17 de marzo

22 de enero del 2003

Chávez y el golpismo fascista

César Prieto Oberto
Rebelión

Hugo Chávez, Acosta Carlés, Jesús Urdaneta, Jesús Baduel, y otro grupo de comandantes, aliados con civiles revolucionarios, protagonizaron un golpe de estado contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez el 4 de febrero de 1992. Fracasado el intento, Chávez pidió a sus partidarios deponer las armas, se RESPONSABILIZÓ ante el país por los hechos acaecidos y pronunció sus históricas palabras ¡EL OBJETIVO NO SE HA LOGRADO POR AHORA!.

Purgó dos años de cárcel en Yare y, amnistiado por Caldera, se lanzó a la contienda electoral en 1998, sin organización política, ni recursos financieros, contra una férrea campaña mediática. Prometiendo radicales cambios en la estructura política, social y económica del país, triunfó en las elecciones del 6 de diciembre y en otras cinco entre 1999 y el 2000. No disolvió los poderes constituidos; al contrario, su segundo decreto fue convocar a un referéndum para llamar a una Asamblea Nacional Constituyente y, elaborada y aprobada mediante referéndum la nueva Constitución el 15 de diciembre de 1999, se eligió y/o ratificó en el año 2000 la Asamblea Nacional, el Tribunal Supremo de Justicia, el Fiscal General de la República, el Defensor del Pueblo y el Contralor General, todo dentro del marco de la Constitución recién aprobada.

El 11 de abril de 2002, Carlos Ortega y la camarilla fraudulenta de la CTV, conjurados desde el 6 de diciembre de 1998 con Carlos Andrés Pérez, Luis Giusti, los dueños de los grandes medios de comunicación social, Gustavo Cisneros, Marcel Granier, Federico Ravel, Alonso Camero, la pandilla de Fedecámaras encabezada por Pedro Carmona Estanga; Alfredo Peña, Alcalde Mayor de Caracas, el General Efraín Vásquez Velasco, Jefe del Estado Mayor y otro centenar de militares de alta graduación, así como mercaderes internacionales de la guerra, dieron un golpe de estado que fue abortado 47 horas después por el bravo pueblo de Caracas y los soldados institucionalistas de la Fuerza Armada Nacional.

Los conjurados del 11 de abril, en una acción abominable que provocó el rechazo y repudio de propios y extraños, procedieron, al unísono con la auto proclamación de Pedro Carmona, a disolver todos los poderes públicos, a los gobernadores y alcaldes no afectos al nuevo régimen (excepto los gobernadores Manuel Rosales, Enrique Salas Feo, Enrique Mendoza, De Lima y Lapi, los alcaldes Leoklpoldeo López y Capriles Radonski, de Chacao y Baruta); inició una feroz persecución a los partidarios del chavismo, asaltaron la Embajada de Cuba, cortaron el suministro de petróleo a este país hermano, anunciaron el retiro de Venezuela de la OPEP y el incremento de la producción petrolera con el fin de abaratar los precios del crudo para los países consumidores; asaltaron las jefaturas de los cuerpos policiales DISIP, el CICPC y demás cuerpos de seguridad del Estado. Se iniciaba así una cruenta y sangrienta tiranía. Por fortuna, ésta duró tan sólo unas horas.

Al contrario de la actitud de Chávez en 1992, los golpistas, ni en las interpelaciones de la Asamblea Nacional, ni en algún otro escenario, asumieron sus responsabilidades. ¡Cobardes!.

Amparados por un Tribunal Supremo de Justicia surgido en su mayoría de las manipulaciones del antiguo mentor de Chávez, Luis Miquilena, fueron absueltos los militares ante el asombro del mundo entero, bajo la sentencia de que NO HUBO GOLPE DE ESTADO, sino un vacío de poder.

Chávez esperó cuatro años después de su fracasado golpe militar para acceder al poder por vía constitucional, pero ellos se han dedicado sistemáticamente, durante los cuatro años de mandato de Chávez, a arruinar el país con una inédita confabulación económica representada por exportación de capitales, manipulaciones en las casas de cambios, paros, huelgas, saboteos a la industria petrolera, quebrantamiento del sistema bancario, llamado a la desobediencia tributaria, el paro de la educación, a provocar el caos, la desesperación, la ira y el rechazo cada día más creciente de la población venezolana y la opinión internacional, con la complicidad criminal de los dueños de los medios televisivos, radiofónicos e impresos.

