17 de marzo

Lunes 7 de Diciembre de 1998

Análisis

Fin de una era, inicio de un experimento

Por SERGIO OCAMPO MADRID
Enviado especial de EL TIEMPO

Caracas

Carlos Andrés Pérez fue la primera víctima, hace cinco años, de la reacción social contra el neoliberalismo en América Latina.

El Presidente cayó, en medio de un escándalo por un caso de corrupción, pero con un tremendo trasfondo de malestar social por el fracaso de una economía que intentó llevar a la práctica los recortes y los ajustes impuestos y monitoreados desde afuera por la banca multilateral.

El precedente de Pérez, contra quien hubo dos intentos de golpe de Estado en 1992, marcó un punto de quiebra entre los venezolanos y sus dos partidos tradicionales.

Ya en las últimas elecciones, la gente no votó por Copei o por la AD. Sin embargo, temerosos de embarcarse en aventuras independientes, los venezolanos optaron por la línea media de escoger una alternativa que no representara a su bipartidismo de siempre, pero que no estuviera absolutamente distanciado de la tradición y de las certezas políticas conocidas.

Escogieron a Rafael Caldera, ex presidente y líder reconocido, pero disfrazado de independiente por la coalición de nueve fuerzas políticas menores.

Ese fue el campanazo definitivo para Copei y para AD, cuyas propuestas y plataformas políticas estaban desgastadas totalmente. Se comenzó a ver, además, que entre las últimas generaciones de venezolanos, las dos colectividades ya no tenían ningún grado de representación.

Todo eso quedó confirmado ayer. Venezuela no quiere saber nada de sus partidos, y muy poco de modelos neoliberales que para las mayorías son sinónimo de retroceso de garantías sociales, en un país que se acostumbró a sobrevivir sin ninguna disciplina fiscal, con el paternalismo de los subsidios y una dependencia casi absoluta del comportamiento del petróleo en los mercados internacionales.

Primera lección

También queda confirmado que algo (o mucho) va de la ejecución y puesta en marcha del modelo neoliberal en el Reino Unido o Estados Unidos, a su implantación en un país del tercer mundo, que además no se caracterizó por el manejo adecuado y sobrio de su economía a lo largo del siglo.

En otras palabras, el neoliberalismo parece exigir un mínimo de premisas básicas sobre estabilidad en los manejos de la macroeconomía de un país, pues corregir esos desórdenes implica un cambio de mentalidad demasiado dramático, pero sobre todo, exige realizar unos esfuerzos sociales que las democracias no permiten.

No es gratuito que países como Chile y Brasil hayan conseguido cimentar sus milagros económicos en tiempos de dictadura, con fuertes aparatos militares sofocando las protestas populares.

Por otra parte, ¿cómo implantar el neoliberalismo en medio de un mar de corruptelas que lejos de ampliar la tenencia de la propiedad, favorecen los monopolios y el enriquecimiento de los mismos grupos que tradicionalmente han detentado el capital?

Nueva etapa

Con los resultados de ayer, se cierra un capítulo de la historia de Venezuela: el del bipartidismo. Pero sobre todo, se abre un experimento insólito: buscar la reactivación económica, una mejor distribución de la riqueza y una democracia más abierta a través de un militar que primero intentó cambiar las cosas por medio de la fuerza, pero que terminó haciéndolo por la vía legal, revestido de toda la legitimidad democrática y con un respaldo popular considerablemente amplio.

Y esto, desde luego, genera tremendas incertidumbres.

La primera de ellas tiene que ver con los antecedentes y el carácter del ex teniente coronel. El precedente del golpe hace imposible no pensar en la tentación del uso de la fuerza apenas sea necesario.

La segunda es la escasa claridad que se tiene sobre su verdadera ideología política. Se habla de él como un hombre de izquierda, lo cual no es común en un militar latinoamericano. Se dice que es bolivariano al ciento por ciento, rótulo que tiene más de simbolismo que de claridad filosófica. Mucho más, si se recuerda que Bolívar era un ideólogo monumental, un buen militar y un pésimo político.

La tercera, y más grande, es el modelo económico que puede tener Chávez en la cabeza. El ha dicho un no rotundo al neoliberalismo y dice inclinarse por la tercera vía de Tony Blair. ¿Qué significa eso en un país como Venezuela, con una estructura monopolística de la propiedad, y un régimen de corrupción de los más altos del mundo?

Las preguntas son muchas.

Tomado de EL TIEMPO


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