23 de enero del 2003
Ronald R. Delgado
Rebelión
La noche es clara. Una miríada de luces se observan a través de mi ventana, desde aquellas que habitan la profundidad del valle, hasta esas otras que titilan como lejanas estrellas, sujetas al cerro como por arte de magia. En medio del silencio nocturno se oye un tamborileo, un tintineo disperso, vago, que poco a poco se amplifica pero que no llega a hacerse estruendo.
Esta noche comenzaron tarde pienso.
Son cacerolas. Cacerolas que vibran gracias a la fuerza ejercida por esos seres humanos que poco a poco salen a la calle y marchan como autómatas en medio de una avenida del Este, repleta de viejas de historias. Transitan una avenida que ha sido parte de mi vida, parte de mi infancia y mi adolescencia.
El tronar de las cacerolas deja de ser sonido para convertirse en una posición política. Dejan de ser ondas sonoras para convertirse en un argumento que me hace preguntarme abusando de la confianza de Hemingway-: ¿Por quién doblan las cacerolas?.
Hace veintidós años conocí al mundo. Hace veintidós años formo parte de la humanidad, y por ende, soy Ciudadano del Mundo. Luego, tengo una patria, pertenezco a Venezuela, soy Venezolano. Tengo la suerte o tal vez la desdicha-, de nacer en el Este. El Este de Caracas, lugar que hoy en día se asocia de inmediato con la Clase Media. Sector de la ciudad que supuestamente esta habitado por una gran cantidad de gente pudiente, que entre otras cosas, es culta, inteligente, profesional, educada...
Crezco y me educo, mis padres velan por mi bienestar y mi desarrollo como persona. Por cuestiones de la vida, tengo la oportunidad de estudiar en escuelas tanto públicas como privadas. Vivo la vida como un niño normal, luego como un adolescente normal.
¿Normal?.
Si somos sinceros con nosotros mismos, podemos decir que en muchos casos no necesariamente la mayoría-, los jóvenes viven su vida en medio de juegos y sueños, sin prestar mucha atención a su lugar en el mundo, y más aún, su lugar en Venezuela. Cuando somos niños no nos importa la política, la economía, la sociedad, la historia, pues nos limitamos a ser niños, a divertirnos, a aprender cosas nuevas, y así es como debe ser. Crecemos y nos hacemos adolescentes, nos hacemos un poco más conscientes de nuestro alrededor, nuestros intereses principales se vuelcan a los festejos, las amistades, los amores y las conquistas casuales.
Seguimos estando un poco aislados de la realidad social del mundo en el que vivimos.
Entonces, tras un gran esfuerzo, terminamos nuestra educación media, y nuevamente la dicha nos lleva a formar parte de una Universidad. Es en ese momento cuando comenzamos a pensar en nuestras vidas, en nuestro futuro, en el futuro de nuestros familiares y amigos. Comenzamos una carrera, empezamos a tomar las riendas del destino. Observamos el alrededor de manera diferente, y hacemos uso de esos conocimientos adquiridos para analizar cada decisión y cada opinión. Analizamos, nos interesamos y comprendemos.
Comprendemos, sí, y también nos decepcionamos, nos indignamos y a veces, hasta sentimos asco.
El por qué, es sencillo. Finalmente conozco en realidad el lugar en donde vivo. Finalmente me doy cuenta de la fachada que esconde la otra cara, finalmente noto la mentira en que está sumida esta supuesta sociedad civil, inteligente, educada y culta, del Este.
El presente, los hechos que en este momento ocurren en el país todos sabemos cuales son-, han traído como consecuencia positiva el que la comunidad en general, y en mi caso, los jóvenes, hayan aprendido de manera brusca aquello que llaman conciencia social. Por primera vez nos sentimos profundamente interesados en el devenir político, social y económico de Venezuela. Inclusive, hasta tenemos el honor de poder formar parte de este proceso.
Ahora bien, si me detengo un momento y recapitulo, regreso entonces a mis años en el liceo o la escuela.
Recuerdo perfectamente como en aquellos años de aprendizaje, veía materias como Educación Familiar y Ciudadana, Historia e Historia Contemporánea.
