18 de Febrero de 2003
Mario Silva García
Red Bolivariana
Tengo curiosidad de saber como sería la confesión de un escuálido, o escuálida, con el Padre Jesuita Mikel de Vaina... ¡perdón! De Viana. Este cura encaja con cualquier profesión mundana, menos con la de ser un guía espiritual. Acérrimo enemigo de la revolución, ve con marcado asco la "conversión" del lumpen chavista que hoy se agiganta en los barrios venezolanos y olvida su rol cristiano para abanderar la lucha de aquellos que esperan un castigo divino hacia los impíos que se atreven a creer en la justicia. Confesor de connotados personajes; imaginen mis queridos lectores, la sarta de vagabunderías que pudieran saltar en el confesionario con una Marta Colomina, una Patricia Poleo y hasta una Ybellice Pacheco. ¡Claro! ¿Qué mejor ticket de salvación, si proviene de un emisario directo del Vaticano?
La iglesia que representa el curita Mikel, tarjeta dorada del Opus Dei, asevera sin vergüenza alguna que "esta es una revolución con lumpen y sin intelectuales" (¿Qué dirá mi comandante Jesús de esta apreciación tan poco cristiana?). Y salvando al compañero Noé que logra sobrevivir a cuarenta días y cuarenta noches de diluvio universal, se atreve a pronosticar que "los militares no se van a hundir con el barco". Es decir, un llamado espiritual a aquellos que pudieran emular a San Pinochet. Remata este sermón a favor de la democracia y los más puros ideales de la oligarquía, con "buscar las soluciones más allá de la constitución, pues esta no funciona". Por último admite flagrantemente que "el objetivo del paro, era sacar a Chávez". ¿Qué tal? Más claro... ni un gallo en San Fernando de Apure.
Sin que me quede nada por dentro y sin abrigar el más leve temor a que me excomulguen, este sujeto no es cura ni es un coño. Este sujeto es la más asquerosa imagen del fascismo. Un individuo que se supone embajador de la Iglesia Cristiana, Apostólica y Romana, que se muestra en un video afirmando su condición de adeco y que muestra simpatía (¡aupando, además!) por un golpe de estado, no es más que un vil representante del nazi- fascismo más retrógrado e infame y demuestra, una vez más, la relación histórica tan nefasta de las clases privilegiadas con la iglesia católica. Un sujeto de esta calaña no puede representar a un Cristo que abogaba por los más humildes. Si la iglesia, que nunca ha sido monedita de oro, mantiene a elementos de esta naturaleza para llevar un mensaje de paz y cristiandad a la humanidad, está bien jodida. Baltasar Porras es un hipócrita y sibilino defensor de la oligarquía, pero este señor no tiene idea del daño que le hace a su institución. No me extrañaría que tuviera colgado un cuadro de Franco y Hitler en la cabecera de su cama, por que Cristo Jesús le queda muy grande y pudiera ocasionarle pesadillas.
Individuos como este deben ser denunciados y expuestos ante la opinión pública. Son sanguijuelas de los sistemas corruptos, que emergen con virulencia cuando les tocan sus ingresos económicos. Solo han servido para apuntalar gobiernos que necesitan de sus "buenos oficios" para disfrazar la opresión, mientras ofrecen la Ostia y el perdón de los pecados a quienes le ofrecen el mejor salario. Viven como millonarios, mientras en los barrios las calamidades agobian al pobre. ¿A quién pretende engañar este curita de salón, con sus desviaciones fascistas? ¿Cómo puede representar al pueblo católico, quien muestra simpatía por un golpe de estado reaccionario? ¿Con que moral puede dar una misa dominical, quien se asquea por la pobreza y asume la superioridad de la oligarquía? ¿Qué mensaje cristiano puede dar este indigno mensajero de Marta Colomina?
Me confieso ante usted, Padre Vives. Me confieso enemigo de este reaccionario y no le pido que me perdone el pecado de despreciar lo que este sujeto representa. Este sujeto no puede representar a la iglesia que experimentó Ernesto Cardenal en Solentiname. Y mucho menos puedo sentirlo como Frei Betto en Brasil. Es solo otro elemento más de una oposición reaccionaria; otro más de un grupito de facinerosos que pretende robarle la esperanza al pueblo. No puedo perdonar a quien lleva la sotana y justifica nuestras muertes. No puedo perdonar a quien juega con la guerra detrás de un acto de fe.
Tomado de Red Bolivariana