(Tomado de www.elpais.es )
El Movimiento de Resistencia Global es una corriente de protesta mundial que aúna a decenas de grupos de diferentes países que tienen en común su rechazo al capitalismo y al modelo neoliberal. Es un movimiento en el que se dan cita colectivos diferentes como sindicatos, intelectuales de izquierda, ecologistas, indigenistas o grupos desfavorecidos que acusan al sistema económico de amoral e injusto.
Los diferentes grupos antimundialización llevan más de una década trabajando en cuestiones relacionadas con los problemas causados por la globalización de la economía mundial. Son numerosas las campañas que han organizado para la condonación de la deuda externa de los países pobres, o para la reforma del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
A pesar de tener una trayectoria de años de trabajo, los antiglobalistas han acaparado espacio en los medios de comunicación y atención desde las instancias internacionales a raíz de la presencia de sus simpatizantes en actos paralelos a las grandes reuniones económicas y políticas internacionales. La protesta de Seattle, que consiguió abortar la reunión de la Organización Mundial del Comercio, supuso un punto de inflexión en la historia del movimiento.
La noticia de la presencia de más de 50,000 simpatizantes fue reproducida en los medios de comunicación de todo el mundo. Los enfrentamientos que allí tuvieron lugar dieron una imagen de violencia muy alejada de los verdaderos objetivos de los organizadores.
El éxito del Foro social de Porto Alegre en Brasil, celebrado en paralelo al Foro Económico Mundial supuso otra gran baza. Más recientemente, la cancelación de la conferencia que el Banco Mundial tenía previsto llevar a cabo en Barcelona no deja duda sobre la fortaleza del movimiento de resistencia.
Muchas de las manifestaciones de los grupos acaban en altercados violentos, con la intervención de la policía y la detención de personas. Sin embargo, los representantes del movimiento insisten en que los protagonistas de la violencia poco o nada tienen que ver con ellos. En la misma línea aseguran que criminalizar al movimiento no es más que una forma de desprestigiar y acallar una voz que molesta y pone en peligro intereses económicos establecidos.
Muchas de las manifestaciones de los grupos antiglobalización que se producen de manera paralela a las reuniones de los países más ricos, acaban en altercados violentos y brutales enfrentamientos con la policía. Fundamentalmente porque, junto a una inmensa mayoría de manifestantes pacíficos, las protestas reúnen a grupos minoritarios, como los anarquistas del llamado "Bloque negro", partidarios de la violencia callejera.
La muerte de un joven manifestante italiano por disparos de la policía durante la celebración de la Cumbre del G-8 en Génova plantea la cuestión de si podrán seguir celebrándose cumbres en estas circunstancias.
Y es que, como estaba anunciado y pese al enorme dispositivo de seguridad establecido por las autoridades italianas en Génova, la ciudad acabó convirtiéndose en una batalla campal. Incluso se llegó a establecer una "zona roja" de máxima seguridad y acceso restringido a residentes, participantes en la cumbre del G-8 y prensa. Además se sellaron alcantarillas y se cortaron calles con bloques de cemento y alambradas. La actuación de una minoría violenta y la totalmente desmedida respuesta policial acabó además con centenares de heridos y cuantiosos daños materiales.
El Gobierno italiano suspendió la aplicación del Tratado de Schengen, que permite la libre circulación de personas en la Unión Europea, además de clausurar tres días el puerto y el aeropuerto. Pero a la luz de los graves enfrentamientos registrados, parece que la decisión de "tomar" Génova con 20.000 agentes de policía y soldados para "evitar incidentes violentos" no tuvo ni mucho menos los efectos deseados.
El punto de inflexión en la historia del movimiento antiglobalización lo marca noviembre de 1999 y la presencia de 50.000 manifestantes en la ciudad estadounidense de Seattle. Las violentas imágenes de los manifestantes en contra de la globalización económica durante la "Ronda del Milenio" de la Organización Mundial del Comercio (OMC) consiguieron abortar la reunión de la Organización Mundial de Comercio. Los disturbios se saldaron con 500 detenidos y dos millones de dólares en daños materiales.
Posteriormente, en septiembre de 2000 la Asamblea conjunta del FMI-BM celebrada en Praga tuvo que clausurarse un día antes de lo previsto. Más de 10.000 personas participaron en las protestas, que terminaron con unos 900 detenidos y 150 heridos. El dispositivo de seguridad, integrado por unos 13.000 agentes, resultó insuficiente.
Junio de 2001 fue un mes muy activo para los antiglobalizadores. En Gotemburgo, los líderes europeos tuvieron que afrontar movilizaciones que una minoría de los allí presentes tornaron en violentas. La policía sueca abrió fuego real y los incidentes acabaron con varios manifestantes gravemente heridos.
Tras los sucesos de Gotemburgo, los Quince reforzaron su cooperación policial para impedir la violencia durante las protestas antiglobalización en las cumbres europeas y aplicar medidas operativas contra los alborotadores, supeditadas a las legislaciones de los países miembros.
Días después, el Banco Mundial que pretendía celebrar su encuentro anual en Barcelona renunció a la reunión. La conferencia se llevó a cabo a través de Internet, lo que no impidió que se convocaran manifestaciones que acabaron en violencia a causa de los incidentes y de la actuación policial.
ATTAC, Tasa Tobin, OMC, Kioto, transgénicos... Los
nombres y las siglas imprescindibles de la cumbre
ANA CARBAJOSA | Madrid
La globalización y el movimiento antiglobalización han generado un sinfín de términos y siglas. Este pequeño diccionario trata de explicar los más importantes.
AGP. Acción Global de los Pueblos. Red de asociaciones de base creada en Ginebra en 1998 para coordinar la resistencia contra la OMC y el libre comercio.
AMI. Acuerdo Multilateral de Inversiones negociado a partir de 1995 por los países de la OCDE para regular las operaciones de las empresas en el extranjero. El acuerdo no vio la luz debido a la intensa campaña internacional que se desarrolló en su contra a través de la Red.
ATTAC. Asociación para la imposición de una tasa que grave las transacciones financieras especulativas. Creada en Francia en 1998. Reúne ciudadanos, asociaciones, sindicatos y periódicos que ejercen como grupo de presión para promover el control democrático del sistema financiero mundial.
Banco Mundial. Organismo de financiación internacional creado en Bretton Woods en 1946. Sus proyectos en los países en desarrollo han sido muy criticados por los movimientos de Génova.
Deuda externa. La abolición de la deuda externa de los países del sur es una de las principales reivindicaciones de los grupos antiglobalización. El Papa apoyó la campaña de abolición en el Jubileo del año 2000.
Fondo Monetario Internacional. Institución intergubernamental creada en 1946, la integran 183 países. Se encarga de supervisar y dirigir las políticas macroeconómicas del mundo. Sus planes de ajuste estructural para los países en desarrollo son muy criticados por el movimiento antiglobalización.
Foro Social de Génova. Cumbre alternativa a la reunión del G-8 donde se debaten las posibles alternativas al capitalismo. El FSG ha pactado con la alcaldía de Génova que no se usará la violencia, excepto para la autodefensa.
G-8. Grupo de los siete países más ricos del mundo (Estados Unidos, Japón, Francia, Reino Unido, Alemania, Canadá e Italia) más Rusia. Se reúnen anualmente para tratar temas de comercio internacional, relaciones con los países pobres y política macroeconómica, entre otros.
GATT. Conjunto de acuerdos entre países con objeto de liberalizar el comercio, que dieron lugar a la creación de la OMC.
José Bové. Ex combatiente francés de Mayo del 68, es la cabeza visible del sindicato agrario Confederación Campesina. La destrucción de plantaciones de cultivos transgénicos o de una sucursal de Mc Donald's han sido algunas de sus acciones más espectaculares.
Kioto. Convención de la ONU sobre cambio climático adoptada en 1997. Obliga a los países industrializados a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 5,2% respecto a los niveles de 1990 para el año 2008.
MST. Movimiento de los Sin Tierra, de Brasil. Reúne a un millón y medio de campesinos que ocupan tierras improductivas para demandar al Gobierno la aplicación de la reforma agraria.
OMC. Organización Mundial del Comercio. Fundada en 1995, la integran 135 países. Establece las leyes del comercio mundial. La OMC apuesta por la liberalización del comercio, es decir, la abolición de las barreras comerciales (aranceles, leyes nacionales proteccionistas, etcétera).
Otro mundo es posible. Inicio del discurso presentado por Bernard Cassen, presidente de ATTAC en Porto Alegre. Se ha convertido en la carta de presentación de los antiglobalización.
Porto Alegre. Ciudad del sur de Brasil, gobernada por el Partido de los Trabajadores (PT), constituye un símbolo para las organizaciones de izquierdas de todo el mundo. La ciudad, que cuenta con un presupuesto participativo donde los ciudadanos deciden dónde debe invertir la alcaldía, acogió en enero el primer Foro Social Mundial como alternativa al Foro Económico Mundial de Davos que se celebró en Suiza al mismo tiempo.
