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Escena 1:
La Vida y la Muerte se encuentran en un camino rural de Hungría rumbo a la aldea de
Raiding, el lugar donde ha nacido el pequeño Franz Liszt, a quien sus padres dieron el
cariñoso apodo de Putzi (niño, pibe o chaval en húngaro). Ambas
mujeres marchan al encuentro del recién nacido a quien la Vida describe como un ser
destinado a ser genial. La Muerte, en particular, busca deshacerse de quien, al hacerse
adulto, pondría en peligro a sus tres mejores amigas, Mediocridad, Rutina y Envidia. Para
ese fin ha enviado a la Fiebre y la Debilidad en busca de Putzi, a tal punto que el niño
yace en su lecho, casi sin vida, con un ataúd preparado junto a su cama. (Es sabido que
la frágil salud de Liszt cuando niño obligó a sus desahuciados padres a convivir con un
pequeño ataúd, preparados para lo peor.) Cada una describe a su mejor aliada: la Vida
cantando el aria de la Virtud y la Muerte el aria de la Envidia. Ambas pretenden presentar
batalla, concluyendo la escena entre acusaciones y reproches mutuos. |
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Escena 2:
Putzi ha crecido y es ahora un apuesto joven veinteañero; afortunadamente, ni la Muerte
ni la Enfermedad pudieron destruirlo. En su habitación de París recibe la visita de
Nicolás Paganini. El violinista, famoso por sus supuestas conexiones con el Demonio
(única explicación posible para tanta destreza musical), fue convocado por Putzi para
conseguir, por su intermedio, hacer un pacto con el Diablo similar al que aparentemente
hizo Paganini para tocar tan magistralmente el violín. Pero la finalidad del pacto que
solicita Putzi es mucho más altruista: necesita salvar la vida de su amante, María (la
joven condesa Marie DAgoult en la vida real), víctima de una enfermedad que los
médicos califican de incurable. Paganini explica que el Diablo no hace pactos con fines
tan nobles, ni tiene gestos tan humanitarios. Pero, mientras el violinista habla, Putzi
observa con asombro que Paganini no proyecta sombra, ni se refleja en los espejos: que
Paganini es el mismísimo Diablo! Con su verdadera identidad al descubierto, el virtuoso
violinista corre por la habitación perseguido por Putzi quien insiste en conseguir sus
favores (con la música del estudio La Caza, de Paganini-Liszt, como fondo). Pese
a las negativas iniciales, Putzi termina por convencer al Diablo, lisonjeándole,
adulándole y prometiéndole componer obras que celebren su figura y lo incorporen a la
inmortalidad artística. El Diablo con su vanidad alimentada y asegurado que pronto
vendrán obras compuestas en su honor como el Vals Mefisto, Malédiction, Danza
Macabra o Sinfonía Fausto (obras que de hecho Liszt compondría años más
tarde) accede a salvar a María, completando la escena con el conjuro final. |
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Escena 3:
Durante un breve Intermezzo la habitación de Putzi en París adquiere paulatinamente un
aspecto sobrenatural para el ingreso de la Vida y la Muerte. La Muerte irrumpe furiosa
porque Putzi se ha servido de su Diablo para salvar una vida, seduciéndolo con su música
y sus promesas. La Vida le sigue a corta distancia, tratando inútilmente de serenarla y
aprovechando la ocasión para burlarse de su macabra compañera. La Muerte, sin conseguir
calmarse, amenaza furiosamente con cobrarse este imperdonable traspié del Diablo en un
aria de bravura, retirándose ruidosamente de la habitación. |
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Escena 4:
Esta vez es el Diablo quien persigue a Putzi a través de la habitación, rogándole que
lo ayude a salvarse de la ira de la Muerte. Para ello implora a Putzi que acceda a
entregar su alma para calmar la rabia de la furibunda y regordeta señora. Pero los
ofrecimientos de lujuria y riquezas no despiertan la codicia del joven. Putzi sólo parece
interesarse por el violín de Paganini, el Diablo, en la certeza de que poseyéndolo
alcanzará el máximo virtuosismo musical, la cumbre del talento artístico y con ellos la
suprema sabiduría. El pobre Diablo, apremiado por la situación, le entrega su violín a
cambio de que Putzi firme el contrato entregando su alma.
Un breve intermezzo orquestal marca el paso
del tiempo. Construido alrededor de la obra de Liszt San Francisco de Paul marchando
sobre las olas, el intermedio anticipa el nuevo y final giro que tomará la
vida de Putzi. |
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Escena 5:
El apartamento de Putzi en Roma. Han pasado varios años. La Muerte ingresa a la
habitación, esta vez eufórica y enarbolando el contrato como trofeo. Finalmente ha
conseguido el alma de Putzi y viene a reclamarla. La Vida, luego de constatar la veracidad
del documento, canta con profunda tristeza su resignación. Satisfecha y radiante, la
Muerte retoma su canto de victoria y convoca tenebrosamente a Putzi para llevarse su alma
al Infierno. Se produce entonces un pavoroso silencio luego del cual una música celestial
y una luz blanquísima bañan la entrada de la habitación por donde Putzi hace su ingreso
vestido de abate de la Iglesia ante el asombro general. En el mismo instante, el Diablo
irrumpe sonora y torpemente por el lado contrario, apremiado por dar explicaciones y
aclarar a la Muerte que han tenido un inesperado traspié: Putzi ha tomado las
órdenes religiosas y ha salvado su alma a través de la fe. (Como se sabe, Franz Liszt se
convirtió en abate en Roma hacia el final de sus días). Esto genera un pandemonium
general, con la Muerte gritando furiosa, el Diablo tratando de disculparse, la Vida
cantando su victoria final y Putzi su mística transformación. Pero, antes de dar por
concluida la ópera, la Muerte, burlada por segunda vez, lanza entonces su última
condena. Si no puede destruir el alma de Putzi entonces castigará su música: Liszt queda
sentenciado a ser recordado por sus páginas más frívolas, condenando lo mejor de su
música al olvido. |
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