LA
NUEVA MODERNIDAD Y MIGUEL BOSE
Por: Blanca Jimènez de la Hoz de
ELLE
- Noviembre 1998
Él
sigue siendo el camaleón seductor de siempre. El guapo eterno que la madurez
nos regala renovado cada cierto tiempo; el patrón estético de varias generaciones.
Él,
Miguel, se nos antoja un mago experto en el arte de reinventarse a sí
mismo y, 20 años después, seguir sabiendo a nuevo.
¿Se atreve a definir lo que es ser moderno hoy?
Somos
tantas tribus que no existe una única modernidad definible, no hay ya
una pauta clara a seguir, pero considero que lo más moderno es siempre
lo más clásico. Eso por un lado. Todo está ya inventado y nosotros tan
sólo lo actualizamos, reinventamos y adaptamos. Lo que no está en los
clásicos está en la naturaleza. De ahí no te escapas. Además, moderno
es lo más minimalista. Para mí la cosa más bella es una casa vacía con
una rama de muérdago colgada del techo. Los espacios vacíos. Mi casa está
llena de cajas que entran y salen, de objetos que un día están y al otro
desaparecen. Creo que la modernidad está en la esencialidad y en la síntesis.
¿Y no está en ser pionero de algo? Roberto Verino ha propuesto recientemente
faldas superpuestas sobre pantalones para hombre, que usted ya vistió
hace años. También fue el primero en teñirse el pelo de rubio y en dejarse
barba de dos días, osadías que seguro le hicieron sufrir.
No
creo que la persona que se adelanta y resulta vanguardista sufra. Simplemente
está convencida de lo que hace. Yo por aquel entonces no me sentía incomprendido,
la verdad es que me hacían mucha gracia los comentarios, pero no lo pasaba
mal. El que tiene un momento visionario no sufre. Y que conste que yo
no me considero visionario.
Usted
cuida y controla escrupulosamente su imagen. He visto su interés por la
ropa durante la sesión de fotos.
Sí,
la controlo porque me gusta saber qué hago y cómo lo hago. A mí no me
visten. Siempre doy las directrices y digo «he visto esto o aquello»,
porque sigo de cerca la moda. La moda anuncia no sólo tendencias, sino
también una actitud que va aparejada a una filosofía urbana, rural o campestre.
En este aspecto hay grandes visionarios que conectan con gustos futuros
y también hay quienes los imponen. Vestirse de una determinada forma refleja
un estado de ánimo y una actitud ante la vida y ante el pensamiento.
Da
la impresión de que su ánimo le mueve a rodearse de belleza.
Necesito
rodearme de armonía, que es lo que mejor define el sentido de la estética.
La belleza va cambiando con el tiempo, pero para mí siempre hay una base
clásica a la que vuelvo. Me llegó a través de la literatura, de Platón
y La República, de La Odisea y La Ilíada, y a través de mis raíces: soy
parte italiano y he visitado Roma muy a menudo.
Si
le pregunto por su ideal de belleza, ¿qué me dirá?
Yo,
más que de belleza, hablaría de armonías, de proporciones, de ritmos y
de líneas, presentes tanto en la literatura como en la poesía y en la
pintura de todo ese período clásico que me ha marcado. Tengo una educación
muy basada en lo clásico y las raíces bien plantadas. Eso es, quizá, lo
que me permite transgredir.
La
transgresión ha llegado a las pasarelas y se refleja en modelos como Esther
Cañadas. En ellas triunfan la singularidad y la personalidad sobre la
perfección. ¿Qué le sugieren estas nuevas musas?
Si
soy sincero, hay en algunas de ellas un punto de anorexia que me tira
para atrás, pero me gusta esa valoración de la personalidad o de determinadas
peculiaridades. En los años 60 y 70 existía una especie de patrón que
nos hacía a todosparecidos. Ahora se busca la personalidad y eso me parece,
si no un signo de modernidad, sí un signo liberador. La misma Esther no
es una belleza convencional; se sale de lo normal, pero a la vez tiene
mucha armonía en todo su ser y un carácter de una adorabilidad bestial.
Además, ella está en la base de su propia carrera, la controla, y eso
se nota en seguida. Se ha rodeado de un buen equipo que la protege y canaliza
lo mejor para ella. Si no hay una cabeza no hay una carrera, y ése es
un axioma que vale para todos.
También
hay carreras gobernadas por una cabeza que se apoya en un cuerpo ajeno
al patrón ideal, como la de la modelo británica Sophie Dhall, que triunfa
con la talla 46.
Tiene
que ser así, porque las modelos son las perchas perfectas de los diseñadores,
pero no son los cuerpos de la calle y tampoco deben ser un ejemplo a imitar,
porque la anorexia es peligrosísima. Tal y como cortan las prendas los
diseñadores, no puedes tener muchas carnes, y si te sobra un gramo de
grasa, o haces el ridículo o no te las compras. Hay diseñadores como Armani
o Hugo Boss que lo han entendido hace muchísimos años y tienen un corte
que sienta bien a un espectro mucho más amplio de hombres y mujeres.
Sigamos
con la modernidad. Hoy está de moda la homosexualidad. Nos la venden desde
películas como La boda de mi mejor amigo o Mejor imposible, desde los
periódicos y las series de televisión. ¿Cree que se está frivolizando?
Creo
que la mejor forma de que llegue a ser algo natural es que pase por el
exceso, porque el exceso al final provoca una saturación del tema y, tras
frivolizarse sobre el mismo, pierde interés y alcanza después su punto
justo. Ya lo hemos vivido antes con la ecología, con la moda o con las
dietas de adelgazamiento.
Usted
ha sido portada en el número 1 de la revista gay Zero. ¿Es una declaración
de sus inclinaciones sexuales?
Es
una declaración de apoyo y solidaridad y, sobre todo, una actitud. Aunque
parezca un subrayado de presunta homosexualidad, no lo es. Acepto salir
en la revista Zero como lo hago en ELLE o en otra cualquiera. No tengo
límites ni tabúes, y eso a veces me ha traído consecuencias muy serias.
¿Habría
hecho esa portada en otro momento de su carrera?
Lo
he hecho siempre y me parece que es lo que debería hacer todo el mundo.
En Zero aparecen personajes declaradamente gays, pero también presentan
entrevistas con heterosexuales. No es una publicación fanática, y eso
es bueno.
Cambiando
de tercio, ¿es bueno que los británicos impongan al mundo su estética,
como parece ocurrir hoy?
Una
de las cosas que más detesto en este momento es el llamado Brit Pop. No
me gusta la parte forzada de la tendencia esnob. Los británicos siempre
quieren imponer una attitude, pero han perdido la armonía y reciclan y
vampirizan mucho. Detesto a McQueen, me parece un mamarracho monstruoso.
Si
no es Gran Bretaña, ¿qué país cree que va marcar tendencia el próximo
siglo?
Creo
que del sur de España vendrá la gran aportación musical del futuro, aunque
Cuba y los países islámicos del norte de África van a dar muchísimo también.
Es más, Cuba será en el siglo que viene lo que Brasil fue en los años
60.
¿Le
hubiera gustado nacer en otra época?
Sí,
porque ya habría nacido estresado. Me refiero a que cuando yo nací la
vida era más artesanal, y en sólo 15 años todo eso desapareció. Me ha
tocado vivir la aceleración y el estrés de este fin de siglo.
Por
lo que veo, el tiempo le preocupa bastante.
Sí.
Porque siento cómo la información se centuplica y siempre te puedes quedar
atrás. Y si lo haces, estás muerto.
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