27 de Marzo de 2003
Manuel C. Martínez M.
Red Bolivariana
Resulta chocante por demás la burla a la que somos sometidos, cuando a delincuentes atrapados en flagrancia los jueces de la reacción los eximen de toda culpa, y las embajadas de países enemigos les otorgan alegres asilos a delincuentes disfrazados de políticos o a perseguidos comunes de la Justicia Penal.
Tales son los casos de los saboteadores de Pdvsa, de los golpistas de abril 2002, y de otros menos connotados.
Pero, bien miradas las cosas, al país, devastado como lo dejaron dichos saboteadores y conspiradores, no le conviene el albergue carcelario de semejantes lacras.
En la Grecia antigua se practicó el ostracismo con todas aquellas personas indeseables. Se cree que el orgullo u honrilla privaba en los atenienses, a tal punto que esos extrañamientos significaban un castigo peor que cualquier otro.
En el caso venezolano, mantener en prisión a semejantes indeseables no resulta rentable ni conveniente. Ya sabemos que este tipo de gente suele camuflajearse y venderse, ante unos medios complacientes, como víctimas en lugar de victimarios.
A los presos en Venezuela, además de permitírseles más visitas que en los hospitales, se les facilita in situ hasta calmantes libidinosos. Ni qué decir de los < Por tales razones, debemos dar gracias a la corrupción judicial, a la negligencia policial y a las embajadas enemigas por el facilismo que les conceden a esos delincuentes, para que emigren de nuestras fronteras. Roguemos porque no vuelvan nunca más, y que sean esos anfitriones quienes padezcan el bumerang de tener como residentes a personajes de tal mala calaña.
Con los asilos políticos, versión contemporánea del ostracismo ateniense, serán los países huéspedes los que cargarán con semejantes desechos humanos, en lo económico y en lo moral, pues, no hay duda de que se trata de mala gente la que ellos están domiciliando en su propia cueva.
Tomado de Red Bolivariana