Familiar y Ciudadana de alguna manera trataba de enseñarnos cómo debíamos actuar en sociedad, qué era lo correcto y qué no, cómo podíamos y debíamos cuidar de nosotros mismos y de nuestro entorno. Nos enseñaba sobre respeto, educación, ley, etc.
Historia nos hablaba de aquellos tiempos en donde El Libertador, la lucha independentista, los próceres, las ideologías y la excelencia eran lo cotidiano.
Historia Contemporánea nos acercaba a años recientes de esa misma Historia. Versaban sobre Dictaduras y Democracias, sobre golpes de estado, partidos políticos y revoluciones sociales.
Por supuesto, estas tres cátedras llenaron mi persona de alguna manera, mas si no pude aprenderlo todo, creo que lo adquirido resulta lo más importante.
Reflexiono en este momento al respecto, y recuerdo: Simón Bolívar, El Libertador, nació y creció perteneciendo a una de las familias más pudientes de la ciudad. Podría decirse que se trataba de un niño malcriado, que de nacer hoy sin duda sería tildado de sifrino. Fue rebelde y tuvo conflictos familiares, pero después de todo, seguía siendo niño, y como niño soñaba y jugaba.
Su posición social le abrió las puertas del estudio, del conocimiento. Creció, y se educó, y no sólo se educó bajo la batuta de sus maestros Simón Rodríguez y Andrés Bello, sino que tuvo la oportunidad de viajar, ir a Europa, conocer las otras realidades del mundo de ese entonces, y ver desde otra perspectiva a los pueblos y a los líderes de la época.
Bolívar leía, leía mucho, leía de todo.
Se trataba de un guerrero no solo de la espada y el fusil sino de la letra y del pensamiento. El acceso que tuvo a la educación le permitió llenarse de cultura, y así, esa misma cultura le ayudó a conocer la realidad de su patria. Despertaron en él deseos emancipadores, el concepto de libertad floreció en su mente en toda su extensión, su corazón se llenó de ímpetu y su alma se hizo tan grande que luchó hasta lograr su objetivo: una Venezuela libre, una América Latina libre.
Irónicamente, Bolívar murió miserable, odiado y rechazado por un sector histórico que tomó control del país y sujetó con sus garras al pueblo Venezolano.
Eso lo aprendí en la escuela.
Luego, años más tarde, Venezuela se sume en guerras y conflictos que no le permitieron avanzar significativamente con respecto al resto del mundo. Eventualmente, de manera aparatosa, aparece en el país la tan vanagloriada Democracia.
Democracia. La palabra siempre brilla en nuestros pensamientos. Mentira, aparenta brillo.
Recuerdo con claridad aquellas clases en donde se hablaba del comienzo de la Democracia venezolana. Acción Democrática, COPEI, arriba y abajo, una y otra vez. A eso se limitaban las clases de Historia Contemporánea.
Siempre había una actividad típica, una tarea que parecía escrita en un manual de docencia.
Alumnos decía la maestra-, por favor hagan un resumen de los logros del presidente tal en su período tal, y luego del otro presidente no se cuál.
En aquellos momentos, me llevaba el lápiz a la boca y me rascaba la sien. Si inspeccionabas el libro de texto cuidadosamente, te dabas cuenta que no te ayudaba en nada. Terminaba pensando: ¿Qué demonios escribo si al parecer ninguno de estos presidentes hizo nada por el país?.
Aquellas tareas eran un verdadero problema, pues sabía que si no las entregaba, reprobaría.
Terminaba entonces copiando textualmente partes del libro, y añadiendo, con subtítulos y letras mayúsculas, lo que aprendía al preguntarle a la verdadera gente que vivió tales épocas como nuestros padres, tíos o viejos vecinos-. Es decir, corrupción, robo, injusticia, represión, amantes, viajes, mentiras...
Más tarde lo resumí en dos palabras, pseudo democracia.
Por supuesto, en aquella época era un joven, un adolescente que no necesariamente veía las cosas con objetividad podría alegarse-, pero eso no significaba razón suficiente para subestimar mis opiniones. Por ello, por mi manera de pensar, por mis posiciones intelectuales, tuve problemas con los maestros, pero no me arrepiento.
