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La lectura de Indicios en la Clínica Psicoanalítica y en la Criminología

 

 

 

"Happy Hunter"

Harry Connick Jr. como Darryll Lee Cullum, en Copycat

Solemos decir que va a llover al ver las nubes grises, o empezamos a poner atención a nuestro cuerpo cuando estornudamos frecuentemente o tosemos con constancia. Hay cosas que se nos presentan a nuestro alrededor que nos muestran algo, o que nos dan por hecho algún evento. Esto es ya muy sabido, pero en mucho de los casos es desapercibido, como puede ser la mezcla de los colores oscuros y claros al anochecer, siendo esto todo un estímulo significante en la continuidad de la vida humana.

De esta manera, ciertos detalles exhiben en un instante lo que el hombre tiene o puede hacer, más que todo para satisfacer sus necesidades, o sus estímulos pulsionales, de los cuales el individuo es sujeto.

 

Estos detalles que hacen mella en la estructura del ser humano son leíbles, pues se conectan con otros; un detalle no está solo, se tiene una referencia del mismo. Esta lectura de detalles o más precisamente indicios, ha sido parte de distintos quehaceres humanos, mas no se ha procurado una presentación que la fundamente, apareciéndose de forma silenciosa en el ámbito de las ciencias humanas. Razones justificables se han de tener; la intuición no pasa por el cuadro de la ciencia.

 

Ahora pues, hagámonos a la tarea de hacer un pequeño recorrido por lo que da cuenta de este método que es expuesto por Carlo Ginzburg en el capítulo "Indicios" de "Mitos, Emblemas e Indicios. Morfología e Historia" (Editorial Gedisa, 1999).

 

El Método Morelliano. Entre los años 1874 y 1876 surgieron una serie de artículos en una revista alemana sobre pintura italiana; estos eran firmados por un desconocido estudioso ruso, Iván Lermolieff, quien traducía al alemán era un no menos desconocido Johannes Schwarze. Lo que proponían estos artículos era un nuevo método para la atribución de cuadros antiguos. Después de algunos años el autor prescindía de la doble máscara; se trataba del italiano Giovanni Morelli, nombre del que Johannes Schwarze es un calco, y Lermolieff el anagrama, o poco menos.

 

 

 

L e r m o l i e f f

 

 

 

 

 

M o r e l l i

 

Lo que el método morelliano buscaba era distinguir las pinturas originales de las copias. Para esto, decía Morelli, se debe examinar los detalles menos trascendentes; así Morelli catalogó los detalles provenientes de cada autor. Los libros de Morelli muestran –dice Carlo Ginzburg- cuidadosos registros de las típicas minuciosidades que acusan la presencia del artista determinado, de la misma forma en la cual un criminal es culpado por sus huellas digitales. Lo que buscaba Morelli era eso distintivo del artista, lo que sólo él podía hacer; esa oreja particular, la sonrisa, los párpados, etc. Este método de los rastros es alineable al lado del que, casi por los mismos años, era atribuido a Sherlock Holmes por su creador Arthur Conan Doyle.

 

Hasta aquí hemos detectado un enlace entre el conocedor de materias artísticas y el detective que busca descubrir el autor de un delito. Esta articulación se hace posible a partir del cuadro; tanto en una actividad como en la otra existe un cuadro, o marco que delimita lo que va a estudiar.

 

A partir de sus estudios, Morelli afirmaba que "a la personalidad hay que buscarla ahí donde el esfuerzo personal es menos intenso". Los gestos inconscientes ante los ojos del que los comete son casi imperceptibles e impersonales, sin embargo son los indicios del sujeto, de la persona, son los detalles que la re-velan y hacen mirada.

 

Por este camino nos podemos encontrar con Freud, quien en uno de sus escritos, El Moisés de Miguel Ángel, expresa su conocimiento acerca del método morelliano, y señala su interés por el mismo además de su utilidad para el psicoanálisis diciendo: "Yo creo que su método se halla estrechamente emparentado con la técnica del psicoanálisis médico. También esta es capaz de penetrar cosas secretas y ocultas a base de elementos poco apreciados o inadvertidos, de detritos o "desperdicios" de nuestra observación". Esto asegura a Morelli un lugar en la historia de la creación y formación del psicoanálisis.

 

Freud, Morelli y Holmes; estos articulados por la búsqueda de indicios. En los tres casos, se trata de vestigios, tal vez infinitesimales, que permiten captar una realidad más profunda. Vestigios, o síntomas, indicios, rasgos pictóricos.

