17 de marzo

20 de diciembre del 2001

Hugo Chávez, con Bolivar y el pueblo

Por Heinz Dieterich Steffan
Debate Abierto

Reproducimos aquí el prólogo del libro Hugo Chávez con Bolívar y el Pueblo de Heinz Dieterich, en estos momentos en que se desarrollan las elecciones para la elección de la asamblea constituyente en Venezuela [artículo publicado a principios del año 2000] es fundamental comprender el significado del movimiento que encabezado por Chávez. Porque, como afirma el autor, "en la patria de Bolívar ha nacido una nueva esperanza latinoamericana: la revolución democrática del pueblo".

¡Viva el mestizaje, abajo los puros!, resumía mis sentimientos aquella madrugada del 25 de marzo, cuando salía del Palacio de Miraflores en Caracas, no lejos de la casa donde Simón Bolívar nació para liberar a las hoy balcanizadas repúblicas de Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia y Venezuela. Había dialogado largamente con el "hijo espiritual" de El Libertador, el Teniente Coronel Hugo Chávez Frías, ex militar, ex preso político y Presidente en funciones de la República de Venezuela.

!Viva el mestizaje! O, lo que es lo mismo: !viva la dialéctica concreta! Aquella que sabe unir sabiamente los polos extremos de la realidad en una nueva creación menos violenta, menos excluyente, más humana y "lo que no es lo de menos", frecuentemente también, más eficiente.

Es esta calidad de lo "real maravilloso", que tiene sus espejos literarios en las obras de Miguel de Cervantes, Alejo Carpentier y García Márquez- que ha producido nuevas luces revolucionarias en Nuestra América: el Teniente Coronel Hugo Chávez en Venezuela, el Comandante Guerrillero Manuel Marulanda de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Subcomandante Marcos en las montañas del sureste mexicano, entre múltiples otras anónimas.

Por cierto que esta pequeña reflexión constituye un elogio a la dialéctica concreta, es decir, a la epistemología (teoría del conocimiento) del mundo; mas, de ninguna manera, a la reificación e idealización acaramelada del concepto que encontramos tanto en los profesores de literatura latinoamericana del Primer Mundo y en los turistas de la aventura sexual que vienen a América Latina en busca de lo exótico-diferente, como en los antropólogos paternalistas que llegan a estudiar la inocencia del buen salvaje.

Es preciso distinguir entre lo real maravilloso como epistemología y su realidad virtual creada por la industria turística transnacionalizada, porque de la época encantadora de la Buenos Aires tanguera, burgués-revolucionaria y letrada de los años cuarenta y cincuenta; de la belleza de "la región más transparente del mundo", la Ciudad de México con sus palacios, templos y mariachis y de la brillante cidade maravilhosa de Río de Janeiro, han quedado sólo algunas reminiscencias de esplendor del pasado, como las Cumbres de Machu Pichu cantadas por el gran Pablo Neruda.

Sólo han quedado tristes recuerdos y sombras de esa época de oro de América Latina, porque el capitalismo mundial y las elites cipayas realmente existentes se encargaron de acabar con ella.

Por eso, lo real maravilloso ha tenido que refugiarse en el siglo de las luces de Alejo Carpentier -la inseparable unión de lo real, lo surreal y lo irreal- que ha producido en su crisol preferido, el latinoamericano, un líder como Hugo Chávez, cuya personalidad se resiste a ser retratada con pincelazos de blanco y negro, como le gustan al pensamiento que se ha cobijado en los extremos. Un militar es represor o populista, nunca puede ser amigo del pueblo, dijo una célebre Madre de la Plaza de Mayo, cuando fue entrevistada sobre Hugo Chávez. Sin embargo, hay demasiados ejemplos de la dialéctica de la vida que no concuerdan con ese juicio como para aceptarlo.

Allá están los ejemplos de militares, desde El Salvador hasta la Argentina, que pasaron a la guerrilla para luchar contra las fuerzas de la represión; y "del otro lado" tenemos las biografías de guerrilleros y militantes de la izquierda que pasaron a la represión. Y tal fenómeno se ha dado no sólo en el campo político, sino en el de la iglesia (el arzobispo Arnulfo Romero en El Salvador, por ejemplo) y, de hecho, en todos los campos de la vida porque es un elemento integral de ella y de su dialéctica.

De esta manera, producto del movimiento y del mestizaje, Hugo Chávez entra en la arena de la historia, con su sueño juvenil de ser pitcher de las grandes ligas de béisbol, tan sólo para ser convertido por la mano invisible de la dialéctica en "pitcher" de la historia venezolana y creciente dolor de cabeza del imperialismo gringo.

Difamado y combatido como "golpista" y "gorila" militar por la derecha, por periodistas carentes de ética o cerebro -ambas especies sobran en los medios de comunicación- y por mentes dogmáticas, el autorretrato del Comandante da fe del complejo de mestizaje de ideas y elementos que se encarnan en él.