Qatar. País donde se celebrará la próxima cumbre de la OMC en noviembre. Los grupos antiglobalización consideran que la elección de Qatar como sede responde al miedo de los organizadores a las protestas, al estar prohibidas las manifestaciones en Qatar.
Renta básica. Es un ingreso pagado por el Estado a cada ciudadano incluso si no quiere trabajar de forma remunerada, sin tomar en consideración si es rico o pobre.
Seattle. Un total de 500.000 personas se manifestaron en noviembre de 1999 en la cumbre de la Organización Mundial del Comercio en la ciudad estadounidense. 500 de ellos fueron detenidos. El fracaso de la llamada Ronda del Milenio es una referencia obligada del movimiento.
Susan George. Autora de numerosos libros, vicepresidenta de ATTAC y directora del Instituto Transnacional de Amsterdam, que investiga los conflictos internacionales, la pobreza y la marginación, entre otras cuestiones. Lideró la campaña francesa contra el AMI.
Tasa Tobin. Impuesto ideado por el premio Nobel de Economía James Tobin. Gravaría las transacciones especulativas de capital. Según sus defensores, si se fijara en un 0,1% recaudaría 160.000 millones de dólares al año (32 billones de pesetas). Naciones Unidas dice que con la mitad se cubrirían las necesidades del planeta de un año.
Transgénicos. Alimentos modificados genéticamente. Los grupos antiglobalización cuestionan la seguridad de estos alimentos para la salud y las técnicas de producción de los cultivos transgénicos controladas por compañías como Monsantos o Novartis.
TRIPS. Acuerdo de la OMC sobre derechos de propiedad intelectual y patentes de vida. Los grupos antiglobalización consideran este acuerdo como la vía para las compañías multinacionales de patentar los recursos naturales, y la medicina natural de los pueblos indígenas.
Vandana Shiva. Ecologista, activista y escritora, fundó en India Navdanya, un movimiento que defiende la biodiversidad y los derechos de los campesinos.
Vía Campesina. Organización que aglutina a más de 100 asociaciones agrarias de todo el mundo. Denuncian la distribución desigual de la tierra y dominio de las compañías multinacionales del mercado agroalimentario.
Vittorio Agnoletto. Portavoz del Foro Social de Génova. Médico y presidente de la Liga italiana antisida.
Los activistas antiglobalización exigen una sociedad más justa, el control del poder ilimitado de las multinacionales, la democratización de las instituciones económicas mundiales y la distribución más equitativa de la riqueza. Sus enemigos principales son las multinacionales y las grandes organizaciones económicas y políticas internacionales, fundamentalmente el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
La condonación de la deuda externa es una de las exigencias de este movimiento y las campañas sobre el asunto han sido su simiente. El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional son, para los grupos antiglobalización, los responsables de la asfixiante situación en la que se encuentran la mayor parte de los países pobres, incapaces de afrontar la deuda que en muchos casos supera su PIB (Producto Interior Bruto). Las instituciones monetarias, hijas del Bretton Woods, concedieron créditos masivos a los gobiernos de los estados pobres a lo largo de los años 70 y 80, exigiéndoles a cambio la reestructuración de sus economías e imponiendo reformas que implicaban un alto coste social y que se han demostrado económicamente contraproducentes.
Existen discrepancias dentro del movimiento entre aquellos que consideran que el BM y el FMI deben desaparecer y la corriente más moderada que aboga por una reforma de las mismas.
Las multinacionales como Mc Donalds o Nike son blanco de los grupos antiglobalización, que tildan de amorales las prácticas de la compañía, especialmente la explotación de trabajadores del Tercer Mundo, en su mayoría mujeres y niños. La destrucción de los símbolos o propiedades de estas empresas se ha convertido en bandera de los sectores más radicales.
Internet ha permitido movilizar un volumen de personas en un tiempo record sin precedentes. Existen numerosas páginas en las que, además de artículos afines, pueden verse las actividades que las plataformas organizan.
A nivel internacional el Independent Media Center es una de los web que más información ofrece a los simpatizantes acerca de las campañas en curso. Para la concentración de Barcelona se estableció un web específico. El miedo a las movilizaciones hizo que el Banco Mundial cancelara su conferencia prevista para el 25-27 de junio 2001 en Barcelona (ABCDE).
La conferencia tuvo lugar en Internet en formato de vídeo conferencia.
Otra de las páginas más utilizadas en la antiglobalización es la de Nodo50: Contrainformación en red. El web se autodefine como un "territorio virtual para los movimientos sociales y la acción política en Internet". En relación a la conferencia de Barcelona la organización llamó a la las calles a sus simpatizantes con el eslogan "Saldremos de los callejones para tomar las avenidas", y "Barcelona 2001. Resistamos la globalización, globalicemos la resistencia". Nodo50 está estrechamente vinculado al internacional Worldwatch Institute, encargado de vigilar las acciones políticas y económicas mundiales y con gran contenido ecológico.
Las actividades de Barcelona pueden también verse en la web Rosadefoc o la de la Coordinadora anarquista contra la globalización.
A nivel internacional destaca el International Lobster Party que ofrece listados muy elaborados de los movimientos antiglobalización en diversos países, incluido España.
A-Infos es otra red internacional anarquista que congrega a activistas comprometidos con la lucha de clases. La organización entiende el anarquismo como una teoría social que alienta la revolución para lograr un nuevo orden social. Anarquista es también el grupo español Confederación General del Trabajo (CGT) que convoca actividades antiglobalización y que posee una extensa lista de personas a las que envían información sobre las convocatorias vía correo electrónico.
Rebelión, es otro periódico electrónico de información alternativa, que posee una agenda de movilizaciones en la que destaca el llamamiento en preparación de la cumbre del G8 en Génova que tendrá lugar el próximo mes de julio. Los activistas esperan que una gran manifestación reviente la cumbre de los países más ricos del planeta.
Junto a la convocatoria de actos en agendas y llamadas específicas, el movimiento se nutre de numerosas listas de distribución y grupos de discusión en los que se intercambian opiniones e información. Algunos de estos son:
http://barcelona.indymedia.org
http://es.egroups.com/messages/bcn2001%20(inf%20ct-cas)
http://uk.indymedia.org/index.php3?resist=international
(international)
Los activistas del movimiento antiglobalización hacen uso de las nuevas tecnologías para formarse y organizarse. El acceso a cantidades ingentes de información alternativa a través de Internet ha permitido la difusión rápida de ideas y opiniones. La red es una plataforma organizativa desde la que se moviliza a miles de personas. Los grupos de discusión permiten la participación de los individuos interesados en el movimiento y el intercambio de ideas y participación en proyectos.
Las ideas del Movimiento de Resistencia Global se han ido gestando y difundido internacionalmente gracias a revistas a las que se puede acceder online. La británica The New Internationalist o la francesa Le Monde Diplomatique son publicaciones, que aunque difieren en el tratamiento de su contenido, organización interna y difusión, ofrecen una agenda informativa alternativa en la que tienen cabida el cuestionamiento de la globalización y el libre mercado.
Francesa es también la ATTAC (Asociación por una Tasa a las Transacciones Financieras Especulativas para Ayuda a los Ciudadanos), ONG ligada al movimiento en cuya página web puede leerse la transcripción del debate de Porto Alegre que ayudó a organizar.
El instituto Focus on the Global South es un centro de producción académica donde puede accederse a gran parte de la literatura que sostiene el movimiento. Destaca el informe anual correspondiente al año 2000 donde se esgrimen los resultados del movimiento así como sus fundamentos económicos y políticos a través de un recorrido de Seattle a Porto Alegre
Otros grupos de formación ideológica en red son:
En Castellano o en Catalán
http://www.bicusa.org/toolkitsspanish.htm
http://fp.chasque.net:8081/redbancos/guia.htm
http://www.intermon.org/ (cooperació espanyola i bm, Sanahuja)
http://www.heritage.org/library/efp/efp00-04.html (Informe Meltzer en español)
En inglés:
http://www.brettonwoodsproject.org
http://www.cepr.net/cej/worldbankboycott.htm
-Marzo 2002: La cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la UE que se celebra en Barcelona los días 15 y 16 de marzo moviliza de nuevo a los 'antiglobalización'. A diferencia de ocasiones anteriores, la protesta no estará organizada desde una plataforma única. Las dos sensibilidades que conviven en el movimiento -una, pacífica, que prefiere combatir la globalización desde dentro, y otra, más violenta, que opta por el enfrentamiento directo- se han plasmado definitivamente en la cita de la capital catalana, donde marcharán juntos pero no revueltos.
-Febrero 2002: La cara y la cruz de un mundo globalizado. Los seguidores de dos concepciones antagónicas de lo que debe ser nuestro planeta se dan cita en dos importantes conferencias internacionales, en la ciudad estadounidense de Nueva York (Foro Económico Mundial) y en la brasileña de Porto Alegre (Foro Social Mundial).