Pedro Carmona y sus cómplices de conjura, además de conculcar los más elementales derechos y garantías universales de los ciudadanos en tan sólo 47 horas, califican de déspota, tirano, dictador, ladrón, asesino, incompetente y con otros epítetos al presidente Chávez, en un país donde no hay un preso ni perseguidos políticos, donde impera una libérrima prensa e información contra el gobierno, donde los ricos continúan con sus danzas de millones y dándose la gran vida, donde los banqueros hacen lo que les da la gana, donde se saquea al erario nacional a través de PDVSA y la evasión de impuestos por parte de la clase rica, donde la fuga de capitales es sistemática a más de exorbitante.

Ahora pretenden que en la mesa de negociaciones y acuerdos presidida por el Secretario General de la OEA, César Gaviria, se reconozca un inconstitucional Referéndum Consultivo, quede impune el crimen de lesa patria de los gerentes corruptos de PDVSA y, además, luego de dejar exangües las finanzas públicas, exigen que la Asamblea Nacional y el Ejecutivo les apruebe 32 millardos de bolívares para un referéndum controlado por un ilegítimo CNE. ¡Qué caras duras y sinvergüenzas! Aún así, el Presidente Chávez afirma que de fallar a favor del CNE el Tribunal Supremo de Justicia, buscará los reales para que se realice el referéndum; eso sí, siempre en el marco de la constitución, aunque tiene la convicción de que, mientras se adelantan acuerdos en la mesa de diálogo, en los lujosos salones del Marrito se trazan planes para el derrocamiento del Presidente Chávez.

Éste ha manifestado una y mil veces que está dispuesto a contarse, constitucionalmente, con ellos, al cumplirse la mitad del período constitucional. Ellos, en cambio, temen medirse contra quien les ha derrotado hasta 6 veces hace apenas dos años.

Por supuesto que al final de este tortuoso camino nadie obtendrá una victoria total. Sólo que en caso de triunfar la Constitución, triunfará la democracia, la libertad, la dignidad del pueblo venezolano y latinoamericano. Quedarán profundas cicatrizarán y, aún cuando queden las cicatrices, la voluntad y la convicción del pueblo saldrá fuerte, saludable y, ahora sí, invencible.

Hasta la oposición saldrá beneficiada con el triunfo de la Constitución, porque recibirán un trato marcado por el Estado de Derecho. Por supuesto que los depredadores de PDVSA, es decir, de la nación, tienen que recibir todo el peso de la ley: el daño infligido es demasiado abrumador.

Claro que tendrán que producirse, en lo inmediato, profundos cambios en el comportamiento de las instituciones del Estado. No podemos seguir con un Poder Ciudadano (Fiscalía, Defensoría del Pueblo y Contraloría) en una inopia tan escalofriante. Mucho menos con un Poder Judicial remedo de la IV República. Con Ministros y altos funcionarios oficiales tan incompetentes por decir lo menos. Con una Asamblea Nacional que es un monumento a la desidia, plagado de estultos parlamentarios sin criterio.

Ahora el pueblo tiene la palabra. Sí, la democracia participativa tiene que ejercerse. Con voluntad, con el dinamismo pedagógico que pueden insuflar los líderes genuinos, multiplicando por todo el país los Comités Locales de Planificación, brazo auténtico del Poder Popular.

En el país no se va a producir ninguna destrucción. Las guerras quedaron atrás en Venezuela hace 100 años, ya jamás volveremos a ellas. Los actuales líderes de la oposición saben que están equivocados y el Presidente Chávez que tiene que rectificar muchos de sus entuertos. Los dueños de los grandes medios de comunicación social saben que se han embarcado en una aventura ruinosa para ellos. Todos han sido embarcados por las ambiciones de los gerentes meritócratas de PDVSA, de allí la osadía de atentar contra el corazón de la patria, contra la arteria aorta de la economía nacional.


César Prieto Oberto, Economista de LUZ, Profesor en Educación Integral, MgS en Gerencia Pública, Profesor de cursos de Postgrado en Finanzas, Presupuesto, Planificación y Organización Deportiva.

Tomado de Rebelión


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