EL TRAGICO FINAL
ADIOS RODRIGO
Rodrigo murió como había crecido: a los golpes. De madrugada,
bajo un cielo negro de nubes, este muchacho cordobés de 27 años,
quedó tendido y ensangrentado sobre el asfalto húmedo de
una autopista solitaria.
En la nublada tarde del viernes 23, Rodrigo y su manager desde el primer
día, José Luis Pepe Gozalo, definían cómo viajar
al show que el cantante debía dar en la bailanta "Escándalo"
de City Bell, esa misma noche.
Entrada de su último recital.
Era el único recital programado de una jornada atípicamente
tranquila, y entonces el Potro decidió ir en su 4x4 y llevar a su
hijo Ezequiel Ramiro, de 3 años.
Primero fue a grabar el programa La Biblia y el Calefón con
Jorge Guinzburg, y después se fue a cenar en El Corralón.
Como no había mesa, Pepe Parada los invitó a sentarse junto
a él y Fernando Olmedo, el hijo de Alberto.”
Su última cena en "El Corralón".
Mientras conversaban, Rodrigo contó sobre sus proyectos y jugó
e hizo dibujos en las servilletas con su hijito. A pedido de todos tarareó
la canción que había compuesto para la publicidad de la cerveza
"La Diosa". En la despedida, se produjo el diálogo que resultaría
clave en el desenlace. “Che, me encantaría ver un show tuyo. A ver
cuándo me invitan”, dijo Olmedo. La respuesta de Rodrigo fue inmediata:
“Venite ahora, hago un show en La Plata y volvemos”. Olmedo, al principio,
se acobardó: “No, a ver si me dejan colgado en La Plata”. Y el Potro
enseguida le ofreció: “No te hagas problema, loco. Te traigo yo
mismo en la camioneta”.
A las tres de la mañana del sábado, Rodrigo, su ex mujer
Patricia, su hijo Ramiro, Fernando Olmedo, Gustavo Cachi Pereyra (asistente
de Rodrigo) y el Negro Moreno (productor de sus discos) se prepararon para
regresar de City Bell en la camioneta Ford Explorer roja de Rodrigo (era
suya desde noviembre, cuando Pepe Gozalo, el dueño inicial, se la
entregó a pedido del cantante). Al salir de Escándalo, Gozalo
lo miró y le dijo: “Ro, ¿por qué no lo dejás
manejar a Claudito?” (uno de los integrantes de la banda). El Potro respondió
tranquilo: “No. Voy manejando yo. Quedate tranquilo, que está todo
bien”. Y acto seguido le dio un pico a Gonzalo, repitiendo un gesto de
cariño y humor que incorporó desde su visita a Diego Maradona
en Cuba. Entonces subieron a la camioneta. Rodrigo al volante. Patricia
y Ramiro en el otro asiento delantero. El Negro Moreno detrás de
Rodrigo, Pereyra en el medio y Olmedo detrás del asiento del acompañante.
Así partieron. Apenas habían pasado las tres de la mañana.
Aquí el relato se apoya en diferentes testimonios. Rodrigo habría llegado sin problemas al peaje de Hudson, a unos quince minutos del camino Centenario. Detrás venía otra camioneta con integrantes de la banda. Al pasar el peaje, habría aparecido la camioneta Chevrolet Blazer blanca que recorrió junto a la Ford Explorer los kilómetros previos al vuelco fatal. Cachi Pereyra, uno de los sobrevivientes, cuenta lo que ocurrió después: “Veníamos muy tranquilos cuando la camioneta blanca nos pasó muy rápido, y después bajó la velocidad y se quedó taponándonos. Rodrigo le hizo luces para que se abriera y, cuando intentó pasar, la camioneta le cerró el camino. Entonces pegó el volantazo hacia la derecha, y ahí pegamos contra el guard rail, y empezamos a dar vueltas”. El testimonio de Pereyra es decisivo: iba en la camioneta y nunca perdió el conocimiento.
A 150 metros de la camioneta, un cuerpo se encontraba tirado casi de
perfil, con las clásicas botas de cuero de serpiente todavía
puestas, la campera cubriéndole la cabeza y un charco de sangre
deslizándose sobre el asfalto.
Era Rodrigo, ya sin vida.
Ahora sí, dejémoslo descansar
en paz, por favor...
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