Reportaje publicado en EPS el domingo, 24 de junio de 2001
Por Carmen Pérez-Lanzac
Fotografías de Carlos Carrión y Carles Ribas
Un autobús con dirección a Praga. Ángel es uno de sus 55 ocupantes. El asiento de al lado va vacío. Delante viajan dos amigos. No conoce a nadie más. Por delante quedan 2.340 kilómetros de paradas rápidas, charlas y cabezadas incómodas. "En el autobús se sentía expectación y tensión". Tienen dos días para darles forma a los nervios.
En septiembre del año pasado, más de un millar de españoles cruzaron media Europa hasta llegar a la República Checa. Iban a protestar contra la cumbre del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Ángel estudia Sociología. No pertenece a ninguna asociación: "No soy activista. No me siento bien en un movimiento así". Pero quiso poner su grano de arena: "Pensé: 'Voy a contribuir'. Era una oportunidad para ayudar. Y cuanta más gente, mejor". En total, Praga reunió a 10.000 manifestantes antiglobalizadores. Ellos apostillan: "Económica. Antiglobalización económica". Les une un sentimiento: aversión hacia el capitalismo neoliberal. Lo consideran amoral e injusto; culpable de las desigualdades tanto dentro de los países como entre ellos. Ése es el denominador común.
Su enfado tiene cifras. Salen en los titulares de los periódicos: "Amnistía denuncia que 1.300 millones de personas sobreviven con 200 pesetas diarias". "La Ayuda Oficial al Desarrollo española alcanza su punto más bajo (0,23%), pese al aumento del PIB". "La Comisión Europea anuncia que en 2015, sólo uno de los 49 países más pobres habrá mejorado". "El stock de deuda supone el 75% del PNB de los países deudores". Y apuntan con el dedo: la globalización promueve estas diferencias. No es la opinión de todo el mundo. Hace poco, la OMC advertía que si no se liberaliza más el comercio mundial, "se estancará la economía". Emilio Ontiveros, catedrático de Economía de la Empresa en la Autónoma de Madrid, prefiere, en vez de globalización, hablar de "integración". Está a favor: "Obliga a los países industrializados a abrirse. A que las posibilidades de comercio, de movimiento de capitales y de personas sean mayores". Pero cree que ha faltado acompañarla de supervisión internacional.
Ana Párraga tiene 48 años, pero no los aparenta. Su vida ha sido un tránsito de sindicato en sindicato. Ahora es delegada de la CGT y se define como anarcosindicalista. También estuvo en Praga. Llevaba casi un año esperando una ocasión así, desde que vio por televisión la que se armó en Seattle contra la cumbre de la Organización Mundial de Comercio.
Ángel y Ana estuvieron en el mismo sitio a la misma hora. Pero cada uno lo recuerda a su manera. "El ambiente no era de fiesta. Nos levantábamos pronto. Íbamos al INPEG (Iniciativa contra la Globalización Capitalista, el centro desde donde se coordinó todo). Había charlas, talleres, asambleas. Nos daban reglas de seguridad. Sentimos la represión. Había más policías que manifestantes". Éste es Ángel.
"El sistema era por asamblea. Las había de 1.500 personas. Recuerdo aquella en la que se decidió cómo íbamos a actuar: tres líneas. Una amarilla, para bloquear la entrada y salida al Centro de Congresos, donde estaban reunidas las instituciones. Una rosa, para despistar a la policía. Y la azul: ellos tenían que intentar entrar en el edificio por todos los medios". Ésta es Ana; los dos estuvieron en la línea amarilla.
Seattle, diciembre de 1999. Unos 50.000 manifestantes toman la ciudad. Fue el detonante. "Cuando vi lo de Seattle, me gustó porque fue espontáneo. Unió a gente que tenía cosas en común contra el capitalismo. Antes, la crítica estaba dispersa", cuenta Ángel. "Ellos soltaron el relevo. Y había que cogerlo". Washington, Melbourne, Praga, Niza, Davos, Porto Alegre… Barcelona iba a ser la siguiente. ¿El motivo? Una reunión académica del Banco Mundial (BM) sobre desarrollo. Debía comenzar mañana, pero decidieron suspenderla. Temían las algaradas de la calle. "En el pasado, la gente quemaba libros para ejercer presión respecto de la libertad académica; ahora tratan de impedir que los académicos lleguen a las salas de reunión", anunció y denunció Caroline Anstey, portavoz del BM.
¿Era para tanto? ¿Tanto como para que el BM suspenda una reunión que llevaba preparando meses? ¿Quiénes son los antiglobalizadores españoles?
Campaña contra el Banco Mundial Barcelona 2001. Ésa es la plataforma que se había montado para organizar las nuevas protestas. Barcelona iba a ser el bautizo, la presentación en sociedad, y a lo grande, de lo que es el movimiento antiglobalización en España. En ella hay más de 300 organizaciones: ecologistas, sindicalistas, feministas, partidos políticos, cristianos de base, asociaciones de vecinos, universitarios. La noticia de la cancelación la recibieron como una victoria: "Se rinden". "No pasarán". "Hemos ganado". Los mensajes que se mandaban por Internet reflejaban su entusiasmo. "Imagínate que eres un boxeador. Vas a enfrentarte a un adversario un día D a una hora H; llega el día, la cancha está llena. Dos minutos antes de que suene la campana para comenzar el combate, tu contrario tira la toalla y se retira. ¿Lo considerarías una victoria? El capitalismo sigue vivo y fuerte, pero estamos consiguiendo, por lo menos, desenmascararlo y mostrar sus verdaderas intenciones". Así lo siente Ana Párraga y la mayoría.
La Campaña Contra el Banco Mundial tiene un embrión: la consulta social por la abolición de la deuda externa. Esos que durante las pasadas elecciones plantaron el chiringuito al lado de las urnas para que quien quisiera, además de elegir presidente, votara también por la abolición de esta deuda. Se llevó a cabo en toda España. Y para comunicarse desarrollaron una red por Internet. La misma que luego sirvió para organizar los viajes a Praga y que han seguido usando para coordinar la actual plataforma.
Pero no todos los antiglobalizadores españoles están en esta campaña. A algunos no les gusta. "La rechazamos porque atiende a directrices de partidos políticos y sigue la misma línea globalizadora y capitalista". El que habla es un chico anarquista. Casi todos los anarquistas opinan lo mismo. Sin embargo, la plataforma ha conseguido aglutinar a la mayoría. Se coordina desde Barcelona, pero tiene, por llamarlo de alguna manera, secciones en todo el país. Si se les pregunta por su jefe o líder, no contestan. Nada de jerarquías, y ¡ay del que intente ir de protagonista! Las decisiones las toman en asambleas. La prueba: a la primera reunión para elaborar este reportaje se presentaron nueve personas para opinar sobre cómo abordar el asunto, y dedicaron la primera media hora a establecer un turno de palabra, porque entre ellos nadie habla por nadie. Cada uno es su propio portavoz. Por lo pronto, este sistema les ha servido para preparar su Contraconferencia en Barcelona, que han llevado adelante a pesar de la anulación del BM y que consiste en más de 30 talleres sobre temas como la inmigración, los medios de comunicación, la democracia…
Pero algo no cuadra. ¿Por qué, si hay tanta gente descontenta con el sistema, triunfan políticos como Berlusconi, Bush y Sharon, claramente conservadores? Ángeles Maestro responde. Es su área; pertenece a Izquierda Unida y ha sido uno de sus rostros más visibles en lesgislaturas pasadas. "Es un movimiento en construcción que rompe con la tendencia de fragmentación de la izquierda que venía impidiendo hacer frente a las políticas ultraliberales. Es un movimiento que se va haciendo en la lucha y en el debate. Es un embrión que está ahí y que fructificará en algo efectivo que cambie el mundo".
El perfil medio de los antiglobalizadores no es el de un joven descerebrado con ganas de armar bronca. Ni son alocados ni tienen tantas ganas de líos. Dicen que lo que quieren es cambiar un mundo injusto. Vale, dirán muchos. Eso lo queremos todos. Pero ¿por qué focalizan ese odio en las instituciones internacionales? "Son la cara visible de esta injusticia. La columna vertebral del capitalismo mundial. Financian su expansión. Y su poder está legitimado por razones como la deuda externa. Para mí es al revés. Tenemos una deuda moral y económica con ellos". Ángel habla por él, pero sintetiza lo que piensan casi todos. Otra explicación: "Los países del Norte presionan a los del Sur a través de estas instituciones para que adopten su modelo. Tienen que privatizar, liberalizar el comercio, reducir los presupuestos sociales. Hay países que lo hacen y baja el nivel de vida", dice Andreu, miembro de la campaña, que tiene 25 años y vive en Barcelona.