 

En los tres casos se vislumbra la aplicación del modelo de la sintomatología, semiótica médica, disciplina tal que permite diagnosticar las enfermedades inaccesibles a la observación del profano.

 

Llegamos a la actividad médica, la cual utiliza un método muy cercano para el desciframiento de las enfermedades, situándolas en un cuadro sintomático. Mas esto no es cosa que pasara a partir del desarrollo del método morelliano articulado con Holmes y Freud; es presentado en un pasado, más un presente y un futuro, como lo puede ser el desarrollo de una enfermedad. Y este paradigma de adivinación que se contrapone a una fisionómica como el derecho se contrapone a la medicina, llega a construir un saber en un tiempo hacia otros. Hacia el pasado, el presente y el futuro todo a un tiempo, se disponía de la sintomatología en su doble aspecto, diagnóstico y pronóstico. Hacia el pasado se contaba con la jurisprudencia, el aprender de los puntos de referencia. Atrás de este paradigma se deja ver el gesto posiblemente más antiguo de la historia del hombre: el cazador que, tendido sobre el suelo examina los rastros dejados por su presa.

 

Pero, ¿cómo son leídos los indicios?, ¿qué se requiere para leerlos? Estas son preguntas que requieren de su espacio para ser contestadas y desarrolladas.

 

Una primer respuesta que se puede producir es que los indicios, detalles o síntomas son lo que son, son lo que son al mirarlos, o cuando nos miran. Por ejemplo, un paciente que por lo general se vestía de negro, un día no pude dejar por desapercibido que estaba vestido de azul, lo que en ese momento lo que se me ocurre decir es, "ya se ha dado color". En la siguiente sesión el paciente da cuenta de que sí, ya se había dado color en cuanto al "estado de ánimo" por el que pasaba. Esto en cuanto a una actividad clínica psicoanalítica, ¿y la criminología?

 

Cada contexto social requiere de diferenciar los elementos por la que es compuesta. Una de las formas para lograr esto es el nombre, sin embargo con esto a veces no es suficiente, ya dándose otras formas de registro, como son el C.U.R.P., R.F.C., firma, número de cuenta de banco, matrícula escolar, etc. Estas formas han dado lugar a la complejidad del desarrollo social y a la dificultad por identificar, pues cada una pasa a ser rota, falible, eludible.

 

El desaparecer las propias huellas y reaparecer con una identidad cambiada llega a ser un juego de niños. Con todo esto, sólo hasta finales del siglo XIX se propusieron nuevos sistemas de identificación. Era una exigencia que nace de las alternativas de la contemporánea lucha de clases: la burocracia, los sindicatos, y con esto falsificaciones, sobornos, mercado negro, etc. (Ver película, "El Apando" de Felipe Cazals).

 

La tendencia a la punición de la lucha de clases fue acompañada por la erección de un sistema carcelario basado en la detención prolongada. Pero esto produce más criminales, las cárceles se vuelven escuelas, y existía, o existe, el problema de la identificación del reincidente.

 

Para la identificación de un reincidente se hacía necesario probar: a) que un individuo había sido ya condenado, b) que dicho individuo era el mismo que había sufrido la anterior condena. Lo primero quedó resuelto con los registros policíacos. Lo segundo es más difícil de resolver, las antiguas marcas que se hacían antes ya no eran permitidas, como la Letra Escarlata.

 

Se toma la idea de tener un archivo fotográfico, sin embargo con esto hay el problema de cómo aislar elementos en un continuo de imágenes. Después las mediciones corporales, lo cual puede diferenciar a un individuo de otro pero no podía afirmar que dos series idénticas de datos pertenecían al mismo individuo. Llega la propuesta de Bertillon del "retrato hablado", esto, con la descripción analítica de las unidades discretas del supuesto delincuente permite devolver una imagen del sujeto y así, por lo tanto su identificación. Esto nos recuerda a Morelli, con su método identifica torios de detalles propios como las orejas, labios, ojos, párpados, etc. No obstante, el retrato, es sólo un re-trato, y esto no completaba la imagen con seguridad, más que todo por los contrastes, colores, tamaños proporcionales, etc. Y esto lleva al método de las huellas digitales empleado por Galton.

 

Lo que se llega a alcanzar en la búsqueda del criminal es la individualidad, se halla esa marca que lo hace único, como es el nervio vago en el cuerpo del humano, un nervio que cada cuerpo lo tiene en distinto sitio, no localizable por coordenadas anatómicas.

