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Cartelera

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Cuando Sigmund Freud empezó a trabajar con un tipo de pacientes llamadas histéricas para quienes la medicina de su tiempo no encontraba cura a sus dolencias, Freud descubrió la importancia de descifrar la estructura de los hechos simples y cotidianos tales como los sueños, las fallas en el hablar, los olvidos y los chistes, hecho que a la sociedad le pareció ridículo gastar tiempo y tinta en su estudio. Sin embargo, la historia ha mostrado que el descubrimiento y la invención freudiana distan mucho de estar equivocada.

 

Con el paso del tiempo, algo que empezó como novedad y locura del padre del psicoanálisis (interpretar sueños y actos fallidos) se institucionalizó, se volvió rígido y dogmático.

 

Este preámbulo histórico es necesario para mostrar como en los actos sin importancia, los propios del sin-sentido, es donde la subjetividad humana es palpable y puede ser interpretada o leída.

 

Constantemente se piensa en el Arte como algo de acceso a solo una elite de “sabios pelones”,  seres privilegiados que buscan la expresión de lo estético y rehuyen al nefasto calificativo de comercial. Esto mismo se aplica con el arte cinematográfico donde se cree que existe cine para pensar (si es europeo mejor) y cine para no pensar (churros gringos).

 

Ante esto surge otra pregunta ¿el cine es para pensar?

 

No, el cine, como todo lo humano, se disfruta y se goza. Esa por definición es la característica del Arte, si es que la consideramos como la expresión humana que busca la estética. Esto es, si una cinta, un film, nos produce placer o produce en nosotros algún tipo de efecto ya sea por su trama, sus efectos, sus personajes o por ese no sé qué que qué sé yo, esa cinta hace arte en nosotros. Ante esto lo que se puede hacer es “hacer caso”.

 

El psicoanálisis se ha enriquecido por el análisis de diversas formas de arte tales como pinturas, esculturas, obras literarias, obras de teatro. Estas expresiones humanas se encuentran en el mismo nivel de lectura que los casos clínicos ya que en todos se alude a la estructura humana y su locura.

 

Héctor Mendoza

jhmchector@yahoo.com