¿Más concreto? Maite Serrano, de 35 años, pone el ejemplo de Ecuador: "Un país del que en 1999 emigraron un millón de personas. Su producto interior había caído un 7%. La inflación había aumentado un 60%. El paro, un 50%. Acudieron al Banco Mundial. Les dieron un préstamo: 450 millones de dólares (87.000 millones de pesetas). Mucho dinero, pero con condiciones: cumplir las reformas económicas que les recomienda el FMI. Es decir: dolarizar la moneda, flexibilizar su mercado laboral, privatizar varias compañías, conceder permisos de oleoductos a firmas extranjeras. Y que cumplan con sus obligaciones de deuda externa. Traducido en cifras: en 2000, este pago supuso el 54% de los gastos del Gobierno. Ese año, los gastos sociales fueron del 2%".
Maite da más datos: El Banco Mundial es propiedad de 182 países. Su reparto de votos es el siguiente: 14 países africanos suman el 2%. Estados Unidos, el 17%. Si se añaden Alemania, Francia, Japón e Inglaterra, un 40%. Las decisiones las toman ellos; no es democrático. La Fundación Ecología y Desarrollo ha analizado quién detenta más poder. Las conclusiones son llamativas: de los 40 entes más poderosos del planeta, casi la mitad son empresas. El valor bursátil de General Electric (312.000 empleados) supera el PIB de la India (970 millones de habitantes). Las cien mayores compañías suman unos ingresos anuales superiores al producto interior de la mitad de los países del mundo.
Los antiglobalizadores ven peligro en esa tendencia. Pero son optimistas. "Ahora tenemos una de las mejores oportunidades para cambiar la sociedad desde hace 30 años", dice Luke, un profesor de inglés de 31 años. Cree firmemente que lo que hacen "puede llevar a conseguir victorias". Pero, como todos, sabe que queda mucho por delante. Y que antes es necesario que se genere un debate social. Y que les tomen en serio. Para ello, tienen un objetivo: quitarse de encima el sambenito de violentos que les descalifica. "Estamos hartos de que nos criminalicen". Lo dicen constantemente. Todos. Les preocupa que la gente crea que son guerrillas urbanas y que los medios de comunicación se queden sólo con las piedras y los porrazos, una imagen con la que no se sienten identificados. Alguno, además, lanza la pregunta: "¿Qué es más violento, el apedreamiento esporádico de un Mc Donald's en el transcurso de una manifestación de protesta, o el hecho de que en este planeta muera de hambre un ser humano cada segundo?".
Han conseguido que se hable de ellos. Pero el debate se presenta difícil. El próximo encuentro de la OMC será en Qatar, un minúsculo y cerrado país al que no podrán llegar los manifestantes. Guillermo de la Dehesa, presidente del Centro de Investigación de Política Económica y del Observatorio del Banco Central Europeo, sí cree en el diálogo, aunque ve difícil hacerlo con todos. Diferencia cuatro tipos de antiglobalizadores: 1) Aquellos que quieren acabar con el capitalismo. "Hay poco que hablar con ellos. Es el sistema menos malo de los que hemos vivido". 2) Los que ven su trabajo amenazado por los países menos desarrollados. "Protestan para defender sus derechos". 3) El caso Bové. Defienden una agricultura no competitiva, subvencionada. "La agricultura tradicional europea que evita el desarrollo del Tercer Mundo". 4) Los que piensan que la globalización es un proceso más o menos positivo que hay que reformar. "Con ésos hay que contar y discutir. Lo peor es la bunquerización".
Pero no están dispuestos a fragmentar el diálogo. O todos o ninguno. "A ellos les une el dinero y los intereses. A nosotros, un sentimiento. Y aunque seamos muchos y diferentes, está por encima", dice Ana Párraga.
Génova es la próxima cita: una reunión del G8. Será en julio. Ya tienen los ojos puestos en ella. Habrá más autobuses, nervios y tensión. Pero, de todos modos, irán. Como su sombra.
Noviembre 1999, Seattle. 50.000 personas consiguieron abortar la cumbre de la Organización Mundial del Comercio en la ciudad americana. El fracaso de la cumbre supone un punto de inflexión del movimiento.
Febrero 2000, Bangkok. Coincidiendo con la décima asamblea de desarrollo y comercio de las Naciones Unidas, un centenar de ONG se trasladaron a Bangkok para protestar sobre la política de desarrollo llevada de la ONU.
Abril 2000, Washington. Unos 30.000 activistas fueron contenidos por 10,000 policías cuando intentaban sabotear una reunión del Banco Mundial y el Foro Monetario Internacional en la capital americana.
Septiembre 2000, Praga. 10.000 militantes se trasladaron a Praga desde diferentes puntos del continente europeo y del exterior para manifestarse en contra del Banco Mundial aprovechando la reunión de la institución. El día 23 se organizó un encuentro entre representantes del movimiento y gestores de las instituciones monetarias que fue dirigido por el presidente checo Vaclav Havel.
Enero 2001, Porto Alegre. Mientras los líderes mundiales se reunían en Davos (Suiza) en el Forum Económico Mundial, el movimiento antiglobalización celebraba un Foro Social paralelo en la ciudad brasileña de Porto Alegre. En el foro social participaron casi un millar de ONG de todo el mundo y ha sido reconocido como un gran éxito.
Junio, 2001 Gottemburgo. Los líderes europeos tuvieron que afrontar movilizaciones que una minoría de los allí presentes tornaron en violentas. La policía sueca, sin experiencia en estos casos, abrió fuego real hiriendo gravemente a varios manifestantes.
Junio 2001, Barcelona. La llamada a movilizaciones fue suficiente, con el precedente de Gottemburgo semanas antes, para que el Banco Mundial suspendiera su conferencia anual. La conferencia se llevó a cabo vía digital a través de Internet, lo que no impidió que se convocaran manifestaciones que acabaron en violencia a causa de los incidentes provocados por una minoría, y de la actuación policial. Una semana después, el movimiento antiglobalización celebró una manifestación pacífica en la misma ciudad, para protestar contra la violencia policial.
Julio 2001, Salzburgo. El Gobierno de Austria suspendió el Tratado de Schenge, que permite la libre circulación de ciudadanos en la Unión Europea, para intentar evitar la entrada masiva de manifestantes contra las jornadas del Foro Económico Mundial. Un millar de personas consiguió participar en las protestas, que acabaron en enfrentamientos con la policía.
Julio 2001, Génova. A finales de julio de 2001, el movimiento antoglobalización reunió en la ciudad italiana de Génova a más de 150.000 manifestantes. Lo que se presumía como una congregación pacífica, acabó con la muerte del joven de 23 años Carlo Giuliani y con Génova sumida en el caos de una batalla campal. Los violentos enfrentamientos entre grupos organizados de radicales y la policía italiana empañaron la mayor manifestación antiglobalización hasta la fecha. Los choques violentos entre grupos de manifestantes radicales y miembros de las fuerzas del orden que defienden la Zona roja, sede de la cumbre del G-8, como si fuera una extraña fortaleza medieval del siglo XXI, ensombrecieron el encuentro, que se saldó con más de 200 heridos, varios periodistas contusionados y más de 50 detenidos.
MANUEL ESCUDERO
Jueves, 3 de mayo de 2001
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Manuel Escudero es profesor de Macroeconomía del Instituto de Empresa.
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No me refiero a la burbuja de los valores tecnológicos que Alan Greenspan intenta desinflar con suavidad, ni al porvenir próximo de la economía estadounidense y, por ende, de las economías europeas. De hecho, creo que las nuevas tecnologías de la información (TI) han originado una pauta de largo recorrido de incremento de la productividad, de modo que, más que una recesión, estamos contemplando una desaceleración de la economía norteamericana que, poco y poco y no sin sobresaltos, irá recuperándose.
La pregunta a la que intento responder es otra: llevamos entre cinco y diez años en los que la conjunción de unos mercados financieros sin fronteras, la internacionalización de la producción y la introducción de las nuevas tecnologías de la información plantean un nuevo panorama, el de una economía global. ¿Cuál es su balance? Sus efectos benéficos, ensalzados por tantos publicistas, ¿están siendo compartidos por todos a escala global?
El debate intelectual sobre la globalización y la nueva economía tiene adalides entusiastas que en estos nuevos fenómenos no ven sino beneficios para la humanidad. No faltan razones: los mercados financieros sin barreras ofrecen hoy a cualquier país, incluidos los más remotos y 'no interesantes', acceso inmediato a fondos financieros con los que desarrollarse (naturalmente, si la economía del país está en orden, si su marco político es democrático y su marco jurídico es estable). Las nuevas TI permiten montar, a partir de la creatividad, nuevas empresas punteras en los sitios más insospechados (como el Estado de Bangalore, en la India), emergiendo nuevos silicon valleys en medio de un páramo de subdesarrollo: los efectos benéficos de tales polos se extenderán sin duda con el tiempo al resto de la población colindante.