 

En la sociedad actual tal vez llegue el momento de arreglárselas de otra manera para la identificación de un sujeto, o para el análisis de un crimen. La identificación con foto puede llegar a ser sobrepasada por passwords en internet, o en el acto el propio "criminal" ser borrado por una inimputabilidad, en donde existe más una enfermedad mental que la subjetividad de un pasaje al acto; estos son los rastros de un clasificación como la hecha por el propio Lombroso, quien separa ciertos individuos catalogándolos como delincuentes por ciertas características físicas encerrándolo ya de forma teórica. En la actualidad la criminología plantea el abandono de la concepción patológica propia del positivismo, dando paso a las necesidades individuales del sujeto, esto en base a que "no existen características específicas de los detenidos en cuanto a tales, ni siquiera limitadamente para aquellos en quienes se haya comprobado la infracción en juicio definitivo (hay infracciones realizadas por individuos normales e infracciones realizadas por individuos con "anomalías", existen, igualmente, anomalías precedentes y subsiguientes a la infracción)" (La supervisión de los derechos humanos en la prisión. Guía y documentos de análisis. Comisión Nacional de Derechos Humanos, 1997, México). Estas nuevas posturas pueden dar paso a la eliminación de estigmas criminológicos. Se acerca al detenido a la condición de humano "normal", y así mismo, dando paso a lo que se plantea como subjetivo, y no a la etiqueta o sellos propios de un diagnóstico o tipificación rígidos; en otras palabras, reconocemos en esto que se da el paso al sujeto del inconsciente y no al inconsciente del sujeto.

 

Es sabido que en Estados Unidos de América ha presentado crímenes muy peculiares, propios de su cultura: los asesinos en serie. Ante esto se han buscado formas de arreglársela. Ya hay tantos documentos sobre esto que se empiezan a encontrar detalles repetitivos –al igual que un síntoma-. En la película Copycat se muestra esto. El imitador deja a la luz los detalles que dicen como fue el crimen, estos distintos asesinatos se van enlazando, hasta descubrir la particularidad del sujeto que los realiza, el querer ser "el mejor". E. U. A. se las ha arreglado para la solución de estos casos, pero no para el análisis de lo que está articulado; los "gringos" no pasan a preguntarse ¿qué pasa en la estructura social que se enlaza con estos crímenes? Al igual y como no se preguntan ¿qué hice para que fueran destruidas las torres gemelas? El sujeto queda suspendido, casi borrado.

 

Lo interesante que muestra la película anteriormente mencionada es una conexión de sujetos asesinos, o que buscan serlo y llegar a hacer eso perverso que el anterior no pudo concretar con creces, es una búsqueda del crimen perfecto, en donde no queden huellas, ni imágenes, pero lo que los delata es la búsqueda de dejar la marca personal, volverse como estrellas de rock. Y así al final Darryll Lee Cullum (interpretado por Harry Connick Jr., músico) se despide de uno de sus discípulos deseándole una feliz cacería. El crimen también se transmite y para que sea perfecto habría que borrar el pasado, como cuando el síntoma desaparece y queda en el olvido; para esto fue analizado ya.

 

Lo utilizado para la resolución del caso de Copycat eran, más que todo, fotos, a partir de la observación de estas imágenes se planteaban los eslabones para la cadena que llevaría a la psiquiatra al criminal o viceversa. Las fotografías eran vistas a partir de un conocimiento previo de las formas de encuadrar los asesinatos otros criminales y así deducir que sigue después.

 

"La mirada que observa se guarda de intervenir y sin gesto. La observación deja lugar; no hay para ella nada oculto en lo que da. El correlativo de la observación no es jamás lo invisible, sino siempre lo inmediatamente visible, una vez apartados los obstáculos que suscitan a la razón las teorías y a los sentidos la imaginación." (Michel Foucault, "El nacimiento de la Clínica. Una Arqueología de la mirada Médica". Editorial Siglo XXI, 1966). Entonces habrá que dejar callar a las teorías, dejar que se muestre lo presente, eso dirá más. Hablamos de la experiencia, la mirada clínica, "el ojo clínico", la cual reconstituye la génesis de la composición, como la lógica que marca la sintaxis del lenguaje. Lenguaje también que se sitúa en una región, en una cultura, ese lenguaje que dice y hace del sujeto.

 

El paradigma indiciario trata de formas del saber, de la experiencia, por lo tanto no se presta para ser formalizado, y ni siquiera expresado. Lo que conocemos de este método es lo que está en juego en la relación con el Otro, con quien instaura una ley y un deseo. Es lo más cercano a los antiguos cazadores, a los marinos, y a lo que se dice es el sexto sentido de las mujeres. Y es tan sólo cuestión de ocurrencia.

 

Iván Ramos

 

solarplusboy@hotmail.com