Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!
Inicio·Consultorio·Artículos·Foro de Psicoanálisis·Banda de Moebius·Links·Comentarios·Enláceme·Correo Electrónico

Lugar de la palabra

En su Anatomía de la Tercera Persona, Guy Le Gaufey dice lo siguiente: “El que habla se encuentra situado en su discurso por lo que dice, y por los numerosos detalles de su enunciación, pero también por el lugar que le otorga el que lo escucha.” Así, se me ocurrió la idea de presentar en este trabajo, a modo de chiste, algunos dichos que circulan en la lengua, y confirman a plenitud el postulado anterior.

Los dichos populares, al igual que las fábulas de Esopo, tienden a caracterizar sus objetos con atributos humanos. Estos objetos pueden ser animales o cosas cuyos avatares son el tema principal, y de estos se deriva una especie de enseñanza dúctil, porque se puede manipular para diversos propósitos. En el caso de los dichos cuyos personajes son animales tenemos aquel dicho que sirve para descalificar al burro por estar hablando de orejas; pero con una finalidad contraria encontramos ese que dice: ¡Silencio ranas que va a hablar El Sapo! En lo personal me parece mucho más cómico el caso del gansito que desde su lecho de muerte solicitó con dolor póstumo a su amigo: “recueeeeeérdame”.

Además del burro que habla de orejas, también existen ciertos objetos que no pueden dirigir su palabra y quedar libres de oprobio. El expediente al que me refiero es fácil de recordar puesto que un tal Cri-Cri, un señor cuya música conocí por culpa de mi mama y que escribía letras chafísimas, compuso una canción de la cual sólo recuerdo siete palabras, y son estas: “El comal le dijo a la olla.” Siete palabras que debemos guardar como un tesoro para la próxima vez que alguna albóndiga entallada nos diga que estamos engordando mucho.

No quiero terminar dejando de lado el caso especial de un mudo condenado a muerte porque fue víctima de la inflexible ley de “el que calla otorga”, y tampoco me olvido de que “los que viven en casa de cristal no pueden aventar pedradas”, y por lo tanto gran porcentaje de ellos desarrolla cáncer de colon.

Quedan para la reflexión las preguntas topológicas que interrogan por el lugar que se le da en el mundo a la palabra de cada quien, a la palabra de nuestro semejante al que siempre consideramos o un tonto, un retrasado, un mariguano, o de plano un pendejo que ni siquiera se imagina con Quién está hablando.

 

Jorge Arredondo