17 de marzo

22 de diciembre de 2001

El matrimonio de Fedecámaras y la CTV

Luis Britto-García
El Nacional

Decía Kotepa Delgado que Fedecámaras y la CTV debían fusionarse en una sola organización. Lo único que había impedido convertir este contubernio en nupcias era su ménage à trois con el gobierno en contra de la sociedad venezolana.

Todos sabemos que hay empresarios productivos y sindicalistas consecuentes. Todos sabemos que hay de los otros, y quiénes son.

Alianza obrero patronal es un oxímoron. En nombre de tal desatino, durante más de medio siglo el gobierno traspasó a Fedecámaras la mayor parte del ingreso petrolero bajo la forma de subsidios, créditos blandos y contratos jugosos, sin que Fedecámaras desarrollara al país.

Fedecámaras ni siquiera invirtió tal torrente de dinero en Venezuela. Hasta 1983 exportó 90 millardos de dólares, causó el Viernes Negro y logró que el gobierno asumiera el costo cambiario de su deuda privada en el exterior: es decir, que la resarciera de los efectos de la crisis que ella misma había provocado.

Durante el quinquenio inmediato, el gobierno vendió a Fedecámaras a 7 y a 15 bolívares los dólares que a los demás venezolanos nos costaban 35 y luego 100. Gracias a ello el gremio patronal fugó capitales quizás equiparables a los exportados hasta 1983.

Hacia 1993, banqueros de Fedecámaras huyeron del país llevándose la mitad del circulante. El gobierno les regaló otro tanto en auxilios financieros, que los venezolanos pagamos con una nueva y brutal devaluación de la moneda.

Con tal torrente de riqueza. Fedecámaras ni siquiera creó una aceptable cantidad de puestos de trabajo. El pasado año cerró con un índice de desempleo de 13,5%. Parte importante de los empleados laboran para el Estado; 51,4% de quienes trabajan lo hacen en el sector informal, vale decir, sin patrono conocido.

¿Y qué decir de la CTV, organismo que no agrupa ni 12% de los trabajadores? Durante medio siglo sus sindicaleros nunca elegidos por las bases desfalcaron entidades como el Banco de los Trabajadores de Venezuela y colaboraron con patronos y gobierno en vender huelgas mediante laudos arbitrales, en mantener el salario mínimo por debajo de la canasta básica, y en legitimar latrocinios.

El último de ellos está fresco en todos los bolsillos. En 1997 una comisión tripartita de gobierno, CTV y Fedecámaras despojó a todos los venezolanos de sus prestaciones sociales y de la doble indemnización por despido injustificado. Consecuencias: la ola de cesantías que aún no acaba, y que nos ahogará a todos si Fedecámaras logra que la Asamblea Nacional imponga su propuesta de sustituir toda relación laboral por trabajo a destajo.

Todas y cada una de estas tropelías fueron legitimadas por los gobiernos de turno mediante leyes hechas a la medida de la CTV, o sea de Fedecámaras. No conviene a los pocos centenares de dirigentes de la CTV, o sea, Fedecámaras, irrespetar leyes promulgadas por autoridades elegidas por 24 millones de venezolanos, porque 24 millones de venezolanos podríamos incumplir las leyes que protegen las propiedades, privilegios y prebendas de Fedecámaras, o sea la CTV.

Ningún gobierno es perfecto, pero periódicamente elijo sus autoridades, a fin de que sus imperfecciones representen las mías. Nadie me consulta sobre la elección de las directivas de Fedecámaras, o sea la CTV: sus dirigencias solo se representan a ellas mismas o a sus intereses.

Si pocos centenares de propietarios pueden cerrar el aparato productivo de un país, eso no significa que representen al país, sino que el poder de paralizarlo está peligrosamente concentrado en pocos propietarios.

El poder corrompe, advierte Lord Acton, y el poder absoluto corrompe absolutamente. Creo que el poder se corrompe cuando confisca las potestades públicas en servicio exclusivo de intereses privados.

No es intelectual quien apoya al poder, se dice. No lo es ciertamente quien adula al único poder absoluto, hereditario y perpetuo de nuestra época: el dinero.

Tomado de El Nacional


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