También existen detractores a muerte de la globalización, que, convocados a través de la red de redes, organizan alteraciones públicas en toda reunión internacional del establishment y erigen foros alternativos como el de Porto Alegre, en los que se juntan (e intentan en vano llegar a acuerdos) nostálgicos de la teoría de la dependencia, paleoanticapitalistas y proteccionistas a ultranza con personas mucho más sensatas que opinan que la globalización no va tan bien.
Ante este panorama de polarización, los intelectuales de centro-izquierda no pueden seguir aferrándose a la máxima de la tercera vía, según la cual la globalización entraña riesgos y entraña oportunidades: llega el momento de decir qué riesgos exactamente, qué oportunidades específicamente. Y, sobre todo, llega el momento de hacer balance, para verificar si, en concreto, en el desarrollo de esta realidad global las oportunidades van pesando más que los riesgos, o viceversa.
Para hacer un balance, y en esto siento contradecir al estimado Guillermo de la Dehesa (EL PAÍS, 21 de abril pasado), no es apropiado establecer un horizonte de análisis de veinte a cincuenta años que pudiera endulzar, sin pretenderlo, el juicio a realizar. La globalización, entendida como la suma de la globalización de los capitales, de los mercados y de las nuevas tecnologías de la información, comenzó a principios de los años noventa, y realmente se consolidó a partir de 1996. Pues bien, ¿qué ha pasado en la década de la globalización?
Miremos a la realidad: el mundo se divide hoy en 28 países desarrollados que tienen el 15% de la población y el 77% de las exportaciones mundiales, frente a 128 países en desarrollo que, con un 77% de la población mundial, contribuyen con el 18% de las exportaciones mundiales. Junto a este panorama de opuestos diamétricos, en tierra de nadie, existen otras 28 economías en transición.
Si miramos a las frías cifras de la evolución económica del mundo en la última década, la evidencia de que se ha producido una trayectoria divergente entre los 28 países desarrollados y los 156 países restantes es abrumadora.
La inflación, símbolo universal de la competitividad y de la fiabilidad de un país, se ha moderado hasta alcanzar un 1,8% de media entre 1996 y 1999 para los países desarrollados. Sin embargo, aunque con un telón de fondo de bajadas espectaculares sobre la realidad de principios de los noventa, se mantiene aún en cifras de dos dígitos para los países en desarrollo de África, Oriente Próximo, América Latina y el Caribe y para las economías en transición.
La balanza de pagos por cuenta corriente, que indica si un país puede pagar los bienes que precisa importar, ha sido excedentaria para el club de los 28, pero negativa para el resto, deteriorándose además en la segunda mitad de la década para África, Latinoamérica y los países en transición. Naturalmente esto significa que, en vez de desaparecer el problema de la deuda externa de los países en desarrollo, ésta se ha duplicado entre 1992 y 1998. Con ello, el esfuerzo para pagarla ha aumentado, y hoy los 156 países en desarrollo gastan como media el 39% de lo que producen en satisfacer lo que deben. Uno podría pensar que, en un mundo de mayor productividad, los que tienen éxito serán más generosos, pero, en realidad, la ayuda al desarrollo ha descendido en más de un 20% entre 1992 y 1999. Finalmente, en una época de fusiones y adquisiciones gigantescas, que abaratan productos y servicios haciendo los sectores productivos más eficientes y accesibles para el consumidor, más del 80% de aquéllas se producen entre los países desarrollados, y ese porcentaje ha crecido a lo largo de los años noventa, de modo que hoy tan sólo un 14% de las fusiones afecta a los países en desarrollo.
Como resultado de todos estos datos, el crecimiento económico per cápita de los países desarrollados es mayor, y divergente, respecto al del resto de las regiones del planeta. Es posible que se esté despertando una espiral virtuosa de desarrollo económico en China e India, pero tardará por lo menos una década en consolidarse en términos absolutos: y para entonces estas dos grandes regiones habrán contribuido decisivamente a que el mundo tenga mil millones de habitantes más, con lo que su renta per cápita seguirá por los suelos. Con la excepción de los países asiáticos en desarrollo, América Latina y el Caribe han visto cómo se estanca su crecimiento per cápita en la segunda mitad de los noventa, y lo mismo se puede decir de Oriente Próximo y de las economías de Europa central y oriental. África, en el furgón de cola, crece al 1%, alejándose sin esperanza del resto del mundo.
En teoría, la solución lógica a este estado de cosas no es difícil: a un mercado global le debe corresponder una acción racionalizadora y redistribuidora global. El mix de mercado y de límites sociales, el mismo que hemos practicado con éxito todos los países desarrollados, debería ser ahora aplicado a escala global. No resulta muy difícil pensar en un organismo internacional, como el Consejo Económico y Social de la ONU, que dirija y ponga en práctica un nuevo sistema económico mundial asentado en tres pilares. En primer lugar, un acuerdo de estabilidad monetaria basado en la paridad semifija entre el dólar, el euro y el yen, y que presuponga la convergencia de sus políticas económicas. En segundo lugar, un acuerdo de fiscalidad básica mundial que ponga en circulación títulos de Deuda Mundial de suscripción obligatoria, de acuerdo con un sistema muy básico de fiscalidad sobre la renta de cada país, y con un sistema de sanciones contra el proteccionismo, la competencia desleal y los delitos medioambientales que impliquen la suscripción obligatoria adicional de Deuda Mundial. Y, por último, un refuerzo genuino de la actividad de la Organización Mundial de Comercio, a través de un acuerdo de libre comercio, defensa de la competencia y del medio ambiente, que incluya, entre otras, una profunda y radical revisión de las políticas agrícolas de los países desarrollados. No resultaría muy difícil defender la rigurosidad y la viabilidad técnica de una solución como la apuntada, u otras similares, basadas en más estabilidad, más comercio y más redistribución a escala global.
Soy consciente, sin embargo, de los enormes obstáculos políticos que existen, y que hacen de esta formulación una propuesta naïf y casi, casi, cómica. El primero y principal es que los partidos políticos, quintaesencia de nuestros sistemas de formación democrática de la voluntad colectiva, tienen una base electoral nacional, y sus intereses electorales no les permiten, por el momento, avanzar en los cambios que este tipo de solución entraña. Pero, tarde o temprano, una solución como ésta ganará terreno, si no es por la racionalidad -que la tiene, y casi absoluta-, al menos sí para evitar males mayores. Y estos males del siglo XXI, inevitables de otro modo, son cuatro: la superpoblación, los movimientos masivos y descontrolados de migración, el deterioro irreversible del planeta y la divergencia creciente de destinos entre dos partes del mundo que, sin embargo, están perfectamente informadas en tiempo real del destino de la otra parte.
Martes, 26 de junio de 2001
JOAQUÍN ESTEFANÍA
1. La violencia puede acabar con el movimiento sobre la globalización, que es una de las mejores esperanzas políticas de los últimos tiempos. Este movimiento había conseguido introducir en la agenda política de los organismos multilaterales y de la Unión Europea los problemas reales de la globalización: su carácter geográfico parcial, el desarrollo sostenible, la desigualdad, la pobreza, el paro, la brecha digital, la gobernabilidad, etcétera. Nunca como hasta hoy se había hablado tanto de estos asuntos, tanto al menos como de mercados liberalizados, ajustes macroeconómicos, sacrificios permanentes, desregulaciones, etcétera. Desgraciadamente, la violencia los ha vuelto a marginar y los líderes políticos discuten ahora sobre cómo dar seguridad a sus reuniones y evitar los enfrentamientos.
En vez de polemizar con los jefes de Gobierno, con los ministros de Economía o Asuntos Exteriores, con los técnicos del Fondo Monetario Internacional (FMI) o del Banco Mundial (BM), el protagonismo lo toman de nuevo los ministros del Interior, los jefes de la policía. El ministro del Interior alemán, Otto Schilly, propone una suspensión temporal del Tratado de Schengen, que permite atravesar libremente las fronteras de varios países de la UE, para evitar la presencia de los alborotadores. Y Aznar se suma encantado a esa iniciativa para evitar los disturbios en el primer semestre de 2002, cuando España asuma la presidencia europea.
Los políticos del establishment balbucean oscuras financiaciones del movimiento, de tácticas organizadas de guerrilla urbana y de kale borroka multinacional; los globofóbicos acusan a la policía de provocar los actos de violencia para oscurecer sus verdaderos fines. Ha cambiado el terreno de juego. Es una marcha atrás muy significativa de la agenda sobre la globalización y sus defectos. Susan George, una de las intelectuales del movimiento (autora de libros como El Informe Lugano o El bumerán de la deuda) estuvo en Gotemburgo y, a través de la Red, condenó los actos de vandalismo con los siguientes argumentos:
- Hacen inevitablemente el juego al adversario, incluso cuando la policía es responsable del inicio de las hostilidades; los medios de comunicación y los políticos no hablan más que de la violencia; las ideas, las razones, las propuestas quedan escondidas.
