Fábula |
Durante cerca de una hora, el zorro había
estado tratando de escapar del fondo de un viejo pozo. El agua estaba baja, y el animal,
al inclinarse para beber, había caído allí de cabeza. Y aunque sólo estaba parado en
unos pocos centímetros de agua, el pozo era demasiado profundo para escalarlo de un
salto. Mientras descansaba un instante de sus esfuerzos por huir, el desesperado animal vió asomar por el borde del pozo la cabeza de una cabra, que miraba con curiosidad. -¿Está fresca el agua?- preguntó la cabra. Adivinando que su visitante no comprendía lo sucedido, el zorro decidió aprovechar esa oportunidad para escapar. -¡Maravillosamente fresca! ¡Salta aquí abajo y bébela tú misma!- fue su cordial respuesta. La cabra estaba sedienta después de retozar bajo el cálido sol estival. Y, sin pensarlo más, saltó al pozo. Entonces, el zorro, veloz como un pájaro, se encaramó sobre su lomo y trepó hasta salir de la cárcel. La tonta cabra comprendió muy pronto que estaba prisionera y suplicó lastimeramente al zorro que la sacara de allí. Pero éste se limitó a reírse de su benefactora. -¡Mira lo que haces antes de saltar!- se limitó a decir. Y muy satisfecho de sí mismo, se internó en el bosque dando saltos de alegría. |