Ese licenciado en ciencias militares y sociales dice que no es "marxista, ni antimarxista"; que Jesús no era esa figura bobalicona que ha creado la nomenclatura eclesiástica, sino que el carpintero palestino fue crucificado por ser revolucionario; muestra un pensamiento dialéctico, cuando formula que Clausewitz tenía razón en definir la guerra como la continuación de la política con otros medios y que, por lo tanto, hay que entender a la política también como la continuación de la guerra con otros medios.

Razona el Comandante de manera secuencial y didáctica como el gran pensador Fidel Castro; nació del pueblo y ha mantenido la cercanía con él, usando su carisma para mantener ese vínculo esencial para el cambio; tiene humildad en el trato con la gente, se pierde entre ella sin temor a un atentado y hace sublimaciones de la realidad que llamamos "humor" y que, por un instante, disuelven nuestra individualidad en una gran comunidad de entes solidarios vibrantes, unidos entre sí.

Es, el Comandante y Presidente Hugo Chávez, pues, una nueva luz de esperanza en la mediocridad y miseria del escenario político latinoamericano. Y cuando hablo del Comandante Hugo Chávez hablo, por supuesto, del intelectual orgánico, del intelectual colectivo Hugo Chávez que representa el espíritu de generación y de décadas de lucha de entes políticos como Causa Radical;hoy Patria para Todos- y otros partidos políticos y movimientos sociales que componen el Polo Patriótico que es la gran alianza cívico- militar que ha triunfado, por ahora, sobre el régimen corrupto de los partidos oligárquicos COPEI y ADECO. COPEI, cuyos miembros se llaman socialcristianos y que no tienen nada de social ni de cristianos, y la ADECO, cuyos miembros se entienden como socialdemócratas y que, nuevamente, no tienen nada de social ni de demócratas.

Ha aparecido un nuevo proyecto político en la Patria Grande, un nuevo proyecto y una nueva fuerza largamente esperada. Porque, desde que los jóvenes guerrilleros del Frente Sandinista de Liberación entraron triunfalmente en Managua el 19 de julio de 1979, la política latinoamericana había carecido de "nuevas luces" revolucionarias. La lucha de clases la hacía la burguesía desde la altura de los gobiernos neoliberales, mientras que las fuerzas populares no tenían expresión propia de vanguardia: ni en la política real ni en el campo de las ideas. La historia latinoamericana la escribieron las burguesías y el gran amo en Washington: primero con el terror de las dictaduras militares y, seguido, con la "década perdida" de los ochenta, a la cual tenemos que agregar ahora la década perdida de los noventa.

La transición de los regímenes del terror a la "democracia" ocupó las cabezas y fuerzas cabales de la generación marcada por la violencia física y psicológica de las clases pudientes. Dominaba la inmediatez y la tiranía de los horizontes más cercanos. El neoliberalismo inevitable era el nuevo muro de Berlín y el pensamiento libertador parecía atrapado por los fantasmas del pasado.

Restricción del pensamiento, quema del Judas de la fe y extirpación de la esperanza fueron las Marcas Registradas (MR) de la cosecha ideológica que el capital obtuvo con su terrorífico triunfo. No faltaban legiones de escribanos stalinistas del Mundo Libre que reescribieron la historia de los vencidos para acabar con la memoria "en donde ardía", como decía un título de Miguel Bonasso.

Desde la fría claridad de la retrospectiva y de la historia era, por supuesto, infantil regresar con los obispos, en lugar de quedarse con Galileo, aceptando nuevamente que el globo terráqueo no se mueve. Pero había razones poderosas de psicología colectiva para negarse a la epistemología y caer otra vez en las ilusiones, engaños y mentiras de la vieja metafísica del poder; convertirse, como diría Ortega y Gasset, en generación de ruptura.

Sin embargo, los pocos que insistieron en la verdad de Galileo, en la verdad del movimiento, empiezan a verse reivindicados en la actualidad. Casi invisible, detrás del velo de los elogios de la derrota de los últimos veinte años se estaban formando nuevas fuerzas de cambio, dispuestas a desafiar el régimen de los obispos, de los oligarcas y del imperio que asfixia a la Patria Grande.

Esas fuerzas subterráneas fueron capturadas con el lente mágico de Sebastião Salgado en el Brasil, en una de sus primeras manifestaciones: largas caravanas de hombres, mujeres y niños famélicos del campo, luchando en el Movimiento dos Sem Terra (MST), para encontrar en la inmensa masa terrestre del "Coloso del Sur" un trozo de tierra para sobrevivir.

Irrumpieron los hijos de Tiradentes en la gran verbena neoliberal del Presidente Fernando Henríque Cardoso, aguando el vino de la fiesta del vendepatria y de su séquito de tecnócratas y exizquierdistas modernizados. Borrados de su lexicón globalizado los conceptos de Patria, pueblo y dignidad, el profesor sociólogo no sabe acomodar esas criaturas de la tierra en el agrobusiness brasileño, dominado por unas cuantas empresas transnacionales y el dos por ciento de los dueños de la tierra, que llaman propiedad suya el 51 por ciento del solar de la nación.