Eso lo aprendí en la escuela.
Finalmente, aprendíamos sobre respeto, sobre educación familiar, sobre buenas costumbres, sobre cómo comportarnos en sociedad.
Viene a mi mente en este momento una excelente tira del dibujante, y a mi parecer, sociólogo y poeta argentino Quino, donde Mafalda se acerca a su padre que ve televisión y de los altavoces de la misma escucha decir: Nosotros, que vivimos en una Sociedad Moderna... Entonces, pregunta Mafalda a su padre: ¿Suciedad Moderna?, y su padre molesto responde: ¡Sociedad Moderna!. Mafalda reflexiona, y dice: ¡Ah! Zoociedad Moderna.
Sociedad, suciedad, zoociedad. Muy bien sabe cómo utilizar los sinónimos la pequeña Mafalda.
Ahora, ¿A qué viene todo esto?.
El golpeteo de las cacerolas a lo lejos me hace pensar, estremecer, me llena de preocupación y rabia. Me hace recordar esos días de escuela, ese conocimiento que he adquirido, esa verdadera cultura que me he molestado en obtener por mi cuenta, principalmente gracias a el maravilloso, satisfactorio y mágico hábito de la lectura, así como una vez Bolívar se molestó en leer y en educarse, a educarse realmente.
De nuevo, me pregunto: ¿Por quién doblan las cacerolas?.
Una imagen se forma en mi mente, un rostro, una persona.
El Presidente Hugo Chávez Frías. Al fin y al cabo, según ellos, esos que tocan las cacerolas, no es sino Chávez el único causante de todos los males del país. Pareciera que se les olvida la historia.
Chávez, golpista. Es cierto, fue golpista, y lo pagó con la cárcel. Diez años después, fue electo Presidente de la República de manera democrática. En menos de dos años Venezuela entera convulsionó, y aquellos que una vez tuvieron poder, lo perdieron, y esos otros que habían sido olvidados, se convirtieron en los protagonistas.
Esta Clase Media, como lo sostiene el Sr. Farruco Sesto*, fue repentinamente sacudida y ese temblar les mostró el mundo que existía más allá de ese muro que ellos mismos se habían creado. Por supuesto, muchos se negaron a aceptar esa realidad.
Comienza entonces una batalla campal por parte de un importante sector de la Clase Media en contra de la gestión e ideología del Presidente Chávez. No puedo dejar de sentir y vivir tal batalla, pues estoy inmerso en ella por razones más geográficas que ideológicas.
Entonces, de manera asombrosa esa supuesta clase inteligente, culta y civilizada, se muestra a sí misma como realmente es, y me llena de asombro.
Se ha convertido en una consigna típica aquello de: Cuando seamos libres, queremos libertad, etc. A lo que les pregunto: ¿Qué entienden ellos por Libertad?.
Si me tomo a mí como ejemplo, me doy cuenta de una manera simplista que yo estudio, puedo salir a la calle sin problemas claro, si no contamos con el factor delincuencia que existe en todas partes del mundo-, puedo expresarme libremente, puedo votar, puedo blasfemar, puedo exigir, puedo soñar, puedo vivir. En resumen, soy libre.
Ellos sostienen que este es un régimen que priva la libertad.
De nuevo, hago uso de la memoria, y recuerdo aquel curioso hecho cuando un supuesto astrólogo afirmó públicamente que el entonces Presidente, Rafael Caldera, iba a morir o a sufrir un daño. Recuerdo que casi de inmediato tal astrólogo fue detenido y privado de su libertad.
Recuerdo también cómo antes, en aquel programa de televisión llamado Radio Rochela, era natural hacer bromas sobre los candidatos presidenciales cuando era la víspera de las campañas electorales. Y si hacen memoria, se darán cuenta que luego de ganar alguno de esos candidatos la presidencia, automáticamente dejaban de hacer bromas sobre él.
Ahora bien ¿Hacían eso por respeto, o por verdadero temor a represalias contra el canal?.
