11 de junio de 1999
Por Manuel Cabieses
Punto Final de Chile
Desde el 6 de diciembre del año pasado el pueblo venezolano -un ochenta por ciento sumido en la pobreza- está viviendo la fiesta de la democracia. Sin embargo, por ahora, lo único real es la esperanza. La esperanza de un cambio profundo que no termina de llegar y que está encontrando nuevas dificultades. El presidente Hugo Chávez Frías, de 44 años, ex teniente coronel del ejército, que el 4 de febrero de 1992 intentó derrocar al presidente Carlos Andrés Pérez y que en diciembre del 98 obtuvo el 60% de los votos, barriendo a los partidos Acción Democrática (socialdemócrata) y Copei (socialcristiano) que durante 40 años se repartieron el poder, goza de una popularidad que bordea el 80%, según las encuestas. Su base social de apoyo son los pobres, que es la mayoría venezolana.
Chávez no le ha dado tregua a una oposición diezmada y sobre todo desconcertada. La iniciativa política está en manos del joven presidente que ha prometido a su pueblo realizar una revolución democrática y pacífica. No es poca cosa lo que intenta. No busca sencillas reformas para modernizar la Constitución. Quiere fundar una nueva República, la quinta república de la historia venezolana, tal como se lo propuso el Movimiento Bolivariano Revolucionario (MBR-200) que él y otros dos oficiales fundaron en secreto en 1982, juramento mediante, en la mejor tradición del libertador Simón Bolívar.
Todo el mundo quiere clasificar a Chávez en lo ideológico. ¿Es de izquierda o derecha? Pero pocos se interesan en estudiar a Simón Bolívar, don Simón Rodríguez, su maestro, o a Ezequiel Zamora, general venezolano de la guerra federal del siglo pasado. Estos son "las tres raíces" que el MBR-200 y Chávez identifican como sus fuentes ideológicas. Preguntamos a Chávez qué opina, desde su perspectiva bolivariana, de las ideas socialistas. Respondió: "Yo veo con mucho respeto esas ideas. Hace poco se lo decía al Movimiento al Socialismo (MAS), cuando decidió apoyar mi candidatura: recuperen sus banderas originales de la lucha por la justicia social. Eso es lo que tiene que hacer un movimiento que se llame "al socialismo", a los derechos humanos, a la igualdad, a la libertad verdadera. Yo tengo bastante de esas ideas, las respeto muchísimo. No soy socialista, no fue mi formación ideológica. Soy bolivariano porque nací en los cuarteles, me hice bolivariano a fondo y para mí eso es un principio ideológico. Creo que el pensamiento bolivariano, robinsoniano y zamorano soporta cualquier análisis sistémico político. Pero en todo caso creo que estos hombres, Bolívar, Rodríguez y Zamora tuvieron también influencia de los utópicos de su época. Así que yo respeto mucho eso. En nuestro movimiento hay socialistas e incluso comunistas. El PC está en el Polo Patriótico, a su Secretario General lo vamos a lanzar como candidato a la Constituyente. Les tengo un profundo respeto, son hombres y mujeres dignos que han mantenido contra viento y marea a ese grupo. No soy socialista ni comunista, pero tampoco soy enemigo de ellos ni me producen piquiña" (urticaria)".
Chávez no las tiene todas consigo a pesar de su inmenso arrastre popular (Fidel Castro ha dicho que al presidente venezolano lo acompaña "un mar de pueblo"). Los partidos tradicionales, AD y Copei, son sus enemigos jurados. Los medios de comunicación -que gozan de absoluta libertad de expresión- están en su mayoría en la oposición. Los grandes empresarios y la inversión extranjera están en compás de espera. La deuda externa es de 32 mil millones de dólares (como la de Chile). El aparato productivo se encuentra semi paralizado. La recesión es brava: el PIB caerá este año entre un 2 y un 7,9%, según las estimaciones más alarmistas.
