Al despertarte sientes
el rico olor del desayuno que te prepara tu mamá. Cuando te bañas, te agrada el aroma
del jabón. Luego sentado a la mesa, sientes el aroma de las flores que puso tu mamá en
el florero.
El mundo a tu alrededor está lleno de olores. Unos son agradables y otros son
desagradables. Tu nariz capta todos los que están a su alcance. ¿Cómo sucede esto?
Tu nariz tiene unos orificios que te ayudan a percibir los olores. También tiene unos
pelitos muy finos que impiden el paso del polvo. Luego hay un camino húmedo y caliente
que se llama cavidad nasal. Ahí se capturan los gérmenes y el polvo. Esos intrusos se
echan afuera con un fuerte estornudo. De esta manera, se evita que lleguen hasta los
pulmones.
Dentro de la cavidad nasal hay muchos nervios. A través de ellos, el cerebro recibe los
mensajes de olores y nos dice lo que estamos oliendo. Nos indican si es una pizza, una
manzana o una flor. También avisan a las glándulas salivales y a las gástricas, para
que ayuden en el proceso de digestión. La próxima vez que huelas tu postre favorito ya
sabrás por qué "se te hizo la boca agua". |