Sería descarado decir que durante el gobierno de Chávez han habido privaciones de este tipo, pues desde su victoria se han mofado de él, lo han insultado, imitado, burlado, etc, y jamás han sido tomadas acciones contra tales personajes.
Luego, aquel concepto de Libertad es extendido ha consignas como: Libertad es Desobediencia. Es decir, ¿Libertad es tener el derecho de hacer lo que les de la gana? ¿Acaso no existen leyes, y una Constitución?.
Se critica el tono del discurso del Presidente, y califican al jefe de estado de inculto, maleducado, ignorante, y paren de contar...
Yo les pregunto: ¡¿Quiénes se están creyendo?! Esos personajes cultos e intelectuales de la clase media se jactan de su propios conocimientos, y parecen ser expertos en toda materia pero al uno observar sus acciones se da cuenta de las inmensas fallas que existen en su educación. Asedios a embajadas, ataques a personas contrarias a sus posiciones políticas, actitudes fascistas hacia sus propios vecinos, inclusive. Es alarmante ver cómo pueden ellos atacar a una persona que casualmente camina por la calle sólo porque viste de rojo.
¿Dónde reside entonces su inteligencia?.
Resulta que, por otro lado, al conversar con ellos se pone en evidencia su poca cultura general e histórica. Critican la ignorancia del Presidente y de su entorno, y no se dan cuenta que su propio vocabulario es incapaz de ir más allá que de un enérgico ¡Fuera Chávez! Fue Arturo Uslar Pietri quien dijo: "El Universo de un hombre es del tamaño de su vocabulario".
Está claro para mí que muchos de estos personajes que ahora marchan cacerola en mano guiados por una cultura mediática no se han molestado jamás por tratar de hacer de su Universo un lugar más amplio y placentero. Pareciera no existir en ellos literatura, pues su vocabulario los delata.
Por otro lado, sus vidas, su día a día, tiene más de irrespeto que de respeto. Se hacen llamar educados y son incapaces de dar las gracias al uno sostenerle la puerta de su residencia, para que puedan entrar. Se hacen llamar educados y claramente ensucian y destruyen su comunidad.
Se hacen llamar educados e irrespetan las opiniones e ideologías de sus propios vecinos. Se hacen llamar educados y trancan calles y avenidas, cierran negocios y destruyen su propia tierra. Todo esto, sin mencionar su mundo interno que podría ser digno de una historia de Maupassant.
Resulta increíble ver cómo, fanatizados por los medios, han adoptado posiciones que son evidentemente fascistas. Niegan este argumento, alegando que el fascista es el Presidente, pero cuan les preguntas qué significa fascismo, se quedan mudos, incapaces de responder.
Estas personas preparadas, profesionales cultos de la Clase Media, que en muchos casos tienen en sí postgrados y doctorados, son capaces de seguir de manera ciega a los llamados de los medios de comunicación que pregonan el odio de una manera tan intensa que cualquier estudiante de psicología podría realizar un trabajo de grado al respecto sin mucho esfuerzo.
Se han convertido en entes que marchan a un ritmo lento y ceremonioso, vestidos de negro, exigiendo libertad, y sabiendo muy dentro de ellos que en una verdadera patria sin libertad, jamás podrían realizar tales marchas pues estarían prohibidas.
Critican la Constitución Bolivariana porque huele a Chávez, pero la utilizan abiertamente, apoyándose en el 350. Hablan del irrespeto a los derechos humanos, y de vez en cuando los violan por su propia cuenta. Sus líderes les hacen creer situaciones y momentos, y cuando llega el tiempo son abandonados y decepcionados.
Su mundo, tal cual está planteado y esbozado, tiene demasiadas coincidencias con aquel relato extraordinario que plasma George Orwell en su novela 1984, donde un verdadero estado totalitario controla a la población a través de los medios de comunicación, y viven estos sumergidos en una contradicción cotidiana que es regida por lo que Orwell llama el doblepensar.
Claro, muchos de ellos no lo sabes, pues, en realidad no se molestan en leer, y en educarse.
Pero, al fin y al cabo, ¿Qué les importa a ellos lo que yo piense?.