Sin embargo, el precio del barril de petróleo se ha entonado (de 7 dólares subió a 14), y la inflación se ha reducido. La cesantía oficial es del 15% pero el subempleo es muy alto. La delincuencia cobra entre 20 y 30 víctimas -sobre todo jóvenes- los fines de semana en la capital. La gente vive atrincherada en sus departamentos bajo siete llaves y seguros electrónicos. Las relaciones con EE.UU. son de "tirante cordialidad", según el diario "El Nacional". La realidad venezolana no es muy diferente a la de otros países latinoamericanos. Pero el peso de la crisis actúa en forma mayor sobre la psicología social. Sin embargo, Venezuela tiene enormes potencialidades para salir adelante. Desde luego, su riqueza petrolera. Después de Arabia Saudita es el segundo proveedor de petróleo de EE.UU. y el primero de gasolina. Sus exportaciones son del orden de los 25 mil millones de dólares anuales. No sólo petróleo sino también hierro, aluminio, acero, productos químicos y agrícolas. Gran parte del país se encuentra inexplotado. Casi un millón de kilómetros cuadrados con llanuras de tierras fértiles y ríos navegables, le pronostican un futuro agroindustrial de importancia.
Esa riqueza y su ubicación geográfica, dominando el mar Caribe y vecina de Colombia y Brasil, convierten a Venezuela en una pieza maestra de la dominación imperialista en América Latina. La política exterior de Chávez -basada en una aspiración integracionista que recoge los sueños bolivarianos-, está asumiendo una conducta independiente que inquieta a Washington. Venezuela votó este año a favor de Cuba, China e Irán en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra. Pero no fue todo: también se negó a permitir que aviones militares norteamericanos sobrevuelen su espacio aéreo bajo pretexto del combate al narcotráfico.
Nos quedamos con la impresión de un hombre que expresa con sinceridad su pensamiento y dice francamente lo que quiere hacer. Es propio en alguien que se declara bolivariano acometer grandes hazañas. Bolívar hizo escuela en la materia. Encaramado sobre los escombros de un convento, en medio de la destrucción del terremoto del 26 de marzo de 1812, apostrofó colérico: "Si se opone la naturaleza lucharemos contra ella y la haremos que nos obedezca". El temperamento combativo de Chávez y el "mar de pueblo" que lo acompaña, hacen pensar que lo imposible puede volver a ser posible en Venezuela.
Al cumplir poco más de tres meses en el gobierno de Venezuela, seguramente debe estar experimentando las presiones y limitaciones que la realidad impone al mejor intencionado de los presidentes, obligándoles a hacer concesiones en sus programas. ¿Cuáles son los aspectos del programa del Movimiento Revolucionario Bolivariano que considera irrenunciables y por los cuales está dispuesto a enfrentar cualquier dificultad?
Primero es necesario precisar, hermano, que tenemos un proyecto nacional que va mucho más allá -en visión y perspectivas- que un programa de gobierno. Este proyecto nacional viene desarrollándose desde hace varios años. Tiene algo así como una década. En el punto en que ahora nos encontramos, en el gobierno del país, todas esas presiones, amarras o limitaciones a las que te referías, no nos sorprenden. Las habíamos previsto, son parte de nuestro plan estratégico. Ese proyecto nacional de largo plazo, se ha concretado en un programa de gobierno conformado sobre cinco grandes líneas estratégicas. Ninguna está en negociación, las cinco son irrenunciables, porque cada una compromete el éxito del conjunto del plan. Desde el punto de vista táctico, pues sí, como en toda táctica: uno va a una batalla y tiene una misión estratégica, pero puede atacar en la noche o en el día, retroceder o atacar por un flanco, siempre que la estrategia esté muy clara. Esas cinco líneas son: una, la macropolítica, la transformación del sistema político. Es irrenunciable, si no se hace, no tiene viabilidad y pierde sentido todo nuestro proyecto...
¿Se refiere al cambio de la Constitución?
Más que a la Constitución, me refiero al sistema político. La Carta Magna recoge las bases fundamentales del sistema político. Pero no hacemos nada con cambiarla si esto no tiene expresión real en la transformación del sistema. En este proceso se ha avanzado bastante. En estos ciento y tantos días de gobierno se ha dinamizado mucho. Al punto que el proceso constituyente tiene copadas las calles, los escenarios, las academias, los cuarteles incluso. Es un proceso que avanza con mucho peso, con ritmo vivo, tiene vida propia. Es irrenunciable para nosotros transformar el sistema político, avanzar hacia una verdadera democracia. Desde el punto de vista económico nos hemos impuesto la tarea de transformar el actual modelo neoliberal. No pretendemos construir un modelo socialista o comunista. No es ésta la dirección de nuestra propuesta. Sin embargo, dentro del marco del modelo capitalista, queremos hacer transformaciones importantes. La economía debe estar al servicio del ser humano, debemos alejarnos del modelo neoliberal de capitalismo salvaje. Es un modelo que echa por la borda los valores humanos, sobre todo el derecho elemental de la gente a vivir con dignidad. Queremos devolver al Estado su capacidad de promover el desarrollo económico y social. En esta materia hemos avanzado muy poco en estos cien días. El modelo que impera en este continente es muy fuerte, la crisis que tenemos en Venezuela es muy profunda. Sin embargo, hemos logrado pequeños avances. Estamos echando las bases para el lanzamiento de un proyecto económico distinto. La modificación del modelo neoliberal, es un objetivo irrenunciable. Tenemos que transformarlo, dentro de ciertos límites que determina la realidad. Desde el punto de vista social: nos hemos fijado la meta de cancelar la deuda social en salud, educación, vivienda, trabajo y salario justo. También es irrenunciable...
