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* * * * El pastor y la princesa * * * *



Cuento folklórico de Puerto Rico
Ésta era una vez y dos son tres que había un Rey bastante testarudo que sólo quería que se hiciera todo a su gusto. Este Rey tenía una hija muy hermosa, y eran muchos los príncipes que andaban enamorados de ella. Pero como el Rey era tan testarudo, los príncipes tenían miedo de ir a pedirle la mano de la princesa.

Sucedió que por los alrededores del palacio, andaba un pastor joven que era un chico muy bueno y muy querido por todos los campesinos por las muchas obras de caridad que hacía. Este pastor estaba también enamorado de la princesa, pero se atrevía aún menos que los príncipes a ir a pedirla, sabiendo que no era más que un simple pastor. Él cantaba muy bien y a la princesa le gustaba mucho su voz y también el mozo, pues el pastor era de muy buena figura.

Pasó algún tiempo, y el Rey se decidió a buscarle un marido a su hija, pero como era tan raro, dijo que el hombre que quisiera casarse con ella tendría que traerle tres cosas que él pediría. Pensó y pensó en lo que iba a pedir. Un día mandó a avisar a todo el mundo que dejaría casar a la princesa con el hombre que le trajera un vaso con todas las aguas, un ramo con todas las flores y un puñado de avellanas de ¡ay... ay... ay!

Y vinieron muchos príncipes del país y de otras tierras, pero al enterarse del deseo del Rey, se iban tristes porque sabían que no podían encontrar las tres cosas que el Rey pedía.

Y sucedió que el pastor también se enteró del deseo y de la promesa del Rey, y decidió irse en busca de las tres cosas: el vaso con todas las aguas, el ramo con todas las flores y el puñado de avellanas de ¡ay... ay... ay!

Y cantando se fue anda que te anda, anda que te anda, anda que te anda, hasta que llegó a un campo donde había un bohío con luz en la sala. El pastor tocó la puerta para pedir permiso y pasar la noche allí, pero como no salía nadie, se metió dentro y echó a andar por todos los cuartos. Y no vio a nadie, pero en eso llegó a la cocina, y allí se encontró con un bobo que miraba una olla que estaba en la candela, y se reía.

-¿Qué haces aquí?- le preguntó el pastor.

-Sacando a las que vienen y esperando a las que han de venir- dijo el bobo. Y era que estaba sacando los frijoles que flotaban en el agua y esperando los que tenían que subir del fondo de la olla.

-Y tú, ¿no tienes padres?

-Sí- dijo el bobo -pero están buscando la comida de ayer.

Y era que sus padres recogían en los campos los copos de lana que las ovejas dejaron entre las zarzas. Después los vendían y pagaban con el dinero que sacaban la comida del día anterior.

Y entonces pensó el pastor que este bobo le podría decir algo sobre las tres cosas que él buscaba. Y se lo dijo, y el bobo le indicó cómo podía conseguirlas.

Fuese el pastor, y después de andar y andar, llegó a la corte y mandó aviso al Rey de que él tenía las tres cosas que exigía por la mano de la princesa.

Cuando la princesita lo supo se alegró mucho; pero seguido se puso muy triste, pues sabía que su padre mataría al pastor si éste se había equivocado.

Por fin llegó el pastor al palacio del Rey, y éste le preguntó:

-¿Es cierto que encontraste lo que pido?

-Sí, señor; aquí las tengo conmigo.

-Bueno, pues dame la primera.

Y el pastor le presentó un vaso de agua.

-Ése es el vaso que tiene todas las aguas, porque es agua del mar donde van a parar todas las aguas de las lluvias, de los ríios, de los arroyos, de las fuentes y de las quebradas.

-Muy bien- dijo el Rey -has traído la primera. Vamos a ver la segunda. ¿Dónde está?

-Tómela, señor- y el pastor le entregó un panal de miel diciéndole que ése era el ramo de todas las flores porque las abejas habían sacado la miel de todas las flores.

-Muy bien, muy bien- dijo el Rey. -Pero vamos a la última.

-La he traído en este cesto, señor; sáquelas usted.

Y el Rey metió la mano en el cesto, pero tan pronto llegó al fondo, empezó a gritar:

-¡Ay... ay... ay!

Y era que en el cesto, el pastor había puesto unos cangrejos que mordieron los dedos del Rey tan pronto metió allí la mano.

Y la princesa se alegró de su triunfo y se puso muy contenta. Se preparó todo para la boda, y a los pocos días se casaron y vivieron muy felices.