- Cualquiera que piense que rompiendo escaparates y atacando a la policía 'amenaza al capitalismo' no tiene pensamiento político. Es un necio.
- No se puede construir un movimiento amplio y popular sobre la base de la violencia; la gente no vendrá a las manifestaciones ni seminarios de estudio.
- No es democrático. Hay grupos que nunca están en el trabajo preparatorio, que no hacen nada en la política de cada día, pero que aparecen en las manifestaciones como flores venenosas para romper cualquier acuerdo que haya sido negociado por los demás.
- Se insulta a los que rechazan y condenan la violencia, tratándolos de reformistas; pero no es nada revolucionario dividir el movimiento social y rechazar aliados potenciales, no es nada revolucionario generar la simpatía de la población hacia los adversarios; no es revolucionario oponerse a medidas parciales (tasa Tobin, renta básica de ciudadanía) esperando el gran día del asalto al Palacio de Invierno.
2. Hay al menos cinco categorías de propuestas en relación con la globalización, con todo lo que de maniqueo supone una calificación de este tipo, que exigiría matices. En primer lugar están los hagiógrafos de la globalización feliz, aquellos que creen que todo lo que procura es bueno; aquí se encuentran los neoliberales sin fisuras y toda la carcundia que estos días escribe del movimiento sobre la globalización sin entender nada de lo que sucede, insultando, acusando a sus componentes de indigencia intelectual desde su propia indigencia intelectual, que es la que les ha conducido al marginalismo de la derecha radical; impidiendo la presentación de alternativas al socaire de la violencia.
A continuación están los que cuestionan tan sólo los más flagrantes defectos de la globalización, como por ejemplo el trabajo y la explotación infantil, pero obviando u ocultando otros efectos centrales de la globalización como la creciente desigualdad que genera, o la ausencia de muchas zonas del mundo de los beneficios de la misma. En tercer lugar, los que defienden otro tipo de globalización que acompañe a la única realmente existente, la financiera; son los que pretenden una globalización de los derechos económicos y sociales, de los derechos humanos, de la ecología, y que sea gobernada por los representantes libremente elegidos por los ciudadanos, no por los mercados: se confrontan con esta globalización, pero no con el sistema ni con la economía de mercado. Por ello, no se sienten cómodos con el calificativo de globofóbicos. Están contra la globalización sin semáforos, sin reglas del juego, que produce perdedores con los que nadie sabe qué hacer. En cuarto lugar, están aquellos que critican la globalización, pero también se confrontan con radicalidad con el sistema, pero son pacíficos. Pretenden ganar la batalla en el campo de las ideas y de las alternativas. Por último, están los violentos, claramente minoritarios, pero que quieren quedarse con las señas de identidad del movimiento y pueden destruirlo o dejarlo en la marginalidad de las vanguardias, y no en el marco de referencia central de nuestra época como es la globalización. No han aprendido de la historia y de las consecuencias despóticas de la violencia organizada.
El movimiento antiglobalización, tan heterogéneo y también tan antinómico, es la demostración práctica de la globalización desde abajo, frente a la globalización desde arriba, que es la que hemos contemplado hasta ahora. No debe decir tan sólo: el mal está fuera, sino ejercer la crítica de sus debilidades y de los excesos violentos de sus minorías.
3. Si no hubiera un movimiento de este tipo, con todas sus contradicciones, habría que inventarlo. En pocos años ha conseguido algunos objetivos que benefician a todos los ciudadanos: actualizar la causa de los derechos económicos y sociales, que en muchos casos son desconocidos y están más retrasados que los derechos civiles, medioambientales o de género (el 80% de la población mundial no tiene ningún tipo de protección social); mostrar las lacras de la globalización, que no se mencionaban o permanecían ocultas o subsidiarias en los discursos; tensar a la izquierda sistémica -a la que ha sustituido en muchas movilizaciones y en la calle- y hacerla asumir algunos de sus puntos de vista; lograr la autocrítica de organismos como el FMI, el Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio, a favor de una democratización de los mismos, mayor transparencia en sus actuaciones, etcétera. Aunque una parte de esta autocrítica sea sobrevenida: lágrimas de cocodrilo.
La parte central de este movimiento está a favor de una globalización global. Son globofóbicos de una globalización exclusivamente financiera y, además, mutilada: hay una buena parte del mundo que querría entrar en los circuitos de la globalización y no lo consigue: mientras la renta per cápita de los países avanzados se sitúa en alrededor de los 25.000 dólares, ninguno de los 49 países menos avanzados (de los que 34 son africanos) alcanza los 900 dólares; estos países sólo reciben el 0,5% de las inversiones directas mundiales. El secretario general de la ONU, Koffi Annan, recordaba hace unos días que 630 millones de personas quieren entrar en el mercado global como productores y consumidores.
Los globofóbicos han recibido últimamente apoyos inesperados. En El Informe Lugano, Susan George describe la preocupación de algunas personas por los abusos de la globalización económica: Alan Greenspan se inquieta ante la exuberancia irracional del mercado; George Soros cree que demasiado capitalismo mata al capitalismo (luego de haber hecho su fortuna con la especulación); Joseph Stiglitz, antiguo economista jefe y vicepresidente del Banco Mundial, se muestra obsesionado por la repercusión y severidad de los programas de ajuste estructural en los países pobres; el director de Economía Global de Morgan Stanley se turba ante la inminente cruda guerra entre capital y mano de obra; etcétera. Sin embargo, nadie parecía unir todo eso, al menos en público, hasta ahora.
El movimiento ha tenido la virtud de recordarnos que una cosa es constatar el aumento de los intercambios mundiales y el papel de las nuevas tecnologías y otra distinta decir que constituye un sistema mundial autorregulado y, por lo tanto, que debe escapar a los controles políticos. Lo primero es una descripción exacta; lo último, una ideología.
Domingo, 24 de junio de 2001
IGNACIO RAMONET
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Ignacio Ramonet es fundador de ATTAC y uno de los iniciadores del Foro Social Mundial de Porto Alegre. Acaba de publicar Marcos, la dignidad rebelde. Conversaciones con el subcomandante Marcos.
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La reciente decisión del Banco Mundial de suspender, ante el temor de protestas populares gigantes, su próxima reunión prevista en Barcelona constituye una victoria más en la lista de trofeos conseguidos por los movimientos sociales contra la globalización. Viene a añadirse al éxito contra el proyecto del AMI (Acuerdo multilateral sobre las inversiones), a la victoria de Seattle contra la puesta en marcha de la Ronda del Milenio por la Organizacion Mundial del Comercio (OMC), a la fiesta del Foro Social Mundial de Porto Alegre, y a la euforia de la marcha zapatista sobre México.
Después de un largo periodo de aparente letargia, que la dinámica de la globalización aprovechó para cobrar mayor arrogancia, los movimientos sociales acabaron por descifrar los mecanismos técnicos de esa dinámica y los de su ideología-soporte, el neoliberalismo. Equipados con estas armas intelectuales, grupos diversos de activistas sociales surgidos del fondo de la sociedad civil entablaron lo que poco a poco acaba siendo una nueva guerra social planetaria. Y el número de batallas comienza a ser ya, en menos de dos años, considerable: Seattle, Washington, Praga, Melbourne, Okinawa, Niza, Davos, Quebec... La próxima iba a reñirse en Barcelona, pero ante la deserción del adversario, la lidia tendrá lugar en Génova (Italia) donde, en julio, el G8 -es decir, Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá, más Rusia- tienen la intención de reunirse.
Lo que parecía impensable, que pequeños grupos de activistas, asociaciones de ciudadanos y organizaciones no gubernamentales (ONG), preocupados por problemas muy diferentes y dispersos a través de la vastedad del mundo pudieran atemorizar a los Estados más poderosos y a las temibles instituciones financieras como el FMI, la OCDE, la OMC... se está haciendo realidad. Otra prueba de ello es la excepcional dificultad que ha tenido la OMC, otrora cortejada por todas las capitales que se disputaban sus reuniones como si de Juegos Olímpicos se tratara, para hallar una ciudad que aceptase ser sede de su próxima cumbre en noviembre 2001. El recuerdo de Seattle está en todas las mentes, y sólo ha habido una ciudad temeraria para arriesgarse finalmente a ello, la lejana Doha, capital del semifeudal emirato del Qatar... Todo un símbolo.
¿De dónde ha sacado el movimiento social ese dinamismo nuevo que le da tal capacidad para encontrar convergencias que no existían en un pasado reciente? Sin duda la globalización que unifica las políticas económicas y generaliza las mismas fórmulas (despidos masivos, empleos basura, depredación ecológica, liquidación del Estado de bienestar, reducción del gasto público, despido de funcionarios, aumento de la deuda externa, marginalización de las minorías, etc.) contribuye a unificar las protestas. A pesar de la heterogeneidad de las reivindicaciones, una convergencia efectiva se produce entre el campesinado, sindicatos obreros, grupos ecologistas, nuevos movimientos de acción ciudadana como ATTAC (Asociación para la Tasación de las Transacciones y la Ayuda a los Ciudadanos), organizaciones feministas, grupos de defensa de los derechos de los indígenas, a los que se suma una nueva generación de jóvenes militantes que aportan un entusiasmo fresco.