También en Chile se habla de una deuda social, pero nadie la paga...
Claro, a veces se prefiere pagar la deuda externa o favorecer a los sectores poderosos, antes que atender las necesidades sociales, las demandas del pueblo. Nosotros no haremos eso. Nuestro cuarto lineamiento estratégico es la transformación del modelo geopolítico interno del país. Vamos hacia un nuevo modelo de desarrollo territorial. Lo definimos como "desconcentración de la población y del modelo de desarrollo sobre el territorio", buscando un mejor equilibrio. Venezuela tiene una concentración de población grande en el centro del país pero hay un enorme territorio hacia el sur prácticamente abandonado. Esta línea estratégica es irrenunciable, porque tiene que ver con el equilibrio interno que necesita el país. Nuestra quinta línea estratégica es lo internacional. Ya hemos comenzado a dar señales de que hay cambios. Tenemos una política soberana, independiente, de integración regional, basada en la paz, el respeto y la integración latinoamericana y caribeña. Esta línea -por supuesto- también es irrenunciable. Como ves, desde el punto de vista estratégico no puede haber renuncias. Claro que hay presiones, frenos, leyes establecidas, el pantano de la corrupción, esto frena el proceso. Pero nuestro norte seguirá siendo el mismo y avanzaremos con firmeza hacia esos objetivos.
¿Cuáles cree que deberían ser los aspectos fundamentales de la nueva Constitución que la Asamblea Constituyente propondrá al pueblo?
Un objetivo fundamental es la creación de una nueva República, nuestra Vº República. Un nuevo Estado con nuevos poderes públicos de verdad legítimos. Hablemos, por ejemplo, del Poder Ejecutivo. He llegado a la presidencia elegido para cinco años. Pero ¿qué ocurre si dentro de dos años o antes fracaso estruendosamente y el país se da cuenta que lo llevo al abismo? Tiene que existir un método para que el país, así como me eligió por una mayoría, en igual forma -y pacíficamente- me saque de aquí a través de un referéndum revocatorio. Menciono esto como un ejemplo de lo que debería ser un nuevo modelo de Poder Ejecutivo Nacional. Lo mismo vale decir en el caso de los poderes regionales y locales, los gobernadores y alcaldes. Hay que relegitimar esas funciones, obligarlos a actuar y tomar decisiones en función del interés de las mayorías. No pueden seguir actuando para favorecer a unas cúpulas políticas o económicas. O sea, se trata de transformar el Poder Ejecutivo en todas sus instancias. La forma de elegirlo, su funcionamiento y la forma de relevarlo sin traumas políticos. Yo comparto la idea de un vicepresidente de la República. Tenemos un sistema presidencialista sumamente exagerado. Hay una burocracia espantosa, papeles y más papeles. Para jubilar a un funcionario por enfermedad el ministro respectivo tiene que traerme un decreto y un estudio anexo porque el decreto debe firmarlo el presidente de la República.
¿Es el caso de un funcionario de alto nivel?
No, es un funcionario medio del Ministerio de Transportes y Comunicaciones. Y como yo no firmo nada si no sé qué estoy firmando, imagínate, estoy aquí hasta las 3 ó 4 de la mañana revisando montañas de papeles, desde un presupuesto para que construyan una escuela en un pueblito o una autorización para que la Corte Suprema reasigne un presupuesto del año pasado. Para cambiar cien millones de bolívares de una partida a otra, tiene que autorizarlo el presidente y el decreto llega con un estudio de este tamaño que se supone que el presidente debe leer. Además, soy el Comandante en Jefe de las FF.AA. Entre otras cosas tengo que revisar la lista, uno por uno, de los oficiales propuestos para ascender a generales, almirantes y coroneles.
