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Consideración de los casos en torno al espejo

 

La fotografía de John y Steve nos llevó a considerar los eventos del 11 de septiembre sobre la estructura del espejo. Se trata de un ataque que se ha registrado como gemelo; a pesar de que fueron cuatro los aviones secuestrados y de que uno de ellos destruyó parte del Pentágono, se habla, en general, del ataque como el ataque contra las torres gemelas. Un ataque coordinado. Así es como se cifra el asunto. La tesis aquí planteada gira en torno al papel que jugó en la inscripción popular de los hechos la fachada especular o gemela del asunto.

 

La referencia al estadio del espejo postulado por Jaques Lacan resulta obligada. Lacan nos dice que antes de que el yo se forme como producto de la dialéctica social, el sujeto infantil es capaz de asumir la imagen que le muestra el espejo, como siendo la imagen suya. Por la simetría inversa con que el espejo le regresa su imagen, el yo se constituye en su origen como una ficción. El efecto de esta captura imaginaria es el sentimiento de completud y unidad sobre la experiencia del cuerpo que hasta entonces se ha vivido como fragmentado. El yo entonces, se constituye como una ficción y su sentido de unidad se logra a partir de una alineación imaginaria.
 

Bajo ciertas circunstancias, el yo muestra formaciones clínicas de mucho interés. Por ejemplo, las experiencias de despersonalización, propias de algunas locuras, de los sueños y de las víctimas de tortura y otros ataques. Algo similar ocurre en los casos de viaje astral y las experiencias de vida después de la muerte, e incluso sucede lo mismo en el amor. La literatura nos ofrece también el tema del doble o del otro yo. Las variaciones de este tema van desde la aparición de personas que a causa de su figura igual deben ser consideradas como idénticas, el acrecentamiento de esta relación mediante la transmisión de procesos anímicos de una persona a su doble, de modo que uno participa en lo que el otro sabe, piensa y experimenta –por cierto que este es uno de los mitos más comunes con relación a los gemelos; la identificación de una persona con otra, de suerte que pierde el dominio de su propio yo y se coloca en el yo ajeno en lugar del propio. La repetición de los mismos rasgos faciales, caracteres, destinos, actos criminales, aún de los mismos nombres en generaciones sucesivas. Léanse con esta luz los temas de la clonación o el de Bush padre y Bush hijo.

 

 

  Para Otto Rank, el doble fue primitivamente una medida de seguridad contra la destrucción del yo. Tal es el sentido de construir unas torres gemelas. El doble es un enérgico mentis contra la omnipotencia de la muerte. El doble surge en el terreno de la egofilia ilimitada, el narcisismo primitivo y sólo al superarse esta fase se convierte el doble en lo contrario: un mensajero de la muerte.
 

Más tarde, la conformación del Superyo añade al doble el contenido de autocrítica y de auto observación, que se puede observar en William Wilson de Allan Poe. Al doble también se le suelen atribuir todas las posibilidades de nuestra existencia que no se han llegado a realizar y que no han sido abandonadas del todo.

 

Mucho de lo que es válido para el doble se puede aplicar también a lo gemelo y, hoy en nuestro tiempo, a la figura del clón.

 

Ciertos órganos de nuestro cuerpo están dispuestos en modo especular; tomemos el caso de las manos. Durante la revolución francesa, en la época de los tres estados, se instituyó una división que colocaba a la derecha, del lado de honor, a los partidarios de la tradición, y del lado izquierdo a los partidarios del cambio. A más de dos siglos de tales eventos, se sigue utilizando este simbolismo para clasificar a los políticos. La revolución francesa selló su magnetismo en uno de los simbolismos con mayor arraigo en la humanidad.

 

Todas las sociedades humanas privilegian el lado derecho y menosprecian su opuesto. El lado derecho se relaciona con todas las potencias físicas y éticas positivas; pero siempre es posible un pacto con el lado siniestro y malo. La mano izquierda firma los contratos siniestros, la derecha consagra el matrimonio, presta juramento, toma posesión, manda, afirma. La mano izquierda guarda relación con la trasgresión, con lo que no se acepta y, a fin de cuentas, con el deseo. El simbolismo de los hemisferios cerebrales, tal y como se expresa en la fantasía científica, relaciona al lado izquierdo con características más sensuales e intuitivas, mientras que el lado derecho se pinta como calculador y moderado. Se puede advertir que en la figura de lo que se presenta como doble es depositado también lo que se relaciona con el deseo.

 

Llegó el momento de examinar el caso de los gemelos. En lo popular se concibe a los gemelos como siendo idénticos y no sólo eso, sino que además se llega a decir que sienten, saben y piensan lo mismo que su contraparte. También se puede escuchar que, siempre, uno de los dos es bueno y el otro malo. En algunas gentes existe la creencia de que, en alguna parte del mundo, todos tenemos un gemelo, un ser idéntico a nosotros. La misma fe se percibe en el dicho de que todos tenemos un alma gemela a la que hay que encontrar o que para un roto, siempre hay un descosido.

 

No sólo los gemelos llegan a sentir, saber y experimentar, como se dice de ellos, lo mismo que su contraparte. Esto es algo que ocurre siempre que uno se encuentra en una relación especular; ya se ha citado el caso de lo que ocurre cuando decimos los mismo que otra persona a un mismo tiempo y lo que pasa cuando nos cerramos el paso frente a otro sujeto. En el amor ocurre lo mismo, una pareja puede saber cuándo el otro miente, cuándo está enojado y cuándo está triste. La situación no tendría por qué ser distinta con los gemelos, más cuando la cultura promueve la confusión de uno con el otro, al vestirlos igual, al ponerles nombres parecidos.

 

El hecho de clasificar a uno como bueno y a otro como malo responde a la estructura de lo doble y a los mecanismos de escisión primitiva descritos por Melannie Klein.

 

¿Qué podemos decir entonces del ataque a esas torres dobles, dispuestas en espejo, torres gemelas?

 

Las torres gemelas del World Trade Center, más que un símbolo del poder económico, eran un símbolo del narcisismo y la omnipotencia. Su destrucción forzosamente destruye también la ilusión de poderío y seguridad (aunque por cierto, Nueva York nunca ha sido un lugar seguro). Las imágenes muestran que la caída de las torres remite a la visión del cuerpo fragmentado, que era la experiencia previa a la formación del yo por la vía del espejo.

 

Si hubiera caído sólo una de las torres, la medida del doble como negación de la muerte hubiera sido efectiva. No se habría vivido el mismo efecto si una de las torres siguiera en pie.

 

Los hechos que han aparecido como dobles –los números, las profecías, las imágenes e incluso el temor al Ántrax, que es el doble del temor a los virus informáticos– intentan reconstruir la situación especular, todopoderosa, que se vivía bajo la presencia de las torres.

 

La guerra no encontrará salida en esta situación de emparejamiento especular. La muerte se está cobrando con muerte, de un bando a otro. El psicoanálisis conoce los efectos de una situación tal y nos propone una salida. En efecto, el trabajo analítico que se orienta por una situación especular, donde el yo del analista empata con el yo de su paciente, está destinado a fracasar. Entre el analista y su analizante debe existir una disparidad. Al analista se le pide, en tanto yo, que juegue al muerto. En la medida en que el analista ha pasado ya por un análisis, donde se le ha revelado la estructura del yo como un lugar de desconocimiento, se cumple tal condición. Sólo entonces se apela a la intervención de un tercer elemento: ese Otro que constituye, para el paciente, el demonio de su propio mal.

 

Jorge Arredondo

 

licjorgearredondo@yahoo.com.mx