Nunca se había producido una convergencia de tal envergadura. Durante el Foro Social Mundial de Porto Alegre, por ejemplo, hubo debates inéditos entre organizaciones de agricultores como la Confederación campesina francesa de José Bové o el Movimiento de los Sin Tierra brasileño, y algunos de los sindicatos obreros más activos contra la mundialización como los coreanos de la KCTU, los franceses de SUD y los argentinos de la CTA. Movimientos y organizaciones ligados a clases diferentes y a sectores muy dispares, con trayectorias distintas y con posiciones ideológicas contrastadas, frente a la apisonadora de la globalización, se unifican.
Estos grupos se unen porque identifican en instituciones, empresas o gobiernos, enemigos comunes. Quizá también porque, en esta fase de lucha y oposición, el movimiento social ocupa el vacío dejado por los partidos políticos de izquierda. Una izquierda tradicional que, a escala planetaria, aparece desbordada. Como aspirada por el imán del conservatismo. Mientras todos estos movimientos sociales, que hasta hace muy poco defendían exclusivamente los intereses de los sectores sociales que representaban, aceptan ahora compartir una misma visión global, y se movilizan, a la velocidad de la luz, vía Internet, para llevar a cabo acciones comunes en cualquier lugar del planeta. Aún no existe una Internacional de la protesta contra la globalización, pero ya se oye con fuerza, en todo el planeta, ese grito: ¡Protestatarios de todo el mundo, uníos!
Miércoles, 6 de febrero de 2002
JOSÉ SARAMAGO
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José Saramago es premio Nobel de Literatura. Este texto fue leído en la clausura del Foro Mundial Social reunido en Porto Alegre (Brasil).
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Comenzaré por contar en brevísimas palabras un hecho notable de la vida rural ocurrido en una aldea de los alrededores de Florencia hace más de cuatrocientos años. Me permito solicitar toda su atención para este importante acontecimiento histórico porque, al contrario de lo habitual, la moraleja que se puede extraer del episodio no tendrá que esperar al final del relato; no tardará nada en saltar a la vista.
Estaban los habitantes en sus casas o trabajando los cultivos, entregado cada uno a sus quehaceres y cuidados, cuando de súbito se oyó sonar la campana de la iglesia. En aquellos píos tiempos (hablamos de algo sucedido en el siglo XVI), las campanas tocaban varias veces a lo largo del día, y por ese lado no debería haber motivo de extrañeza, pero aquella campana tocaba melancólicamente a muerto, y eso sí era sorprendente, puesto que no constaba que alguien de la aldea se encontrase a punto de fenecer. Salieron por lo tanto las mujeres a la calle, se juntaron los niños, dejaron los hombres sus trabajos y menesteres, y en poco tiempo estaban todos congregados en el atrio de la iglesia, a la espera de que les dijesen por quién deberían llorar. La campana siguió sonando unos minutos más, y finalmente calló. Instantes después se abría la puerta y un campesino aparecía en el umbral. Pero, no siendo éste el hombre encargado de tocar habitualmente la campana, se comprende que los vecinos le preguntasen dónde se encontraba el campanero y quién era el muerto. 'El campanero no está aquí, soy yo quien ha hecho sonar la campana', fue la respuesta del campesino. 'Pero, entonces, ¿no ha muerto nadie?', replicaron los vecinos, y el campesino respondió: 'Nadie que tuviese nombre y figura de persona; he tocado a muerto por la Justicia, porque la Justicia está muerta'.
¿Qué había sucedido? Sucedió que el rico señor del lugar (algún conde o marqués sin escrúpulos) andaba desde hacía tiempo cambiando de sitio los mojones de las lindes de sus tierras, metiéndolos en la pequeña parcela del campesino, que con cada avance se reducía más. El perjudicado empezó por protestar y reclamar, después imploró compasión, y finalmente resolvió quejarse a las autoridades y acogerse a la protección de la justicia. Todo sin resultado; la expoliación continuó. Entonces, desesperado, decidió anunciar urbi et orbi (una aldea tiene el tamaño exacto del mundo para quien siempre ha vivido en ella) la muerte de la Justicia. Tal vez pensase que su gesto de exaltada indignación lograría conmover y hacer sonar todas las campanas del universo, sin diferencia de razas, credos y costumbres, que todas ellas, sin excepción, lo acompañarían en el toque a difuntos por la muerte de la Justicia, y no callarían hasta que fuese resucitada. Un clamor tal que volara de casa en casa, de ciudad en ciudad, saltando por encima de las fronteras, lanzando puentes sonoros sobre ríos y mares, por fuerza tendría que despertar al mundo adormecido... No sé lo que sucedió después, no sé si el brazo popular acudió a ayudar al campesino a volver a poner los lindes en su sitio, o si los vecinos, una vez declarada difunta la Justicia, volvieron resignados, cabizbajos y con el alma rendida, a la triste vida de todos los días. Es bien cierto que la Historia nunca nos lo cuenta todo...
Supongo que ésta ha sido la única vez, en cualquier parte del mundo, en que una campana, una inerte campana de bronce, después de tanto tocar por la muerte de seres humanos, lloró la muerte de la Justicia. Nunca más ha vuelto a oírse aquel fúnebre sonido de la aldea de Florencia, mas la Justicia siguió y sigue muriendo todos los días. Ahora mismo, en este instante en que les hablo, lejos o aquí al lado, a la puerta de nuestra casa, alguien la está matando. Cada vez que muere, es como si al final nunca hubiese existido para aquellos que habían confiado en ella, para aquellos que esperaban de ella lo que todos tenemos derecho a esperar de la Justicia: justicia, simplemente justicia. No la que se envuelve en túnicas de teatro y nos confunde con flores de vana retórica judicial, no la que permitió que le vendasen los ojos y maleasen las pesas de la balanza, no la de la espada que siempre corta más hacia un lado que hacia otro, sino una justicia pedestre, una justicia compañera cotidiana de los hombres, una justicia para la cual lo justo sería el sinónimo más exacto y riguroso de lo ético, una justicia que llegase a ser tan indispensable para la felicidad del espíritu como indispensable para la vida es el alimento del cuerpo. Una justicia ejercida por los tribunales, sin duda, siempre que a ellos los determinase la ley, mas también, y sobre todo, una justicia que fuese emanación espontánea de la propia sociedad en acción, una justicia en la que se manifestase, como ineludible imperativo moral, el respeto por el derecho a ser que asiste a cada ser humano.
Pero las campanas, felizmente, no doblaban sólo para llorar a los que morían. Doblaban también para señalar las horas del día y de la noche, para llamar a la fiesta o a la devoción a los creyentes, y hubo un tiempo, en este caso no tan distante, en el que su toque a rebato era el que convocaba al pueblo para acudir a las catástrofes, a las inundaciones y a los incendios, a los desastres, a cualquier peligro que amenazase a la comunidad. Hoy, el papel social de las campanas se ve limitado al cumplimiento de las obligaciones rituales y el gesto iluminado del campesino de Florencia se vería como la obra desatinada de un loco o, peor aún, como simple caso policial. Otras y distintas son las campanas que hoy defienden y afirman, por fin, la posibilidad de implantar en el mundo aquella justicia compañera de los hombres, aquella justicia que es condición para la felicidad del espíritu y hasta, por sorprendente que pueda parecernos, condición para el propio alimento del cuerpo. Si hubiese esa justicia, ni un solo ser humano más moriría de hambre o de tantas dolencias incurables para unos y no para otros. Si hubiese esa justicia, la existencia no sería, para más de la mitad de la humanidad, la condenación terrible que objetivamente ha sido. Esas campanas nuevas cuya voz se extiende, cada vez más fuerte, por todo el mundo, son los múltiples movimientos de resistencia y acción social que pugnan por el establecimiento de una nueva justicia distributiva y conmutativa que todos los seres humanos puedan llegar a reconocer como intrínsecamente suya; una justicia protegida por la libertad y el derecho, no por ninguna de sus negaciones. He dicho que para esa justicia disponemos ya de un código de aplicación práctica al alcance de cualquier comprensión, y que ese código se encuentra consignado desde hace cincuenta años en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aquellos treinta derechos básicos y esenciales de los que hoy sólo se habla vagamente, cuando no se silencian sistemáticamente, más desprestigiados y mancillados hoy en día de lo que estuvieran, hace cuatrocientos años, la propiedad y la libertad del campesino de Florencia. Y también he dicho que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, tal y como está redactada, y sin necesidad de alterar siquiera una coma, podría sustituir con creces, en lo que respecta a la rectitud de principios y a la claridad de objetivos, a los programas de todos los partidos políticos del mundo, expresamente a los de la denominada izquierda, anquilosados en fórmulas caducas, ajenos o impotentes para plantar cara a la brutal realidad del mundo actual, que cierran los ojos a las ya evidentes y temibles amenazas que el futuro prepara contra aquella dignidad racional y sensible que imaginábamos que era la aspiración suprema de los seres humanos. Añadiré que las mismas razones que me llevan a referirme en estos términos a los partidos políticos en general, las aplico igualmente a los sindicatos locales y, en consecuencia, al movimiento sindical internacional en su conjunto. De un modo consciente o inconsciente, el dócil y burocratizado sindicalismo que hoy nos queda es, en gran parte, responsable del adormecimiento social resultante del proceso de globalización económica en marcha. No me alegra decirlo, mas no podría callarlo. Y, también, si me autorizan a añadir algo de mi cosecha particular a las fábulas de La Fontaine, diré entonces que, si no intervenimos a tiempo -es decir, ya- el ratón de los derechos humanos acabará por ser devorado implacablemente por el gato de la globalización económica.