¿Y debe revisar las hojas de vida de cada uno de esos oficiales?
Sí, soy el Comandante en Jefe, tengo que aprobar o rechazar los ascensos. Sé bien lo que puede significar una injusticia si no se revisan bien los antecedentes. El presidente de la República, además, dirige la política exterior: que si el voto en la ONU, que si vamos a ir a la Cumbre Andina o al Grupo de Río, las relaciones con Brasil, los problemas con Colombia y la guerrilla, etc. El presidente tiene que decidirlo todo. Es el jefe de la hacienda pública, del gobierno, de las FF.AA., de todo. Aquí hace falta un funcionario que se encargue de lo administrativo, que delegue en los ministros, que coordine ese nivel del trabajo. También Venezuela debe adoptar un modelo que permita reelegir de manera inmediata al Presidente. El sistema actual ha resultado nefasto. Sólo diez años después de terminar el mandato, se puede ser reelegido. Al gobierno de Venezuela han llegado hombres como Carlos Andrés Pérez que fue enjuiciado por corrupción y se salvó por un voto en el Congreso -que le costó quién sabe cuánto dinero-. Aunque se comprobó que él y su amante cometieron graves actos de corrupción, no fue condenado. Se marchó del país, disfrutó su fortuna y volvió diez años después, con mucho dinero, hizo una campaña electoral y llegó de nuevo al gobierno. Menos de un mes después, en febrero del 89, ordenó masacrar a miles de venezolanos. Tuvimos que echarle tiros una madrugada de febrero del 92 y salió corriendo por ahí (muestra una puerta del despacho presidencial). Con Rafael Caldera ocurrió lo mismo. Después de veinte años de su primer gobierno, volvió el mismo señor Caldera a sentarse aquí para seguir haciendo lo mismo que hizo antes. Las mismas componendas con Acción Democrática y los sectores de la oligarquía, todo lo que ha destrozado a este país. El mismo Caldera con los mismos valores arcaicos, sin entender el mundo de hoy ni el clamor de su pueblo. A él lo sacamos con votos el 6 de diciembre pasado. Buena parte de los venezolanos -70% según las encuestas- comparte la idea de una reelección inmediata. Si el presidente que va a la reelección lo hizo mal, el país le dirá que no, que se vaya. ¡No vuelvas más! Si es reelegido por otro período, continúa su gobierno y al término de éste se va igual. Esto vale no sólo para el Poder Ejecutivo, también para el Judicial donde tenemos la podredumbre más grande. El Poder Judicial venezolano ha sido expropiado por mafias. No hay justicia ni quién la administre, salvo excepciones. Con el Poder Legislativo, pasa lo mismo. El Congreso representa sólo cúpulas, dos o tres personas que deciden por la mayoría. El Parlamento no existe, está secuestrado por las cúpulas partidistas, no representa al país. En las Asambleas Legislativas de los Estados, pasa igual: cúpulas de corrupción, de maniobras, de grandes negocios. Todo eso hay que echarlo, son tumores malignos, hermano. Hay que extirparlos para salvar el cuerpo de la Nación. Estamos proponiendo lo que Bolívar planteó en 1819, en Angostura, y en Bolivia, en 1826: un cuarto poder, el poder moral. Poder moral, protector o contralor, el nombre es lo de menos. Un poder republicano que pueda tocar resortes de los otros poderes cuando éstos comiencen a fallar. Éstas son algunas ideas sobre la nueva Constitución. También pensamos que hacen falta unas nuevas FF.AA. Ya comenzamos a cambiar la misión de esas fuerzas. Pero hay que llevarlo a rango constitucional. Necesitamos unas FF.AA. unidas, identificadas con el país y con un proyecto nacional, incorporadas al desarrollo. Lo estamos haciendo pero falta mucho. Las FF.AA. deben cumplir labores científicas, tecnológicas, educativas, de atención a la salud del pueblo, etc., aparte de sus funciones de defensa que son las fundamentales.
Presidente, usted comprenderá la inquietud que trasluce la siguiente pregunta. La experiencia en Chile y el Cono Sur del continente es que las FF.AA. son instrumentos de represión, violadoras de los derechos del pueblo y defensoras de grandes intereses económicos. Ud. parece creer que las FF.AA. venezolanas son distintas y que respaldarán su programa de una revolución democrática. ¿En qué se basa esa visión?