En las montañas del sudeste mexicano apareció otro epicentro de las fuerzas subterráneas que sacuden la arquitectónica neocolonial de la Patria Grande. "Ya basta" fue el grito de los indígenas rebeldes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que entre pasamontañas y paliacates pronunciaron dos palabras que estremecieron al mundo mexicano. "Mandar obedeciendo", exigían a los gobernantes, resumiendo toda la filosofía política de la democracia burguesa y superándola con un tratado de democracia participativa del siglo XXI.

Montesquieu, Locke, Gramsci, Lenin, Rosa Luxemburgo en dos palabras: esencia para ser desarrollada por estudiantes y ciudadanos en general, teoría y praxis, sin necesidad de largos y aburridos tratados de nuestros profesores academicistas de "ciencias" políticas.

Este es el panorama en que se integra la revolución democrática venezolana del Polo Patriótico: es una nueva manifestación de la búsqueda de la democracia real que la gente excluida y ética de la sociedad global realiza con creciente intensidad. Es un eslabón importante entre la barbarie del statu quo y la futura democracia mundial participativa, basada en una economía planificada democráticamente, sin mercado, y en las decisiones de las mayorías.

La civilización burguesa está llegando al fin de su ciclo histórico, porque sus dos instituciones principales están estructuralmente agotadas: la economía nacional de mercado y la democracia liberal. Ya no pueden ampliar los espacios de autodeterminación, la calidad de vida y de sentido de vida de las mayorías de la humanidad, porque el carácter plutocrático del sistema lo impide.

Su lugar lo está ocupando el Nuevo Proyecto Histórico de las mayorías, del cual las luchas del MST; del zapatismo, de las Madres de Plaza de Mayo, de la revolución venezolana, entre innumerables otras, forman parte. Son el nacimiento de la nueva sociedad que la partera de la historia;el movimiento de las sustancias y, entre ellas, la más compleja: el ser humano y su sociedad- realiza delante de nuestros ojos.

Pero no puede nacer lo nuevo sin que se desplace a lo viejo, y lo viejo se está negando a morir.

Nuevamente, como en el proyecto de democracia real de Salvador Allende y del Sandinismo, Estados Unidos está forjando una alianza con la oligarquía interna venezolana, para abortar el proyecto popular. La pregunta que nace de quinientos años de la historia latinoamericana es, porende:¿podrá triunfar la revolución venezolana, donde la Unidad Popular y el Frente Sandinista no pudieron?

En el campo de batalla entre oligarquía e imperialismo por una parte, y la revolución bolivariana de Venezuela, por otra, hay cuatro factores de importancia que obran a favor de los patriotas latinoamericanos.

El movimiento del Comandante Chávez tiene un apoyo en la población que es superior al 60 por ciento de los ciudadanos; pero no sólo cuenta con esa columna de poder, sino también con el control de las Fuerzas Armadas, cuyos sectores medios y tropas están mayoritariamente con el proceso.

A esta sólida base interna se agrega una creciente división entre Estados Unidos y la Unión Europea, por el control económico de América Latina. La lucha entre los dos ladrones internacionales abre espacios de negociación importantes para países débiles como son los latinoamericanos. Para ilustrar esa sórdida lucha por la repartición del mercado mundial y la hegemonía global, basten dos ejemplos: Francia ofreció a Venezuela apoyo económico y político, si este país cambiara el 75 por ciento de su deuda externa, denominada en dólares, a euros; e Inglaterra ofreció apoyo internacional contra un eventual fraude oligárquico en las elecciones presidenciales.

El avance de la guerrilla en Colombia, que ya constituye un auténtico poder dual en el sentido de Lenin, es otro factor que obra a favor de la revolución venezolana. Estados Unidos no sabe cómo controlar un movimiento político-militar de liberación nacional con un ejército de 20 mil hombres y mujeres y, por lo mismo, no le conviene abrir un nuevo frente de conflicto con un país vecino que dispone de la mayor reserva petrolífera del mundo y una frontera común con Colombia de 2500 km.

Asimismo, la situación mundial con los conflictos no resueltos en Irak, Serbia, Corea del Norte, etcétera, disipa las fuerzas militares del imperialismo estadounidense y debilita su capacidad de abrir teatros de operaciones bélicas en América Latina.

Todos estos factores no impiden que Washington decida destruir a la revolución venezolana, intentando repetir sus éxitos en Chile y Nicaragua; pero complican y harán más costosa una intentona de este tipo.

Existe un último factor a favor de la revolución bolivariana de Venezuela: la solidaridad internacional. Todavía no existe. Hay que crearla. Este libro es parte del intento de construir una red mundial de solidaridad con el proceso.

El motivo para comprometerse en tal esfuerzo es sencillo. Hemos visto como el imperialismo puso RIP a los grandes proyectos de democracia participativa y latinoamericanista de la Unidad Popular en Chile y del Frente Sandinista en Nicaragua. Hay que impedir que aquellos que son los auténticos golpistas y "gorilas" del escenario internacional :los políticos, banqueros y marines de la Casa Blanca- pongan otro certificado de defunción a un hermoso y legítimo intento de la nación bolivariana, de construir una Patria para todos: la Patria Grande de los pueblos.

Tomado de Rebelión


Regresar
Home