¿Y la democracia, ese milenario invento de unos atenienses ingenuos para quienes significaba, en las circunstancias sociales y políticas concretas del momento, y según la expresión consagrada, un Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo? Oigo muchas veces razonar a personas sinceras, y de buena fe comprobada, y a otras que tienen interés por simular esa apariencia de bondad, que, a pesar de ser una evidencia irrefutable la situación de catástrofe en que se encuentra la mayor parte del planeta, será precisamente en el marco de un sistema democrático general como más probabilidades tendremos de llegar a la consecución plena o al menos satisfactoria de los derechos humanos. Nada más cierto, con la condición de que el sistema de gobierno y de gestión de la sociedad al que actualmente llamamos democracia fuese efectivamente democrático. Y no lo es. Es verdad que podemos votar, es verdad que podemos, por delegación de la partícula de soberanía que se nos reconoce como ciudadanos con voto y normalmente a través de un partido, escoger nuestros representantes en el Parlamento; es cierto, en fin, que de la relevancia numérica de tales representaciones y de las combinaciones políticas que la necesidad de una mayoría impone, siempre resultará un Gobierno. Todo esto es cierto, pero es igualmente cierto que la posibilidad de acción democrática comienza y acaba ahí. El elector podrá quitar del poder a un Gobierno que no le agrade y poner otro en su lugar, pero su voto no ha tenido, no tiene y nunca tendrá un efecto visible sobre la única fuerza real que gobierna el mundo, y por lo tanto su país y su persona: me refiero, obviamente, al poder económico, en particular a la parte del mismo, siempre en aumento, regida por las empresas multinacionales de acuerdo con estrategias de dominio que nada tienen que ver con aquel bien común al que, por definición, aspira la democracia. Todos sabemos que así y todo, por una especie de automatismo verbal y mental que no nos deja ver la cruda desnudez de los hechos, seguimos hablando de la democracia como si se tratase de algo vivo y actuante, cuando de ella nos queda poco más que un conjunto de formas ritualizadas, los inocuos pasos y los gestos de una especie de misa laica. Y no nos percatamos, como si para eso no bastase con tener ojos, de que nuestros Gobiernos, esos que para bien o para mal elegimos y de los que somos, por lo tanto, los primeros responsables, se van convirtiendo cada vez más en meros comisarios políticos del poder económico, con la misión objetiva de producir las leyes que convengan a ese poder, para después, envueltas en los dulces de la pertinente publicidad oficial y particular, introducirlas en el mercado social sin suscitar demasiadas protestas, salvo las de ciertas conocidas minorías eternamente descontentas...
¿Qué hacer? De la literatura a la ecología, de la guerra de las galaxias al efecto invernadero, del tratamiento de los residuos a las congestiones de tráfico, todo se discute en este mundo nuestro. Pero el sistema democrático, como si de un dato definitivamente adquirido se tratase, intocable por naturaleza hasta la consumación de los siglos, ése no se discute. Mas si no estoy equivocado, si no soy incapaz de sumar dos y dos, entonces, entre tantas otras discusiones necesarias o indispensables, urge, antes de que se nos haga demasiado tarde, promover un debate mundial sobre la democracia y las causas de su decadencia, sobre la intervención de los ciudadanos en la vida política y social, sobre las relaciones entre los Estados y el poder económico y financiero mundial, sobre aquello que afirma y aquello que niega la democracia, sobre el derecho a la felicidad y a una existencia digna, sobre las miserias y esperanzas de la humanidad o, hablando con menos retórica, de los simples seres humanos que la componen, uno a uno y todos juntos. No hay peor engaño que el de quien se engaña a sí mismo. Y así estamos viviendo.
No tengo más que decir. O sí, apenas una palabra para pedir un instante de silencio. El campesino de Florencia acaba de subir una vez más a la torre de la iglesia, la campana va a sonar. Oigámosla, por favor.
Martes, 5 de febrero de 2002
JOSÉ VIDAL-BENEYTO
A veces suceden cosas increíbles. Desde la periferia y con escasos medios, Porto Alegre y su Foro Social Mundial, que anoche cerró su segunda edición, han logrado, en menos de dos años, alcanzar la notoriedad del Foro Económico Mundial de Davos, que viene funcionando, desde hace treinta años, como plataforma de las multinacionales e instrumento del liberalismo conservador más sectario.
El Foro de Porto Alegre que el año pasado se nos presentaba como un acontecimiento folclórico a caballo de un revolucionarismo trasnochado y de los bigotes asterixianos de José Bové, se ha convertido en el referente más significativo de la voluntad de autotransformación de las sociedades del siglo XXI. La explosión numérica de los participantes -entre 50.000 y 60.000- y su entusiasmo unánime, no han aminorado la exigencia y el rigor con que se han examinado las grandes cuestiones actuales, en 29 macroconferencias, más de 600 seminarios, cerca de 2.000 talleres, que han hecho del Foro una mezcla de Woodstock y de megacongreso científico y le han permitido constituirse en el actor colectivo del progreso y de la solidaridad mundial -Vázquez Montalbán lo ha llamado 'sujeto histórico del cambio'-. Y ésta es la propuesta básica de Porto Alegre : la de ser un actor plural y mundial, pacífico y combativo.
Un actor que quiere conjuntar causas y fuerzas -el proletariado y su lucha contra la explotación, las afirmaciones nacionales oprimidas, las minorías sociales marginadas, la expoliación del planeta, la promoción de la paz y la seguridad de los pueblos y las personas, la protección de lenguas y culturas y un gran etcétera- y sumar legitimidades emancipadoras-comunistas, anarquistas, ecologistas, socialistas, feministas, nacionalistas, activistas de la paz, demócratas radicales, defensores de la igualdad sexual, etc. - sin reducirlas ni jerarquizarlas, como se hizo en el siglo pasado, sino revindicándolas todas en su pluralidad, como agentes igualmente necesarios para el proceso de cambio, como componentes esenciales de un proyecto que, a falta de mejor designación, llamamos de izquierda alternativa-.
Esa coalición de objetivos concretos y de protagonistas de terreno que dan cuerpo al actor colectivo mundial que simboliza Porto Alegre no se ha quedado en el limbo de lo genérico sino que se ha ceñido a propuestas operativas e inmediatas para evitar que sus declaraciones fuesen utilizadas retóricamente como coartada para confirmar la hegemonía del sistema dominante. De hecho bastantes de las concesiones generosas que se han oído en el Davos de Nueva York o que proclaman los líderes políticos enrolados en el marketing social liberal -Clinton y Blair en primer lugar- son simple expresión de ese propósito. Por lo demás, el grueso de las propuestas formuladas este año -más de 500- de muy diverso calado y ambición, unas muy locales y otras decididamente globales, serán retomadas por las organizaciones y grupos que las han presentado y por quienes se han adherido a ellas.
Imposibles de mencionar aquí corresponden en su gran mayoría a los ámbitos temáticos siguientes : derechos humanos cívicos, sociales, ecológicos, culturales y su efectividad en las diversas areas de civilización, promoción de la dimensión pública de las sociedades civiles: local, regional, nacional, mundial; creación de estructuras institucionales globales de debate, representación, legislativas, judiciales y de Gobierno; control de la especulación financiera: tasa Tobin y supresión de los paraísos fiscales; lucha contra la corrupción política y autentificación de la democracia; cancelación de la deuda, desmontaje de la ideología de las instituciones financieras internacionales y su inmediata reforma; establecimiento de convenios internacionales de carácter vinculante para los grandes problemas mundiales así como de mecanismos de condena para quienes los infrinjan o se nieguen a suscribirlos.
Porto Alegre ya no puede morir de inanición, pero puede hacerlo por indigestión. El lanzamiento de los Foros de los parlamentarios, de los jueces, de los alcaldes y la presencia oficial de la Unesco y del Consejo de Europa, positivas en sí mismas, no deben atenuar su condición alternativa. Que es su razón de ser y su destino histórico.