Mira, yo no puedo -por respeto a la soberanía de países hermanos- hacer comparaciones. Te voy a hablar de nuestras FF.AA., que ahora comando y a las que pertenezco. Bolívar dijo: "Ecuador es un convento, Colombia (Nueva Granada) una Universidad y Venezuela un cuartel". Nos conocía bien y por algo lo dijo. El ejército venezolano nació de las entrañas del pueblo. Ha venido zigzagueando por la historia, a ratos se ha puesto al servicio de otros intereses. Pero su signo originario, el bolivariano, es muy fuerte. Bolívar dijo: "maldito sea el soldado que vuelva las armas contra su pueblo". Es un mensaje muy claro y tajante. Muriéndose en Santa Marta, en su última proclama, Bolívar sostuvo: "los militares deben empuñar su espada para defender las garantías sociales". La historia venezolana muestra que las FF.AA. han jugado un papel de distinto signo al desempeñado en otros países. Desde hace 40 años, cuando comenzó el ensayo democrático que ha fracasado -y que vamos a enterrar porque está podrido-, hubo varios levantamientos militares. Ninguno fue dirigido por el golpismo tradicional. En los años 60 ocurrieron los levantamientos de Carúpano, Puerto Cabello, Barcelona. Los aliados civiles de los militares rebeldes fueron movimientos o partidos de izquierda. No fueron la extrema derecha o una embajada extranjera los que alentaron esos levantamientos. Fueron rebeliones contra lo establecido. Muchos de los jefes de aquellos movimientos son ahora candidatos a la Asamblea Constituyente. Algunos hijos de aquellos oficiales son dirigentes del Movimiento Vº República. En suma, hay una vertiente popular muy fuerte en nuestras FF.AA., es parte de nuestra historia.
¿Se debe esto a la extracción de clase de la oficialidad?
Eso es importante, sin duda, pero hay un componente histórico, una tradición, un hilo de continuidad bolivariana y popular en sectores importantes de los militares venezolanos. Lo alimenta también el origen social de la oficialidad, claro. Por ejemplo, yo soy campesino y soldado. Lo mismo pasa con mis compañeros del levantamiento del 4 de febrero de 1992. Todos eran muchachos de clase pobre. Los oficiales venezolanos venimos de abajo. El 98% somos de clase media y baja. Cuando hace diez años (27 de febrero de 1989) ocurrió el "caracazo" y el pueblo se levantó, a 25 días de iniciada la segunda administración de Carlos Andrés Pérez, eso fue una masacre que impactó en forma negativa en las FF.AA. Nos cayó encima la maldición bolivariana a los soldados que vuelven las armas contra su pueblo. Se habló de cinco mil muertos aunque el gobierno reconoció sólo 300. Esa masacre la hicieron las FF.AA. por orden de un insensato que las sacó a la calle para enfrentar a un pueblo desarmado. A los militares profesionales y conscientes, esa masacre nos decidió a actuar, teníamos que lavar esa mancha. Tres años después encabezamos una rebelión militar que fue muy distinta a un movimiento gorila o golpista como los conocidos en América Latina. Las FF.AA. venezolanas son profundamente bolivarianas y populares. A través del Proyecto Bolívar 2000 que estamos impulsando, cien mil hombres de armas y mujeres están en la calle llevando medicinas, construyendo caminos y viviendas, atendiendo a los viejitos, a los niños, haciendo comida, mercados populares, poniendo todos sus recursos al servicio del pueblo. ¿Y sabes? Están felices. Un soldado me decía: "mi comandante, por fin estoy haciendo algo que me gusta". Un gran venezolano del siglo pasado, Ezequiel Zamora, decía algo que Mao Tse Tung señaló después con otras palabras: "el pueblo es al ejército como el agua al pez". En Venezuela, te lo digo sinceramente, los soldados estamos ahora como pez en el agua.
Presidente, además de la proyección integracionista de su gobierno, hay otro aspecto internacional importante. Tenemos la impresión que EE.UU. está preparándose para intervenir en el conflicto de Colombia, donde ya hay decenas de "asesores" norteamericanos. Una señal son las bases "antidrogas" en Ecuador, Aruba y Curaçao y la petición para que aviones militares sobrevuelen Venezuela. Esta amenaza se cierne también sobre Venezuela y el Caribe, incluyendo Cuba. ¿Le parece real esta inquietud?
