros dejaron los suyos atrás en la huida. Peter comenzó a interrogarme, me decía que no necesitaba el fusil si al monstruo no le hacían daño las balas, que si conservaba mi arma era para atacar humanos. Yo no le respondía, sólo seguía caminando. Peter sacó su cantimplora, pero durante un instante de torpeza, la dejó caer derramando el preciado líquido en la tierra mojada. Observó su cantimplora durante unos segundos y me dirigió una mirada desquiciada como nunca había visto en un ser humano. Tomó un puñal que traía colgado de su cinturón y se lanzó contra mí, gritando como un loco que le diera mi agua. Yo trataba de esquivarlo, pero una de sus estocadas dio justo en mi cantimplora y abrió una fisura por la cual se salió toda el agua, lo que hizo que Peter enloqueciera aún más. Sentí en ese momento el penetrante olor del Gassmensch. Surgió de entre las sombras y tomó con sus brazos a Peter, cuyos pataleos y sacudidas no le ayudaban a liberarse del abrazo del monstruo. Me quedé congelado, viendo cómo una nube de gas negro envolvía al Gassmensch y a Peter. No me quedé a ver un final que ya conocía y seguí corriendo.

Entre caminata y carrera, estuve huyendo sin cesar durante dos días, hasta que vencido por la fatiga me detuve frente a este charco, donde estoy ahora. Estoy tan cansado de correr, y el sol se ha puesto ya. Me levanto y empiezo a caminar hacia el poniente. Si sigo caminando es casi por inercia, ya no tengo esperanzas, y al ya no tenerlas, tampoco siento miedo. Me dejo caer. Percibo el dulce aroma del Gassmensch acercándose; me levanto y sigo caminando. Siento su pesado y cortante respirar detrás de mí. Me vuelvo y veo mi rostro reflejado en los lentes de su máscara antigás. Ahora lo entiendo. El Gassmensch no mataba hombres al azar, buscaba a los que querían morir o a los que estaban listos para morir. Ahora sé que no es una aberración creada por esta atroz guerra, que ha siempre estado aquí. Ahora sé quién es el Gassmensch. Me acerco a él y dejo que comparta su veneno conmigo.

 

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