Básicamente, nada. ¿Por qué?, pues porque yo apenas soy un joven de veintidós años. Yo soy ingenuo, yo no conozco en verdad lo que es la política o la sociedad, yo no valgo porque aún soy un muchacho que no tiene cultura, porque no he vivido.
Porque no he vivido lo suficiente como para darme cuenta del dolor que la mayoría de la población pobre de Venezuela siente. Porque no he vivido lo suficiente para ver como el mundo se ha empeñado en atacar al indefenso y en amparar al poderoso. Porque no he vivido lo suficiente para darme cuenta de ese mundo ficticio que ellos se han creado a su alrededor, creyendo que el país es sólo ellos, y que por ende solo ellos tiene derecho a tomar el curso del país. Porque no he vivido lo suficiente para saber que mis capacidades analíticas, intelectuales y sociales van mucho más allá de gran parte de esos supuestos profesionales que no conocen la historia, el arte, la música y la literatura.
Subestiman a su prójimo, sin contar primero sus propias habilidades.
Me doy cuenta de esa realidad virtual, ese mundo lleno de hipocresía, y es entonces cuando se puede sentir asco. Es deprimente, en verdad, saber que esas personas que una vez uno creyó sabias y profundas, resultan ser seres cerrados y fanáticos que se dejan manejar por la opinión radical de unos líderes mucho menos preparados que ellos mismos.
Dicen que la realidad puede ser más asombrosa que la ficción, y situaciones como el ahora de nuestro país demuestra de manera unívoca esta opinión.
Hoy, resulto ser un estudiante universitario que se encuentra en medio de todo este torbellino de mentiras y verdades, y pienso de nuevo en el pasado. Ese pasado cuando al ser niño nada a uno le importaba.
Claro qué, esa fue solo mi realidad, pues existen en Venezuela una cantidad enorme de jóvenes y niños que viven en miseria, que necesitan trabajar, que son analfabetas, que sufre hambre y frío, y ellos, en verdad viven una infancia totalmente anormal, sin la suerte y las facilidades que nosotros, los de la Clase Media, tuvimos. Peor aún, esos líderes de la Clase Media se olvidan que alguna vez ellos, o sus padres, o sus abuelos, fueron pobres, pobres que habitaron el Oeste, que en su momento tampoco importaron para muchos. Se olvidan de sus raíces y de lo que llevan en la sangre.
Ojalá esos intelectuales se dedicasen a educar al pueblo con sus supuestos conocimientos, y dejasen a un lado por un momento sus intereses personales, y sus hipócritas ideologías. Aunque pensándolo bien, tal vez no conviene que estos personajes entren en contacto con nuestros niños pues sin duda tratarían de inculcarles hechos errados e ideas peligrosas, como la libertad de la desobediencia, o la diversión del irrespeto.
Al fin y al cabo, de nuevo mi opinión no importa. No he vivido lo suficiente para saber lo que es vivir la vida. Y por otro lado, su mundo resulta ser como la letra de aquella canción de Roger Waters, Perfect Sense, que dice: Can´t you see, it all makes perfect sense, in terms of dollars and cents... (¿No te das cuenta, que todo tiene perfecto sentido, en términos de centavos y dólares?...).
En menos de cuarenta minutos el tamborileo de las cacerolas cesa, y todos los vecinos vuelven a sus hogares a sumergirse en las señales alarmistas de la televisión. La miríada de luces que llegan a través de mi ventana titilan, algunas se apagan, otras se intensifican. Un rumor se escucha lejano, y se pierde luego al unísono con el viento. Después de reflexionar, pienso que a Bolívar le sirvió de mucho la educación que tuvo, y la suerte que tuvo de ser educado. La Clase Media venezolana tuvo iguales oportunidades, pero una parte de ella pareciera que desperdició el conocimiento, o prefirió cambiarlo por la codicia y el poder. Reflexiono, confiando en mis verdaderos conocimientos, y sostengo: ¿Por quién doblan las cacerolas?.
* ¿Por qué soy Chavista?. Farruco Sesto, 2002.
Tomado de Rebelión