8 de Febrero de 2003
Mario Silva García
Red Bolivariana
No soy un experto en economía ni en ninguna ciencia que refleje los números de un país y su caída o alza de la inflación. Solo sé que tengo un problema económico cuando voy al mercado y no me alcanza el dinero para comprar la comida, o cuando tengo que pagar los servicios y demás requerimientos básicos de mi familia.
Hago esta aclaración inicial, por que somos muchos los que ignoramos este tipo de causas y demasiado los que sufrimos las consecuencias. No obstante, asumo que tenemos derecho a esgrimir nuestros argumentos para ubicar a los responsables de nuestra desgracia; esto sin importar la brutalidad que mostremos al exponer una ansiedad que tiene una solo expresión: ¡Nos Jodieron!
Antes del paro, perdón, del golpe económico, percibíamos un leve ascenso en nuestra calidad de vida. En Diciembre, ese dólar que incide tanto en nuestra economía, había bajado a los niveles previamente anunciados por nuestros expertos del proceso. Incluso, menos. Y esto estaba sucediendo en medio de uno de los ataques más feroces de la oligarquía. Las empresas transnacionales y la banca, unida a los "mitócratas" de PDVSA, sabían que el daño causaría enormes pérdidas a la nación y no movieron un dedo para amortiguar la caída de sus propios testaferros. Sabían que este movimiento desesperado, llevaría a la ruina a más de un mediano y pequeño empresario. Sabían que habría una quiebra masiva de pequeños comerciantes, quienes perdieron la venta del mes más importante del año, y que no había posibilidad de recuperación si Chávez continuaba en el poder. El final no pudo ser más desolador. Chávez fortalecido vivito y coleando en Miraflores, un Firmazo ridículo con resultados mediocres, el cese de un paro que nunca alcanzó los niveles de desestabilización y un grupo considerable de comerciantes abandonados a su suerte. Apartando esta verdad que sumerge a la oposición en su propia salsa, tenemos otra que los coloca en una posición muy delicada. Pierden su bastión más importante: PDVSA.
Ahora, aquellas transnacionales que se tiraron la aventura del golpe económico y que tenían prevista esta pérdida, salen hoy a la calle con su cara muy lavada. Y es de esto, de lo que quiero hablar realmente. Perdonen aquellos que esperaban un análisis económico de la situación de Venezuela. Pero, quisiera reflejar varios aspectos que nos afectaron y nos siguen afectando, producto de la acción golpista de los grupos empresariales que están detrás de Carlos Fernández, Carlos Ortega y Juan Fernández. El venezolano, por su carácter jovial y desenfadado, tiende a olvidar las afrentas. Esto es para que no olviden.
Desde este lunes, pudimos observar a los camiones de la Coca Cola, Pepsi Cola, Polar y demás etcéteras golpistas, salir a la calle a vender sus productos. También, me perdonan mi arrechera muy justa, he podido observar a grupos de personas comprando la antes muy consumida cervecita y los antes muy afamados productos gaseosos. No discuto con aquellos que tengan mala memoria para los ataques golpistas que nos jodieron el bolsillo, pero que si tienen memoria para el gusto amargoso y refrescante de estos productos. Lo que si discuto y me llena de soberbia, es que salgan al mercado con el precio más alto (por encima de los precios de Noviembre) y, encima lo justifiquen. En Diciembre, estos vagabundos despacharon por medio de camiones camuflados, originando un mercado negro que subió su costo a precios exorbitantes. Amanecen sesenta días después en la calle con sus flamantes camiones, tratando de "recuperar" lo que ya habían vendido a precios infames. Lo curioso de este asunto, es que salieron a la calle sin importarles LA SEGURIDAD y la FALTA DE GASOLINA que tanto cacarearon para evadir su responsabilidad y hacerse cómplices del llamado a Paro.
Los daños que le hicieron a nuestra economía son inmensos. Son altamente perjudiciales para la gran mayoría de nuestra población. Nos robaron un tiempo precioso de recuperación y nos atrasaron planes que beneficiarían nuestros bolsillos, sin contar los planes en salud y vivienda. Aquellos comerciantes pendejos que creyeron en cantos de sirena, y me perdonan la sinceridad, se tienen bien ganada su quiebra. Pero, los que nunca comulgamos con estas acciones y que soñamos con un proyecto de país que mejore las condiciones de vida del pueblo, debemos radicalizar nuestra posición y unirnos en contra de quienes nos quisieron reventar nuestra esperanza. Estos productos y sus filiales no pueden salir a la calle como si nada ha pasado, reclamando una lealtad comercial que no se vio respaldada por su presencia. No hablo de escarmiento o de un boicot circunstancial "para que aprendan". Hablo de respeto al soberano. Respeto a nuestra vida. Respeto a nuestros sueños. Esa vaina de dialogar y de sonreírle a quien me cae a coñazos y escupe mi dignidad, no es lo que yo aprecio como una revolución. El pueblo debe aprender que tiene una posición privilegiada; que no son ellos los poderosos que nos pueden chantajear con productos que hemos hecho imprescindibles después de campañas publicitarias multimillonarias: El pueblo tiene la capacidad de la compra, de la libre elección de un producto. El pueblo tiene el poder de quebrarles en la madre todo su poder, si asume su posición digna y justa de hacer respetar sus derechos.
Tenemos un Presidente educador y en extremo pedagogo. Cuando Hugo Chávez habla, la oligarquía tiembla. Cuando el presidente desnuda las diferencias de los precios de estos productos con productos del exterior, nos está entregando armas letales en contra de los grupos que nos han robado durante años. Mientras aquellos políticos corruptos de la IV República, callaban y aceptaban la especulación, tenemos por primera vez a un Presidente que no le tiembla la voz para denunciar a los especuladores. En el pueblo, como organización soberana, está la posibilidad de desenmascararlos y obligarlos a respetar nuestra capacidad de compra. Es muy sabroso tomarse una cerveza cuando el sol arrecia, pero más sabroso es recuperar nuestra dignidad. Mientras duró el intento de golpe económico, el pueblo fue audaz, imaginativo y preclaro. Ahora que los grupos económicos sufrieron su más aplastante derrota, el pueblo tiene el deber de acentuar su lucha y, sobre todo, no olvidar donde está su enemigo. La consigna es NO OLVIDAR.
Perdonen todos mi vocabulario soez, pero no hay grosería mayor que la de un rico jodiendo a un pobre. Sobre todo cuando afirman que somos pendejos.
Tomado de Red Bolivariana