Desde luego todo movimiento militar en el contorno latinoamericano, caribeño y aún mundial, nos obliga a evaluarlo, a preocuparnos y prever lo que pudiera significar. EE.UU. ha hecho un acuerdo con los Países Bajos (Holanda) para instalar en Aruba y Curaçao -que están casi en nuestro mar territorial- lo que ellos dicen que no son bases militares. Están pidiéndonos autorización para que aviones militares sobrevuelen nuestro territorio. No podemos denunciar el acuerdo norteamericano-holandés, es entre dos países soberanos. Pero igual no permitiremos el sobrevuelo de naves militares. Tenemos F-16 y Mirages para proteger nuestro territorio e impedir la actividad del narcotráfico. No necesitamos que otros vengan a sobrevolar nuestro cielo o a surcar nuestro mar. Estamos dispuestos a colaborar con todos los países e integrar esfuerzos contra el narcotráfico, eso sí. Estamos pendientes de cualquier movimiento en esta región y no tenemos indicios de amenaza. No creo que haya interés en intervenir en el conflicto colombiano mediante una fuerza multinacional. Sin embargo, para evitarlo tenemos una política hacia Colombia que es de mucha franqueza. Somos neutrales ante su conflicto interno pero estamos dispuestos a hacer lo que sea en favor de la paz. Hemos hecho contacto con el gobierno y los grupos guerrilleros. Conversamos en La Habana y Santo Domingo con Fidel y Pastrana. Hay también una invitación de Manuel Marulanda, aunque eso tenemos que coordinarlo con el gobierno colombiano.
Antes que usted otros presidentes elegidos democráticamente intentaron aplicar programas de profundos cambios. Por ejemplo, el presidente Allende en Chile. No lo lograron por motivos que son bien conocidos. ¿Qué lecciones saca de esas experiencias? ¿Por qué cree que usted sí podrá realizar una revolución democrática?
Déjame explicarlo; éramos cadetes de tercer año cuando ocurrió el golpe en Chile. A mí y a un grupo de compañeros eso nos impactó profundamente. Nos formábamos como militares, pero militares para una democracia, respetuosos de los derechos humanos. En el 74 tuve oportunidad de ir al Perú al aniversario de la batalla de Ayacucho. Tuve la suerte de saludar al general Juan Velazco Alvarado y de oir a los militares peruanos hablar de revolución. Sentí que algo raro estaba pasando. También conocí al general Omar Torrijos y también oí a los militares panameños hablar de revolución. Conocí a un cadete chileno, nos hicimos amigos, Juan Heiss se llama. ¿Qué será de él? Aún guardo un regalo que me hizo. Trataba de sonsacarle por qué había ocurrido el golpe en Chile pero no llegábamos al fondo del asunto. Viví muy intensamente los años post Allende y estudié algo del proceso chileno. Algunos han dicho en Venezuela que mi destino será parecido al de Allende. No lo sé, pero sí creo que hay una diferencia: el Ejército está conmigo. La mayor parte de las FF.AA. palpita con este proceso. Se sienten parte y aman a su pueblo, están consustanciadas con él. No puedo decir que el apoyo popular a nuestro proyecto sea mayor que el que Allende tuvo para el suyo. En todo caso, asumiendo que el afecto del pueblo chileno por Allende era muy alto, hay en Venezuela, además, unas FF.AA. unidas con el pueblo, compartiendo el mismo proyecto. Vivimos también otra época. El mundo se está reacomodando. Va surgiendo un mundo multipolar, con dificultades pero va naciendo. El contorno internacional no hace tan fácil imponer cosas de manera brutal como en el 73. No es tan fácil. Mi relación con las FF.AA. es muy diferente a la que tuvo Allende. Con una mano le tomo cada día el pulso a la calle y con la otra a los cuarteles. Hoy los cadetes de 5º año de la Academia Militar me nombraron su padrino. Es un orgullo porque nunca antes un Presidente de la República recibió ese honor. Los compañeros del curso de Estado Mayor de la Defensa Nacional de este año, muchos de los cuales fueron mis compañeros de promoción militar, también me han nombrado su padrino. En estos momentos tengo el honor de revisar los ascensos a generales de oficiales que fueron mis superiores. El jefe de mi Casa Militar fue mi jefe, me enseñó muchas cosas. También el actual ministro de Defensa. Nos conocemos profundamente. Los militares venezolanos estamos reunificándonos, entre nosotros y con nuestro pueblo. Haremos este proceso democrático entre todos. ¡En realidad es hermoso lo que está pasando en Venezuela! ¿No te parece, hermano?
Manuel Cabieses es director de la revista Punto Final de Chile
Tomado de Revista Punto Final