17 de marzo

25 de Febrero de 2002

Fabricantes de golpes

Augusto Hernández
El Nacional

Estoy convencido de que debe ser por candidez que el presidente Chávez se dedica a fustigar con nombres y apellidos a los dueños de algunos medios de comunicación. Esto de ninguna manera significa que la soberbia no motive su actitud, pues los jefes de Estado no son inmunes al envanecimiento que los vuelve intolerantes ante las críticas o los ataques. Pero en el ánimo de Hugo Chávez Frías debe predominar la candidez ya que con un poco de malicia percibiría que en el pleito de marras sus adversarios prefieren que se meta con los santos, pero no con las limosnas.

Para muestra basta recordar la campaña organizada por la OLA (Organización Latinoamericana Anticomunista), entelequia inventada para atemorizar a los anunciantes de El Nacional, dirigido entonces por Miguel Otero Silva. La campaña, en la que el gobierno de Betancourt participaba de manera solapada, pretendía cobrarle al periódico su posición critica frente a los adecos y contra los promotores del bloqueo continental a la Cuba revolucionaria.

Algunos años después Jaime Lusinchi, mediante Recadi, utilizó de manera perversa el control de cambios para impedir que los medios de comunicación mencionaran a la Ibáñez y otros asuntos sórdidos. El éxito de la censura quedó demostrado cuando el gobierno más corrupto de la conchupancia concluyó con mayor popularidad que ningún otro, entregándole la Presidencia a Carlos Andrés Pérez.

En el caso actual los analistas pueden observar que mientras Chávez despotrica contra ciertos medios, la publicidad gubernamental, o la de empresas donde el Estado tiene participación accionaria, patrocina a quienes lo atacan con mayor encono. Más que ingenuidad, parece masoquismo. Pero una cosa es que el presidente Chávez tolere que lo llamen loco y le endilguen diversos insultos, que, por lo demás, suele devolver sin culipandeos, y otra muy distinta es que el Gobierno se haga el pendejo ante las violaciones a la ley.

Cualquier lector de Mac Luhan sabe que los medios radioeléctricos, a los que denominó "medios calientes", producen efectos muy singulares sobre los oyentes. La radio y la televisión, además de transmitir noticias, son sus protagonistas. El oyente recibe informaciones condimentadas y predigeridas, cuya simultaneidad con el suceso impide o limita las posibilidades de interpretarlas de manera racional y fría.

Durante cuarenta años en Venezuela imperó la prohibición expresa de transmitir por radio y televisión noticias que instigaran al derrocamiento del gobierno. La difusión de un pronunciamiento militar acarreaba sin fórmula de juicio el cierre de la emisora responsable y las sanciones podían llegar hasta la suspensión definitiva de la concesión.

Ahora es costumbre que cualquier oficial insubordinado y pantallero organice ruedas de prensa que en la práctica se convierten en cadenas de radio y televisión, pues sus alegatos contra el Presidente son retransmitidos una y otra vez, hasta la saciedad. Además se difunden sin ningún recato instigaciones a delinquir, incitaciones a la rebelión, proclamas insurreccionales y "ollas" periodísticas, montadas con el propósito de malponer a Venezuela con otros países.

Ignoro si las prohibiciones mencionadas anteriormente fueron derogadas o si acaso en Conatel prefieren hacerse los sordos, ciegos y mudos. Si por mí fuera, y lo señalo como periodista, desde hace rato habría cerrado algunas emisoras de radio y televisión que parecen ansiar la llegada de un Pinochet.

Es lamentable que ciertos funcionarios incompetentes confundan la libertad con el libertinaje y más lamentable aún que algunos medios radioeléctricos se empeñen en amolar los cuchillos para sus propias gargantas. Pero tanto va el cántaro al agua, hasta que se revienta.

Tomado de El Nacional


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